Una Tierra para todos a 50 años de descubrir sus límites

13 marzo, 2023 • AMEI, Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 863

Una propuesta para revertir los efectos de nuestras múltiples crisis y el cambio climático

Stockholm Resilience Centre

logo fal N ene Marcela Chapa Garza y Marko Alberto Sal Motola

Marzo 2023

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

Las paradojas del “crecimiento”

Diariamente escuchamos ⸺en la prensa, en los discursos políticos y en los análisis empresariales⸺ alarmas cuando se pronostica poco crecimiento del PIB y alivio de las personas y los mercados en el caso contrario. “Si crece el PIB nos irá bien”, asumimos sin cuestionar demasiado. Sin embargo, a pesar de todo este crecimiento en las últimas décadas, nos encontramos evidentemente ante una multiplicidad de crisis que se interrelacionan y refuerzan entre ellas. El PIB como medida de bienestar social nace en el contexto de la posguerra. Había evidentemente mucho que rehacer, reconstruir y reactivar. Crecer desde la precariedad en la que quedaron muchos Estados europeos hacía sentido. ¿Pero cuánto crecimiento es suficiente? Y más importante aún, ¿el crecimiento por sí mismo es sinónimo de bienestar social?

Son muchos los esfuerzos, las instituciones y las personas que por años se han dedicado a pensar alternativas a la medición del bienestar más allá del PIB. Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi lideraron la Comisión de la Medición de Progreso Económico y Social en 2008. Sabina Alkire desarrolló desde la Universidad de Oxford el Índice de Desarrollo Humano, haciendo énfasis en la salud, la educación y las condiciones de vida. La Organización de Cooperación para el Desarrollo Económicos creó el Índice para una Vida Mejor que además contempla dimensiones como la vivienda, los ingresos, el empleo, la comunidad, el medio ambiente, el compromiso cívico, la seguridad y el balance vida-trabajo. Recientemente, Nueva Zelanda lanzó su “Wellbeing Outlook”, donde centra el análisis en lo que llaman los cuatro capitales: humano, natural, financiero y físico, y social. Otros economistas, como Mariana Mazzucato, se cuestionan por qué no analizamos con mayor finura los mismos elementos del PIB, como el gasto público, en lugar de solo ver la variación del número final con otro periodo.

El reparo de algunos sobre la efectividad de estos medios radica en la necesidad de adjudicar pesos y ponderaciones a las distintas dimensiones basadas en ciertos criterios, no en cifras que hablen por sí mismas, como en el caso de los elementos del PIB. Lo cierto es que, por muchas razones, el crecimiento como indicador principal de la salud económica de un país está profundamente arraigado en el pensamiento colectivo.

Una propuesta para abordar nuestras múltiples crisis

Pero desde 1972 tuvimos una alarma que sonó menos de lo que nos hubiese convenido como familia humana. Un grupo de académicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), comisionados por el Club de Roma, publicaron el reporte “Los límites del crecimiento”. En el documento declaraba que si manteníamos los ritmos y los niveles de consumo, producción y contaminación que se llevaban al día, nos toparíamos con los límites físicos de estas dinámicas.

En ocasión del 50 aniversario de dicha publicación del MIT, la propuesta de la misma institución se intitula “Earth for All: A Survival Guide for Humanity”. Con la misma lógica de crear modelos usando la tecnología y los conocimientos del momento, reúne a académicos y líderes que van desde Johan Rockström (creador del concepto de los límites planetarios), Jayati Ghosh, Kate Raworth (de la economía de la dona), Emmanuel Faber y otros más de cincuenta científicos para plantear escenarios futuros según ciertos supuestos de acción. Describen dos posibles escenarios socioeconómicos y ecológicos: el que titulan “demasiado poco, demasiado tarde” y el “salto de gigante”. Para poder llegar a este último, según sus autores, se necesita un cambio radical al entender el pensamiento a largo plazo, los mercados y el sistema financiero mundial, las dinámicas de regeneración y circularidad, y un repensamiento sobre ciertos derechos de propiedad de los bienes comunes mundiales.

Interesante notar el papel imprescindible que le dan a la necesidad de cambio en cinco aspectos como requisito sine qua non para combatir las múltiples crisis a las que nos enfrentamos: la pobreza, la desigualdad, el empoderamiento de las mujeres, la alimentación y la energía.

La actividad internacional con respecto las prioridades de “Tierra para todos”

Reducir la pobreza material en términos absolutos formó parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y desde entonces, y hasta antes de la pandemia, se había logrado reducirla más o menos a la mitad de los niveles de 2000. Hoy se debaten con profundidad la naturaleza multidimensional de la pobreza y también la necesidad de medirla en términos no monetarios.

Sin duda hemos visto algo de claridad en el camino que hay que tomar para abordar el tema de la energía. Muchas de las propuestas para limitar el calentamiento global centran la discusión científica en las transiciones energéticas que hay que implementar. A partir de la Cumbre de la Tierra de 1992 se sentaron las bases de la cooperación internacional sobre el clima. En este marco se estableció la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP). El instrumento más reciente en esta materia es el Acuerdo de París de 2015 establecido en la COP-21. Sucesor del Protocolo de Kioto (2008-2012), este acuerdo en su meta de limitar el calentamiento global a través de la mitigación, la adaptación y los medios de implementación es el único instrumento internacional que ha vinculado a 194 partes (193 Estados y la Unión Europea) a comprometerse a establecer medidas internas de forma transparente.

La reducción de desigualdades es uno de los caminos más complejos de caminar políticamente, a pesar de ser uno de los elementos más críticos de nuestra época.

Gracias a los mecanismos de este instrumento, los Estados deberán reportar los avances en su compromiso con la reducción de emisiones de carbono y en 2023 veremos su primer “balance mundial”. ¿Estamos lejos de llegar a los cambios que necesitamos para limitar el cambio climático a solo 1.5 grados Celsius? Muy lejos.

Pero los otros tres rubros, son caminos que la comunidad internacional ha transitado más vagamente. Los cambios en los sistemas alimentarios apenas forman parte del Objetivos de Desarrollo Sostenible 12 (producción y consumo responsables). La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura por su cuenta ha lanzado una serie de conferencias mundiales en sistemas alimentarios sostenibles, cuya cuarta edición se llevará a cabo en abril de 2023. Creó también la Plataforma de Conocimientos sobre las Cadenas de Valor Alimentarias Sostenibles y desarrolló la Agenda de la Alimentación Urbana. Probablemente se tratan de iniciativas de lenta socialización y, hasta ahora, de bajo impacto.

La reducción de desigualdades es uno de los caminos más complejos de caminar políticamente, a pesar de ser uno de los elementos más críticos de nuestra época, y ni hablar de nuestra región. Incluso, ahí donde hay consenso sobre la necesidad de hacerlo, las estrategias y las concreciones son tan numerosas como variadas. No hay pactos internacionales ni hay acuerdos compartidos. Mientras tanto, el enriquecimiento del 1% más adinerado y el deterioro ambiental causado por este mismo, ha aumentado ampliamente en los últimos años, y los sistemas de solidaridad y redistribución son más frágiles que nunca. En esta tesitura, si no se toma acción por reducir las desigualdades y se mitigan los efectos del cambio climático, aumentarán las tensiones y los malestares sociales.

El empoderamiento femenino ha logrado un par de victorias gracias a la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y a la labor de ONU Mujeres, como promover su inserción a la vida política y pública de sus respectivos contextos, con la finalidad de ampliar su representatividad en espacios de toma de decisiones y que puedan participar en la creación de políticas e iniciativas que faciliten su incorporación a otros sectores. A su vez, ampliar la representatividad de la mujer en cargos públicos fomenta la eliminación de los obstáculos que impiden su bienestar en la sociedad y que impiden la posibilidad de que presten su servicio a su país y a la humanidad. Sin embargo, persisten barreras que dificultan la garantía de una transformación en la educación, independencia económica y el liderazgo a la que la propuesta invita.

¿Cómo continuar?

La publicación “Earth for All” está llena de optimismo y propuestas concretas para que el escenario ideal que modelan se vuelva una realidad. Nos toca tener un papel protagónico para seguir priorizando el bienestar de las sociedades y nuestra casa común sobre nuestro entendimiento de la economía “business as usual”. Nos toca actuar con tempestividad. Nos toca pensar en economías del bienestar que sean disruptivas y solidarias al mismo tiempo. Nos toca reforzar la formación y las habilidades de pensamiento complejo y pensamiento sistémico para encontrar soluciones que comprendan mejor la naturaleza interrelacionada de los sistemas y, por ende, sus crisis. Principalmente, nos toca atrevernos a pensar una nueva forma de ser y estar en el mundo, donde podamos vivir en relaciones de reciprocidad con la naturaleza y las sociedades. Ese es el verdadero reto; no vayamos a hacer demasiado poco, demasiado tarde.

MARCELA CHAPA GARZA es Directora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Anáhuac Querétaro. Anteriormente fue Jefa de Gabinete de la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Vaticana Covid-19. Es licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, maestra en Ciencias Humanas por la Universidad Anáhuac Querétaro y maestra en Economía y Políticas Socio-Ecológicas por la Universidad de Economía y Negocios de Viena. Sígala en Twitter en @machechapa. MARKO ALBERTO SAL MOTOLA es licenciando en Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac Querétaro.

Tags:, , ,

2 Responses to Una Tierra para todos a 50 años de descubrir sus límites

  1. Bárbara Eng dice:

    Excelente forma de abordar la crisis social, económica y ambiental en la que nos vemos inmersos como sociedad. Sin duda alguna me quedo con la siguiente cita del texto: “ nos toca atrevernos a pensar una nueva forma de ser y estar en el mundo, donde podamos vivir en relaciones de reciprocidad con la naturaleza y las sociedades”. El papel del ser humano trasciende nuestro rol como individuo ante la problemática y nos incita a pensar en comunidad, incluyendo al mundo en el que vivimos.

  2. Dr. Reyes dice:

    Excelente artículo. Felicidades.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.