La tragedia en Beirut: entre el sabotaje y la negligencia

12 agosto, 2020 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 4744

Tomada del perfil de Twitter @jenanmoussa

Moisés Garduño García

Agosto 2020

Si la explosión del 4 de agosto de 2020 en el puerto de Beirut se trató de un ataque premeditado, ningún actor político se lo va a adjudicar. Aceptar la autoría de una explosión que provocó más de 100 fallecidos, 6000 heridos y que dejó más de 300 000 personas sin hogar equivale no a una muestra de disuasión militar, sino a una pérdida de capital político derivada de la enérgica condena de la comunidad internacional. Además, el hecho de haber golpeado un blanco civil con este nivel de brutalidad implicaría el origen de una guerra declarada entre los bandos inmiscuidos.

Pero el único actor que al parecer está contemplando una operación militar extranjera como explicación de la tragedia es justamente el propio gobierno de Michel Aoun. Se trata de la única perspectiva que excusa a su gobierno de la responsabilidad sobre la tragedia al darle la oportunidad de recurrir a la clásica maniobra de culpar de todo al orden geopolítico regional para así esconder la cara y no aceptar la negligencia y la corrupción que azota a su gobierno y que ha provocado una profunda crisis política y económica que tiene el país de los cedros al borde de la miseria. Hoy, de acuerdo con algunos reportes internacionales, Líbano tiene una deuda externa del 140% del PIB, altos niveles de desempleo juvenil, inflación y desigualdad económica (90% de la riqueza en Líbano está concentrada en el 10% de la población), todo esto sin contar el impacto de otras crisis que se suman al contexto actual, como la de los refugiados sirios y palestinos y la crisis sanitaria provocada por el covid-19.

Es la sociedad civil de Líbano la que está produciendo una nueva forma de hacer política ante décadas de conspiración extranjera y negligencia interna.

Por tal motivo, mientras escuchamos de manera unánime a toda la élite política libanesa apelar a la ayuda internacional y a la unidad nacional para salir de la tragedia, es la sociedad civil la que se está encargando de restructurar la política de su país mediante un fuerte reclamo de justicia social. Es la sociedad civil de Líbano la que está produciendo una nueva forma de hacer política ante décadas de conspiración extranjera y negligencia interna. Del razonamiento de los manifestantes se puede apreciar un alto grado de incredulidad ante el hecho de que ningún alto mando del gobierno libanés estuviera informado de la sospechosa carga de nitrato de amonio almacenada por más de 6 años, o de las maniobras clientelares de facciones, como el Al Mustaqbal (asociado a la familia Hariri) o del propio Hezbolá en los pasillos de uno de los puertos más importantes del país, facciones que bien podrían haber usado ese y otros materiales para ponerlos al servicio de sus posiciones políticas particulares, aprovechando la ineficacia o complicidad de los funcionarios de aduanas del gobierno. Para muchos manifestantes en Beirut, las narrativas del sabotaje y la negligencia son dos caras de la misma moneda.

Y es que, si bien los problemas económicos que enfrenta Líbano se deben a la descomposición de una élite política corrupta, es menester recordar que la influencia de los líderes políticos de todas las comunidades religiosas que utilizan su poder para fortalecer su círculo inmediato lo hacen amparados en un contexto regional que favorece un sistema clientelar y sectario que no reduce sus operaciones a las instituciones del Estado, sino que se expande por encima de ellas. Así lo ha demostrado el posicionamiento de Hezbolá en el gobierno desde 2006.

Tres direcciones para el cambio político

Lo anterior hace pensar, de acuerdo con Abdel Bari Atwan, en tres direcciones que están interactuando para impulsar un cambio político en Líbano y que ahora resaltaran en medio de lo ocurrido con la explosión. La primera es aquella que pugna por un cambio que proviene de una élite acomodada que ha visto en Hezbolá a un actor que ha construido “un Estado dentro del Estado”, y que en los últimos años se ha posicionado en el sector de la seguridad con mayor fuerza y eficiencia, incluso, por encima del mismo ejército libanés. De acuerdo con el periodista iraquí, este cambio estaría esperando una intervención externa de corte político y tendría a Francia como principal promotor diplomático en cooperación con una quinta columna libanesa.

Una segunda dirección es aquella que aspira a una fórmula civil y democrática que preserve la identidad política pluralista de Líbano en el marco de un nuevo parlamento y que genere una nueva clase política joven que derroque de una vez por todas a lo que consideran “una vieja clase corrupta e ineficiente”. Esa fórmula es la que se nutre de actos de solidaridad en las calles, los escombros y los hospitales, con la que se sienten identificados los trabajadores migrantes y aquella que la tragedia habría unificado alrededor de un movimiento social de amplio espectro que se encendió en octubre de 2019, por cuestiones relacionadas con el encarecimiento de la electricidad, los problemas con la recolección de basura, el impuesto a las llamadas por WhatsApp, entre otras cosas que ahora se combinan con la tragedia de Beirut.

Finalmente, una tercera fuerza estaría representada por la clase política tradicional, la cual aspira a un cambio formal que preserve el actual sistema de cuotas políticas sectarias, mientras emprende reformas menores que reducen el tamaño de la corrupción y propone un gobierno de unidad nacional de transición para absorber el actual estado de tensión, llevando a algunos funcionarios a prisión y así restaurar la confianza de algún porcentaje importante del sector social. El llamado a las elecciones anticipadas por parte de Aoun, el llamado a la unidad nacional por parte de Hezbolá la renuncia en bloque del gobierno de Hassan Diab y algunos miembros del parlamento, así como el arresto de algunas personas involucradas en la seguridad del puerto, parecen ser parte de esta tercera dirección.

Sabotaje y negligencia: intereses de poder

Aunque aún falta mucha información, que será difícil obtener en el corto plazo, para determinar el origen y los responsables de la explosión, siguiendo a Luz Gómez García: “Ahora es necesario pensar en la situación de Líbano ante su puerto principal destruido, sus fronteras precarizadas (la frontera con Siria carcomida por la guerra desde 2011 y la frontera con Israel cerrada desde 1948), además de la situación de los refugiados (donde hay un refugiado por cada 2.5 libaneses) y la crisis de salud. Esto quiere decir que a la crisis multinivel hay que sumar una crisis alimentaria que agudizará demandas sociales que ya estamos presenciando en las calles del país, planteando un reto al próximo gobierno y a las fuerzas de cambio que interactúan en el actual escenario. Es menester recordar que las protestas en Líbano han hecho dimitir a dos gobiernos en nueve meses, si partimos de la agudización del proceso revolucionario en octubre de 2019.

Las protestas en Líbano han hecho dimitir a dos gobiernos en nueve meses, si partimos de la agudización del proceso revolucionario en octubre de 2019.

En medio de esta reflexión, es posible conectar nuestro analisis con el incendio del mercado iraní de Ajman en Emiratos Árabes Unidos y con un incendio en veinte almacenes de un conocido mercado con influencia iraní en la ciudad de Najaf, Irak. Ambos hechos se registraron el mismo día de la explosión en Beirut y están poniendo en jaque a las sociedades de Irán e Irak por los altos precios de los alimentos. Los tres acontecimientos tienen en común un incendio en almacenes de grano y comida, además de que se dan en puntos importantes para la economía y el comercio de los tres países. Y, aunque obviamente no hay nada contundente en esta relación que para muchos podría tratarse de una casualidad, no hay que olvidar que, conociendo el Medio Oriente, donde capitales como Beirut, Bagdad y Teherán suelen estar repletas de espías, drones y monitoreo satelital, no queda más que considerar que entre el sabotaje y la negligencia existen fuertes intereses de poder, recursos económicos, ideologías, servicios de inteligencia y capacidad de organización con los cuales cualquier sociedad civil que aspire al cambio tarde o temprano tendrá que enfrentarse.

La reconstrucción

Ahora, vale la pena preguntarse quién podría reconstriuir el puerto de Beirut. Ante los hechos, ya hay una oferta por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), “siempre y cuando se ejecuten las reformas que el Estado necesita”. Por otro lado, no es ningún secreto que Líbano ha estado en el radar de China para hacer de los puertos de la región una perla más de la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda que se extiende hasta Grecia. Al tiempo de escribir estas notas, el Director del puerto libanés de Trípoli, Ahmed Tamer, declaró que se encuentra listo para remplazar temporalmente el puerto de Beirut y recibir los barcos de ayuda enviados al país. Cabe mencionar que el puerto de Trípoli ha sido testigo en los últimos años de los trabajos de expansión de las empresas chinas, y ha recibido los barcos más grandes del gigante asiático transportando una gran cantidad de contenedores. Esta situación es reveladora, sobre todo cuando se conecta con las declaraciones del Secretario General de Hezbolá, Hassan Nasrallah, cuando llamó a mejorar los nexos entre Líbano y China porque “Beijing y sus compañias llevarían el dinero que tanto necesita la sociedad libanesa”. Ante tales declaraciones es evidente que Nasrallah prefiere a China que al FMI para proponer un futuro para Líbano. Para él y la élite que lo acompaña, el futuro ya no está en volver al Líbano del pasado nostálgico ni en el país que imaginan los jóvenes de la revolución del 17 de octubre, sino en fortalecer el eje económico con China e Irán, una apuesta que sigue viendo la explosión de Beirut exclusivamente como un asunto de ayuda humanitaria cuando se trata del síntoma más perturbador de una sociedad que reclama dignamente un profundo y verdadero cambio de régimen.

MOISÉS GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y maestro en Estudios de Asia y África con especialidad en el Medio Oriente por El Colegio de México. Es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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