Parece que De Gaulle tenía razón

6 abril, 2020 • Artículos, Europa, Portada • Vistas: 6221

Reflexiones sobre el intrincado brexit

Europa Ciudadana

María Celia Martínez

Abril 2020

El 31 de enero de 2020, el Reino Unido abandonó la Unión Europea e inauguró la era del brexit, lo que ha despertado diversas inquietudes y conjeturas acerca de sus consecuencias ya que es la primera vez, en 79 años del proceso integracionista europeo, que un país miembro solicita su retiro del bloque, a la inversa con lo que solía ocurrir con los países que hoy lo integran y con aquellos, como Turquía, que continúan tocando la puerta. No debería sorprender el hecho de que sea el Reino Unido quien siente este precedente, si tomamos en cuenta que, en la década de 1960, el presidente francés Charles de Gaulle se opuso firmemente al ingreso de los británicos al bloque, precisamente por desconfiar del grado de compromiso con la integración regional por parte de sus vecinos del otro lado del canal de la Mancha. De hecho, De Gaulle vetó en dos ocasiones (1961 y 1968) la solicitud de ingreso del Reino Unido. Fue hasta después de la renuncia de De Gaulle, en 1973, que el Reino Unido presentó por tercera y vez su solicitud para ser miembro de las Comunidades Europeas.

De hecho, la percepción de muchos gobiernos británicos acerca de Europa ha sido meramente transaccional y no como una “nación europea con identidad propia”. También, históricamente, se han percibido más como una potencia mundial, en lugar de un país europeo de tamaño intermedio. Esto explica por qué, en el trascurso de los años, las reticencias del Reino Unido a profundizar la integración con Europa en diversas áreas: política exterior, unión monetaria, política fiscal, política de competencia, política de transporte, espacio Schengen de libre circulación de personas, capital, bienes y servicios. Dicho de otra manera, el Reino Unido estuvo en las Comunidades Europeas (luego Unión Europea) casi siempre con un pie adentro y otro fuera, privilegiando su relación con Estados Unidos y con la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Consecuencias de abandonar políticas comunes

Actualmente, los desafíos que presenta esta separación cisman muchos frentes en diversas áreas Por ejemplo, son 35 los capítulos del Acquis Communautaire (conjunto normativo vigente en la Unión Europea) con los que el Reino Unido ahora debe comenzar el desacople de las políticas internas británicas con las políticas comunitarias y sus respectivas reglamentaciones.

Una política comunitaria que se distingue es la política comercial y arancelaria. Las negociaciones entre Bruselas y Londres al respecto se esperan que se tornen ríspidas, si tomamos en cuenta que el gobierno de Boris Johnson quiere acelerar el desacople de la normativa europea para “recuperar la soberanía” en un plazo de 11 meses, desde el 1 de febrero de 2020. Downing Street pretende encabezar una negociación comercial apartada de los estándares normativos comunitarios, similar a la que la Unión Europea sostiene con Canadá. Lo que busca el gobierno es que los bienes y servicios británicos tengan el mayor acceso posible a los mercados europeos a pesar de que abandona la Unión Aduanera (que requerirá del Reino Unido la presentación de declaraciones aduaneras) y el Mercado Único Europeo. Por su parte, la Comisión Europea le ofrece al Reino Unido un acuerdo comercial sin aranceles ni cuotas para todos los bienes que entren el mercado único, pero siguiendo el modelo regulatorio europeo. En otras palabras, se abriría la posibilidad de crear una zona de libre comercio Unión Europea-Reino Unido, pero deben lograrlo antes del 31 de diciembre de 2020. Caso contrario, una salida dura del Reino Unido tendría un efecto negativo para el país, pues a los bienes y servicios que exporte a la Unión Europea se le impondrían aranceles y cuotas como a los de cualquier otro país extracomunitario con los que la Unión no tenga un acuerdo de libre comercio.

La percepción de muchos gobiernos británicos acerca de Europa ha sido meramente transaccional y no como una “nación europea con identidad propia”.

Más allá de las ofertas y contraofertas en el proceso de negociación comercial bilateral, es necesario observar el escenario político interno del Reino Unido, ya que ha sido determinante en la marcha del brexit, tortuoso camino que inició en 2016 con el referendo. Fueron dos primeros ministros los que el brexit engulló en su camino hasta hoy: David Cameron, un europtimista que se resistía a la salida de su país de la Unión Europea, y Theresa May, quien no logró en el Parlamento el acuerdo necesario para cerrar un acuerdo de salida que pudiera presentarse a la Comisión Europea. El actual Primer Ministro, Boris Johnson, de un ala más euroescéptica y conservadora, está dispuesto a firmar un acuerdo sin tanta cercanía con la Unión Europea y más próximo a los estándares de la Organización Mundial del Comercio.

Más allá de lo comercial

Dejando de lado el capítulo comercial, también se plantean inquietudes en áreas tan álgidas como la de la inmigración y la circulación de personas, que son temas preocupantes tanto para europeos como británicos, por la actual crisis migratoria en el continente y en las islas, y por los niveles de empleo y ayuda social. Vinculado a esto, será de igual importancia redefinir las fronteras económicas y de seguridad entre Irlanda e Irlanda del Norte que ahora deja de ser parte de la Unión Europea. Conocido es el conflicto con el separatismo irlandés, como el separatismo escocés, cuyo deseo de un nuevo referendo para separarse del Reino Unido manifiesta la disconformidad con el hecho de no pertenecer a la Unión Europea. Internamente, podrían reabrirse viejas heridas que amenazan con resquebrajar la unidad del Reino Unido. Otro frente para el Reino Unido es el jurisdiccional, pues en este periodo de transición se deberá finalizar la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Sobre el tema resuenan las altisonantes declaraciones de los parlamentarios del Partido Conservador quienes piensan que ahora sí podrán crear sus propias regulaciones y regirse por las sentencias de sus tribunales. Por cierto, cabe mencionar que el vigor del sistema jurídico comunitario es un rasgo distintivo de este bloque de integración regional, puesto que ha reforzado el alcance del proceso integrador. Aunque al respecto, debemos tomar en cuenta que algunos gobiernos europeos, en ciertas áreas políticas, han tratado de mantener fuera de escena al Tribunal Europeo de Justicia, por el significado político que representa para la soberanía estatal el hecho de someter los diferendos entre Estados primero al Tribunal antes que a cualquier otro en la esfera internacional.

Un área no menos importante que enfrentarán los británicos es la política fiscal. De hecho, el impacto del brexit podría verse reflejado (aunque no de inmediato) en la imposición directa e indirecta. Sin embargo, el sector donde más podría notarse el efecto fiscal de esta salida del bloque es en el financiero. Pensemos que se trata de un sector con un grado de interrelación más que notorio en el seno de la Unión Europea. Entonces, al perder su condición de “comunitario” cada banco británico necesitará de una nueva autorización como entidad financiera para operar en el mercado financiero europeo, y al tratarse de un banco extraeuropeo, cada país podrá imponer a estas entidades financieras británicas su propia regulación. Esto quiere decir que, ahora las entidades financieras podrán encontrarse con veintisiete nuevas reglamentaciones diferentes para operar en cada país del bloque.

Sistema de cooperación multilateral

Más allá de las consecuencias del desacople de políticas comunitarias, cabe preguntarse también qué efectos tendrá el brexit para la agenda internacional actual y para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea (PESC). El papel de la Unión Europea y de sus miembros en los principales foros internacionales no será el mismo si ya no cuentan con uno de los integrantes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). También resulta interesante indagar sobre de papel que ha desempeñado el Reino Unido en la configuración de las agendas de negociación de la PESC y la cooperación multilateral. Finalmente, en lo que respecta a la ayuda al desarrollo y la cooperación, la Unión Europea pierde a uno de sus donantes más importantes.

En un escenario en el que las reglas de juego multilateral del sistema internacional parecen estar socavadas por Estados Unidos, la Unión Europea deberá reforzar su posicionamiento respecto del multilateralismo, procurando el equilibrio entre China y Estados Unidos. Si bien el bloque europeo ha cuestionado al gobierno de Donald Trump por la posición que tomó respecto al Acuerdo de París sobre cambio climático y el recorte al presupuesto en la ONU, ahora tendrá que valerse de las capacidades diplomáticas de sus países miembros ante la pérdida de un miembro con silla permanente en el Consejo de Seguridad. Sería aventurado decir que la Unión Europea pierde fuerza o capacidad negociadora ahora que el Reino Unido se retiró, pero sin duda los posicionamientos del bloque regional en los principales temas de la agenda internacional actual se verán afectados.

Sería aventurado decir que la Unión Europea pierde fuerza o capacidad negociadora ahora que el Reino Unido se retiró, pero sin duda los posicionamientos del bloque regional en los principales temas de la agenda internacional actual se verán afectados.

Ahora bien, ¿cuáles serán las alianzas estratégicas que tejerá el Reino Unido en defensa de sus intereses internacionales? La diversificación de la agenda actual, sin duda, requerirá de un juego de diferentes estrategias que alejarían al Reino Unido del plegamiento automático con Estados Unidos en determinados temas pero que representarán un desafío en el tablero de poder mundial.

En suma, retomando el concepto que De Gaulle tenía del Reino Unido en la integración europea, los caminos que ha tomado el proceso del brexit y el escepticismo de gran parte de la población británica respecto de la viabilidad de una Europa “unida” (lo cual no es patrimonio exclusivo de los británicos) parecen demostrar que el juicio del líder galo era acertado. En Londres y en Bruselas dicen que esto aún no termina: todavía queda un pedregoso camino de 35 capítulos de políticas comunitarias que desandar durante 2020.

MARÍA CELIA MARTÍNEZ es doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de La Plata y politóloga por la Universidad Nacional de San Juan, Argentina. Es profesora de Derecho de la Integración en la Universidad de Buenos Aires, profesora de Relaciones Internacionales y de Derecho Internacional Público en el Instituto Superior Joaquín V. González de Buenos Aires, y profesora de la maestría en Diplomacia y Política Exterior de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales en Argentina. Sígala en Twitter en @MCeliamartinez.

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2 Responses to Parece que De Gaulle tenía razón

  1. M. Celia Martínez dice:

    Aclaro que en el texto que yo envié nunca escribí la fecha 1987 (para esa fecha ya hacía décadas que De Gaulle había fallecido). Yo escribí 1968 en el primer párrafo. Ma.Celia Martínez

  2. Ismael Hernandez dice:

    Sigue persistiendo el problema, de que no hay una
    forma definida por parte del Reino Unido para su salida a pesar de los artículos que falta por deslindarse de U. E. definitivamente y sigue formándose una muerte lenta para la misma….

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