Alicia Bárcena y la CEPAL en una época de crisis

18 abril, 2022 • AMEI, Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 1229

La República

Pedro González Olvera

Abril 2022

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

La gestión de Alicia Bárcena como Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha finalizado. Fueron 12 años de fructífero trabajo de la experta mexicana, cuyos antecedentes laborales incluyen, entre otros cargos, haber sido Secretaria General Adjunta de Gestión en la Sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, Jefa de Gabinete y Jefa Adjunta de Gabinete de Kofi Annan, cuando este fue Secretario General de la Organización. En la propia CEPAL fue Secretaria Ejecutiva Adjunta y Directora de la División de Medio Ambiente y Asentamientos Humanos. Por ello, su elección como máxima directiva de la este organismo regional de la ONU no fue producto de la improvisación, sino de un trabajo bien cimentado en su amplia trayectoria. Ha sido, además, la primera mujer en dirigir la CEPAL. Para bien de la Cancillería mexicana Alicia Bárcena ahora se hará cargo de la academia diplomática de México, el Instituto Matías Romero.

Por otra parte, desde su creación en 1948, la CEPAL ha sido una fuente de exploración de la realidad económica y social de Latinoamérica, mediante la continua publicación de estudios e informes que dan cuenta de cómo se desarrollan, o no, en cada momento histórico a partir de ese año, los países de la región. Tales estudios e informes no son solamente de indicadores macro y microeconómicos; constituyen interpretaciones e incluso guías de acción política y propuestas de políticas públicas, con sustento en el diagnóstico histórico, social y económico.

Desde la CEPAL surgió, por ejemplo, la teoría llamada estructuralista o desarrollista, una de cuyas premisas básicas sostienen, a muy grandes rasgos, que las relaciones económicas entre el centro (países ricos) y la periferia (países pobres) reproducen o al menos tienen la tendencia a reproducir condiciones características del subdesarrollo y, por lo tanto, a hacer cada vez más grande la brecha que separa, en términos económico y sociales, a países desarrollados de los subdesarrollados. Se trata en pocas palabras de una estructura internacional, en donde existe una dicotomía centro-periferia.

Las notas que a continuación se presentan tratan de hacer un mínimo reconocimiento a la labor de la CEPAL encabezada por Alicia Bárcena y su equipo, mediante la presentación de algunos elementos que se recogen en los informes y estudios que ese organismo regional publica periódicamente y que son indispensables a aquellos que desean contar con datos precisos y confiables acerca de la situación regional.

Una gestión a contracorriente

A Alicia Bárcena le tocaron tiempos difíciles. Inicio su gestión en la CEPAL al tiempo que estallaba de la crisis económica mundial de 2008, catastrófica para los países desarrollados, pero relativamente de baja intensidad para los subdesarrollados y los países de economía emergente, como los latinoamericanos, en parte gracias a las sugerencias de política económica emanadas previamente desde la CEPAL.

A fines de 2019 apareció otra situación aún más complicada, la pandemia de covid-19, y con ella el desastre en materia económica, salud, educación, empleo y género, que afecta desde entonces a la comunidad internacional entera y en especial a Latinoamérica. En el análisis del caso específico de los profundos efectos de la nueva peste que significó la pandemia de covid-19 en el subcontinente latinoamericano son fundamentales los informes publicados por la CEPAL bajo la batuta de Alicia Bárcena. Aquí nos vamos a referir a algunos de ellos.

El primero lleva el título de “2021. Panorama Social de América Latina” (CEPAL, 2022), fue publicado apenas hace unas cuantas semanas. Sus primeras conclusiones dibujan un complicado panorama que enfrenta la región, incluso con el presagio de una crisis social prolongada, a pesar de las iniciales esperanzas de que a partir de 2021 se retomaría el camino del crecimiento sostenido, atenidos al logro de un crecimiento regional del 6.2% en ese año.

A Alicia Bárcena le tocaron tiempos difíciles.

Para la CEPAL, en el informe “La prolongación de la crisis sanitaria y su impacto en la salud, la economía y el desarrollo social”  (CEPAL, OPS, 2021), publicado conjuntamente con la Organización Panamericana de la Salud, ese índice de crecimiento no es suficiente por sí solo para atenuar los efectos negativos, profundos y desiguales mostrados en economía, salud, educación, empleo y género, y en la totalidad de las sociedades latinoamericanas, ya que se encuentran estrechamente vinculados con los problemas estructurales característicos de ellas como la desigualdad, la pobreza, la informalidad y la vulnerabilidad; problemas no de ahora, sino de toda la vida. En otras palabras, la incipiente reactivación económica que se esperaba en el año en curso, se topará con la imposibilidad de acabar con las tasas de desocupación y los niveles de pobreza y pobreza extrema a los observados antes de la pandemia de covid-19.

Esto se debe, por lo menos, a cuatro factores. Primero, en 2020, Latinoamérica sufrió la mayor contracción económica en 120 años; segundo, fue la región con peor desempeño económico en el mundo; tercero, los países latinoamericanos vienen arrastrando problemas de bajo crecimiento desde hace varios años, y, cuarto, estos países mantienen condiciones estructurales de desigualdad, inequidad, vulnerabilidad y exclusión social que se combinan y reproducen con la informalidad y la precariedad del empleo, la debilidad de los sistemas de protección social y las estructuras productivas con escaso nivel de integración y limitadas capacidades en el mantenimiento de niveles de crecimiento sostenibles

El reto de desempleo

De acuerdo con las estimaciones de la CEPAL, la tasa de desocupación alcanzó, en 2021, un 11.8% para las mujeres y un 8.1% para los hombres, en comparación con las cifras de 12.1% y 9.1%, respectivamente, que se registraron en 2020, mostrando apenas una ligera mejoría, que no corresponde a las expectativas de los gobiernos latinoamericanos.

La situación fue devastadora particularmente en este último periodo, sin precedentes en la historia latinoamericana, con afectaciones principalmente en las mujeres, los jóvenes y los trabajadores del sector informal y de bajos ingresos. La CEPAL, basada en cifras de la Organización Internacional del Trabajo, indica que en ese año se perdieron alrededor de 30 millones de empleos en el mundo, buena parte de esta cifra en América Latina y el Caribe. Peor aún para las mujeres, pues su salida del mercado de trabajo representó un retroceso de 18 años en los niveles de su participación en la fuerza laboral regional.

La pobreza prevalece

En cuanto a la pobreza, tampoco parecen existir motivos que alimenten la esperanza de una mejoría sustancial, pues en 2021, el nivel de pobreza extrema alcanzó un porcentaje de 13.8%, mientras que el de pobreza a secas, llegó a 32.1%. Si se hace una comparación respecto de 2020, la CEPAL encuentra que de un año a otro, el número de personas en situación de pobreza extrema pasó de 81 a 86 millones, una cifra que demuestra el impacto de la crisis del covid-19 en las economías familiares, y eso que en la comparación respecto del campo de la sola pobreza sí hubo una pequeña disminución, al pasar de 204 a 201 millones de personas. Sin embargo, a pesar de la recuperación (es un decir para estos dos grupos), sus niveles se mantienen todavía más altos que en 2019, con lo que podemos vislumbrar el tiempo que durarán los efectos de la pandemia si no cambian las políticas hasta ahora implementadas para enfrentarla.

Y los sistemas de salud rebasados

Si nos vamos al campo de la salud, las noticias no son positivas. De hecho, es bien sabido, y el informe de la CEPAL lo confirma, que Latinoamérica es la región más afectada por la pandemia de covid-19, con millones de enfermos y fallecimientos (a finales de marzo de 2022 se contabilizan casi 500 de los primeros y más de 6 de los segundos). Según cifras provenientes tanto de la OPS como de la CEPAL, la región acumula cerca de una quinta parte de los casos confirmados de covid-19 y alrededor de 30% de las muertes en el mundo, a pesar de tener solamente el 8.4% de la población mundial.

La aparición de diferentes variantes del virus que provocó la pandemia fue determinante para que esto sucediera, aparte de lo que se dice en el informe “Una década de acción para un cambio de época” (CEPAL, 2021). Vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, el documento en cuestión nos ofrece una pintura realista sobre la situación actual latinoamericana.

De conformidad con lo consignado en este informe, la pandemia tuvo efectos más drásticos, como es fácil de comprender, entre los sectores más vulnerables de la población por sus pocas o nulas posibilidades de atenderse en algún sistema de salud, devastados antes por efectos de las políticas neoliberales o incluso por políticas más aplicadas o, peor, mal planeadas, como sucedió en México con las acciones emprendidas al principio del actual gobierno al desaparecer instituciones que, con todos sus defectos, ya habían empezado a funcionar, sin que a la fecha hayan podido solucionarse problemas como la falta de medicamentos.

El retroceso en la educación

Otro espacio profundamente dañado por la epidemia fue, sin duda, el de la educación. Una pregunta inquietante recorre varios de los informes presentados por la CEPAL: ¿acaso estamos ante la pérdida de una generación en términos de acceso a la educación en todos sus niveles? La interrupción de las clases presenciales por más de un año (apenas se empieza a volver a las aulas físicas) tendrá repercusiones graves en la niñez y la juventud y en sus niveles educativos. La imposibilidad de ir a la escuela incrementó el abandono escolar y propició un aumento en las brechas de aprendizaje entre la franja poblacional que podía contar con las suficientes herramientas tecnológicas que les permita atender las clases a distancia y aquella (mayoritaria) que no lo podía hacer. No es lo mismo una familia con suficientes recursos económicos que les permita dotar a cada uno de sus hijos con una tableta o una computadora portátil a una con sólo una computadora, utilizada por varios hijos e incluso los padres, y con dificultades en la adquisición de una buena señal de internet.

En el informe “La prolongación de la crisis sanitaria y su impacto en la salud, la economía y el desarrollo social” antes citado se subraya la importancia de la educación primaria y secundaria como derecho humano y base mínima necesaria a fin de que la niñez y la adolescencia puedan desarrollar una vida digna y de contribución al desarrollo de sus sociedades, mediante el desarrollo de sus propias competencias y valores. Sin embargo, el cierre de las escuelas, la crisis económica y social, la desocupación y la falta de acceso a la protección social provocados por el epidemia generaron problemas a las familias vulnerables y de menores ingresos debido a que los padres prefirieron enviar a sus hijos a trabajar. Sobre todo en el grupo de las niñas y las adolescentes, es posible que también experimenten un aumento de la carga de trabajo doméstico y de trabajo de cuidados no remunerado en zonas rurales, donde se da un menor dinamismo económico.

El legado

En suma, las cifras ofrecidas por la CEPAL y el examen alrededor de la situación causada por la pandemia de covid-19, algunos de cuyos rasgos distintivos son más bien estructurales, indican una situación de emergencia que de no atenderse con la rapidez necesaria, podría prolongarse con el riesgo incluso de perder una vez más la oportunidad de lograr el crecimiento vital para el bienestar de las poblaciones latinoamericanas. Este es el mensaje que Alicia Bárcena nos deja como legado de su gestión en la CEPAL.

PEDRO GONZÁLEZ OLVERA es Profesor Investigador de la Universidad del Mar, campus Huatulco. Actualmente es el Presidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI). 

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