La guerra entre Hamás e Israel: ¿una oportunidad perdida para Europa?

14 diciembre, 2023 • Artículos, Asuntos globales, Europa, Medio Oriente, Portada • Vistas: 4861

Le Monde

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Diciembre 2023

El conflicto árabe-israelí no es pasional solamente para sus protagonistas. Las reacciones de los otros actores del escenario internacional hablan de sus propias historias, culturas y problemas de forma conspicua y única. Así, el factor determinante para explicar la posición de Latinoamérica sobre un conflicto tan ajeno y donde no tiene intereses directos importantes, es su relación con Estados Unidos. Pero en ninguna otra parte del mundo, la resonancia del conflicto en la historia, la cultura y la geopolítica es tan fuerte como en Europa.

En estas condiciones, hablar con voz única era un reto imposible. Hubo primero una reacción rápida y empática hacía Israel. Reflejaba también el choque europeo ante los ataques perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023, y que más que una guerra clásica, recordaban a la vez los atentados terroristas de los islamistas en la parte oeste del continente y los pogromos del siglo XX en Europa del Este.

Al principio, la Unión Europea logró mantener, más que en otras ocasiones (inclusive en el tema de Ucrania), una homogeneidad de fondo y una actitud unívoca. El apoyo a Israel fue inmediato, decidido y profundo. Alemania llevó la batuta con el apoyo de Francia e Italia, y no hubo las divisiones tradicionales entre Este y Oeste o Norte y Sur. Pero después de 2 meses y miles de muertos de ambos bandos, este apoyo se está desgastando.

En contraste con la lentitud habitual de las reacciones institucionales europeas, la Presidenta del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola, decidió viajar a la región a menos de una semana de los ataques contra Israel para manifestar la solidaridad del Parlamento. Fue acompañada por la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cuyas palabras de apoyo fueron aún más contundentes. Metsola contó con el respaldo casi unánime del Parlamento que, algunos días después de su regreso, adoptó una resolución que apoyaba completamente a Israel, con una mayoría aplastante: 500 votos a favor, 24 abstenciones y solo 21 votos en contra.

El regreso de Von der Leyen fue menos tranquilo, con críticas veladas de algunos de sus colegas, en particular de uno de sus comisarios, y también del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, así como del Presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel. Esas críticas se pueden explicar por conflictos de egos, pero también por sensibilidades políticas y nacionales distintas: Alemania, país de Von der Leyen, es el Estado miembro que se ha manifestado más a favor de Israel, mientras que España, de donde proviene Borrell, es el más alejado de las posiciones israelíes.

Estas disensiones expusieron las eternas fallas del sistema institucional europeo: opacidad, rivalidades entre personas e instituciones, e influencias nacionales a la hora de tomar decisiones comunes. Sin embargo, estas desavenencias fueron marginales y sin efecto. Las instituciones de toma de decisión son la Comisión y el Parlamento, junto con el Consejo de Ministros, y las tres adoptaron y reiteraron posiciones pro israelí firmes.

A pesar de un arranque rápido y coherente, es dudoso que la Unión Europea recobre relevancia geopolítica en el Medio Oriente.

Es aún más notable en el caso del Consejo Europeo, que tiene que armonizar las posiciones de los veintisiete Estados sobre una cuestión tan delicada. Hubo dos sorpresas: la primera, fue el rápido consenso, y, la segunda, fue que este consenso haya sido más cercano a las posiciones israelíes, a pesar de que, históricamente, Europa y sus instituciones adoptaban posiciones más pro árabes.

Esta vez, una clara mayoría de Estados a favor de Israel se impuso con facilidad. Al lado de los Estados tradicionalmente defensores del Estado hebreo (Alemania, los Países Bajos y República Checa), se presentaron nuevos apoyos firmes, como el de los países de Europa Central y del Este, y algunos países mediterráneos, como Chipre, Grecia e Italia. Países generalmente cercanos árabes, como Bélgica, Francia o Suecia, se mostraron más discretos y se unieron al consenso. Finalmente, solo dos países de los veintisiete mantuvieron un firme apego a las posiciones palestinas, España e Irlanda, sin poder oponerse al consenso.

Sin embargo, a pesar de un arranque rápido y coherente, es dudoso que la Unión Europea recobre relevancia geopolítica en el Medio Oriente. Si bien se ha acercado a Israel, los ataques de Hamás marcaron un distanciamiento con un mundo árabe incapaz de condenarlos unívocamente. Una reunión con la Liga Árabe terminó con la imposibilidad de emitir un comunicado conjunto, aunque fuera algo muy general.

Además, se ha empañado en dispararse en el pie. Primero, hubo desavenencias públicas entre las Presidentes del Parlamento y de la Comisión, por un lado, y entre el Presidente del Consejo y el encargado de la política exterior, por el otro. Siguió la actuación desordenada e incongruente del Presidente francés, quien propuso en Israel una alianza contra el terrorismo, y a los pocos días convocó a una conferencia de donantes para reconstruir Gaza, que no arrojó resultados positivos, y luego rechazó participar a una marcha contra el antisemitismo que reunía a todos los partidos políticos, menos a la extrema izquierda.

Para rematar, España y Bélgica transformaron un viaje solidario en un desastre diplomático. Ejerciendo la actual y la próxima presidencia del Consejo de Ministros de la Unión Europea, comprometieron definitivamente una posible mediación política europea. Israel, más que nunca, querrá contar con un papel exclusivo de Estados Unidos, quien, según ella, entiende y defiende mejor sus intereses, ya sea con Joseph R. Biden o, a partir de 2025, posiblemente con Donald Trump.

En consecuencia, a pesar de ser el principal socio económico de todas las partes en conflicto, la Unión Europea solo podrá aspirar a apoyar a Estados Unidos, que liderará las negociaciones, pues sigue como interlocutor principal, y lejos de las principales partes involucradas, como Israel, Arabia Saudita, Egipto, Jordania e incluso Bahréin, Catar y los Emiratos Árabes Unidos. Como en el caso de Ucrania, su participación será probablemente más relevante en la segunda fase, la de la reconstrucción, una vez alcanzados los acuerdos políticos.

STÉPHAN SBERRO es doctor en Ciencias Políticas por la Université Sorbonne-Nouvelle. Fue Jefe del Departamento Académico de Estudios Internacionales del ITAM.

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