Mexico is not cheap

6 mayo, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Norteamérica, Portada • Vistas: 517

¿A quién culpamos por la gentrificación en la Ciudad de México?

@ChumelTorres

logo fal N eneTamara Velasquez Leiferman

Mayo 2024

Recientemente, la escritora estadounidense Zoe Mendelson publicó un texto en el portal Chilango en el que explora su propia culpabilidad en los procesos de gentrificación vividos en la Ciudad de México y cómo el problema se ha exacerbado tras la llegada de una “inundación” de nómadas digitales en ciertas colonias centrales de la ciudad. El texto, en general, fue bien recibido, pero usuarios en redes sociales no tardaron en criticar a la autora por la culpabilidad que ella misma admite respecto al tema. Sin duda, la publicación de este texto y el debate alrededor del mismo llegan en un momento en el que la conversación en redes sociales respecto al nomadismo digital en México ha llegado a un punto de ebullición.

En Instagram, por ejemplo, aparece una fotografía de un cartel en la calle que muestra a una figura realizando un sacrificio humano con el siguiente mensaje en inglés: “Si gentrificas mi hogar, esto es lo que te va a ocurrir, extranjero irresponsable”. Diversos colectivos antigentrificación y creadores de contenido en redes sociales también han culpado a la ola de nómadas digitales por los problemas de la vivienda que ha padecido la ciudad en años recientes. La cuenta de Instagram Gentrificación en tu Idioma, con más de 34 000 seguidores, ha promovido una serie de estampas con la frase “Gringo go home”, así como otros contenidos que ven a los nómadas digitales como el principal culpable de la gentrificación. Un video posteado por la cuenta, por ejemplo, muestra a una señora arrancando letreros en inglés en la colonia Condesa y remplazándolos con letreros pidiendo que se hable español. Así, hay decenas de ejemplos de este tipo de contenido que se han popularizado en redes sociales en años recientes.

En todos estos casos es claro que se ha desatado un alto nivel de descontento por el tema en ambos lados del espectro político. En el discurso popular, la gentrificación se ha vuelto sinónimo de la llegada de los nómadas digitales, y estos últimos se han vuelto el chivo expiatorio del tema de la gentrificación, algo que ciertamente tiene alguna justificación. Sin duda, los individuos que participan en el nomadismo digital y se mudan a un contexto donde el tipo de cambio les favorece, hasta cierto punto, sí contribuyen a la gentrificación en la ciudad. Sin embargo, no es el único factor. Tampoco es la causa de la misma. Es un síntoma de un proceso de transformación urbana que comenzó hace 20 años.

Veinte años de gentrificación

Detrás de la llegada de los nómadas digitales a México hay decisiones tomadas por el gobierno y por intereses inmobiliarios que se encargaron por décadas de crear un clima idóneo para ellos. Efectivamente, la trayectoria que ha seguido la Ciudad de México hacia la gentrificación ha sido similar a la de otras ciudades latinoamericanas. En gran parte de Latinoamérica, la gentrificación ha sido un proceso dirigido por el Estado, donde se han implementado políticas públicas para financiar la vivienda, facilitar el desarrollo y la especulación inmobiliarias, y revalorizar colonias centrales por medio de infraestructura, como mejoras a parques y ciclovías para atraer a clases medias y altas.

En el caso de la Ciudad de México, estas últimas incluyen la creación del sistema Ecobici, el cual tiene muy alta correlación con la cantidad de desarrollos inmobiliarios y Airbnbs, así como la peatonalización del Centro Histórico, el desarrollo del Metrobús, la construcción de nuevas áreas verdes y otros proyectos similares. Cabe destacar aquí, por ejemplo, cómo la renovación del Centro Histórico fue fondeada en conjunto con el sector privado, en particular con el empresario Carlos Slim. El geógrafo urbano David Harvey ha señalado a este último ejemplo en particular como una muestra de cómo el espacio urbano se ha privatizado en diversas ciudades de todo el mundo.

La CDMX como destino de moda

A esto también se le deben sumar las diversas estrategias de mercadotecnia llevadas a cabo por subsecuentes gobiernos locales para posicionar a la Ciudad de México (CDMX) como una marca internacional y venderla como un atractivo destino de lujo para la clase creativa mundial. Entre ellos se encuentra hasta el mismo nombre de la ciudad, para lo cual se remplazó el nombre anterior, que era Distrito Federal.

En un texto para la ahora desaparecida publicación Horizontal, el periodista Alan Grabinsky describe una serie de esfuerzos llevados a cabo por diversas jefaturas de gobierno para transformar la imagen de la ciudad a partir de exposiciones, eventos artísticos y megaproyectos. Grabinsky destaca que, además, durante el gobierno de Miguel Mancera se registró el nombre de la ciudad como marca y se impulsaron esfuerzos explícitos para venderla. Entre ellos se encuentra la campaña “Live it to believe it, que muestra a la Ciudad de México como un destino de lujo y, curiosamente, vacía de sus habitantes. En una de las tomas se muestra un restaurante en Polanco. La que sigue, muestra un Centro Histórico vacío, en el que no hay ambulantes ni personas yendo a trabajar, solo modelos británicas paseando por la Catedral. Por esas fechas también se publicaron decenas de artículos que promovían a la ciudad con la utilización de superlativos como “el nuevo Berlín” o “la nueva Islandia”. Ciertamente, esta visión de la Ciudad de México como destino para la clase creativa mundial cabe perfectamente en lo que Sharon Zukin describe como urbanismo mundial hegemónico, en donde la búsqueda por cierto ideal de autenticidad urbana resulta en una homogeneización de los espacios urbanos.

Sería un error pensar que los nómadas digitales no son más que un síntoma de cómo estos procesos de financiación y gentrificación urbana se están llevando a cabo a una escala planetaria.

Además, estos esfuerzos por parte del Estado no se limitan solamente a la jefatura de gobierno, sino que también han ocurrido a nivel alcaldía. El ejemplo más claro son las políticas llevadas a cabo por la exalcaldesa Sandra Cuevas en la alcaldía de Cuauhtémoc, que han buscado imponer una visión de ciudad diseñada para ser atractiva para una mirada anglosajona y europea, y que ha buscado imponer un habitus más amigable para estas poblaciones, de alguna manera “desmexicanizando” el espacio urbano. Sus políticas, en línea con el concepto de la ciudad revanchista de Neil Smith, han incluido la criminalización de los “sonideros” en espacios públicos y el pintado de blanco de los rótulos de los negocios de comida callejera.

De igual manera, la Ciudad de México no atraería a nómadas digitales sin que el sector privado, incluyendo a las inmobiliarias y las empresas de tecnología, se encargaran de crear un mercado en torno a ellos. Esto incluye, sin duda, la presencia no regulada de plataformas de renta flexible y de corto plazo, como Airbnb, a la cual Raquel Rolnik califica como clave en los procesos de financiación urbana. En el caso de la Ciudad de México, Airbnb está fuertemente ligada a los nuevos desarrollos inmobiliarios, ya que se ha vuelto una práctica común la construcción de desarrollos inmobiliarios exclusivos para Airbnbs y la conversión de inmuebles para este propósito, de acuerdo con Lerena Rongvaux y Rodriguez. Otro elemento clave son los espacios de cotrabajo (coworking) con esquemas flexibles para trabajadores remotos. Un famoso caso de cómo su presencia está ligada a la gentrificación es lo ocurrido hace unos años con el Café Trevi, una famosa cafetería con presencia histórica en la Alameda, la cual fue desalojada para construir un espacio de cotrabajo.

¿Por qué llegan los nómadas digitales?

Asimismo, es necesario entender la popularización del nomadismo digital y el fenómeno “Mexico is so cheap” como extensiones en sí mismas de procesos de gentrificación que se viven en las grandes urbes del Norte global. Ciudades globales, como Londres, Nueva York o París, están viviendo procesos de supergentrificación, en donde el desplazamiento no solo lo viven los sectores populares, sino también las clases medias, incluyendo jóvenes profesionistas que quedan cada vez más precarizados. De acuerdo con Rachael A. Woldoff y Robert C. Litchfield, el auge del nomadismo digital en la década de 2010 se puede atribuir, en parte, al alto costo de la vivienda y al decrecimiento de la calidad de vida para la “clase creativa” en las grandes ciudades estadounidenses y europeas.

Por ende, podemos entender los procesos de gentrificación en el Norte y Sur globales como intrínsecamente ligados. La presencia de los nómadas digitales en la Ciudad de México, sin duda, exacerba los procesos ya existentes de gentrificación en las colonias Roma, Condesa y otras zonas aledañas, al hacer que dichas zonas se vuelvan inasequibles para locales de sectores aún más adinerados. Esto produce ecos en otras partes de la ciudad, ya que fuerza a estos habitantes a mudarse a colonias de menores ingresos, exacerbando estos procesos más en zonas periféricas. Sin embargo, sería un error pensar que los nómadas digitales no son más que un síntoma de cómo estos procesos de financiación y gentrificación urbana se están llevando a cabo a una escala planetaria. Por ello, es importante ver al tema de la gentrificación como un problema sistémico, donde las narrativas como el “Gringo go home” nos previenen, en muchos casos, de identificar a los verdaderos culpables: el Estado y las inmobiliarias.

TAMARA VELASQUEZ LEIFERMAN es licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM y doctorante en Estudios Urbanos por la Rutgers University. Sígala en X en @TamaraVelasquez.

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