Mujeres, paz y seguridad

7 diciembre, 2020 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 2856

A 20 años de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad

Departamento de Defensa de Estados Unidos

Luz Paola García Godínez

Diciembre 2020

El 31 de octubre del 2000, el Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 1325, que reafirma el importante papel de la mujer en la prevención y la solución de conflictos, negociaciones, respuesta humanitaria, consolidación y mantenimiento de la paz. De igual manera, insta a los agentes involucrados a que incorporen perspectivas de género, así como medidas especiales para proteger a las mujeres y las niñas de la violencia, en particular de la violación y otras formas de abuso sexual en situaciones de conflicto armado. Después de 20 años, si bien se han logrado múltiples avances, incluyendo las diez resoluciones que forman parte de lo que se llama la Agenda de la Mujer, la Paz y la Seguridad, las mujeres siguen en la periferia de los procesos de paz y son afectadas de manera desproporcionada en situaciones de conflicto y violencia.

Las mujeres en los campos de paz y seguridad

Históricamente, la participación de las mujeres en la esfera pública se ha logrado mediante su presión y persistencia contra la exclusión que viven. Sin embargo, los progresos a nivel mundial en garantizar el derecho de las mujeres de colaborar en un marco de igualdad y de manera significativa en las decisiones relativas al futuro de sus países continúan siendo insuficientes.

Aunque se han registrado avances en el aumento de los espacios para la mujer, alrededor de siete de cada diez procesos de paz siguen sin incluirlas, lo que indica que pocas participan en funciones de liderazgo. En promedio, las mujeres fueron solo el 13% de los negociadores, el 6% de los mediadores y el 6% de los signatarios en los principales procesos de paz entre 1992 y 2019. De igual manera, en 2020, los resultados han sido limitados, ya que las mujeres representaron alrededor del 10% de los negociadores en las conversaciones afganas, el 20% de los negociadores en los debates políticos de Libia y el 0% de los negociadores en las conversaciones militares de Libia y el reciente proceso de Yemen.

A pesar de su aún incipiente incorporación, las mujeres son fundamentales para los esfuerzos de paz y obtienen resultados. Su intervención en la mesa de negociaciones genera una mayor aceptación, refuerza la responsabilidad de aplicación y hace que sea más duradera, porque con su aportación los acuerdos “van más allá del ámbito del poder, van a las realidades de las personas”, pues plantean cuestiones en las negociaciones que trascienden el tema militar y que ayudan a las sociedades a reconciliarse y recuperarse.

Si bien la publicación de datos que ilustran la presencia de las mujeres en los procesos de paz demuestra un avance, no es suficiente.

Las partes suelen considerar a las mujeres como intermediarias honestas, por lo que aumenta la probabilidad de llegar a un acuerdo. Esta percepción tiene sus raíces en la realidad de la exclusión de la mujer, como suelen operar fuera de las estructuras de poder y, por lo general, no dirigen las fuerzas combatientes, son vistas como mediadoras en comparación con los hombres. Por consiguiente, la presencia de grupos de la sociedad civil, incluidas las organizaciones de mujeres, hace que un acuerdo tenga una probabilidad 64% menor de fracasar.

Adicionalmente, debido a las funciones y las responsabilidades sociales de las mujeres, cuentan con acceso a redes comunitarias cerradas a los hombres, lo que permite recabar información valiosa sobre los posibles riesgos para la seguridad, construir posiciones de negociación y encontrar áreas comunes para los acuerdos. Los altos niveles de igualdad de género se asocian con una menor propensión a los conflictos, tanto entre los Estados como dentro de ellos, ya que, cuando al menos el 35% del poder legislativo está constituido por mujeres, el riesgo de recaída del conflicto es casi nulo. Finalmente, es importante asegurar su participación en los periodos de recuperación del conflicto, pues se ha demostrado que es más probable que destinen recursos a la reconstrucción de instituciones públicas y a la prestación de servicios fundamentales para la estabilidad a largo plazo.

Avanzando hacia una mayor participación de las mujeres

Los movimientos feministas han luchado para terminar con las leyes y las prácticas discriminatorias que niegan o limitan el acceso a diversas oportunidades sociales, políticas y económicas. Particularmente, en el último año, las mujeres han dirigido movimientos sociales, logrando movilizar multitudes para exigir los derechos que les son violentados en países como Argelia, Chile, México y Sudán. No obstante, aún hay diversos obstáculos que limitan la capacidad de la mujer para colaborar en los campos de paz y seguridad.

Si bien la publicación de datos que ilustran la presencia de las mujeres en los procesos de paz demuestra un avance y pueden contribuir para ejercer presión sobre los agentes responsables para garantizar estructuras más incluyentes, no es suficiente. La representación numérica solo es el primer paso en un largo camino para cerrar el ciclo de exclusión en el que la intervención de las mujeres no debe cuestionarse ni ser negociable. La participación plena, equitativa y significativa de la mujer debe situarse en el centro de todos los esfuerzos de prevención de conflicto, resolución y recuperación. Este esfuerzo no debe limitarse a la exposición de la discriminación y la violencia de género, sino que debe asegurar espacios para ellas en la planeación, la toma de decisiones y la adopción de los acuerdos.

La falta de voluntad política, así como la continua renuencia de los Estados de garantizar los derechos de las mujeres a nivel mundial, demuestran que el 20° aniversario de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad debe ser un llamado de atención para hacer cumplir la Agenda de la Mujer, la Paz y la Seguridad. Al final, es otra herramienta para abrir espacios de empoderamiento de las mujeres y niñas en el mundo, con el objetivo de que conozcan sus derechos y exijan a los Estados la implementación de acciones centradas en una perspectiva de género en estos temas.

El contexto actual, que incluye un aumento en los conflictos armados, frágiles acuerdos de paz, movimientos sociales en búsqueda de derechos y una pandemia, debe ser motivo para construir sociedades más equitativas e inclusivas. Los grupos encargados de las tomas de decisiones en tiempos de conflicto son un reflejo de las estructuras de poder. Cuando estas excluyen a las mujeres de papeles visibles replican un sistema que puede tener efectos intergeneracionales. Al fallar en adoptar las medidas necesarias en los siguientes años, se corre el riesgo de que se sostenga un sistema que margina a las mujeres, profundizando la brecha para ellas. Por esto, es fundamental adoptar un enfoque multifacético en el que las mujeres pasen de ser los objetos de las políticas de paz y seguridad y se conviertan en diseñadoras e implementadoras, para que sus necesidades y aspiraciones políticas, económicas y sociales sean cubiertas.

LUZ PAOLA GARCÍA GODÍNEZ es licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Es consultora de Asuntos Públicos en Burson Cohn & Wolfe, profesora de Ciencias Sociales en ITESM y escritora independiente. Sígala en Twitter @LuzPaoG.

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  1. […] García Godínez, Luz Paola. (2020). A 20 años de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad.  Foreing Affairs Latinoamérica. Recuperado de: https://revistafal.com/mujeres-paz-y-seguridad/. […]

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