Infancias perdidas: el costo humano de los conflictos armados

29 abril, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 581

UN News

logo fal N eneGrecia González Gómez

Abril 2024

En la actualidad, se estima que en el mundo hay alrededor de 2200 millones de niños, lo que indica un aumento significativo en la población infantil a nivel mundial en las últimas décadas. Datos del Banco Mundial de 2022 muestran que algunos de los países con la mayor cantidad de niños son la India, que encabeza la lista con 358 634 millones, seguida por China, con 243 552 millones. Esta cifra refleja la gran población de ambos países, lo cual no es sorprendente si se considera su extensa área territorial y densidad poblacional.

Nigeria y Pakistán ocupan el tercer y cuarto lugar, respectivamente, con cifras considerables de 94 070 y 86 230 millones de niños. Indonesia y Estados Unidos también figuran en la lista, cada uno con más de 60 000 millones de niños. Etiopía, Brasil, la República Democrática del Congo y Bangladesh se encuentran entre los países con una población infantil considerable, cada uno con más de 40 000 millones de niños.

Estos datos subrayan la importancia de comprender las diferencias demográficas entre los países y la urgencia de implementar políticas y programas específicos para abordar las necesidades de la población infantil en cada país.

Negación de derechos fundamentales: la trágica realidad de la infancia desatendida

Todo niño viene al mundo con el derecho innegable a un comienzo de vida saludable, acceso a educación y a una infancia segura, pilares fundamentales que forjan un futuro adulto próspero y productivo. Sin embargo, millones de niños en todas partes del mundo son privados de estos derechos esenciales, negándoles lo necesario para crecer en salud y fortaleza, ya sea por su lugar de su nacimiento, su familia, su raza, etnia, género o, simplemente, por vivir en la pobreza o enfrentar alguna discapacidad.

La Convención sobre los Derechos del Niño, al definir a un “niño” como cualquier persona menor de 18 años (a menos que las leyes locales reconozcan una mayoría de edad anterior), abarca deliberadamente un espectro amplio de edad. Esta amplitud tenía el propósito de otorgar protección y derechos a la mayor cantidad posible de individuos dentro de este grupo etario.

Cada año, una cifra alarmante de niños sucumbe a la desnutrición y a enfermedades, mientras que otros caen como víctimas de conflictos bélicos, desastres naturales, la propagación del VIH/sida y diversas formas de violencia, explotación y abuso. Además, hay una preocupante realidad en la que millones de niños, en particular niñas, se ven privados del acceso a una educación de calidad.

Las guerras y los conflictos armados dejan a su paso un rastro de destrucción, dolor y sufrimiento. Entre las víctimas más vulnerables se encuentran los niños, quienes sufren de manera desproporcionada las consecuencias de la violencia y el desplazamiento forzado. A lo largo y ancho del mundo, desde Ucrania hasta Somalia, desde Palestina hasta Nigeria, las infancias se pierden en medio del caos y la barbarie de la guerra.

Desde el estallido de los conflictos hasta las secuelas que perduran durante años, los niños se han visto desproporcionadamente afectados por las consecuencias devastadoras de la guerra. Las imágenes de desplazados, huérfanos y heridos nos confrontan con la realidad implacable de la vida en zonas de conflicto.

Uno de los impactos más graves de la guerra en los niños es la interrupción de su educación. Las escuelas se convierten en blancos de ataques, obligando a muchos de ellos a abandonar sus estudios. Además, la violencia y el trauma emocional pueden dificultar el aprendizaje, incluso cuando las escuelas permanecen abiertas.

Ya lo mencionó Malala Yousafzai en su discurso de 2014, cuando fue galardonada con el premio Nobel de la Paz: “El llamado mundo de los adultos puede que lo entienda, pero nosotros, los niños, no. ¿Por qué los países que llamamos ‘fuertes’ son tan poderosos para crear guerras, pero tan débiles para lograr la paz? ¿Por qué regalar armas es tan fácil, pero regalar libros es tan difícil? ¿Por qué fabricar tanques es tan fácil, pero construir escuelas es tan difícil?”

Gritos silenciados: la realidad de la niñez en zonas de conflicto

Con un total de 238 000 muertes, el año 2022 es considerado como uno de los más mortales por conflictos, desde el genocidio de Ruanda de 1994. Este notable incremento se atribuyó sobre todo a dos guerras particularmente violentas: la confrontación entre Rusia y Ucrania, así como el conflicto entre el gobierno de Etiopía y el rebelde Frente de Liberación del Pueblo Tigré, que dejaron más de 81 500 y 101 000 muertes, respectivamente, hasta finales de ese año.

A esta lista se suma la actual situación entre Israel y Hamás en Gaza, donde cerca de 32 800 palestinos han fallecido, en su mayoría mujeres y niños. Además, la persistente guerra civil en Yemen, que según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha cobrado más de 300 000 vidas desde su inicio en 2014, y sigue sin mostrar signos de resolución. Según datos de la ONU, la mitad de las muertes en ese país fueron resultado directo del conflicto armado, mientras que la otra mitad se debió a la hambruna y a enfermedades derivadas de la crisis humanitaria a gran escala.

Por décadas, las diferencias políticas entre países han estado marcadas por disputas territoriales y tensiones étnicas, hasta alcanzar un nuevo nivel de violencia que ha dejado un impacto devastador, especialmente en la vida de los infantes atrapados en medio del caos y la violencia que ha obligado a muchas de sus familias a huir de sus países de origen en busca de seguridad y protección. Además, la exposición a la violencia y la pérdida de seres queridos pueden causar traumas duraderos en su salud mental.

La protección de los derechos de los niños en tiempos de guerra debe ser una prioridad para la comunidad internacional.

En estos conflictos, la violación de derechos humanos es común, sobre todo en contra de las infancias, quienes enfrentan riesgo de violencia, detención arbitraria y falta de acceso a servicios básicos, como atención médica y la educación. En Tigré, Etiopía, la desnutrición y la escasez de alimentos son problemas críticos, mientras que los informes de abusos sexuales y violencia contra los niños son alarmantes, exacerbando aún más su sufrimiento.

En Afganistán, las políticas restrictivas del Talibán limitan principalmente el acceso de las niñas a la educación, negándoles oportunidades fundamentales para su desarrollo. Además, la inseguridad obliga a muchas familias, incluidos niños, a huir del país en busca de seguridad y protección.

En Nigeria, Boko Haram ha secuestrado a niñas para su matrimonio forzado y ha reclutado a niños como combatientes. La violencia del grupo ha resultado en desplazamientos masivos de poblaciones civiles, lo que ha dejado a muchos infantes sin hogar y expuestos a la explotación.

En Somalia, la inestabilidad causada por Al Shabab contribuye a la escasez de alimentos y a la malnutrición infantil, mientras que los niños son vulnerables a ser reclutados como combatientes o sometidos a abusos y violencia por parte del grupo armado.

No hay que dejar de lado a México, donde la violencia relacionada con el narcotráfico ha dejado a muchos niños huérfanos o expuestos a situaciones de peligro. Además, son vulnerables a ser reclutados por cárteles para actividades ilícitas, al enfrentar un riesgo significativo para su seguridad y bienestar.

Estos conflictos no solo tienen consecuencias inmediatas, sino que también tienen un impacto duradero en la salud física y mental, así como en el futuro de los niños afectados.

Bajo el fuego cruzado: la crisis humanitaria de la niñez en zonas de guerra

No hay que olvidar que la crisis humanitaria resultante de los conflictos armados a menudo lleva a la escasez de alimentos y de agua potable, lo que aumenta la vulnerabilidad de los niños a la desnutrición y las enfermedades. La falta de acceso a servicios médicos adecuados y la destrucción de infraestructuras básicas exacerban aún más esta situación, lo que deja a muchos de ellos sin el cuidado médico que necesitan.

Además, se enfrentan al riesgo constante de reclutamiento por parte de grupos armados. Obligados a tomar las armas a una edad temprana, son privados de su infancia y se ven atrapados en un ciclo interminable de violencia y sufrimiento.

La migración forzada es otra consecuencia devastadora de la guerra. Millones de niños se ven obligados a huir de sus hogares, lo que los lleva a enfrentar peligros en el camino, incluidos el abuso, la explotación y el tráfico humano. Muchos de ellos terminan viviendo en campamentos de refugiados, donde las condiciones de vida son extremadamente precarias y el acceso a servicios básicos es limitado.

Su situación en zonas de conflicto es aún más desgarradora cuando se enfrentan a la pérdida de sus padres y seres queridos. Convertidos en huérfanos de la guerra, a menudo se enfrentan a un futuro incierto, por lo que tienen que luchar por sobrevivir en un mundo que les ha arrebatado todo lo que conocían y amaban.

Sin embargo, a pesar de todos estos desafíos, hay quienes demuestran una asombrosa resiliencia y fuerza. Mediante el apoyo de organizaciones humanitarias y de la comunidad internacional, muchos de ellos encuentran esperanza en medio de la desesperación.

La protección de los derechos de los niños en tiempos de guerra debe ser una prioridad para la comunidad internacional.

Entre balas y esperanza: la resiliencia de los niños en tiempos de guerra

En los oscuros confines de la guerra, la niñez se ve arrojada a un abismo de desolación. Separados de sus hogares, forzados a empuñar armas y marcados por traumas indelebles, los niños encaran una realidad diametralmente opuesta al espíritu festivo del Día del Niño.

Mientras en ciertos rincones del mundo se celebra la pureza y la alegría infantil, en otros se escribe un relato de devastación y de dolor para los más jóvenes. La inocencia queda eclipsada por el estruendo de la guerra, y los sueños de una infancia plena se desvanecen entre escombros y lamentos.

En medio del caos bélico, los pequeños son testigos de horrores inimaginables. Obligados a cargar un peso demasiado grande para sus hombros frágiles, muchos se convierten en soldados antes de tiempo, privados de la oportunidad de aprender, jugar o, simplemente, ser niños.

Esta brecha entre la celebración superficial y la cruda realidad de los niños en zonas de conflicto debería incitarnos a cuestionar nuestras prioridades como sociedad internacional. ¿Cómo podemos festejar a la niñez mientras tantos infantes son privados de sus derechos fundamentales y padecen las secuelas de la guerra? ¿Qué acciones podemos emprender para salvaguardar su bienestar, asegurar su acceso a la educación y proporcionarles un entorno seguro donde puedan florecer y desarrollarse plenamente?

El Día Internacional del Niño, que se conmemora el 20 de noviembre de cada año, nos insta a reflexionar sobre la situación de los niños más vulnerables y a promover sus derechos. Esta fecha marca la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), un tratado internacionalmente vinculante.

Es un momento para subrayar la importancia de velar por el bienestar y el desarrollo de todos los niños, sin importar su lugar de origen. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), como principal entidad internacional dedicada a la protección de los derechos infantiles, se suma a esta conmemoración y trabaja sin descanso durante todo el año para mejorar las vidas de millones de niños en todo el mundo.

Es una ocasión para fomentar la fraternidad entre los niños del planeta y para reconocer la labor de aquellos que luchan incansablemente por su bienestar. También representa una oportunidad para defender sus derechos y encontrar vías de colaboración que garanticen su felicidad y desarrollo integral.

GRECIA GONZÁLEZ GÓMEZ es licenciada en Negocios Internacionales por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y maestra en Relaciones Internacionales por la UNAM, con estudios en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es especialista en temas de política exterior, diplomacia, multilateralismo y estudios sobre África. Actualmente, reside en Addis Abeba, Etiopía, y colaboradora en la embajada de México en Etiopía. Sígala en X en @GlezGrecia.

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One Response to Infancias perdidas: el costo humano de los conflictos armados

  1. Carmen González dice:

    Terrible realidad para los niños del mundo.
    Muchos de nosotros vivimos en una burbuja, olvidando todo lo que se vive en el exterior; que lamentable situación, está viviendo la niñez a nivel mundial, me doy cuenta que, los niños felices casi no existen.
    Felicidades a la licenciada Grecia González Gómez, por este excelente artículo que nos invita a la reflexión, conversión y sensibilidad ante el dolor humano, principalmente, el dolor de los más vulnerables y sin culpa, ni ambición que sobrepase el
    deseo de comer y ser, aunque sea, un poco feliz.

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