El “amurallamiento” de las comunidades blancas en Estados Unidos

11 marzo, 2024 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 660

La creación de nuevas ciudades refleja viejos fenómenos de segregación racial

Bloomberg

logo fal N eneLuisa Godínez-Puig y Jonathan Grabinsky

Marzo 2024

Durante las últimas 2 décadas, se han establecido al menos 145 nuevas ciudades grandes y pequeñas en Estados Unidos. (Este cálculo se obtuvo mediante una búsqueda en los sitios de internet de estados, así como en las Ligas Municipales de Estados, y se complementó con la búsqueda de Smith, R. M. de 2018.) En este caso, según la Oficina del Censo, una ciudad se define como un centro de población con al menos 5000 habitantes. La mayoría de estos centros urbanos han brotado en los suburbios y en las zonas periurbanas del país, en la periferia de las grandes metrópolis. Una característica distintiva de estas nuevas ciudades es que están conformadas, en su mayor parte, por poblaciones predominantemente blancas, que buscan incorporarse a los municipios adyacentes ⸺o crear sus propios municipios⸺ con el fin de preservar cierto grado de homogeneidad racial. De esta manera, dan continuidad a la lógica de exclusión y segregación racial geográfica que, por siglos, ha hilado el tejido urbano del país (Kruse, 2013; Rothstein, 2017).

Un ejemplo evidente es el de las nuevas ciudades establecidas en la zona metropolitana de Atlanta, cuya demografía predominantemente blanca no refleja la diversidad de la distribución racial de la ciudad. Aunque 48% de la población de Atlanta es afroamericana, de las once nuevas ciudades establecidas desde 2005, ocho tienen una composición sociodemográfica mayoritariamente blanca (Godínez -Puig y Cornelissen, 2023). Por su parte, los residentes de Buckhead, un barrio adinerado blanco en la propia ciudad de Atlanta, resguardan celosamente el acceso a sus amenidades públicas y buscan, desde hace años, separarse de la ciudad, una secesión que podría traducirse en un drenaje importante de los recursos fiscales de la urbe (Mock, 2023).

La edificación de las grandes urbes de Estados Unidos se ha caracterizado, desde sus inicios, por políticas públicas segregacionistas; es decir, que la separación racial está en el ADN de las ciudades estadounidenses. Así lo detalla Richard Rothstein: “La segregación residencial actual en el Norte, el Sur, el Medio Oeste y el Oeste no es una consecuencia impensada, fruto de decisiones individuales y de legislaciones o de regulaciones por lo demás bienintencionadas, sino de una política pública no disimulada que segregó explícitamente cada zona metropolitana de Estados Unidos. La política fue tan sistemática y contundente que sus efectos perduran hasta el presente”.

En el siglo XX, en particular durante las décadas de 1960 y 1970, numerosas ciudades de Estados Unidos experimentaron un fenómeno denominado white flight (huida de blancos). Se trataba de migraciones masivas de las comunidades blancas hacia los suburbios. Su objetivo era eludir las políticas de integración racial puestas en marcha como parte de los triunfos políticos y legislativos que acompañaron la lucha por los derechos civiles. Quienes participaban del white flight buscaban preservar la homogeneidad racial de sus comunidades (Kruse, 2013; Duncan y Duncan, 1957; Taeuber y Taeuber, 2008).

Hoy, la creación de nuevas ciudades en Estados Unidos refleja, en gran medida, nuevas variantes de viejos fenómenos de segregación residencial. Un conjunto de estudios publicados recientemente denomina a este fenómeno white fortressing o “amurallamiento” blanco (Godínez -Puig, 2023). El amurallamiento blanco viene acompañado de una apropiación, por parte de los residentes blancos, del proceso legislativo de los municipios a los que se adjuntan las ciudades, lo que facilita la cimentación de la división racial en las leyes y las estructuras de las nuevas ciudades (Burns, 1994). De esta manera, se aprovechan las capacidades de gobierno para crear comunidades de exclusión en las cuales la homogeneidad racial se mantiene mediante políticas públicas y legislaciones divisorias, entre ellas, las políticas de zonificación excluyentes (Trounstine, 2018), las cuotas para restringir los niveles de diversidad en las escuelas (Diamond y Lewis, 2022), y una mayor presencia del cuerpo policial (Kent y Carmichael, 2014).

La raza está codificada en el ADN de las ciudades estadounidenses

El papel neurálgico que la raza ha desempeñado en la construcción de las ciudades de Estados Unidos, así como la manera en que la segregación residencial condiciona el acceso a oportunidades de diferentes grupos raciales (Sharkey, 2013), pone en tela de juicio algunas de las teorías clásicas de la economía urbana y subraya sus debilidades. Por ejemplo, el economista Charles Tiebout propone que los residentes citadinos, en cuanto consumidores de servicios locales, son libres de elegir entre diferentes ciudades que se encuentran dentro del “mercado” de la oferta urbana. Según la teoría de Tiebout, las poblaciones tienden a moverse libremente entre ciudades, como consumidores racionales, hasta que la oferta de los servicios públicos y los gravámenes de los centros urbanos llegan a un punto de equilibrio con las preferencias de los residentes. De manera similar, operando bajo una lógica puramente económica, el politólogo Paul E. Peterson argumenta en City Limits (1981) que el objetivo primordial de las ciudades es maximizar su desarrollo económico, y que los beneficios de este crecimiento gotean, como cascada, a toda la población.

Las anteriores son visiones planas y ahistóricas de los fenómenos que determinan la distribución geográfica de los residentes en las ciudades, y que ignoran la manera en que la edificación de las ciudades estadounidenses ha sido dictada por las preferencias políticas y sociales de las comunidades blancas (Rothstein, 2017). Además, no consideran que las divisiones raciales están cimentadas en la geografía de las ciudades, producto de siglos de redlining (la técnica de zonificación por la cual se negaban servicios en barrios, primordialmente barrios afroestadounidenses, identificados como peligrosos para inversionistas), que restringe el libre movimiento de los residentes urbanos.

En las últimas décadas, se han multiplicado las investigaciones dentro de las Ciencias Sociales que colocan a la raza como un factor central en la formación de las ciudades del país, un factor que además condiciona el acceso a oportunidades de sus residentes. El sociólogo William Julius Wilson fue uno de los primeros en hablar sobre el empalme entre la raza y los ingresos, y cómo aquél se proyecta sobre el espacio urbano. Además del trabajo de Rothstein ya mencionado, más recientemente, el trabajo de la politóloga Jessica Trounstine analiza cómo, en el último siglo, las autoridades de las ciudades han utilizado las capacidades de gobierno para restringir el de uso suelo y la oferta de viviendas y de amenidades públicas con el objetivo de beneficiar primordialmente a los residentes blancos. Asimismo, los trabajos del sociólogo Patrick Sharkey y del economista Raj Chetty han utilizado datos y métodos empíricos para dilucidar las relaciones entre raza, espacio geográfico y acceso a oportunidades.

El amurallamiento blanco como una nueva cartografía de segregación racial

Las ciudades que se han edificado a partir de 2000 siguen la misma lógica de segregación residencial codificada en el ADN de las ciudades del país. El fenómeno del amurallamiento blanco, que acompaña la creación de nuevas ciudades y su incorporación dentro de nuevos municipios, arroja luz sobre las nuevas formas en que las viejas estrategias de segregación residencial se aplican hoy en Estados Unidos.

Las nuevas ciudades han brotado principalmente en los estados del sur del país, como Florida, Georgia, Luisiana y Texas, entre otros (Waldner et al., 2013). Dichos estados cuentan con una gran cantidad de territorios no incorporados; es decir, comunidades que no están bajo la jurisdicción de los gobiernos municipales. Estos territorios se encuentran, por lo tanto, únicamente bajo la autoridad del gobierno del condado. Algunas lagunas en los procesos legislativos permiten a estas ciudades incorporarse a un nuevo municipio, o bien, crear uno propio, en la periferia de las metrópolis, lo que les da cierto espacio y autonomía para entreverar la separación racial en sus leyes e instituciones. Así, fomentan una nueva cartografía de segregación urbana mediante la edificación de “murallas” (metafóricas) para resguardar y velar por los intereses de las poblaciones blancas. Un ejemplo de dicho fenómeno es la comunidad de St. George, una ciudad adinerada y en su mayoría blanca del municipio de Baton Rouge, Luisiana, que actualmente está buscando su secesión del municipio de la capital del estado (Mock, 2022).

Hoy, la creación de nuevas ciudades en Estados Unidos refleja, en gran medida, nuevas variantes de viejos fenómenos de segregación residencial.

La creación de las nuevas ciudades propina un fuerte golpe económico a las finanzas públicas de las comunidades rezagadas. En Estados Unidos, los impuestos a la vivienda son una piedra angular de la recaudación de recursos públicos en las ciudades. En las comunidades no incorporadas al gobierno municipal, los impuestos a la vivienda van directamente a las arcas del condado, y ese dinero se redistribuye para proveer servicios a todas las comunidades no incorporadas (una parte del dinero también se utiliza para ciertos servicios a nivel del condado, de los cuales son acreedores las ciudades y los territorios no incorporados). Al anexarse a un nuevo municipio o crear uno propio, las nuevas ciudades se llevan consigo gran parte de los ingresos que, en algún momento, alimentaban las arcas del condado, afectando la calidad de los servicios disponibles que reciben las comunidades no incorporadas (Godínez-Puig, 2023).

La nueva cartografía de amurallamiento blanco ocasiona, de esta manera, una espiral cuesta abajo, en la que la creación de nuevas ciudades se vincula con la apreciación de las propiedades que las componen (Leon-Moreta, 2017) y la edificación de barreras financieras para prevenir la absorción de comunidades afroestadounidenses y otras comunidades de bajos recursos. Además, estas nuevas ciudades adquieren mayor representación política dentro de sus municipios, interponiendo brechas con las comunidades no incorporadas, que pierden representación política (Godínez-Puig, 2023). Asimismo, como ya hemos mencionado, las nuevas ciudades edifican murallas por medio del uso de las capacidades de gobierno para crear reglas de zonificación excluyentes y restringir las leyes de uso de vivienda (Trounstine, 2018).

Aunque el fenómeno de la migración hacia las zonas periurbanas de las metrópolis se ha visto, en una escala mucho menor, en algunas comunidades afroestadounidenses, todo apunta a que el destino que enfrentan estas comunidades será muy distinto al de las comunidades blancas. Dado que la riqueza espacial se hereda intergeneracionalmente (Sharkey, 2013), y dado que las comunidades afroestadounidenses no cuentan con el mismo acceso a amenidades materiales y culturales que gozan las poblaciones blancas, es poco probable que estas nuevas ciudades consigan capitalizar los mismos beneficios materiales y de representación política alcanzados por las urbes de poblaciones blancas (Ihn, 2010; Waldner et al., 2019).

Conclusión

La creación de nuevas ciudades en Estados Unidos refleja patrones de segregación racial que han existido durante siglos. Aunque estas nuevas ciudades parecen estar concentradas en ciertas regiones del país, este fenómeno se puede multiplicar rápidamente, convirtiéndose en un problema de escala nacional que perpetúe las brechas en el acceso a oportunidades entre las poblaciones blancas y las afroestadounidenses.

Por ende, resulta crucial que toda política pública en Estados Unidos incorpore la acción afirmativa y la conciencia racial dentro de su andamiaje. Fomentar políticas de acción afirmativa es particularmente urgente, en especial porque tales políticas están bajo amenaza, como lo demuestra la decisión de la Suprema Corte de Justicia que declaró anticonstitucional tomar en cuenta la raza de los aspirantes en las admisiones universitarias. La inversión privada y el libre mercado continuarán siendo el motor de crecimiento de las grandes urbes del país, pero es preciso un uso amplio de las herramientas del gobierno para enhebrar la integración racial en el tejido urbano estadounidense.

LUISA GODÍNEZ-PUIG es doctora en Ciencia Política por la Boston University, maestra en Derecho por la University of Chicago y licenciada en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es investigadora en el Urban Institute en Washington D.C. Sígala en X en @Luisa_Godinez_P. JONATHAN GRABINSKY es licenciado y maestro en Políticas Públicas por la University of Chicago y es profesor de asignatura en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Es asociado del Consejo Mexicano de Asuntos internacionales (Comexi) Sígalo en X en @jgrabinsky. Los autores agradecen a Marianela Santoveña por el apoyo para la realización de este artículo.

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