Temer a Brasil

6 junio, 2016 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 6393

Percepciones cambiantes de la relación bilateral con Argentina en un contexto de crisis política e institucional

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Mediosdelmercosur

avatarDefault Gisela Pereyra Doval

Junio 2016

Argentina ha convivido con un Brasil que se proponía como un hermano mayor cuidadoso y responsable y a la vez portador de un nuevo papel de liderazgo para Sudamérica. Argentina encontró en la relación con su vecino un eje de repercusión política no solo internacional sino también nacional. De este modo, nada nos impide observar con recaudo y plantear interrogantes en prospectiva sobre la relación bilateral. En este contexto de crisis política e institucional, surgen algunas preguntan inevitables como si es posible que el hermano mayor mute en padre autoritario; si es posible que la integración muestre un nuevo rostro ligado a la imposición; si será como dice Fernando Henrique Cardoso que Brasil enfrentará en Latinoamérica el dilema del príncipe de Maquiavelo del amor o el temor.

En este escenario, las coyunturas invitan a las percepciones. Así decidimos situarnos en la interfaz de indicadores e imaginarios en los que se referencian las afirmaciones perceptivas. Y aunque no hay forma de determinar las percepciones con exactitud, el amor o el temor oscilan según el humor con el que se las piense.

El péndulo atraviesa a sectores más optimistas que tienden a pensar en una consolidación de los modelos trazados por la élite gobernante en ambos países en los últimos años y a sectores más pesimistas que están vinculados al viejo nacionalismo, que se sustentan en una lectura histórica de disputas geográficas no dirimidas convenientemente. En este sentido, y en concordancia con la primera percepción, fue a partir de los gobiernos de Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva que esta «amistad» bilateral comenzó a estrecharse, independientemente del acercamiento en las relaciones a partir de mediados de la década de 1980 y de la implementación del Mercosur en la década de 1990. La relación bilateral establecida o anunciada por Néstor Kirchner a comienzos del nuevo milenio otorgaría mayor importancia a Brasil que a cualquier otro país como socio privilegiado. La alianza estratégica volvió a reafirmarse en innumerables ocasiones y se trasladó al gobierno posterior. Pareciera que la relación «simbiótica» que establecieron Néstor y Lula, basada en la convergencia ideológica, tuvo un patrón de continuidad entre Cristina y Dilma.

Por su parte, la percepción del temor deriva de algunas tendencias profundas que prevalecen, pero es un posicionamiento francamente minoritario al interior de las élites argentinas. Esta perspectiva siempre percibió a Brasil como un enemigo de los intereses nacionales y, por lo tanto, como un aliado de las potencias que atentaban contra el destino de una Argentina con proyecciones internacionales de gran escala. Como resulta lógico en un pensamiento anclado en dimensiones objetivas de poder (geografía, demografía, etcétera), la integración era observada como parte de una clara intencionalidad imperial de Brasil.

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El País

Hay una tercera percepción que encuentra, en el justo medio, pensamientos menos extremos. La misma es producto de una recuperación de percepciones contradictorias del pasado y proyectadas en escenarios futuros y las medidas que se derivan de ella. Se trata de leer un escenario en el que Brasil intente recuperar el liderazgo perdido a como dé lugar. En este sentido, se presentaría en posible tensión con el modelo cooperativo propuesto en las últimas décadas. Dicha constatación permite el despegue de ideas e imaginarios contradictorios que demandan la emergencia de contralores que garanticen la continuidad del proceso. Es decir, el «seguimiento» de Argentina a Brasil en los foros multilaterales y regionales sería no solo producto de la reacción argentina a las acciones brasileñas -por una cuestión de menor poder-, sino que también respondería a una cierta desconfianza de la supuesta representatividad del país vecino. En este contexto de crisis política e institucional, deberíamos consolidar las percepciones del presente al avanzar sobre la disminución de la incertidumbre que provoca un escenario mundial en profundo cambio, algo así como una confianza mutua asegurada. Sin embargo, el escenario interno brasileño es el que padece un cambio aún más profundo que la arena internacional. Y es de temer.

Temer a Brasil porque es el primer gabinete desde la dictadura que no tiene figuras femeninas.
Temer a Brasil porque se ignoró el voto de 54 millones de personas.

Temer a Brasil porque la mayoría de sus gobernantes están procesados o son sospechosos de algún crimen.

Temer a Brasil porque se cerraron los ministerios de cultura y de derechos humanos.

Temer a Brasil por el ajuste y porque ese ajuste tendrá algo que decir en Argentina. 

Temer a Brasil porque las voces que hoy se oyen son las de los magnates de la religión más retrógrada.

Temer a Brasil porque la región está dividida en opiniones.

Temer a Brasil porque la integración está desintegrada.

Temer a Brasil porque nuestro líder está herido.

Temer a Brasil por Temer.

GISELA PEREYRA DOVAL es doctora en Relaciones Internacionales e investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET). Es profesora de Problemática de las Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. 

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