Sobre la construcción de resiliencia productiva en un contexto volátil

9 mayo, 2022 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 959

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Micaela Zapata

Mayo 2022

No vivimos en un mundo de bienes y servicios finales. En realidad, todo aquello que se consume es resultado de una compleja red de cadenas productivas que se extienden a nivel mundial. Así se puede hallar que un bien, como podría ser un teléfono inteligente, haya sido diseñado en el país A, ensamblado en el país B, con componentes provenientes de los países C, D y E, y enviado al país F para su distribución mundial. Esto solo considerando los aspectos físicos de dicho bien. De tomar en cuenta también aspectos no materiales, como software o servicios posventa, se deberían agregar más nodos a esa cadena productiva que aquí se ha descrito a modo de ejemplo.

Fue desde mediados de la década de 1970, tomando mayor impulso en la de 1980, que comenzaron a operar factores que facilitaron la configuración de este espacio productivo mundial, caracterizado por su dispersión y fragmentación territorial. Avances en las tecnologías de telecomunicación, la competencia entre empresas occidentales por reducir costos, el continuo avance del libre comercio y la integración de grandes economías, como China o Rusia, a un único marco comercial internacional, fueron algunos de esos factores detrás de la expansión de las cadenas globales de valor.

Ahora, sin embargo, esta configuración mundial de la producción está siendo puesta a prueba. Serias disrupciones, como la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la pandemia de covid-19 y, más recientemente, la guerra en Ucrania, han dejado ver la fragilidad de las redes productivas mundiales.

Más aún, nos encontramos asistiendo a la erosión, o a la transformación, de aquellos factores que otrora habían fomentado la dispersión productiva. La reducción de costos ha dejado de ser el único criterio de geolocalización de los nodos de las cadenas globales de valor. Razones de orden ambiental, geopolítico e incluso sanitario, comienzan a tener un peso cada vez mayor en el comercio internacional. China ha dejado de ser un simple mercado de mano obra barata y se ha consolidado, junto con Alemania y Estados Unidos, como uno de los puntos principales de origen y destino de valor agregado a nivel internacional. Asimismo, las respuestas internacionales a la última agresión de Rusia a Ucrania han erosionado algunos aspectos de la integración de Moscú al mercado mundial. En este contexto volátil, la construcción de cadenas productivas resilientes se ha convertido una prioridad para Estados y firmas en el mundo.

Señales tempranas de una reconfiguración productiva

En mayo de 2020, el presidente chino Xi Jinping dio a conocer el concepto de “doble circulación”, el cual ha llegado a ser plasmado en el Plan Quinquenal 2021-2025. Tras este concepto se encuentra tanto la preocupación como la aspiración de construir seguridad económica por medio del fomento del mercado interno, sin descuidar la posición china en el exterior.

Estados Unidos es otro gigante económico que busca construir resiliencia. En febrero de 2021, poco después de haber asumido en su cargo, Joseph R. Biden firmó la Orden Ejecutiva 14017. En esta, el Presidente estadounidense no solo declaraba que es política de su gobierno “fortalecer la resiliencia de las cadenas de suministro de Estados Unidos”, sino que también ordenaba una revisión de las vulnerabilidades que afectan a las mismas, así como una elaboración de recomendaciones para lograr construir resiliencia.

En efecto, la construcción de resiliencia productiva es una tarea especialmente desafiante para los países en desarrollo.

Mirando hacia el escenario empresarial, se puede mencionar como ejemplo al caso de Ford y General Motors. Ambas automotrices han entrado en acuerdos de asociación con fabricantes de semiconductores, tanto en Estados Unidos como fuera del país, a fin de robustecer sus fuentes de suministro de material electrónico.

Vislumbrándose tales señales tempranas de lo que será la reconfiguración de la producción a nivel internacional, el desarrollo de capacidades para la construcción de cadenas productivas resilientes, así como el despliegue de tales capacidades para lograr una inserción en segmentos productivo de alto valor agregado, aparecen como objetivos deseables. Esto, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. La tarea es especialmente desafiante para los países y las regiones en desarrollo.

Desafíos para la construcción de resiliencia: Argentina como ejemplo ilustrativo

En el marco de aumento de precios y escasez internacionales, e intentando responder a una economía asediada por una persistente inflación, carencia de divisas y altos índices de endeudamiento, así como procurando navegar en las aguas de una política faccional, el gobierno argentino ha desplegado una serie de medidas que presentan costos para la posición productiva del país. Sobre productos como el maíz, trigo y carne pesan límites a la exportación. Por otra parte, los controles sobre el acceso al mercado cambiario restringen la capacidad importadora local.

Ambas medidas afectan las posibilidades de los agentes productivos radicados en Argentina para dar respuesta a las demandas de cadenas productivas, tanto mundiales como internas. Asimismo, sirven para ilustrar el escenario desafiante al que se enfrentan varios países en desarrollo a la hora de construir resiliencia productiva. Para muchos se hace presente la necesidad de hacer un trade-off entre resiliencia productiva y objetivos vinculados a economías y sociedades en estrés.

Pero no todo es sombrío para los países en desarrollo en su búsqueda de construir resiliencia productiva. La integración regional aparece como gran herramienta para lograrlo, pues crea oportunidades y diversifica riesgos. Así, acercamientos entre Argentina, Brasil y Chile en materia de integración energética y alimentaria, representan pasos positivos para la construcción de resiliencia productiva en el Cono Sur.

En efecto, la construcción de resiliencia productiva es una tarea especialmente desafiante para los países en desarrollo. Sin embargo, la volatilidad del contexto internacional, así como la reconfiguración de las relaciones productiva mundiales, obligan a pensar en términos de resiliencia.

MICAELA ZAPATA es profesora en la Universidad Siglo 21. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la misma universidad y maestranda en Propiedad Intelectual por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Argentina. Además, es diplomada en Innovación Social por la Universidad Católica de Córdoba. Sígala en LinkedIn en @MicaelaZapata.

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