La confluencia vital

19 junio, 2023 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 809

Los acuerdos ambientales multilaterales y la OMS

JC Magazine

logo fal N eneMario Duarte Villarello

Junio 2023

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

La relación entre la seguridad ambiental y la salud es un tema de creciente importancia en el contexto internacional actual. A medida que los desafíos ambientales y los riesgos para la salud humana se vuelven más complejos y transnacionales, la necesidad de una cooperación internacional efectiva se vuelve más evidente. Por ello, entender la interrelación entre los acuerdos ambientales multilaterales (AAM) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), analizando cómo estos marcos internacionales pueden trabajar juntos para abordar los desafíos ambientales y proteger la salud de las personas, es de especial relevancia para identificar las posibles soluciones a los retos que enfrentamos, incluyendo aquellos relacionados con la seguridad internacional.

El papel de los AAM

Los AAM son tratados internacionales —regulados por el Derecho Internacional, por lo general bajo el Sistema de las Naciones Unidas, aunque no necesariamente— que se establecen entre varios países con el objetivo de abordar problemas ambientales mundiales y promover la cooperación internacional en materia ambiental, específicamente en temas como el cambio climático, la biodiversidad, la conservación de los océanos, la desertificación, la protección de la capa superior de ozono, entre otros.

Aunque hay AAM firmados con anterioridad, suele considerarse que su origen ocurre durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de Río de Janeiro, en 1992, también conocida como la Cumbre de la Tierra, en la cual se adoptaron tres instrumentos clave: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación. Estas “convenciones hermanas” sentaron las bases para la creación de una serie de acuerdos ambientales posteriores; no obstante que, por ejemplo, uno de los firmados con anterioridad a 1992 es el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, de 1985, y su Protocolo de Montreal relativo a las Substancias que Agotan la Capa de Ozono, de 1987.

Los AAM establecen metas y compromisos específicos para los países firmantes, fomentan la adopción de políticas y facilitan la creación de plataformas para el intercambio de información y experiencias, promoviendo la colaboración entre los países en la implementación de acciones ambientales específicas. Además, algunos incentivan la transferencia de tecnología y recursos financieros a los países en desarrollo, e incluyen mecanismos de seguimiento y revisión periódica para evaluar el progreso de los países en el cumplimiento de sus compromisos.

La proliferación de los AAM no necesariamente está exenta de críticas, pues a finales de 2022 se rebasó la cifra de 1300 en vigor, lo que sugeriría que muchos son considerados insuficientes, o bien, que hay un afán por regular todo el espectro de temas ambientales, que es amplísimo, pero que, en la práctica, genera duplicidad de esfuerzos, incoherencia entre ellos y dificultades materiales, políticas y de gestión para su cumplimiento.

Entre los AAM hay algunos que tienen relación directa con la salud humana, como es el caso del Protocolo de Montreal, pues la capa superior de ozono evita que la radiación solar peligrosa, conocida como “ultravioleta B carcinogénica”, llegue a nosotros; así como el Convenio de Basilea sobre el Control de los Movimientos Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su Eliminación (Convenio de Basilea); el Convenio de Róterdam sobre el Consentimiento Fundamentado Previo Aplicable a Ciertos Plaguicidas y Productos Químicos Peligrosos Objeto de Comercio Internacional (Convenio de Róterdam), y el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (Convenio de Estocolmo), entre otros.

El papel de la OMS

La OMS es la principal autoridad en salud a nivel mundial. Establecida en 1948, tiene el rango de “agencia especializada” de las Naciones Unidas. Su creación fue en respuesta a la necesidad de una cooperación internacional para abordar los desafíos de salud que trascendían las fronteras nacionales, y con el objetivo de liderar y coordinar los esfuerzos mundiales en salud, promoviendo la prevención, el control de enfermedades y la mejora de la salud de todas las personas. Desde su inicio, la OMS ha trabajado en colaboración con gobiernos, organizaciones internacionales y otros actores para abordar los problemas de salud más apremiantes a nivel mundial.

A lo largo de su historia, la OMS ha desempeñado un papel fundamental en la erradicación completa o casi completa de enfermedades, como la viruela, la poliomielitis, y en la lucha contra el VIH/sida, la tuberculosis y la malaria. También coordina la “línea de defensa” frente a emergencias sanitarias, como las pandemias de los virus AH1N1 de 2009 y el SARS-CoV-2 de 2019. No exenta de críticas, la OMS ha evolucionado con los años hasta convertirse en la sofisticada institución que es actualmente.

Dada la relación directa entre los problemas ambientales y su impacto en la salud, la OMS ha realizado diversas acciones para abordar la seguridad ambiental y la salud. Algunas de ellas son la prevención y el control de enfermedades causadas por factores ambientales, como la mala calidad del aire y el agua contaminada o las enfermedades zoonóticas. Probablemente su participación más evidente en esta relación es la contribución con el Objetivo 3 “Salud y bienestar” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, pues se destaca la importancia de abordar los factores ambientales que afectan la salud.

La confluencia vital

En los párrafos anteriores se hace un esbozo de la relación entre el ambiente y la OMS, pero con un análisis más pormenorizado nos encontramos con que dicha relación es más tácita o de inercia, que formal o institucionalizada. El primer obstáculo para ello es que la OMS carece de una organización homóloga; es decir, no existe una agencia especializada dentro del Sistema de las Naciones Unidas en materia ambiental. Lo que hay es un organismo que, en la jerarquía institucional de este sistema, está por debajo: el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Por razones de espacio no se puede abundar en esto, pero, en pocas palabras, el PNUMA no tiene la influencia o el alcance político, organizativo ni institucional de la OMS.

Un segundo obstáculo es que, por la naturaleza de los AAM, la OMS debe trabajar con cada uno de ellos sin que haya una instancia coordinadora. Y dada la diversidad y la heterogeneidad de los AAM, esto es un reto enorme, pues el PNUMA no tiene la capacidad ni las facultades para convertirse en dicha instancia.

La seguridad ambiental y la salud son intrínsecamente interdependientes, y abordar estos desafíos requiere una acción coordinada a nivel internacional.

Sin embargo, hay ejemplos de cómo se coordinan la OMS y algunos AAM, entre ellos, los ya mencionados Protocolo de Montreal, Convenio de Basilea, Convenio de Róterdam, Convenio de Estocolmo, por los objetivos comunes y áreas de trabajo superpuestas, donde también se puede incluir al Convenio de Minamata sobre el Mercurio, que busca proteger la salud humana y el ambiente de las emisiones y liberaciones antropogénicas de mercurio y sus compuestos. La OMS ha trabajado puntualmente para proporcionar orientación sobre los efectos en la salud asociados con la exposición al mercurio y apoyar la implementación del convenio.

También es justo señalar cómo la OMS y el PNUMA, con todo y las limitaciones institucionales de este último, sí han colaborado, pues ambos organismos proporcionan asesoramiento técnico conjunto a los países miembros en áreas relacionadas con la salud y el ambiente para promover la integración de consideraciones ambientales en las políticas y estrategias de salud, y viceversa. Es importante señalar la existencia de una instancia en la que ambos participan, que es el Programa Interinstitucional para el Manejo Adecuado de los Productos Químicos, para coordinar acciones en este campo, pero los ejemplos más allá de este son limitados.

Los retos persistentes

La seguridad ambiental y la salud son intrínsecamente interdependientes, y abordar estos desafíos requiere una acción coordinada a nivel internacional. Los AAM y la OMS representan dos columnas clave en este esfuerzo conjunto. La colaboración y la interrelación efectiva entre ellos son esenciales para enfrentar los desafíos emergentes y proteger el bienestar de las personas en todo el mundo, pero el PNUMA se queda corto ante la dimensión del reto.

En cuanto a la seguridad internacional, es importante tener en cuenta que los problemas ambientales no conocen fronteras y pueden tener implicaciones en la seguridad a nivel mundial. Lo mismo en cuanto hace a la salud, pues tanto los desafíos ambientales como los riesgos para la salud pueden tener ramificaciones en la seguridad internacional. Al mejorar su confluencia, podemos avanzar hacia un mundo más seguro y saludable para las generaciones futuras. La clave está, en todo caso, en entender que el ambiente y la salud deben tener una mayor comprensión de manera integral, multidisciplinaria y transdisciplinaria, y que la disparidad de jerarquías entre la OMS y el PNUMA debe incluirse en el debate general de la reforma al Sistema de las Naciones Unidas, pues no podemos aspirar a un mundo seguro si desde la principal instancia para el aseguramiento de la paz mundial persisten estas deficiencias, pues la estrecha interrelación entre la seguridad ambiental, la salud y la seguridad internacional demuestra la necesidad urgente de una cooperación internacional efectiva. Proteger nuestro entorno, salvaguardar la salud de las personas y fomentar la estabilidad internacional son pilares fundamentales para un futuro sostenible y seguro para todos.

MARIO DUARTE VILLARELLO es doctor en Ciencias Políticas y Sociales y maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac. Es profesor en ambas universidades. Además, es egresado del Programa “LEAD” de Estudios Avanzados en Medio Ambiente y Desarrollo de El Colegio de México (El Colmex). Es especialista en política y seguridad ambiental internacional y ha participado con la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en negociaciones oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre cambio climático y biodiversidad. Sígalo en Twitter en @MarDuVill.

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3 Responses to La confluencia vital

  1. Raquel Mass dice:

    Muy buen análisis de un tema poco abordado.

  2. Valeria Viggiano dice:

    El autor es muy puntual en su análisis. Este tipo de vínculos parecen olvidados y hay que tenerlos en consideración. Felicidades a FAL por incluir a este autor.

  3. Sara Tatelbaum dice:

    El Dr. Duarte es de los mejores especialistas en este tema. Deben invitarlo más seguido. Saludos.

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