Asia Central: la ruta del orden internacional

27 abril, 2022 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Europa, Portada • Vistas: 3077

Casa Asia

Mauricio D. Aceves

Abril 2022

La crisis en Ucrania es el epílogo de una historia inconclusa que comenzó hace poco más de 30 años y cuyos efectos trasversales en el panorama internacional aún no son claros. Sin embargo, al momento de escribir estas líneas hay elementos que ya han cambiado la prospectiva regional de Europa del Este y que además constituyen un punto de inflexión para la estabilidad mundial, ocasionando así la aparición de riesgos que podrían agudizar otros conflictos preexistentes, complicar situaciones humanitarias complejas, condicionar el desarrollo e incluso modificar el contexto geopolítico, en el que antiguas preocupaciones se sustituyen por nuevas prioridades geopolíticas.

En el caso de Asia Central, un corredor que comprende un mosaico cultural que acumula recuerdos de numerosas intervenciones de imperios y que representa uno de los nodos para la fusión de ideas que definieron la historia universal, nuevamente se convierte en un óvalo de gravitación geopolítica, como en diferentes etapas lo detallaron Marco Polo, Carl Ritter, Ferdinand von Richthofen, Arthur Conolly, Halford Mackinder, Robert D. Kaplan, Peter S. Hopkirk, y Zbigniew K. Brzezinski, entre otros, ante la reestructuración profunda del equilibrio internacional que, al igual que en ha sucedido en siglos anteriores, surge en latitudes distantes.

El punto de quiebre alcanzado en Ucrania redefine el significado de la guerra y la defensa en el planeta y origina un nuevo paradigma de la seguridad internacional —que descarta las teorías del influjo de las guerras híbridas como eje único de los conflictos, mientras que sitúa a la guerra convencional nuevamente al frente—, aumenta la cooperación entre China y Rusia y acelera la multipolaridad mediante la ascendencia de potencias emergentes. Quizá sean elementos suficientes para reactivar el Gran Juego, en una región cuya naturaleza geográfica está atada a la conectividad entre el Sudeste Asiático y el centro de Europa, entre Rusia y el Indo-Pacifico, entre el Medio Oriente y el norte del continente, y entre la India y los corredores de Eurasia.

La prolongación del conflicto en Ucrania funciona como un catalizador de fenómenos de incidencia prolongada y con efectos mucho más penetrantes en el balance de poder al interior de Asia. Estas alteraciones están estrechamente ligadas a una metamorfosis de las proyecciones geopolíticas en lo concerniente a una modificación en el comportamiento de China y de Rusia en Asia Central y el Medio Oriente. Por otro lado, también implica un viraje en la política exterior de los países que forman parte del polígono del heartland en búsqueda de un mejor (re)acomodo ante un panorama incipiente, en el que la seguridad y la estabilidad se ven claramente comprometidas.

Geopolítica de un nuevo orden euroasiático

Rusia sigue contando con una gran influencia cultural, política y militar en los cinco países, producto de un pasado compartido que se preserva en el presente, mientras que China se ha consolidado como una opción viable para la diversificación económica y como fuente de financiamiento. Es decir, los conflictos en los que se vean involucrados tanto Rusia como China tienen potencial de originar un efecto dominó en Asia Central. Por ejemplo, el impacto severo de la espiral inflacionaria apuntalada por las sanciones económicas impuestas a Rusia, así como una reducción en el envío de remesas, especialmente en Kirguistán y Tayikistán. En el plano geopolítico, si bien la seguridad se encuentra en estado de alerta, principalmente en el Cáucaso, un conflicto armado prolongado en Ucrania y el mar Negro terminará por desconectar a Asia Central de Europa, en parte por el aumento de la inestabilidad y la transitoria erosión del clima comercial, pero también por una profundización en las relaciones con China y Rusia.

Como herencia de la mítica Ruta de la Seda, Asia Central ha sido un sendero para el comercio y el traslado de bienes, lo mismo que de culturas, religiones, ideas políticas e innovaciones entre las aristas de los puntos cardinales. Hoy no es muy diferente, pero la situación geopolítica se integra a una atmosfera internacional delimitada por: a) la aparición de diferentes polos de inestabilidad, fundamentalmente en Europa del Este y en el Pacífico; b) un replanteamiento de la seguridad hemisférica a partir del establecimiento o revitalización de alianzas militares, como es el caso del AUKUS (Australia, el Reino Unido y Estados Unidos) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); c) al incremento del gasto en los presupuestos de defensa como una tendencia generalizada, y d) del renacimiento del uso de retóricas que evocan la conformación de zonas de influencia geopolíticas. Se trata de un listado de nuevas configuraciones que sugieren cambios de jugadores, la formulación de nuevas reglas y la aparición de objetivos alineados a una dinámica internacional sin precedentes. En este plano, la expansión económica y la ventaja logística ligada a la cadena mundial de suministros están cada vez más vinculadas a la esfera de la defensa y la seguridad nacional.

En el renglón de la seguridad y el mantenimiento de la paz, Afganistán e Irak representan una franja territorial de inestabilidad con implicaciones en un radio que puede expenderse dramáticamente. En Irak, la incapacidad de consolidar gobiernos y la sombra de perpetuos movimientos insurgentes ha propiciado un entorno favorable para la reconstrucción de grupos radicales, como el Estado Islámico, Al Qaeda o el EI-K (la rama afgana del Estado Islámico), la aparición de nuevos actores y una nueva ola de violencia en el corredor que contempla las inmediaciones fronterizas al norte de Irak y Siria. En el caso de Afganistán, al menos 23 millones de personas padecen de inseguridad alimentaria, mientras que 24.4 millones requieren de apoyo humanitario —circunstancia empeorada por fenómenos climáticos adversos y el aumento precipitado de los precios de combustibles y cereales, como consecuencia indirecta de la crisis en Ucrania—, mientras que prevalece un cuadro de inestabilidad que ha sido un riesgo latente para los países de Asia Central, principalmente para Tayikistán. Por otro lado, estimula la crisis migratoria internacional.

Algunos de los retos para la conectividad son herencia de la geografía, pero el equilibrio geopolítico de potencias periféricas es una condicionante de mayor peso.

Adicionalmente, aún hay cronologías inconclusas de conflictos étnicos en Abjasia, Osetia del Sur, Chechenia, Nagorno Karabaj, y también conflictos vivos en la misma Ucrania, Moldava, Georgia y nuevamente en Chechenia. En el caso de los países de los Balcanes, Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia atraviesan un momento de división respecto a las posiciones respecto al conflicto en Ucrania, escena que corre el riesgo de trasladarse más allá de la costa oriental del mar Negro. A pesar de que estos focos de riesgo se encuentren en la periferia de Asia Central, son piezas importantes en el rompecabezas regional y cuyos desenlaces están condicionados a la interpretación de probabilidades y corren el riesgo de escalar ante la prolongación de la guerra en Ucrania o incluso ante los términos de una etapa de posguerra debido a la alteración de factores en el mapa.

Por su parte, Estados Unidos ha logrado concretar alianzas estratégicas a partir de 2001 en Asia Central, inicialmente con Uzbekistán. Sin embargo, tras la retirada de Afganistán en agosto de 2021, la formulación de nuevas primicias relacionadas a la seguridad internacional ha provocado un distanciamiento con Asia Central y el Medio Oriente, también reflejado por la retirada escalonada de Irak y Siria. En la cumbre del 10 de octubre de 2021 en Moscú, los enviados especiales de Afganistán, China, la India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Turkmenistán se reunieron a fin de limitar el impacto de la crisis en Afganistán. Desde entonces, la participación de Estados Unidos o de los miembros de la OTAN en cumbres de seguimiento en relación con la situación en Afganistán ha sido limitada, siendo Catar y Turquía los dos vínculos diplomáticos, que además han sido ejes para proporcionar apoyo humanitario internacional, aunque han sido ciertamente relegados en las cumbres de ministros de Vecinos de Afganistán, el principal órgano regional para el tratamiento de la evolución de la situación afgana.

Otros actores como la India, Irán, Pakistán, Turquía —país de gran incidencia cultural y política elementalmente en Uzbekistán y Turkmenistán— y los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) buscan tejer lazos económicos y políticos, así como sumarse a proyectos de logística y conectividad, de expansión económica e inclusive a aparatos de seguridad colectiva, instancias que representan el boceto de la estructura de un nuevo orden continental de la próxima década. Entre los proyectos, quizá la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda de China sea el más emblemático y ambicioso, pero en el que también destacan, entre otros, organismos e iniciativas que componen el diagrama geopolítico de Eurasia, como la Unión Económica Euroasiática, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la Asociación Económica Integral Regional, la Organización para la Democracia y el Desarrollo Económico, el Tratado de Libre Comercio de la Comunidad de Estados Independientes, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva o la propia Organización de Cooperación de Shanghái.

China, Rusia y el nuevo Gran Juego

En materia energética, si bien ante la crisis del abasto en Europa, se mencionó a países de Asia Central como probables fuentes alternas de abasto de hidrocarburos (Turkmenistán cuenta con la cuarta reserva de gas y Kazajstán con la doceava reserva de petróleo más grande del mundo). Hay motivos que impiden que se convierta en una opción viable, al menos en el corto plazo. La primera refiere a la falta de capacidades técnicas para incrementar la producción, así como para asegurar la logística en los traslados; la segunda, pertenece a la índole política, tanto China como Rusia son los principales socios energéticos de la región en su conjunto. Lo anterior responde a la necesidad creciente de hidrocarburos por parte de China, especialmente respecto al gas natural, para asegurar suministros para su industria en crecimiento. Mientras que Rusia, en contraposición, busca controlarlos para dominar el mercado mundial de los energéticos en un momento histórico sensible por el rompimiento con Occidente.

La inversión para la modernización de la industria y la ampliación de capacidades para la conectividad son dos caminos necesarios que no han podido ser concretados complementariamente a la producción de gas natural, petróleo, carbón y un potencial crecimiento de la energía hidroeléctrica, esta última en el caso de Kirguistán y Tayikistán. Al igual que en las economías del golfo Pérsico, las similitudes productivas entre los países de Asia Central dificultan el comercio y el intercambio entre ellos, mientras que fomentan la competencia intrarregional y aumentan la dependencia del comercio al exterior. Tomando en cuenta que durante la última década, la inserción de estos países a la economía internacional ha mostrado un avance a ralentí, con la excepción de Kazajstán, en menor escala Turkmenistán y Uzbekistán, gracias al aprovechamiento de sus reservas de hidrocarburos.

En contraste, en el escenario actual, hay variables que modifican el panorama económico. Si bien la región se encuentra fuera del radar de los grandes afluentes de inversiones europeas, existe un interés político de los países del CCG por la necesidad de la diversificación de inversiones en los sectores de la logística y la infraestructura, que podrían competir con China, aunque en rubros limitados. Por otro lado, representan una opción viable para equilibrar la posible dependencia económica mediante contratos de largo plazo con China, abriendo cierto margen de autonomía para sectores acotados.

En una ruptura con Occidente, Rusia requiere afianzarse en una zona a la que ha estado históricamente vinculada de diversas formas, proveyéndola de seguridad y estabilidad que promete en su discurso, mientras que, al mismo tiempo, debe buscar un equilibrio con China, en la que la cooperación y la contención sean ejercicios balanceados. Los países de Asia Central deben de gestionar los intereses contrapuestos de otros actores con los que guardan una relación asimétrica, para lo cual hay dos caminos posibles: el de conciliar intereses divergentes de potencias externas o el de gestionar esas divergencias con proporcionalidad. La primera opción resulta más compleja, ya que otros poderes son a su vez competidores y la conciliación en ocasiones no siempre es posible, o al menos no depende de las repúblicas de Asia Central, por lo que la búsqueda de los contrapesos podría conseguirse mediante la proporcionalidad para obtener un equilibrio y aumentar la diversificación comercial progresivamente. Hasta el momento no hay una posición homologada por parte de repúblicas de Asia Central respecto a China y Rusia, sino posiciones divergentes.

A pesar de ello, hay un objetivo compartido dirigido a ampliar la capacidad logística para el transporte de bienes y personas, sobre todo por vía férrea, a partir de la modernización las antiguas líneas de la cadena de suministros ligada la Unión Soviética y la construcción de nuevos tramos en dirección a nuevos destinos y el robustecimiento de líneas ferroviarias entre Beijing y Estambul, el desenvolvimiento de una red que abarque las principales ciudades del ateneo asiático como Urumqi, Nursultán, Dusambé, Almaty, Biskek, Taskent, Asjabat y Teherán, y que a la vez permitan alcanzar salidas al golfo Pérsico y al mar Mediterráneo, y establecer caminos y rutas que toquen los proyectos de conectividad en el Medio Oriente, la India y Pakistán. En este sentido, la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda de China, se convierte en la opción más importante, y quizá la única con la capacidad de integrar la diversidad de proyectos de conectividad continental, lo cual puede traducirse en mayor desarrollo a canje de largas concesiones.

Algunos de los retos para la conectividad son herencia de la geografía, pero el equilibrio geopolítico de potencias periféricas es una condicionante de mayor peso. La región de Asia Central está experimentando nuevas dinámicas con China que, además de la inversión en capacidades de extracción de los recursos energéticos en el mar Caspio —Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán—, ha creado un esquema de cooperación trasversal que incluye diferentes modalidades de inversiones, prestamos, contratos para la construcción de infraestructura crítica. Esto significa variantes del juego de las relaciones entre los países de Asia Central y la cooperación con actores externos, pues estos vínculos no exigen reformas gubernamentales o presiones políticas de algún tipo, requerimientos que solían acompañar acuerdos comerciales y económicos, ya sea con organismos del sistema financiero internacional o como con otras potencias. Es decir, en parte, el pragmatismo económico de China le ha abierto puertas a la economía de Asia Central; sin embargo, la interlocución política permanece en los escritorios de Rusia.

Comentarios finales

Los fantasmas del Gran Juego, que poblaron Asia Central durante el siglo XIX, regresan una vez más por la incidencia de eventos periféricos, principalmente relacionados a los intereses en materia de seguridad, conectividad y suministros energéticos por parte de China y Rusia, así como las repercusiones indirectas de tensiones y conflictos de diferentes intensidades situados en el Medio Oriente y en Europa del Este.

La trasformación en la seguridad europea y la posibilidad de que haya un orden internacional regresivo a las zonas de influencia, implica una posible desconexión de Asia Central con Occidente. Rusia aún se posiciona como el primer socio regional por las raíces compartidas, la herencia cultural y alianzas militares. Por otro lado, China domina el sector económico de manera pragmática, limitando su participación en la política pero incrementando su peso en materia de hidrocarburos.

Teóricamente, este balance funcionaría para fomentar un equilibrio sostenido. Empero, es importante recalcar que Asia Central no es un bloque unificado. Tayikistán y Turkmenistán muestran cada vez mayor apertura a China, mientras que Kazajistán y Uzbekistán buscarán mantener un equilibrio entre China y Rusia, incluso manteniendo esquemas de cooperación con Europa o Estados Unidos. Por último, la hoja de ruta al interior de Kirguistán refiere a una carta mixta. Adicionalmente, al igual que en cualquier otra región, los grupos de poder internos, las inestabilidades sociales y políticas son algunos de los factores que también inciden en cualquier horizonte, la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán quizá sea una memoria lejana de ello.

A pesar del distanciamiento de Estados Unidos y la OTAN, la alianza sigue contando con intereses limitados más allá de los recursos energéticos de Asia Central. La ubicación geopolítica de un giro en el que China y Rusia han consolidado su influencia incrementa su valor estratégico, sobre todo en medio de un proceso de trasformación del orden internacional. Es posible que Turquía se convierta en uno de los mayores interlocutores entre Asia Central y Occidente, al menos desde el ángulo político, lo anterior como resultado de las conexiones culturales, por su calidad como miembro de la OTAN y por mostrar una estratagema diplomática que le ha posicionado como amortiguador y facilitador de negociaciones en el conflicto en Ucrania, que le han ganado mayor peso diplomático.

Es incierto si las grandes inversiones e incentivos económicos ofrecidos en diferentes sectores productivos por parte de China en los países de Asia Central van a proveer desarrollo sostenido; en cambio, es seguro que existirán frutos políticos al ganar respaldo en foros internacionales, las puertas abiertas a un mercado necesitado de tecnologías que únicamente China puede proporcionar, así como el afianzamiento de la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda.

Por su parte, Rusia podría incrementar su vínculo militar con Kazajstán, así como su fuerza militar en las bases en Kirguistán y Tayikistán, circunstancias que clarifican la presencia militar y política de Rusia, con las reservas de efectos búmeran de la guerra en Ucrania en las relaciones con los países de Asia Central que pueden desgastar sus lazos económicos y políticos. La saeta del mundo apunta a un nuevo norte, y Asia Central es un espejo del nuevo orden internacional.

MAURICIO D. ACEVES es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad del Valle de México (UVM), maestro en Seguridad Pública y Políticas Públicas por la IEXE Escuela de Políticas Públicas y diplomado en Dirección de Operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia por el Campus Internacional para la Seguridad y Defensa. Es analista independiente sobre resolución de conflictos y autor de diversos artículos relacionados con la seguridad internacional y el Medio Oriente. Actualmente es candidato al programa de Managing Global Governance (MGG) 2022 en el German Development Institute/Deutsches Institut für Entwicklungspolitik (DIE). Sígalo en Twitter en @DaanMaur.

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