Sanar desde el suelo

27 enero, 2020 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 3954

Conocer nuestros ecosistemas para preservar la diversidad biológica y cultural

Ecologia Asocebú

Mariana González Araujo

Enero 2020

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

2020 ha sido declarado el Año Internacional de la Sanidad Vegetal por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO). Prevenir y proteger a las plantas de plagas y enfermedades, es la meta que espera lograrse con el liderazgo de la FAO y su Convención Internacional de Protección Fitosanitaria, mediante tres objetivos clave: generar conciencia de su importancia para la consecución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; visibilizar su impacto en la seguridad alimentaria y funciones ecosistémicas, y compartir las mejores prácticas para mantenerlas sanas.

Su importancia en la Agenda 2030

“Solo podemos amar aquello que conocemos y solo podemos proteger aquello que amamos”, con esta frase, el médico y botánico venezolano Tobias Lasser nos da la pauta para entender que para proteger algo hay que conocerlo, en este caso, a las plantas y su importancia en nuestra vida. Las plantas, por medio del proceso de fotosíntesis, tienen la capacidad de producir oxígeno y capturar dióxido de carbono, capacidad que aumenta durante el día, cuando experimentan con más intensidad dicho proceso. Es decir, solo por el hecho de existir, generan las condiciones de vida necesarias para los demás seres de la cadena trófica de la cual somos parte, lo que contribuye directamente a la meta 3.9 de la Agenda 2030 en la disminución de muertes por contaminación de agua, aire y suelo.

Además, la presencia de plantas en el suelo sirve para mantener su fertilidad, aun cuando no están cultivados. De igual forma, regulan la temperatura y protegen los suelos del sol y el viento que pueden erosionarlos. Dentro de los ecosistemas donde es necesaria mayor atención a las plantas están los bosques, pues según datos de la FAO, son el lugar donde habitan más plantas y animales, más que en los demás ecosistemas juntos y donde el suelo funciona como esponja.

De ahí la importancia de que el gobierno de México haya emprendido una campaña para desincentivar el uso de musgo en los pesebres navideños, pues el musgo, además de ser una de las plantas con más especies a nivel mundial ―12 800 especies según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) en 2018―, permite la generación de microambientes que apoyan al ciclo del agua, actúan como esponjas al retener el agua y regulan de forma continua su liberación. Este servicio ambiental se suma a la acción por el Objetivo 15 de proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres.

Su impacto en la seguridad alimentaria

Acerca de su importancia en la seguridad alimentaria, las plantas son especies que generan materia orgánica al procesar minerales, lo que permite entender que el 56% de nuestros alimentos provenga de nuestros suelos (FAO, 2015) y en México, contamos con uno de los más cultivos más importantes, el maíz.

El maíz, además de ser la base de nuestra alimentación, es una de las plantas nativas del país con 64 especies diferentes reportadas para México, según datos de Conabio, mismas que se han visto amenazadas por la inclusión de semillas genéticamente modificadas. Dicha práctica busca erradicarse con la Iniciativa de Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz, aprobada por el Senado de la República y que sigue pendiente de discusión y aprobación por la Cámara de Diputados, por lo que grupos de la sociedad civil que lideran la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País siguen exhortándoles para su aprobación.

Una de las mejores prácticas para mantener las plantas sanas es la agroecología, entendida como la aplicación de conceptos y principios ecológicos para el diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles.

Esta ley busca, entre otros puntos, la creación del Consejo Nacional del Maíz como órgano de consulta del ejecutivo federal en materia de la protección de la semilla nativa, así como el fomento de Bancos Comunitarios de Semillas por parte de las comunidades y ejidos, los cuales podrán realizarlos a través de sus usos y costumbres. Proteger a las especies de maíz nativo en México es importante porque alrededor del 70% de su cultivo a nivel mundial se basa solo en seis especies y es necesario que sigamos manteniendo las otras, pues hay una relación importantísima entre la biodiversidad y la bioculturalidad. Ambas evolucionan juntas. Y, aun cuando no he encontrado estudios que aseguren la causalidad, la correlación entre el número de maíces que se reportan para México (64), así como el número de lenguas indígenas en nuestro país (68), nos debe invitar a la reflexión de la actividad de resguardo y defensa que los pueblos indígenas han tenido en evitar la extinción de estas lenguas y especies. Además, a mayor diversidad biológica menor es la amenaza por plagas y enfermedades, al contrario que con los monocultivos, los cuales, al tener porciones de tierra con un solo cultivo, se vuelven más vulnerables y, por lo tanto, la intervención con plaguicidas es más intensa e invasiva.

Mejores prácticas

Una de las mejores prácticas para mantener las plantas sanas es la agroecología, entendida, según Stephen Gliessman, como la aplicación de conceptos y principios ecológicos para el diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles. Esta ciencia nos invita a tener un mejor entendimiento de cómo funciona la agricultura desde una perspectiva sistémica y cómo lograr una nutrición simbiótica entre los cultivos y las personas, estudiando a los sitios de producción agrícola como ecosistemas en sí mismos.

Entender que, si bien los suelos necesitan nutrientes, no podemos seguir adicionándolos solo con formas químicas o sin una planeación, pues esta es una de las razones por las cuales los suelos se degradan y se vuelven infértiles. Además, las fuentes de las cuales se obtienen dichos nutrientes son inciertas. Solo por mencionar, uno de los elementos más importantes en los fertilizantes sintéticos es el fósforo y las reservas más grandes de este mineral se encuentran en Marruecos, China, Sudáfrica, Jordania y Estados Unidos. Estos países cuentan con el 90% de las reservas mundiales, mismas que se verán afectadas al llegar al pico de fósforo proyectado para 2035 (UNU-Flores, 2013), por lo que se debe pensar desde ahora en la diversificación de fuentes nutritivas para el suelo.

También, un tratamiento ecosistémico permitiría valorar la salud al momento de aplicar los controles de plagas, en los cuales, aún se permite el uso de sustancias como el glifosato, que no solo combate la planta o los insectos a los que se quiere eliminar, sino que puede filtrarse en el suelo y llegar hasta los mantos acuíferos generando una contaminación ambiental que puede llegar al consumo humano, por medio del alimento rociado y por el agua consumida después, generando afectaciones en la salud de las personas. Consideración que tendría que volverse prioritaria también para la seguridad, pues este tipo de herbicidas es común encontrarlo cuando se busca erradicar algún cultivo ilícito de coca, marihuana o amapola.

Propuestas

Por todo ello, la agroecología debe visibilizarse como es: la unión entre dos grandes ciencias complementarias como la agricultura y ecología, para trabajar de forma integral nuestra meta de la sanidad vegetal. Lograr la producción de alimento que necesitamos con los mejores mecanismos que eviten la degradación del suelo.

Sumar a la agroecología, y al liderazgo de la FAO, las diferentes propuestas lideradas por otros organismos y generar propuestas, diálogos e intervenciones que incluyan la realidad rural y urbana, como lo reportó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en su último Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos. En dicho informe se apuesta a la generación de infraestructura verde para el aprovechamiento de los recursos, el mejoramiento de los hábitats y la prevención de impactos graves durante las catástrofes naturales. En el desarrollo del texto, un ejemplo a resaltar es el de China, pues solo para 2010 el uso de agua subterránea para agricultura ascendía a 800 kilómetros cúbicos por año y era uno de los países que, junto a la India, Estados Unidos, Irán y Pakistán, formaba parte del grupo que más extraía el agua subterránea para la agricultura, representando el 67% de las extracciones totales en el mundo.

México puede hacer lo propio y cambiar también las prácticas de extracción por las de conservación y captación.

Esta práctica contrasta con la estrategia que tienen para 2020 con su proyecto de Ciudades Esponja. En este, se busca mejorar la disponibilidad del agua en los asentamientos urbanos por medio de la generación de una infraestructura verde que permita aprovechar al máximo el agua en las ciudades y, en especial, aquella que viene de la lluvia. Algunas de las acciones que está emprendiendo el gobierno de China para lograr hasta el 70% de absorción de agua de lluvia incluyen la instalación de techos verdes, paredes y suelos permeables, acompañados de la recuperación de lagos y humedales degradados.

México puede hacer lo propio y cambiar también las prácticas de extracción por las de conservación y captación. Podemos hacer frente con prácticas como la agroecología, con cultivos de conservación que nos ayuden a que los suelos no se erosionen, pero también, evitando los cambios de uso de suelo. Debemos cuidar nuestras 182 áreas naturales protegidas y no permitir que se invadan, y no dejarles toda la responsabilidad de la generación de alimentos a nuestras áreas rurales, sino comenzar de a poco con la apropiación de espacios públicos para la generación de huertos urbanos, jardines botánicos y, en fin, más estructuras vivas que motiven la creación de una cultura participativa hacia una alimentación sustentable.

Además, seguir incentivando el uso de ecotecnias como los sistemas de captación pluvial, generar espacios de retención de agua e infraestructura permeable, que permita recuperar los mantos acuíferos e intervenir en ríos, lagos y humedales para lograr la meta y sanar las plantas desde el suelo.

MARIANA GONZÁLEZ ARAUJO es licenciada en Relaciones Internacionales y maestra en Economía y Negocios por la Universidad Anáhuac México, donde actualmente es profesora de Medio Ambiente. Sígala en Twitter en @youthxpower.

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One Response to Sanar desde el suelo

  1. Francisco Latapí dice:

    Definitivamente la fertilización tradicional con fósforo, nitrógeno y potasio ya no cumple con los requisitos de alimentación de la población para este 2020, también hay contaminación, problemas de logística y hasta factores políticos por lo que hay mucho camino por avanzar, se han hecho innovaciones importantes con micronutrientes/solubles pero los rendimientos por hectárea dejan mucho que desear, para México, por ejemplo en el caso del maíz se han hecho pruebas muy interesantes que aumentan mucho dichos rendimientos y hay tecnologías de punta españolas que apenas se empezarán a aplicar en las cuales se ve el suelo como organismo vivo y se aplica únicamente el nutriente que se necesita, como traje a la medida, pero pera la gran mayoría de agricultores con superficies pequeñas cambiar las prácticas de muchos años puede servir mucho.

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