Gobernanza en el Antropoceno

10 diciembre, 2019 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 4525

La encrucijada medioambiental

InfoAmazonia

 Ana Gabriela González Alcalá y Emiliano Reyes Galindo

Diciembre 2019

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

En la actualidad, la sociedad internacional se encuentra en una encrucijada de la que depende la supervivencia de la vida humana. Por un lado, adaptarse y crear mecanismos resilientes ante la crisis climática actual y resolver los problemas de desigualdad, para así reducir las consecuencias de la crisis de seguridad causada por el cambio climático. Por el otro, continuar con el mismo modelo económico de extracción que se utiliza desde la etapa de industrialización en el siglo XVIII, sobre todo, por la expansión de energías fósiles, en donde no hay un equilibrio entre las necesidades humanas y los recursos disponibles para su utilización.

La globalización económica ha potencializado la sobreexplotación de recursos, lo que se ve reflejado en el aumento de gases de efecto invernadero (GEI) y la superación de los límites planetarios que causan el cambio climático. Diferentes agencias internacionales, como la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) o el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) han advertido sobre las consecuencias del círculo vicioso perpetrado por las acciones antropogénicas —que son resultado de las actividades humanas— tales como: la pérdida de los glaciares; impactos en la biodiversidad y ecosistemas, incluyendo la pérdida y extinción de 50% de las especies terrestres; acidificación de los océanos, lo que proyecta la pérdida de 70% a 90% de los corales; cambio en los patrones de precipitación que afectará el suministro de agua; sequías, olas de calor, huracanes con mayor intensidad, lo que afectará la seguridad alimentaria y humana; riesgos en la salud y vivienda; lento crecimiento económico, lo que aumentará la desigualdad y la pobreza, entre muchas más.

Los problemas medioambientales no respetan los límites políticos. Los impactos generados por un país trascienden las fronteras estatales y crean problemas trasnacionales, como la contaminación del aire o del agua. Para prevenir y mitigar los efectos del cambio climático, se necesita una cooperación multilateral que incluya a todos los actores. Actualmente se cuenta con distintos tratados internacionales, siendo la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre cambio climático la última generación de mecanismos para lograr una gobernanza global ambiental.

Gobernanza ambiental internacional

La gobernanza se entiende como un fenómeno interactivo donde los actores públicos (Estados), privados (empresas trasnacionales) y sin fines de lucro (organizaciones no gubernamentales) interactúan para establecer e implementar políticas públicas. La clave de la gobernanza es el empoderamiento de diferentes actores y la organización del poder de una forma distributiva en vez de jerárquica.

Cuando se crea gobernanza que abre espacios a las diferentes esferas sociopolíticas, se le considera una gobernanza policéntrica. Cuando el enfoque de la gobernanza se coloca en un nivel internacional, se le considera como gobernanza global, que atiende a la variedad de reglas y procedimientos utilizados por los Estados y organismos internacionales para resolver distintos problemas. A diferencia de una visión estatocéntrica (top-down), la gobernanza busca ser de enfoque multicéntrico (bottom-up) por lo que incluye a diferentes actores en la toma de decisiones.

Los problemas medioambientales no respetan los límites políticos.

La gobernanza ambiental responde a los procesos que toma la sociedad internacional para regular y mejorar las acciones antropogénicas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la gobernanza ambiental internacional incluye todos los acuerdos ambientales mundiales y regionales, las decisiones y políticas, así como las instituciones. También, trata de los procesos internacionales y marcos institucionales, incluidos los mecanismos financieros que desarrollan y facilitan la implementación de los acuerdos e instrumentos de política medioambiental. Para comprender el contexto actual, es fundamental revisar los procesos que se han efectuado.

De Estocolmo a París

La gobernanza ambiental tiene sus inicios en 1968, cuando el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas recomendó crear una conferencia sobre el medio humano para atender el deterioro ambiental. Esta conferencia se llevó a cabo en Estocolmo en 1972, el mismo año en el que se publicó Los límites del crecimiento, donde se afirmaba que el crecimiento económico exponencial es la razón de la crisis climática. En la Conferencia de Estocolmo se reconoció la interdependencia entre el medio ambiente y el desarrollo. Se firmó la Declaración de Estocolmo dando inicio a la institucionalización del derecho suave ambiental. Sin embargo, hubo una gran resistencia, particularmente de los países en desarrollo porque veían esto como una estrategia para mermar su crecimiento económico.

Para conciliar las diferencias norte-sur el PNUMA convocó en 1974 un simposio en Cocoyoc, México para identificar los factores económicos y sociales que llevan al deterioro del medio ambiente. Se visibilizó la distribución de recursos y las amenazas de los límites interiores que representan las necesidades humanas básicas y los límites exteriores, que son los recursos físicos del planeta. También se integró el término de “ecodesarrollo”.

En 1983, la Asamblea General de las Naciones Unidas creó la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, presidida por Gro Harlem Brundtland, ex Primera Ministra de Noruega. En 1987 se presentó el reporte “Nuestro futuro en común”, donde se formulaba el término de “desarrollo sustentable”, que se refiere al “desarrollo que responde a las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. Este fue un cambio paradigmático porque significaba la visión de la gobernanza ambiental. El desarrollo tenía que integrar la parte ecológica, económica y social para ser sustentable. En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en donde se buscó ampliar la gobernanza ambiental. También se creó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

A pesar de los esfuerzos en las últimas décadas, la falta de alineación de estrategias y objetivos nacionales con el panorama internacional sigue siendo un reto para alcanzar los objetivos planteados en los acuerdos internacionales.

La CMNUCC es una extensión del régimen de gobernanza ambiental, ya que aquí, por medio de la Conferencia de las Partes (COP) se negocian los tratados para estabilizar las concentraciones de GEI en la atmósfera a un nivel que evite la interferencia antropogénica peligrosa con el sistema climático. En 1997 se negoció el Protocolo de Kioto que entró en vigor hasta 2005. El siglo XXI comenzó con la entrada en vigor de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Sin duda, 2015 fue paradigmático para la arquitectura de gobernanza ambiental. A pesar de la lista de tratados y conferencias anteriores, las emisiones de GEI seguían en aumento. Parte de las dificultades fue que Estados Unidos rechazó el Protocolo de Kioto, pero también porque no se tomó en cuenta el ascenso de China como potencia mundial, con grandes emisiones de GEI, incluso por encima de Estados Unidos. Ante este nuevo panorama, la sociedad internacional buscó un nuevo y renovado tratado. En la COP-21, se negoció el Acuerdo de París, cuyo principal objetivo es reforzar la respuesta mundial y galvanizar a todos los Estados para que tomen las acciones pertinentes. En este acuerdo se busca limitar el aumento de temperatura a 1.5 grados Celsius, por medio del aumento de la capacidad de adaptación y resiliencia de los países. Lo interesante del acuerdo es que es jurídicamente vinculante.

Al mismo tiempo, en septiembre de 2015, más de 150 líderes mundiales acordaron la nueva agenda de desarrollo sostenible, en ella se incluyen diecisiete objetivos, que buscan poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y hacer frente al cambio climático de una manera incluyente y sin que nadie quede rezagado para 2030. Con ambos mecanismos, el Acuerdo de París y la Agenda 2030, la comunidad internacional se ha comprometido a trabajar enérgicamente, proyectando a los próximos 10 años, como periodo clave para alcanzar la seguridad internacional y combatir los efectos del cambio climático.

Retos en Latinoamérica para la gobernanza global ambiental

La comunidad internacional prevé que los 7600 millones de personas que somos actualmente se conviertan en más de 10 000 millones para 2050. Esto implica un replanteamiento en la forma de consumo, producción de alimentos y explotación de recursos naturales. Sin duda, 2030 marca un parteaguas para la humanidad, no solo lo indican los objetivos de la Agenda 2030, sino también lo advirtió la comunidad científica internacional bajo el reporte que publicó el IPCC en octubre de 2018.

Nos encontramos ante un umbral de cambios sociales y políticos: gobiernos como los de Donald Trump y Jair Bolsonaro, que cuestionan —y niegan— la relación entre las actividades humanas y el cambio climático, ponen en mayor riesgo los esfuerzos emprendidos por la comunidad internacional. Latinoamérica continúa con un aumento de tensiones políticas que generan mayores problemas socioambientales. En Brasil, el presidente Bolsonaro declaró que “es una falacia decir que la Amazonia es patrimonio de la humanidad, y es un error decir que sus bosques son el pulmón del mundo”. La inestabilidad política en Chile le hizo renunciar a ser sede de la COP-25, considerada el siguiente paso para preparar los últimos detalles legales y técnicos del Acuerdo de París. Centroamérica y el Caribe, han comenzado a sentir los estragos del cambio climático con huracanes, inundaciones devastadoras y aumento del nivel del mar —sobre todo en las pequeñas islas— que impulsan la migración hacia lugares que ofrecen seguridad para sus habitantes. México continúa apostando por las energías fósiles, dejando a un lado la inversión en energías limpias.

A pesar de los esfuerzos en las últimas décadas, entorno a la búsqueda de una gobernanza global ambiental, la falta de alineación de estrategias y objetivos nacionales con el panorama internacional sigue siendo un reto para alcanzar los objetivos planteados en los acuerdos internacionales. La gobernanza ambiental plantea un panorama alentador; sin embargo, se necesita proactividad de todas las esferas, compromisos firmes y estrategias incluyentes para alcanzarla.

ANA GABRIELA GONZÁLEZ ALCALÁ es licenciada en Relaciones Internacionales y maestra en Asuntos Internacionales por la Universidad Anáhuac México. Cuenta con una especialidad en Política y Seguridad Internacional. Sígala en Twitter en @anagabyglza. EMILIANO REYES GALINDO es estudiante de Relaciones Internacionales en la Facultad de Estudios Globales en la Universidad Anáhuac México. Realizó un curso de Comunicación Intercultural en Schiller International University en Heidelberg, Alemania. Sus temas de interés son Medio Ambiente y Democracia. Sígalo en Twitter en @luccciole.

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