Gobierno digital

16 mayo, 2022 • Asuntos globales, Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 2083

La nueva forma de gobernar

Universidad de Guadalajara

Jorge Armando Talavera Gutiérrez

Mayo 2022

El mundo ha cambiado demasiado en los últimos 50 años. Los avances y la digitalización de la vida han generado un sinfín de adelantos que han facilitado el día a día de hombres y mujeres en el mundo. Paradójicamente, lo único que ha cambiado poco en este mundo trasformador es la forma de gobernar. Gran parte de la administración pública sigue los mismos principios que hace 500 años, como si fuera esta la fórmula única y absoluta que se debe seguir para alcanzar la prosperidad. Casualmente, lo único que sí ha cambiado dentro de la forma de gobernar ha sido la burocracia “política”, aquella que no se enfoca en servir sino a representar; esos que por pacto político conforman gran parte de los legislativos, gobiernos, ayuntamientos y cabildos, los cuales son parte de esa burocracia que mucho cuesta y poco trabaja.

Hay muchos ejemplos, como el caso de los poderes legislativos y los cabildos que, en la mayoría de los países se utilizan como premio de lealtad política y no como cargo de representación. Por ello, en los últimos años, hemos sido testigos de la tendencia en el aumento de la representación de “grupos o minorías sociales”. Esta tendencia, en teoría, es buena, pero en la práctica, de forma maquiavélica, no busca el posicionamiento de políticas públicas que beneficien a las minorías o a los grupos sociales, sino que busca el aumento de representantes para poder contar con más espacios que repartir a los afines y leales.

En gran parte de nuestros órganos representativos, “nuestros representantes” buscan justificar su actuación generando o proponiendo alguna ley (casi siempre copiada del extranjero) que, en muchos casos, lo único que genera es una diarrea legislativa que poco ayuda a mejorar las condiciones de vida de sus votantes. Y cuando las leyes resultan excesivas, entorpecen el progreso, y la corrupción se convierte en una forma de vida. Por ello, en un ejercicio imaginario, ¿se puede ubicar alguna ley que en los últimos años haya modificado para bien la vida de los ciudadanos latinoamericanos? Y con todo lo anterior, surge la siguiente pregunta: ¿es necesario contar con cuerpos legislativos, cabildos y burocracias tan enormes? La respuesta es no. Gran parte de estos cargos conforman, en la práctica, una plataforma electoral que es financiada con el dinero del pueblo. Año tras año, se gastan cantidades enormes de dinero para financiar proyectos políticos que, en su mayoría, fracasan o que poco provecho generan a sus pueblos, e incluso en otros casos sirven como seguro de desempleo de políticos en desgracia.

¿Qué hacer?

Las tecnologías nos han abierto la posibilidad de conocer el sentir de las mayorías mediante las redes sociales. ¿Por qué no utilizar esta tecnología para el bien común? Generando sistemas o aplicaciones que permitan al ciudadano, desde la comodidad de su casa, con un teléfono celular o dispositivo móvil, denunciar y hacer del conocimiento de la autoridad las necesidades de su entorno. Así terminaríamos con la obra pública “política”, aquella que se construye por estrategia electoral y no por necesidad social. La importancia de saber las necesidades populares en todo momento acabaría con el populismo político que tanto ha dividido a la región latinoamericana y que, en el siglo XXI, parece tomar una fuerza nunca antes vista, dando así la estocada final a los “benefactores del pueblo”, aquellos que hacen suyas las “obras y los programas sociales” y que tanto daño causan a nuestra región. De igual manera, generaría una mayor transparencia en el uso de recursos públicos, ya que las obras públicas y los programas sociales se encontrarían sustentados y construidos por los mismos ciudadanos que de forma activa y masiva participarían en la administración pública, disminuyendo la burocracia y el gasto excesivo.

Incluso tecnologías como el big data puede darnos idea de las necesidades y el pensar del ciudadano, información que a futuro se puede traducir en leyes o reformas que cumplan el verdadero objetivo: mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos. A su vez, esta tecnología nos facilitará la construcción de obra pública de impacto, ya que, al saber nuestras carencias en tiempo real, tendremos la posibilidad de generar los cambios necesarios en las zonas de mayor necesidad, cerrando así las puertas a la “obra pública de pago”, aquella que se realiza para beneficiar a una persona o grupo empresarial que aportó económicamente a la campaña del político. También, estas aplicaciones pueden servir como herramienta eficaz para el combate a la delincuencia; si solo el 10% de los delitos se denuncia, por qué no acercar digitalmente las autoridades a las víctimas para saber a ciencia cierta la operatividad del crimen y sus impactos en la sociedad.

Las tecnologías nos han abierto la posibilidad de conocer el sentir de las mayorías.

La pandemia de covid-19 nos obligó a cambiar nuestro modo de vida, y nos hizo ver la posibilidad de generar trámites a distancia de forma electrónica y segura. Para qué contar con oficinas tediosas, llenas de burocracia con tramitologías enormes que solo buscan fastidiar y corromper al ciudadano, cuando podemos realizar todos los trámites gubernamentales en línea y almacenar en forma electrónica nuestros permisos, licencias, credenciales, pólizas, etc. Esto no solamente generaría un ahorro económico y de tiempo para el ciudadano, también tendría un impacto positivo ambiental, ya que se dejarían de gastar toneladas de papel y recursos materiales, pero sobre todo disminuirá la corrupción, esa que se gesta en el trato personal entre el funcionario y el ciudadano.

Con un gobierno digital, serán los ciudadanos quienes de forma personal, directa y transparente manifiesten sus necesidades, dejando a un lado a falsos representantes que manipulan los sentimientos de las masas con la intención de promover sus agendas políticas. En ese sentido, para nadie es ajeno que en los últimos años el populismo ha despertado con fuerza en diversas partes del planeta. El problema de este populismo “New Age” es que ha despertado en lugares como Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Francia, etc. Países que por su posición global y poderío militar pueden desencadenar una crisis global. ¿Deberíamos de confiar nuestras armas y poderío a la pasión de los hombres?

Se dice que la política es cíclica y que por más superadas que se encuentran las ideas, estas no desaparecen, al contrario, duermen en los anaqueles de la historia esperando el impulso humano que las despierte. Hoy, en pleno siglo XXI, vuelven a surgir los oradores encantadores del pueblo, aquellos que dividen y confrontan, pero qué hacen sentir vivos a sus pueblos. Estos hipnotizadores requieren nuevos límites más allá de los hombres, límites imparciales e inamovibles y no pasionales que permitan bloquear cualquier intento de mesías, pero sobre todo que limiten el alimento del tirano: el dinero. Así, nuestros pueblos, de forma digital, tendrán el control sobre el político con un manejo más transparente de recursos y un gobierno más eficaz para el ciudadano.

A diferencia del siglo XX, hoy tenemos la capacidad para autodestruirnos por un capricho político personal. Por ello, en este siglo debemos erradicar los gobiernos “idealistas” para dar paso a los “gobiernos de servicio”, aquellos que, apoyados en las nuevas tecnologías, puedan cumplir su objetivo: servir al pueblo alejados de los sentimentalismos.

JORGE ARMANDO TALAVERA GUTIÉRREZ es licenciado en Derecho por la Universidad Quetzalcóatl, México, y maestrante en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Es colaborador en distintas revistas a nivel nacional y se desempeña como abogado postulante en materia laboral. Sígalo en Twitter en @JorgeTalavera_g.

Tags:, , ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…