Reflexión sobre la política exterior feminista de México

7 marzo, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 1316

Gaceta Económica

logo fal N eneMariana Herrera-Salcedo Serrano

Marzo 2024

México cuenta con una política exterior feminista desde 2020. Nuestro país ha sido uno de los primeros países del mundo en anunciar este tipo de compromisos, y fue el primero de Latinoamérica en promoverla.

Hoy, una decena de países cuentan con políticas exteriores feministas, incluidos Alemania, Canadá, Chile, España, Francia, Liberia, Noruega, y Mongolia. Suecia, el primer país en promulgarla en 2014, retiró la etiqueta “feminista” en 2022, tras la victoria de un nuevo gobierno. La política exterior feminista de Luxemburgo, promulgada en 2018, podría sufrir el mismo revés.

El debate en torno a las políticas exteriores feministas ha despertado gran interés dentro de la academia y las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo porque no se cuenta con un manual que las defina, ni son todas iguales, ya que se ajustan a las necesidades y realidades de cada país. No obstante, se observa que todas responden a un objetivo común, que es alcanzar sociedades más justas y desmantelar las estructuras de opresión que perpetúan las desigualdades de género.

Un concepto transformador y disruptivo

Promulgar una política exterior feminista es, en sí mismo, una acción disruptiva. La literatura feminista considera que el ámbito de la política exterior de un Estado ha sido históricamente dominado por normas y lógicas masculinas, en donde las mujeres y sus realidades han sido tradicionalmente excluidas. Además, se han esforzado por dar sentido a lo que significa la política exterior feminista.

De acuerdo con estas autoras, las políticas exteriores feministas tienen como objetivo alterar el comportamiento tradicional del Estado y ubican su origen en las políticas en favor de la igualdad de género, en el contexto de la adopción de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Mujeres, Paz y Seguridad, de 2000. Asimismo, consideran que el Estado no es un agente neutral, ya que participa, organiza y perpetúa dichas desigualdades.

Las políticas exteriores feministas tienen sus raíces en la Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, en donde México fue parte. En este sentido, teóricas como Karin Aggstam, Jacqui True o Jennifer Thompson consideran que estas políticas son una continuidad de los esfuerzos de los Estados para garantizar que las políticas sean más equitativas en términos de género. Esas prácticas, son conocidas como “feminismo de Estado”, y se reflejan en la creación de ministerios de la mujer, la incorporación de la perspectiva de género y el establecimiento de cuotas de género y acciones afirmativas en la política.

Sin embargo, para las académicas, lanzar una política exterior feminista es algo distinto de los esfuerzos mundiales para promover la igualdad de género. En su opinión, una política exterior feminista es un cambio de política radical, y por ello, debe de ir más allá de los esfuerzos políticos de transversalización de género. Deben de apuntar hacia el objetivo de renegociar y desafiar las jerarquías de poder y de género que se dan en las instituciones internacionales.

El caso de México

A diferencia de otras políticas exteriores feministas, la política mexicana tiene dos vertientes principales: una, centrada hacia el exterior de México, con una perspectiva transversal feminista, y otra, hacia el interior de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para incrementar el número de mujeres y visibilizar su trabajo.

Oficialmente, México define su política exterior feminista como una política de Estado, cuyas acciones buscan eliminar las brechas y desigualdades de género, con el objetivo de construir una sociedad más justa, próspera e igualitaria.

Una política feminista hacia afuera

En relación con la primera vertiente “hacia afuera” de la política exterior feminista mexicana, México busca incluir la perspectiva de igualdad de género en todos los ámbitos de sus esfuerzos diplomáticos y consulares, incluidos el ámbito bilateral, multilateral, comercial y cultural, así como en los posicionamientos de México en foros internacionales, como la ONU y el G-20. Al respecto, México logró posicionar e incorporar la perspectiva de igualdad de género en las negociaciones multilaterales en las Conferencias de las Partes (COP), al tomar en cuenta que las mujeres son uno de los grupos más vulnerables al cambio climático.

Una política exterior feminista es una oportunidad para repensar cómo México está abordando los desafíos internacionales.

Sobre este punto, vale la pena destaca que la política exterior feminista muestra amplios signos de continuidad con la tradicional política exterior de México, caracterizada por sus posicionamientos progresistas en favor de la paz y de los grupos tradicionalmente marginados. De acuerdo con los diplomáticos mexicanos Bárbara Magaña y Diego Ruíz, desde hace más de 40 años, México ha impulsado la agenda de igualdad de género a nivel internacional. Asimismo, uno de los grandes elementos de prestigio internacional para México ha sido su consistente política exterior comprometida con los derechos humanos, la migración ordenada, segura y regular, y otro grupo tradicionalmente excluidos: las personas con discapacidad. De igual forma, la política consular de México ha estado comprometida con la defensa de los mexicanos en el exterior, muchos de las cuales son mujeres migrantes. Por ello, se puede considerar que la tradición diplomática mexicana lleva varias décadas pavimentando el camino para que México pudiera asumir mayores compromisos en materia de igualdad de género.

Una política feminista hacia adentro

Respecto al objetivo “hacia adentro” de incrementar el número de mujeres en la SRE y el Servicio Exterior Mexicano (SEM), se observa que la mayoría de las acciones son políticas vinculadas al ingreso, ascenso y nombramiento del personal. Por ejemplo, la política exterior feminista busca incrementar la representación de las mujeres en la diplomacia mexicana al promover la paridad sustantiva en el SEM mediante un mayor ingreso y ascenso de mujeres. Asimismo, prevé aumentar la representación de las mujeres en los eventos o foros internacionales en los que México participa, para visibilizar a las mujeres diplomáticas que han estado tradicionalmente en desventaja frente a sus pares varones.

Estas políticas son fundamentales ya que, de acuerdo con la ONU, a nivel mundial, la diplomacia sigue siendo un bastión masculino. Según el Índice de Mujeres en la Diplomacia, elaborado por la Academia Diplomática Anwar Gargash, de Emiratos Árabes Unidos, las mujeres siguen subrepresentadas en los puestos de rango de embajadora en el mundo. Además, señala que en 2022, México contaba con 23.3% de mujeres embajadoras, lo que implicó un incremento de 4.9% con respecto a 2018. Más allá del rango de embajadoras, en México las mujeres se encuentran subrepresentadas en todos los rangos de la rama diplomático consular del SEM. La brecha de género es tan amplia que un estudio elaborado en 2016 por Tania del Rio, de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, demostró que incluso con cuotas de género, tomaría al SEM más de 35 años alcanzar la paridad entre hombres y mujeres en todos los rangos del servicio exterior.

Respecto a los exámenes de ascenso del SEM, que se rigen por un plan de carrera en donde todos sus miembros compiten en igualdad de condiciones, de acuerdo con un estudio elaborado en 2023 por las diplomáticas mexicanas Carmen Morales y Dalya Salinas, el sistema otorga ventaja a los hombres, que obtienen con mayor facilidad y frecuencia puestos de alta responsabilidad en comparación con su rango, los que les otorga mayores probabilidades de ascenso.

Ante estos datos, resulta fundamental retirar el lente masculino con el que se han diseñado dichos sistemas de ascenso y nombramientos en la diplomacia mexicana que castiga de forma invisible a las mujeres. Asimismo, es necesario ir más allá de incrementar el número de mujeres embajadoras. De acuerdo con pensadoras feministas, una política exterior feminista integral no se debe centrar únicamente en aumentar el número de mujeres mediante una mayor representación, ya que se termina por incorporarlas a un sistema altamente masculinizado con poco margen para desviarse del código de conducta. En este sentido, se trata de trastocar la estructura que, al estar ampliamente masculinizada, perpetúa las relaciones de poder y las desigualdades de género.

¿Cómo cambiar la estructura? Un primer paso sería generar estadísticas y entender de qué forma el sistema está penalizado a las mujeres diplomáticas. Segundo, los estudios han demostrado que uno de los mayores retos para las mujeres diplomáticas es compaginar su trabajo altamente masculinizado con las labores de cuidados no remunerados que recaen sobre ellas. En este sentido, sería importante institucionalizar las medidas que ayuden a las mujeres a compaginar su trabajo con sus responsabilidades de cuidados.

Conclusiones y áreas de oportunidad

Tradicionalmente, México ha contado con una política exterior vanguardista. La política exterior feminista mexicana abre una ventana de oportunidad para eliminar las barreras que limitan la permanencia de las mujeres en el SEM. Además, permite repensar no solo la forma en la que México se inserta en un mundo cambiante, sino repensar las jerarquías y las relaciones de poder que se dan dentro de la institución.

Establecer políticas internas de cuidados que permitan conciliar la vida personal y laboral, con horarios flexibles, así como permisos para cuidados y apoyo para el pago de guarderías y educación especial, es fundamental para retener el talento de las mujeres.

Una política exterior feminista es una oportunidad para repensar cómo México está abordando los desafíos internacionales, y las mujeres diplomáticas mexicanas tienen mucho que aportar para seguir construyendo un mundo más justo.

MARIANA HERRERA-SALCEDO SERRANO es miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Es licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y maestra en Relaciones Internacionales por el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals (IBEI). Este artículo forma parte de la investigación académica que realizó sobre políticas exteriores feministas en 2021.

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