Túnez autocrático: un paso atrás en la revolución de los jazmines

21 diciembre, 2023 • África, Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 3777

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logo fal N eneIsis Monserrat Guerrero Moreno

Diciembre 2023

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

El carácter autocrático que reviste al gobierno tunecino actualmente tuvo oportunidad de triunfar por tres motivos esenciales. Primero, la incapacidad de las estructuras gubernamentales para subsanar una crisis económica crónica, a pesar del reconocido desarrollo en materia de democracia y garantía de la libertad de expresión; segundo, por el hartazgo de la sociedad al haber experimentado una sublevación (la revolución de los jazmines), que no trajo consigo cambios de fondo que garantizaran mejores condiciones de vida laboral, de sanidad pública y económica para las familias, y, finalmente, el tercer elemento radicó en la estrategia discursiva que el presidente Kais Saied supo diseñar desde la promoción de su candidatura en 2019.

El populismo de Saied, mediante el cual erigió una polarización imaginaria entre “el pueblo bueno” y “las élites malas”, le sirvió de plataforma para configurarse como el único sujeto independiente con la capacidad de transformar la trayectoria política de un Túnez sumido en problemas de corrupción, mal manejo de los recursos públicos y con una Constitución que, en su opinión, no garantizaba el correcto funcionamiento de las instituciones.

La nueva personalidad política

El profesor universitario de Derecho Constitucional, sin pertenecer a algún partido político y sin ningún cargo político en el pasado, tuvo la oportunidad de deslindarse de la historia política tunecina que aún llevaba rastros del benalismo y que, de hecho, se habían intentado combatir mediante diversas movilizaciones sociales desde 2011. Bajo esa lógica, Saied se promovió a sí mismo como una nueva época que abría posibilidades a grupos sociales ajenos a los sujetos arraigados en el poder que habían demostrado pocas habilidades para sacar a flote al país.

Por otra parte, la campaña política que llevó a cabo en cafeterías y en espacios públicos sin uso de presupuesto público, le ayudó a robustecer su imagen austera, como una especie de “mesías del pueblo” capaz de generar el cambio tan esperado mediante una ruptura definitiva respecto de las élites políticas estancadas en el gobierno. Finalmente, la sociedad tunecina le dio su voto de confianza y pudo ganar la presidencia en la segunda vuelta con un avasallador 73%.

Hartazgo social tunecino

Es importante considerar que esta figura pública llegó en un contexto propicio, pues, para 2019, ya era evidente que las movilizaciones de 2011, si bien habían conseguido la salida del dictador Ben Alí y la restructuración del gobierno, no habían permitido subsanar las condiciones de vida de los grupos más vulnerables. Por tal motivo, se anidó una decepción social que buscaba evidentes transformaciones de fondo.

En 2011, 27% de la población entrevistada por Arab Barometer afirmaba que la economía del país era muy buena o buena. Sin embargo, para 2018 dicha opinión bajó hasta 7%. También las expectativas descendieron en un número importante, de 78% que en 2011 creía que las condiciones económicas mejorarían, para 2018 únicamente 33% de la población que continuaba asegurándolo. Además, poco antes del ascenso al poder de Saied, 48% de la población entrevistada consideraba que el principal reto del gobierno era resolver el tema económico, seguido por 13% que opinaba que el principal obstáculo era el terrorismo y la seguridad.

En su afán de centralizar el poder en su persona, Saied no ha dado tregua a ningún tipo de crítica.

La situación no fue más entusiasta cuando en 2020 llegó la pandemia covid-19. La grave situación económica empeoró de la mano con la crisis en el sector de salud pública que, aunque en los primeros meses no resultó tan evidente, en octubre, durante la primera gran ola, los hospitales colapsaron y no se pudo garantizar una atención digna a todas las personas afectadas por la enfermedad. Además, el costo de la vida comenzó a aumentar e impactó nuevamente a los grupos más vulnerables. Básicamente, a los altos índices de mortandad se le agregó el factor de las dificultades para conseguir alimentos básicos a precios accesibles.

Un año después, en medio de las conmemoraciones por la revolución de los jazmines, la población volvió a salir a las calles para exigir mejoras laborales que ayudaran al tercio de la sociedad joven que se encontraba desempleada. Resultaba paradójico que Túnez, el país más aplaudido por sus reformas políticas después de 2011, se ubicaba como el segundo país en el Norte de África con el mayor índice de desempleo (16.1%), solo por debajo de Libia que, derivado de sus intensas guerras internas, tenía un índice de 20%. La sociedad tunecina pudo constatar que la apertura hacia la democracia no garantizó mejoras en la calidad de vida como se necesitaba.

La autocracia de regreso

Saied no desperdició la oportunidad del descontento social, y bajo el argumento de que el país estaba al borde de la guerra civil, el 25 de julio de 2021 suspendió el Parlamento, destituyó al primer ministro Hichem Mechichi y asumió plenos poderes, amparándose en el artículo 80 de la Constitución de 2014. Ahora bien, se pensaría que estas acciones despertarían la inconformidad social, de tal suerte que los partidos políticos afectados, como el Ennahda, tendrían un importante respaldo de la oposición, pero no fue así.

Sin certezas ni una hoja de ruta definida, un importante número de la sociedad civil apoyó al Presidente, pues se entendía que había llegado la hora del cambio y la ruptura total respecto de los sujetos políticos corruptos que no permitieron el sano avance del país en materia económica o de justicia. En ese momento, se confió en que Saied cumpliría las promesas de campaña, en las que estipuló que beneficiaría a los más necesitados en detrimento de las élites siempre favorecidas.

Actualmente, en 2023, la opinión ya no es entusiasta. En 2021 y 2022, Saied disolvió el Parlamento, cambió la Constitución por una que le brinda amplias facultades y se blindó con la protección de las fuerzas armadas para combatir a los opositores. De hecho, desarrolló una campaña de represión que le ha llevado a encarcelar no solo a disidentes políticos, también a periodistas, estudiantes, activistas, entre otros. En su afán de centralizar el poder en su persona, no ha dado tregua a ningún tipo de crítica.

Sin planes para el exterior

En lo que se refiere a la política exterior de Túnez, el Presidente no cuenta con un plan definido, antes bien, se va adaptando a las circunstancias que le permiten mantenerse en el poder. Por ejemplo, Saied procura una relación efectiva y pacífica con los miembros de la Liga Árabe para contar con el apoyo de los países que considera más importantes por ser sus vecinos inmediatos. Pese a que dañó su relación diplomática con Marruecos, al recibir como jefe de Estado a Brahim Gali, líder del Frente Polisario, ha normalizado su relación con otros países, como la Siria de Bashar Al Assad.

En el caso de Egipto, fomenta acercamientos cordiales con la posible intención de que se le abran oportunidades de apoyo económico con Arabia Saudita. Por lo que respecta a Israel, a pesar de que este país se ha configurado como un aliado estratégico de la región, ha sido rechazado por el gobierno tunecino que apoya la liberación palestina. En términos generales, Saied ha tratado de ejercer una política exterior pragmática a partir de la cual se posicione como un sujeto político colaborativo en temas diversos, como seguridad, energía, turismo y medio ambiente.

Ahora bien, no se puede dejar de lado el hecho de que el desarrollo de la política exterior no es su prioridad, pues durante su mandato ha demostrado que toda su concentración política está al interior del país: por un lado, trata de contener a la oposición y, por el otro, se mantiene en el poder mediante sus líneas populistas.

Por último, debe considerarse que no ha recibido algún tipo de sanciones o condenas enérgicas por parte de gobiernos externos, salvo el llamado que hizo Antony Blinken, Secretario de Estado estadounidense, para respetar los derechos humanos y la democracia. El mundo observa con impasibilidad la forma en que Túnez vuelve a la autocracia y da un paso atrás en la revolución de los jazmines.

ISIS MONSERRAT GUERRERO MORENO es Jefa de la licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad La Salle, México, y profesora de asignatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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