Seguridad ambiental internacional y salud: los vínculos olivados

21 julio, 2022 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 1224

Actualidad Laboral

logo fal N eneMario Duarte Villarello

Julio 2022

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

A más de 2 años de la declaratoria oficial por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la pandemia del virus SARS-CoV-2, causante del covid-19, es más usual leer y escuchar en medios de comunicación no especializados que el fenómeno conocido como zoonosis —proceso por el cual las enfermedades provenientes de animales silvestres pueden contagiar al ser humano— es la razón más probable de su ocurrencia. No obstante, los análisis suelen detenerse en esta explicación y no ahondan en qué provoca la zoonosis, lo que es central para estudiar los vínculos, aparentemente olvidados, entre la seguridad ambiental internacional y la salud.

En el artículo “Los grandes problemas ambientales y su incidencia en la seguridad internacional”, publicado en estas páginas el 18 de marzo de 2021, definí la seguridad ambiental como “el estado en el que hay una relación directamente proporcional entre el equilibrio ambiental, el desarrollo y el bienestar social, que puede influir en la seguridad nacional, regional e internacional. Dicha relación puede variar a partir de las amenazas y los riesgos al ambiente, tanto de origen natural como antropogénicas”, lo que mantiene una absoluta vigencia a la hora de estudiar la fragilidad de la seguridad internacional frente a fenómenos que los especialistas “tradicionales” en seguridad tienden a soslayar, y las causas que conducen a la zoonosis bien pueden ser parte de ellos.

La salud, como política nacional e internacional, forma parte de un complejo entramado de mecanismos tendientes a disminuir la vulnerabilidad del sistema de seguridad internacional, pues la hipótesis es que entre más sana sea la población de los países, más aptos son para concentrarse en otro tipo de preocupaciones de seguridad, por lo que no tendrán que dirigir tantos esfuerzos ni recursos económicos a la atención de salud de su población. En este sentido, encontrar los vínculos entre la salud y la seguridad ambiental debería estar entre las prioridades en los cálculos de seguridad nacional e internacional de los países y, sin embargo, es claro que no lo está.

La zoonosis siempre ha ocurrido, y con toda certeza seguirá ocurriendo. La diferencia es que hoy las causas que la propician se están exacerbando como consecuencia de un proceso que involucra causas ambientales que hace tan solo unas décadas no existían.

El papel de los grandes problemas ambientales

Esto nos obliga a insistir en el papel que desempeñan los grandes problemas ambientales (GPA) en esta ecuación. Recordemos que para que un problema ambiental se considere como GPA debe cumplir con dos condiciones sine qua non: la primera, que tenga alcance mundial, y, la segunda, que su solución amerite el involucramiento del concierto internacional. En este sentido, se identifican siete GPA que detallé en el artículo ya referido, pero la zoonosis es exacerbada por al menos tres de ellos: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la presión demográfica demandante de mayores recursos naturales. ¿Por qué? Los siguientes son tres ejemplos de la explicación, que no pretenden ser exhaustivos.

Con el cambio climático y el calentamiento global asociado, ha habido alteraciones de los vectores de transmisión de enfermedades en zonas donde con anterioridad no ocurrían y, por lo tanto, como muestra de ello, la malaria y el dengue están llegando a lugares donde no solían aparecer. ¿Qué las transmiten? Principalmente los mosquitos Anopheles albimanus y Aedes aegypti, respectivamente, que encuentran crecientes condiciones propicias para su reproducción.

La pérdida de biodiversidad, por su parte, ha roto equilibrios en los ecosistemas y las especies que eran contenidas por otras, ahora mermadas o desaparecidas, proliferan y, si son portadoras de enfermedades, la probabilidad de zoonosis aumenta significativamente. La pérdida de biodiversidad rompe con lo que los biólogos llaman “efecto de dilución”, que se presenta cuando, en un ecosistema sano, los virus o los patógenos causantes de las enfermedades están diluidos entre las especies, por lo que la oportunidad de transmisión al ser humano es más baja. Lo contrario ocurre en ecosistemas alterados.

Por medio de la presión demográfica demandante de mayores recursos naturales, la interacción entre las personas y las especies silvestres se vuelve más usual por varias razones, entre ellas, la invasión de zonas naturales por la expansión de la frontera urbana y porque la creciente demanda de recursos está asociada con la sobreexplotación de ecosistemas y su aparejada alteración. Esto, a su vez, contribuye a la pérdida de biodiversidad, generando así un círculo vicioso entre ambos GPA.

La afectación a la salud por causas ambientales

De esta manera, ¿es claro que la seguridad nacional e internacional depende, en gran parte, de qué tanto se atiendan las causas ambientales de la afectación a la salud como política? Debería serlo, pero no lo es. Por eso me refiero a que hay vínculos olvidados. Dicho de otro modo, la salud depende de un ambiente en equilibrio, donde los GPA pudieran ser, cuando menos, mitigados. Esto contribuye a la seguridad nacional y por extensión a la internacional. En la medida en que se aborden las causas que generan los GPA, la población puede mantenerse con menor exposición a las enfermedades por zoonosis y, de esta manera, se contribuye a la seguridad.

¿Qué hay que atender primero? Es un debate complejo, pues la solución de los GPA no depende de un solo país, ni siquiera de un grupo de ellos, sino de todos los Estados. Por ello, los gobiernos dividen recursos entre sus políticas ambientales y de salud, aportando en mayor o menor porcentaje a cada una, mientras que las mantienen desvinculadas de sus propias nociones de seguridad. Esto ha ocurrido por años y quizá sea el error original, pues los países para poder garantizar su seguridad nacional deberían primero garantizar su seguridad ambiental y, como reflejo de esto, lograrían que sus poblaciones tuvieran menor exposición a la zoonosis, logrando así un círculo virtuoso pues simultáneamente estarían fortaleciendo su seguridad en términos de salud como agenda.

La zoonosis siempre ha ocurrido, y con toda certeza seguirá ocurriendo. La diferencia es que hoy las causas que la propician se están exacerbando como consecuencia de un proceso que involucra causas ambientales que hace tan solo unas décadas no existían.

Si revisamos las declaraciones oficiales de la OMS veremos que se centran en la atención de los afectados y en las estrategias de vacunación, pero no en cómo prevenir la aparición de nuevos brotes de ese u otros virus. Por supuesto que esto es imposible en su totalidad, pues es parte de un ciclo natural, pero al menos podría reducirse la probabilidad de ocurrencia al disminuir las causas ambientales de la zoonosis. Si bien la OMS no es competente en ello, podría al menos señalar que esperaría la acción de otras instancias internacionales que sí lo son, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que son los acuerdos ambientales multilaterales que atienden directamente dos de los GPA que exacerban la zoonosis.

Por su parte, tanto en la CMNUCC como en el CDB sí se han mencionado el aumento de casos de zoonosis como consecuencia secundaria de los respectivos GPA que atienden, pero vagamente y sin mayores repercusiones, mientras que los impactos en la salud son referidos de manera circunstancial y no central. Esto forma parte del mismo error original: los vínculos entre el ambiente, la salud y la seguridad parecen olvidados, lo que indica un problema sistémico, pues los que estudiamos las así llamadas “nuevas” amenazas a la seguridad internacional llevamos años señalando que los países enfrentan retos a su bienestar que no provienen de otros países, como en el pensamiento clásico de seguridad en términos militares, sino que hay otros peligros, algunos provenientes de la alteración antropogénica del ambiente, como los GPA, y de la salud, como las enfermedades por zoonosis, que a su vez tienen un componente ambiental.

Las opciones políticas

¿Qué debería hacerse? Primero, lograr el reconocimiento oficial que, como toda la evidencia apunta, hay un problema creciente de inseguridad ambiental que incide directamente en la seguridad internacional. Segundo, que parte de ello tiene su manifestación en el aumento de la probabilidad de enfermedades por zoonosis y que la disminución de esta probabilidad transita por atender las causas ambientales. Y, tercero, armonizar los esfuerzos que los gobiernos hacen en distintos foros internacionales, como la OMS y los acuerdos ambientales multilaterales, pues hay una raíz común de los GPA y la zoonosis que impactan en la seguridad internacional.

Dado que estas agendas suelen estar separadas —la ambiental, la de salud y la de seguridad nacional e internacional— y generalmente alojadas en distintas instituciones, los tomadores de decisiones pierden de vista el conjunto de causas que contribuyen a la exacerbación entre ellas. Infortunadamente, esas y otras agendas actúan como compartimientos estancos con divisiones muy bien marcadas, sin transversalidad, con especialmente la agenda de seguridad nacional, que se mantiene aislada por un montón de razones, muchas de ellas de peso, pero el resultado es que se perpetúa la falta de visión de conjunto.

¿Cuál podría ser una solución en países como México? Quizá, como lo he propuesto en foros sobre seguridad nacional, la creación de una instancia, ya sea institucionalizada o al menos ad hoc, compuesta por especialistas de las tres agendas, podría armonizar políticas que, sin necesidad de recurrir a grandes cambios que pudieran aletargar el proceso, acercaran a los decisores la suficiente información, basada en datos duros —o “dispositivos heurísticos”, como los denomina la Escuela de París de seguridad internacional— para replantear el rumbo de ciertas acciones que hoy marchan en carriles separados y no abonan a la seguridad ambiental, de salud o nacional desde una perspectiva holística. Y al recordar, como lo indica la definición básica, que la seguridad internacional es la suma e interacción de las seguridades nacionales, si la experiencia se replicara en otros países estaríamos generando las condiciones para tener un mundo más seguro. O visto de otra forma, estaríamos recordando los vínculos hoy olvidados.

MARIO DUARTE VILLARELLO es doctor en Ciencias Políticas y Sociales, maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac. Es profesor en ambas universidades y es egresado del Programa de Estudios Avanzados en Medio Ambiente y Desarrollo de El Colegio de México (El Colmex). Es especialista en política y seguridad ambiental internacional y ha participado con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER) en negociaciones oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre cambio climático y biodiversidad. Sígalo en Twitter en @MarDuVill.

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2 Responses to Seguridad ambiental internacional y salud: los vínculos olivados

  1. Carolina Gutiérrez dice:

    Excelente artículo, toca bases torales de una discusión que se debería retomar.

  2. Carlos Serrano dice:

    Felicidades a FAL por incluir este tipo de artículos y más cuando vienen de autores tan relevantes como el Dr. Duarte.

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