La Latinoamérica non grata

11 abril, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 1422

Entre la diplomacia y la desconfianza

AM Noticias

logo fal N eneGrecia González Gómez

Abril 2024

En el vasto paisaje geopolítico de Latinoamérica, la interacción entre la diplomacia y la desconfianza ha sido una constante que ha moldeado las relaciones tanto intra como interregionales. Este crisol de países, con sus diversas culturas, historias y aspiraciones, ha experimentado un continuo vaivén entre la búsqueda de consensos y la exacerbación de tensiones.

La diplomacia, con su arte de negociar y buscar soluciones pacíficas, ha sido un pilar fundamental en la región. Mediante tratados, cumbres y alianzas, se han establecido vínculos que buscan fortalecer la cooperación económica, política y social entre los países latinoamericanos. Sin embargo, este ideal de colaboración muchas veces se ve socavado por la desconfianza arraigada en las relaciones internacionales.

Los recelos históricos, derivados de conflictos pasados y rivalidades presentes, han alimentado una atmósfera de desconfianza que permea las interacciones entre los países latinoamericanos. Las discrepancias ideológicas, los intereses económicos contrapuestos y las disputas territoriales son solo algunas de las razones que han contribuido a esta dinámica de desconfianza.

Esta tensión se ve reflejada en diversas esferas, desde la política exterior hasta la integración regional. Los intentos por impulsar proyectos de integración, como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o el Mercado Común del Sur (Mercosur) han sido obstaculizados por desconfianzas mutuas y agendas nacionales divergentes.

Asimismo, en el ámbito internacional, la imagen de Latinoamérica muchas veces se ve opacada por percepciones negativas derivadas de conflictos internos y crisis políticas. Esto ha llevado a que, en ocasiones, la región sea vista como un terreno fértil para la inestabilidad y la incertidumbre, alimentando estereotipos que dificultan su inserción en la arena internacional.

Sin embargo, a pesar de estos desafíos, la diplomacia sigue siendo un instrumento clave para superar las barreras de desconfianza y construir puentes entre los países latinoamericanos. El diálogo constructivo, el respeto por la soberanía de cada país y la búsqueda de intereses comunes son elementos fundamentales para avanzar hacia una Latinoamérica más unida y próspera.

Entre protocolos y política: Convención de Viena y realidades diplomáticas

La creación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas estuvo influenciada por varios acontecimientos y tendencias en el ámbito internacional que destacaron la necesidad de un marco legal más sólido para regular las relaciones diplomáticas. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se esforzó por establecer instituciones y normas que pudieran prevenir futuros conflictos y promover la cooperación entre los Estados. La regulación de las relaciones diplomáticas se consideraba esencial para este propósito.

La creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tras la Segunda Guerra Mundial fue un hito importante en los esfuerzos por establecer un orden internacional más estable y cooperativo. La Carta de las Naciones Unidas incluía disposiciones sobre la conducta diplomática, pero se reconocía la necesidad de un tratado más detallado para regular estas relaciones.

En el siglo XX, hubo un aumento en las interacciones diplomáticas entre Estados, así como un crecimiento en el número de misiones diplomáticas. Esto generó la necesidad de clarificar y codificar las normas que regían estas relaciones.

Los conflictos y las disputas relacionadas con las misiones diplomáticas en el pasado destacaron la importancia de tener reglas claras y efectivas para proteger la integridad de las misiones y el personal diplomático.

En el contexto actual de Latinoamérica, la aplicación de la Convención de Viena adquiere una relevancia particular debido a la compleja dinámica política y diplomática que caracteriza a la región. La situación política en varios países latinoamericanos ha sido marcada por tensiones internas, conflictos sociales y disputas políticas, lo que ha puesto a prueba las relaciones diplomáticas entre los Estados de la región y con el resto del mundo.

Esta Convención se convierte así en un instrumento crucial para garantizar la estabilidad y la legalidad en las relaciones diplomáticas latinoamericanas. En medio de crisis políticas y sociales, es fundamental que los Estados respeten los principios y las normas establecidas en este tratado internacional para evitar la escalada de conflictos y garantizar el ejercicio efectivo de la diplomacia.

Además, sirve como un punto de referencia para abordar situaciones de crisis, como el rompimiento de relaciones diplomáticas o el derecho de asilo, que han sido temas de debate en la región en diferentes momentos. Al tener reglas claras y consensuadas, se facilita la resolución pacífica de conflictos y se promueve la cooperación entre los Estados latinoamericanos.

En el contexto actual de Latinoamérica, la Convención adquiere una importancia vital como un marco legal que regula las relaciones entre los Estados de la región y con el resto del mundo. Su aplicación adecuada puede contribuir significativamente a la estabilidad y la legalidad en las interacciones diplomáticas, promoviendo así la paz y el entendimiento en la región.

La ley contra la práctica: relaciones diplomáticas en Latinoamérica

Históricamente, las relaciones diplomáticas entre México y los países latinoamericanos han desempeñado un papel en la configuración del panorama político y económico regional. En el ámbito político, México ha sido un actor activo en la promoción de la democracia, los derechos humanos y la paz. Ha respaldado iniciativas regionales para abordar conflictos y ha fomentado el diálogo político como medio para fortalecer la estabilidad y la gobernabilidad.

En cuanto al ámbito económico, las relaciones comerciales y las inversiones entre México y estos países han experimentado un crecimiento considerable en las últimas décadas. La integración económica regional ha facilitado el intercambio de bienes, servicios y capitales, impulsando el crecimiento económico y la generación de empleo en la región.

Sin embargo, estas relaciones también han enfrentado desafíos y tensiones derivadas de diferencias políticas, ideológicas o territoriales. Durante el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, las relaciones diplomáticas con algunos países de la región se han visto tensas, evidenciadas por lo que algunos han señalado como intervención en asuntos internos de Bolivia, Perú y Ecuador, y no se duda que, en un futuro, pase lo mismo con Argentina. Esto ha llevado a la expulsión de embajadores mexicanos en esos países, en cumplimiento de los lineamientos de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.

El diálogo constructivo, el respeto por la soberanía de cada país y la búsqueda de intereses comunes son elementos fundamentales para avanzar hacia una Latinoamérica más unida y próspera.

En Bolivia, por ejemplo, la expulsión de la embajadora María Teresa Mercado se produjo en medio de una crisis política posterior a las elecciones presidenciales, cuando México otorgó asilo al expresidente Evo Morales. En Perú, la declaración de persona non grata al embajador Pablo Monroy Conesa estuvo relacionada con supuestas interferencias en el proceso electoral peruano y el otorgamiento de asilo político a altos funcionarios. Este último caso ha dejado las relaciones entre ambos países en una situación delicada, con la ausencia de embajadores y la imposición de visas para ciudadanos peruanos que deseen visitar México, y viceversa, como medida de reciprocidad.

En Ecuador, la concesión de asilo político al exvicepresidente Jorge Glas generó tensiones con el gobierno local, interpretado como una violación de su soberanía. El arresto de Glas en la embajada mexicana agravó aún más la situación, violando los principios de la Convención de Viena. Es el reflejo de que México tiene una arraigada tradición sobre el derecho de asilo, que ha sido fundamental en su historia y se manifiesta en la Constitución Política (artículo 11) y en su legislación nacional, como la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político (artículo 61), además de ser parte de diversos tratados y convenciones internacionales que protegen el derecho de asilo, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José (artículo 22).

Aunque México ha defendido su actuación como parte de su política de no intervención en asuntos internos, los episodios de expulsión de embajadores reflejan discrepancias y fricciones en la diplomacia regional.

En un mundo interconectado, donde la soberanía de cada país debe ser respetada, la injerencia indebida en los asuntos internos de otro Estado socava la confianza y la estabilidad mundial. Es esencial que se respeten los principios de la diplomacia y del Derecho Internacional para mantener la paz y la seguridad. Sin embargo, es preocupante que acciones como estas a menudo eclipsen problemas más graves y persistentes, como la violación de los derechos humanos en diversas partes del mundo, incluidas las “inmunidades” de los diplomáticos.

A pesar de los esfuerzos de organismos internacionales y de tratados destinados a proteger los derechos humanos, su efectividad ha sido cuestionada, dejando impunidad para los perpetradores y sufrimiento para las víctimas, estamos siendo testigos de la verdadera barbarie internacional con el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza, incluido el ataque al consulado iraní en Damasco. No deja de sorprender que los pronunciamientos internacionales solo quedan plasmados en pluma y papel.

El Derecho Internacional en riesgo

En un mundo cada vez más dividido y polarizado, el papel del Derecho Internacional como cimiento de la convivencia pacífica entre países se ve desafiado por una serie de obstáculos que cuestionan su relevancia y supervivencia. La erosión de normativas establecidas, el resurgimiento del nacionalismo y la creciente desconfianza entre Estados empujar al Derecho Internacional hacia un abismo del cual podría no sobrevivir.

Históricamente, el Derecho Internacional ha sido crucial en las relaciones entre Estados soberanos, proporcionando un marco legal para la resolución de disputas, la protección de los derechos humanos y el fomento de la cooperación internacional. Sin embargo, en tiempos recientes, hemos observado una alarmante inclinación hacia la unilateralidad y el menosprecio por las normas internacionales.

El surgimiento de potencias mundiales desafiando el orden establecido, el debilitamiento de instituciones internacionales y la manipulación del Derecho Internacional con objetivos políticos son síntomas evidentes de una crisis más profunda. La multiplicidad de conflictos sin resolver, desde disputas territoriales hasta guerras civiles, evidencia la incapacidad del Derecho Internacional para asegurar la paz y la seguridad mundiales.

Además, la emergencia de nuevas amenazas transnacionales, como el terrorismo y el crimen organizado, desafía los principios tradicionales del Derecho Internacional basados en la soberanía estatal y la no intervención en asuntos internos. Esto ha suscitado un debate sobre la necesidad de adaptar el Derecho Internacional a los desafíos del siglo XXI o si su obsolescencia es inevitable.

El incremento del unilateralismo y el proteccionismo en la política exterior de numerosos países también ha minado la confianza en los mecanismos multilaterales de resolución de conflictos y ha debilitado la cooperación internacional. La retirada de tratados y de acuerdos internacionales, así como el incumplimiento de obligaciones pactadas, socava la credibilidad del Derecho Internacional como garante de la estabilidad mundial.

En este contexto, el porvenir del Derecho Internacional se presenta sombrío. Sin embargo, la urgencia de los desafíos mundiales, desde el cambio climático hasta las pandemias, resalta la imperiosa necesidad de fortalecer, en lugar de debilitar, el sistema de normas internacionales. La revitalización de instituciones multilaterales, el renovado compromiso con los principios democráticos y el respeto por los derechos humanos son pasos esenciales para evitar la extinción del Derecho Internacional y forjar un mundo más equitativo y pacífico para las generaciones venideras.

GRECIA GONZÁLEZ GÓMEZ es licenciada en Negocios Internacionales por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y maestra en Relaciones Internacionales por la UNAM, con estudios en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es especialista en temas de política exterior, diplomacia, multilateralismo y estudios sobre África. Actualmente, reside en Addis Abeba, Etiopía, y colaboradora en la embajada de México en Etiopía. Sígala en X en @GlezGrecia.

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3 Responses to La Latinoamérica non grata

  1. Erasmo González Ruíz dice:

    Excelente artículo, buena descripción de temas importantes.

  2. Imelda S. Miranda Macias dice:

    Un artículo muy puntual respecto a la situacion de México y Ecuador, que también resalta la duda si se debería revisar nuestra actuación ante países hermanos a fin de preservar la paz y las buenas relaciones internacionales.
    Acaso, México está cayendo en el intervencionismo? Está faltando lealtad a la doctrina Estrada?…sería bueno aclararlo.

  3. Humberto dice:

    Buen artículo, con cierto sesgo hacia López Obrador, quien se entromete demasiado en los asuntos de países latinos con orientación de centro derecha o derecha, pero no critica estados autocráticos como Nicaragua, Venezuela, Cuba y la bolivia de hoy

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