Nueva globalización

3 febrero, 2022 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 6438

Por qué Latinoamérica podría ser la nueva beneficiada

Síntesis Nacional

Igor Galo

Febrero 2022

Un barco encallado en el canal de Suez, en marzo de 2021, provocó durante varias semanas la paralización del comercio entre Asia y Europa, lo que a su vez derivó en la interrupción de la actividad de muchas fábricas que basan su modelo en una cadena de valor global y la producción justo a tiempo con el mínimo inventario posible. Un año antes, la llegada de la pandemia de covid-19 ya había provocado retrasos en la entrega de automóviles en todo el mundo por las restricciones impuestas en China y Corea del Sur, que paralizaron muchas fábricas de autopartes, algo que continuó durante 2021, lo que generó un gran cuello de botella en el comercio de mercancías a nivel mundial.

A la perfectamente engrasada máquina de comercio internacional, que desde la década de 1980 ha permitido que en Noruega tengan acceso a las frutas tropicales durante todo el año o que en Estados Unidos puedan cambiar de celular cada año por un modelo mejor y al mismo costo, se la han saltado las costuras. Y no únicamente por temas logísticos, también por aspectos geopolíticos y sociales de primer orden. Los últimos años han sido prolíficos en pruebas de estrés para el modelo de globalización económica construido en las últimas décadas.

La llegada de un político como Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que se negó a firmar el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica e impuso aranceles a productos chinos y europeos, fue el parteaguas. No por casualidad Trump ganó las elecciones, en parte, por el apoyo de sectores trabajadores estadounidenses que culpaban a la globalización de la pérdida de su trabajo y de la reducción de su nivel de vida.

En el Reino Unido, los británicos deseosos de aislarse del mundo, votaron por el brexit, que rompió la unión aduanera con los veintisiete países de Europa continental y reintrodujo controles aduaneros después de 46 años en los que las mercancías circularon sin problemas entre la isla y el continente. Y dentro de la Unión Europea, Francia, alegando aspectos medioambientales, pero con un trasfondo ambiental y social, frena constantemente el acuerdo entre el Mercado Común del Sur y la Unión Europea, que lleva más de 30 años negociándose sin poder concretarse.

Las clases medias de muchos países desarrollados han visto como desde la crisis de 2008, el desempleo ha aumentado, su nivel de vida ha disminuido y, sobre todo, sus expectativas de futuro son negativas. Parte de los damnificados, y también algunos políticos, han señalado a la globalización como culpable de estos males. Y una nueva ola de proteccionismo, guerras comerciales y nacionalismo económico está recorriendo el planeta.

Por último, el enfrentamiento entre China y Estados Unidos por la hegemonía mundial ha derivado en una Guerra Fría comercial en la que los flujos comerciales están viéndose modificados con rapidez. Washington entiende que China se ha enriquecido gracias a los billones de dólares que los estadounidenses han gastado en sus productos (y a la propiedad intelectual que les han robado), y no parece dispuesto a seguir financiando, vía compra de productos, el ascenso del gigante asiático. Siendo Estados Unidos el gran consumidor mundial, y China el gran productor, una guerra comercial entre ambos países, que además arrastran al resto de sus países socios, es un torpedo directo al actual modelo de comercio internacional.

Como señalaba James K. Galbraith en un artículo de Project Syndicate, estas cadenas se diseñaron para ser eficientes, pero no resilientes. Funcionaron a la perfección, desde un punto de vista macro, en tiempo de relativa paz y estabilidad política y social en el mundo, especialmente desde la caída del muro de Berlín hasta la crisis económica de 2008. La realidad es que ya no vivimos en un mundo tan plácido desde el punto de vista de las relaciones internacionales y comerciales.

Regionalización, la nueva globalización: una oportunidad para Latinoamérica

¿Pero es posible que los países, principalmente desarrollados, mantengan su nivel de vida cerrando fronteras y limitando la globalización? Trump, y ahora Joseph R. Biden, han promovido el retorno de fábricas a Estados Unidos con el objetivo de generar empleos y mejorar salarios. Algunas, aunque pocas, han vuelto con gran eco en la prensa, y otras no volverán nunca porque se han robotizado en el camino. En Europa, el discurso, más burocrático y menos agresivo, habla de desarrollar una “autonomía estratégica”, lo que en la práctica significa depender menos del comercio exterior, por ejemplo, en la fabricación de microprocesadores o medicamentos.

A pesar de todos estos elementos, no parece que la globalización tenga marcha atrás, por la simple razón de que, volver al comercio de la década de 1960, supondría un empobrecimiento general de todos los habitantes. Y ni los votantes estadounidenses ni los europeos estarán dispuestos a recuperar su industria a cambio de reducir su nivel de vida por medio de la inflación en los productos o la escasez de algunos de ellos.

Lo que sí está comenzando a verse es una transformación del modelo de comercio internacional, hacia otro de comercio regional: una globalización de cercanía. Y es esta posible transformación donde Latinoamérica tiene mucho que ganar, además de muchas ventajas que ofrecer a Estados Unidos, principal consumidor del mundo y de la región.

Cercanía, competitividad salarial y política internacional: factores que podrían impulsar a Latinoamérica

Las ventajas que, a priori, ofrece Latinoamérica en esta nueva globalización de nuevo cuño son muchas, empezando por una obvia: la cercanía física a los mercados consumidores, especialmente Estados Unidos. El factor geográfico, olvidado durante décadas, vuelve a ser relevante, como lo han mostrado los problemas logísticos mundiales de los últimos años. Las teorías de Robert Kaplan sobre la relevancia de la geografía vuelven a estar de moda. Acercar al consumidor y al productor asegura la cadena de suministro, además de reducir la contaminación y el consumo de energía que generan el transporte masivo de mercancías a nivel mundial.

También el factor salarial puede ayudar a convertir a Latinoamérica en una de las regiones ganadoras del nuevo rompecabezas comercial internacional. Los salarios en China y en los países asiáticos, han crecido con fuerza en la última década, reduciendo su competitividad en la producción de algunos bienes, sobre todos los de valor agregado bajo y medio. Esto hace que, comparativamente, Latinoamérica puede llegar a resultar de nuevo competitiva para ubicar una maquiladora, años después de que la producción asiática de muy bajo costo cerrara muchas fábricas de textiles, calzado, muebles y otros tipos de industria en la región.

El salario medio en las zonas urbanas e industriales de China ya roza los 1000 dólares mensuales, una cifra que supera a la mayor parte de los salarios latinoamericanos, y casi duplica a los del Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras), una de las regiones con mayor potencial para la instalación de fábricas que surtan al gigante mercado estadounidense. (Ver informe sobre sueldos nominales y mínimos en el informe de la Organización Internacional del Trabajo Global Wage Report 2020-2021  “Wages and minimum wages in the time of Covid-19”.)

El factor geográfico, olvidado durante décadas, vuelve a ser relevante, como lo han mostrado los problemas logísticos mundiales de los últimos años.

Por último, el factor político y geoestratégico podría ayudar a la región, si sus gobernantes saben aprovechar el momento, partiendo de que no todas las industrias se podrán recolocar de nuevo en Estados Unidos o Europa debido a los costos salariares. ¿Qué mejor opción de reubicarlas en países cercanos, competitivos en precio y que no supongan ninguna amenaza militar ni económica?

Si los estadounidenses no quieren seguir financiando el ascenso chino con sus compras, pero tampoco pueden fabricar todos los productos que importan desde China, solo queda una opción: deslocalizar a otros países. Esto ya está ocurriendo.

En los últimos años, muchas fábricas se mudaron del gigante asiático a vecinos como Vietnam u otros, pero Latinoamérica está mucho más cerca y, adicionalmente, desde un punto de vista geoestratégico, comerciar con sus vecinos del sur no solo no supone ninguna merma en el poderío estadounidense, sino más bien su reforzamiento por la vía de la influencia comercial. Además, esto podría tener otros aspectos positivos, como el freno de la migración hacia Estados Unidos desde el hemisferio sur, un problema social y político de primer orden tanto en el sur como en el norte del continente americano.

En Europa, muchas firmas están trasladando su producción desde Asia a países como Marruecos, Túnez y Turquía. La española Inditex, matriz de Zara, que fabrica el 60% de sus prendas en Marruecos, Portugal y Turquía, es una de ellas. Según el informe The State of the Fashion 2020, elaborado por McKinsey, el 70% de las firmas de moda del planeta tiene previsto acercar sus centros de producción hacia sus países. Y esto no es exclusivo del sector textil.

México es un caso de éxito en Latinoamérica. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se ha convertido en el mayor productor de automóviles de Iberoamérica, gracias a la exportación del 80% de su producción, principalmente a Estados Unidos. Entre puestos directos e indirectos emplea a un millón de mexicanos, con empleos con mejores salarios y condiciones que la media nacional.

No hay que olvidar otros sectores fabriles mexicanos, como el textil o electrónico, cuyas fábricas se ubican en la frontera norte. Otras empresas están tomando decisiones similares. Mattel, por ejemplo, anunció recientemente que está pidiendo a algunos proveedores mover sus operaciones a México para convertir al país en un gran proveedor de juguetes para todo el continente. No por casualidad México es uno de los principales países de la región con economía más estables y una renta per cápita que supera la media regional.

Entre los países de menor tamaño, Costa Rica, con su industria relacionada con el sector tecnológico y sanitario, o Uruguay, sede de muchas consultorías tecnológicas, ya se aprovechan de las ventajas señaladas anteriormente para diversificar y desarrollar su base económica. Algunas fábricas de capital español han empezado a instalarse en Guatemala, como Nextil, para proveer de tejido a sus clientes de Europa y Estados Unidos.

Retos para convertir Latinoamérica en un nuevo concentrador regional

Cabe preguntarse, por lo tanto, por qué si la mayor integración y la localización de fábricas en Latinoamérica ofrecen tantas ventajas, tanto para Estados Unidos como para los países de la región, no se está acelerando este proceso, o qué pasos deberían tomar los gobiernos para aprovechar la oportunidad que ofrece esta incipiente transformación de la globalización.

¿Qué debería mejorar en Latinoamérica para atraer inversión directa del exterior productiva? Varios aspectos, empezando por la estabilidad política. En el Informe Inversión Española en Iberoamérica de IE Business School, que tengo el honor de elaborar desde hace 14 años, junto con mi colega el economista Juan Carlos Martínez Lázaro, se destacan algunas.

La inestabilidad política es uno de los factores que constriñen el gran potencial de la región, según las empresas que ya están operando sobre el terreno. La inestabilidad jurídica, el tipo de cambio o las infraestructuras deficientes son otras de las causas señaladas.

La generación de cadenas de valor regionales, que permitan aumentar el comercio intrarregional y el flujo de comercio entre los países de la región y Estados Unidos y otros países de destino es otro de los retos que enfrenta la región, como destaca el último informe publicado en 2021 por la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina.

Con una mano de obra competitiva, una cercanía geográfica y ofreciendo clara ventajas geopolíticas respecto a la producción en Asia, sobre todo para Estados Unidos, prácticamente el mayor hándicap para el desarrollo de industrias integradas en la cadena de valor global en Latinoamérica se resume en “políticas públicas” amigables con la inversión, así como una política exterior por lo menos neutral respecto a los mercados destino, es decir Europa y Estados Unidos.

El viento de la geopolítica viene de cola para Latinoamérica, un continente más aislado que los otros cuatro del enfrentamiento de bloques. Queda la tarea de aprovecharlo.

IGOR GALO es Director Técnico del Informe Inversión Española en Iberoamérica de IE University. Es columnista en Portafolio (Colombia), El Economista (México) y Gestión (Perú). Sígalo en Twitter en @igorgaloanza.

Tags:, , , ,

3 Responses to Nueva globalización

  1. Samuel Pérez dice:

    Foreign Affairs Latinoamérica,

    A reserva de unas cuantas excepciones, últimamente están aceptando artículos de muy baja calidad. No dejen caer el prestigio de su revista.

  2. Azucena Paredes dice:

    Interesante artículo, esperanzador el análisis para los países centroamericanos.

  3. […] comerciales con los vecinos del sur en un mundo en el que la globalización da pasos hacia una regionalización. Ya en su campaña hacia el Despacho Oval, Biden mostró su intención de avanzar en esta línea […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…