La diplomacia interna de Colombia

26 julio, 2018 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 6868

Análisis de un nuevo concepto

Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia

Dixon Moya

Junio 2018

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia ha venido practicando una nueva modalidad de diplomacia, que bien podría llamarse «diplomacia interna», la cual podría definirse como el conjunto de políticas públicas y actividades de los miembros del servicio exterior, orientado a reforzar a las comunidades fronterizas colombianas y a municipios del país en donde los efectos del conflicto interno han tenido consecuencias para sectores vulnerables de la población, especialmente niños y jóvenes. Es un tipo de diplomacia que, además, trabaja para las comunidades marginales, proyectándolas en un escenario internacional, buscando aliados para el progreso de sus habitantes, con énfasis en la población infantil y juvenil. En ese orden de ideas, se trata de una forma directa para contribuir al posconflicto en Colombia, que se interpreta como un momento en la historia del país en el cual se puedan curar heridas, sellar cicatrices y proponer nuevos objetivos que lleven al país por el camino del progreso.

Como anécdota, en alguna de las múltiples actividades de estos programas de diplomacia interna, se ventiló el tema de la crianza de unos cerditos que servirían como proyecto alternativo para cierta comunidad, como parte de una de las iniciativas del Plan Fronteras para la Prosperidad. En medio de la discusión práctica sobre cómo gestionar estos animales para apoyar a los ciudadanos, alguien preguntó por qué el Ministerio de Relaciones Exteriores estaba promoviendo un tema que, en teoría, correspondería más al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural o a una entidad técnica del orden regional o municipal, pues sonaba algo exótico que la Cancillería, que en el imaginario colectivo se relaciona con un mundo alejado de los campos colombianos, estuviera gestionando un programa de crianza de ganado porcino.

La respuesta a esa pregunta que se sigue formulando, incluso al mismo interior de la Cancillería, es que somos testigos de una nueva diplomacia, enfocada en problemas reales de la población colombiana y que, si bien el campo de acción del Ministerio de Relaciones Exteriores es el internacional, la defensa de los intereses de los connacionales nace en sus propias comunidades, al menos en el caso de aquellos municipios fronterizos o en donde los mismos organismos internacionales han definido que son objeto de atención prioritaria. Es una forma activa de atender las agendas tanto bilateral como multilateral del Ministerio desde el interior del país, de fronteras hacia adentro.

En el caso de la agenda bilateral, especialmente con los países fronterizos, la mejor forma de llevar una buena relación es atender a aquellas comunidades que generalmente son trasfronterizas, que conviven en los dos lados del límite nacional, lo cual requirió una redefinición del concepto de soberanía clásica. La soberanía siempre se había entendido desde una perspectiva restrictiva, en cierta forma donde termina el país y lo que hay que defender en caso de invasión del extranjero. Al ser el último punto de defensa, no se pensaba en la presencia del Estado más allá de escasos puestos militares, sin la comprensión sobre la complejidad de las relaciones sociales de las comunidades de la frontera. Es cuando surge una nueva óptica para manejar el tema, aplicando un concepto de soberanía que ya no ve la frontera como la barrera inflexible, sino como un área en donde ante todo hay un relacionamiento de personas. En ese momento es cuando surge el Plan Fronteras para la Prosperidad.

Si bien el denominado Plan Fronteras ya existía como programa, pues había sido traído al Ministerio de Relaciones Exteriores por el Director de Soberanía Territorial, Ricardo Montenegro, quien le dio gran impulso, la ministra María Ángela Holguín Cuéllar quiso darle una mayor relevancia. Lo promovió primero como una coordinación especial y luego como una nueva dirección temática, que dependía directamente de su despacho, con presupuesto y una nómina de funcionarios suficiente para desplazarse por la intrincada geografía nacional para atender las necesidades y oportunidades de los municipios fronterizos. (Colombia cuenta con trece departamentos fronterizos, incluyendo el insular de San Andrés y Providencia, que cuenta con características especiales.)

Colombia ha ganado un reconocimiento internacional, de la mano de la diplomacia deportiva y cultural.

Durante su gestión, la canciller Holguín Cuéllar ha creado e impulsado otros importantes programas de diplomacia interna. Entre estos programas se encuentran los conocidos como diplomacia deportiva y cultural y las Casas Lúdicas, que realmente corresponden a uno solo denominado Programa Integral Niños, Niñas y Adolescentes con Oportunidades.

Si hay una iniciativa de nuestra Cancillería que ha tocado la fibra de quienes hemos estado vinculados por alguna circunstancia a la misma, es la diplomacia deportiva y cultural con enfoque social, uno de los programas bandera de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio, creado directamente por la ministra Holguín Cuéllar. Este programa surgió cuando el país aceptó voluntariamente la Resolución 1612 de 2005 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas sobre prevención y lucha contra el reclutamiento y utilización de menores por parte de grupos armados.

En la práctica, se trata de intercambios deportivos y culturales, en los que, bajo un estricto proceso de selección, participan delegaciones de niños y jóvenes colombianos que han sido escogidos por ser buenos estudiantes, practicantes de un deporte o una actividad artística y por pertenecer a comunidades vulnerables frente a fenómenos derivados del conflicto o de la falta de oportunidades. En mi caso, he tenido la fortuna de compartir en diferentes destinos con menores futbolistas del Guaviare, niñas basquetbolistas del Chocó y jóvenes beisbolistas de San Antero, Córdoba, quienes en su momento no habían salido nunca de Colombia y tuvieron oportunidad de visitar ciudades y escenarios distantes, vinculados con el ejercicio de su deporte.

Se trata de viajes integrales, en donde se insiste a los jóvenes en el valor de la educación, el deporte y la cultura como llaves que abren las puertas del éxito personal y colectivo, pues la idea es que sus experiencias puedan replicarlas en sus comunidades. En cierta forma, se están construyendo líderes positivos para aquellas regiones. Hasta el momento y durante 6 años se han realizado más de 120 intercambios deportivos y culturales en 44 países, beneficiando al menos a 1520 niños.

Colombia ha ganado un reconocimiento internacional, de la mano de la diplomacia deportiva y cultural, pues se le ha otorgado el premio en la categoría Acción Diplomática del Año de los premios Peace and Sport que se entregaron en Mónaco en diciembre de 2017. De hecho, el príncipe Alberto, gobernante de Mónaco, quien quedo muy impresionado por los alcances del proyecto, viajó en marzo de 2018 a Cartagena de Indias y compartió con algunos de los menores beneficiados por el programa.

Por su parte, las Casas Lúdicas son construcciones financiadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores, en asociación con gobiernos locales, con las mismas comunidades o con aportes de organizaciones internacionales, y están compuestas de varios espacios que les permiten a los niños y jóvenes de entre 8 y 16 años contar con propuestas educativas, deportivas y culturales. Las instalaciones se entregan con una dotación completa de mobiliario y equipos, como una sala de usos múltiples, sala de música, sala de estudio, así como con un espacio de alimentación e infraestructura deportiva. La importancia de las Casas Lúdicas es que, si bien se crearon pensando en los jóvenes, como una forma de contrarrestar el reclutamiento infantil por parte de los grupos armados al margen de la ley, se han convertido en núcleos esenciales para las comunidades, alrededor de los cuales se fomenta la integración de los pobladores, no solo de los menores.

Con la diplomacia interna, Colombia responde al debate actual sobre la vigencia de la diplomacia en el siglo XXI.

Este tipo de políticas públicas y actividades ha permitido dotar de fortalezas a la Cancillería que deben ser valoradas y estimuladas hacia futuro. En primer lugar, la vinculación del Ministerio de Relaciones Exteriores con las comunidades fronterizas y sus autoridades locales. Para ello, se ha creado un tipo de relación que en el pasado era inexistente o que se limitaba solamente a temas de soberanía clásica, como incursiones ilegales de actores extranjeros en territorio colombiano.

Otro punto a destacar es el involucramiento de diplomáticos y de gobiernos extranjeros en proyectos de desarrollo comunitario y local. No es un secreto que la actual ministra Holguín Cuéllar tuvo una participación decisiva en la resolución de los momentos críticos de la negociación del proceso de paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero la acción de la Cancillería en el posconflicto consistirá en convertirse en puente natural entre los gobiernos extranjeros, organismos multilaterales y otros actores extranjeros que deseen involucrarse en proyectos de desarrollo del posconflicto.

Esta nueva diplomacia ha permitido que los funcionarios de los programas descritos puedan adquirir conocimiento de la geografía y de la realidad nacional. Una de las indudables ventajas de trabajar en el servicio exterior es conocer sitios exóticos, culturas y personas interesantes de otros países, pero en ocasiones desconocemos muchos puntos de nuestra geografía nacional. Trabajar en el Plan Fronteras o en los programas de diplomacia deportiva y cultural, le permite al funcionario diplomático conocer de primera mano la realidad de la Colombia que no sale en los titulares de prensa, a no ser que sea por tragedias naturales o humanas.

En este sentido, con la diplomacia interna, Colombia responde al debate actual sobre la vigencia de la diplomacia en el siglo XXI. En el mundo no faltan analistas que se preguntan si la tradición diplomática está respondiendo a las necesidades y realidades actuales. No pocos formulan un interrogante lapidario. En ese sentido, cabe preguntarse si se requieren embajadas y misiones diplomáticas permanentes cuando hay otras formas de hacer presencia, gracias a los desarrollos tecnológicos. De ahí que se hable de la necesidad de hacer una revolución al interior de las academias y escuelas diplomáticas, así como de los mismos ministerios y cancillerías, con el fin de formar una nueva generación de diplomáticos capaces de responder a los múltiples retos de un mundo globalizado y conectado, que al mismo tiempo reniega de la globalización y parece naufragar en la confusión de las redes sociales, capaces de crear y difundir noticias falsas e inventar realidades inverosímiles.

Cabe destacar que, con lo antes expuestos, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia está realizando acciones de posconflicto incluso desde antes de que se realizaran las negociaciones entre el gobierno y las FARC, por lo que se trata de una entidad que ha venido contribuyendo a la reconciliación nacional previo al mismo acuerdo de paz. De esta manera, la Cancillería colombiana se convierte en un ejemplo para las demás entidades del orden nacional y regional, pues se ha ganado una experiencia valiosa en la comprensión y relacionamiento con los actores fundamentales en las diversas localidades donde operan estas iniciativas.

El próximo gobierno que tome posesión en agosto de 2018 en Colombia, debería mantener y fortalecer estos programas que no solo contribuyen a tener un posconflicto exitoso en el marco de la reconciliación nacional, sino que además se ha convertido en ejemplos de innovación diplomática, que otros países comienzan a replicar. Resulta un imperativo moral la preservación de la diplomacia interna en su empeño de acercar el mundo a los colombianos con menos oportunidades.

DIXON MOYA es Ministro Plenipotenciario adscrito a la Carrera Diplomática y Consular de Colombia, egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Ha prestado servicios diplomáticos en Venezuela, Nicaragua, Emiratos Árabes Unidos. Es Cónsul General de Colombia en Chicago. Las opiniones expresadas por el autor en este artículo son personales, por lo que no comprometen la posición oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.

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