COP28: el momento de la verdad de la acción climática colectiva

6 diciembre, 2023 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 4748

Euronews

logo fal N eneRodrigo Jiménez Silva

Diciembre 2023

Una colaboración del Programa de Jóvenes del Comexi

La Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que inició el 30 de noviembre y culminará el 12 de diciembre de 2023, reúne a la comunidad climática internacional en Dubái, Emiratos Árabes Unidos. A diferencia de años anteriores, en los que algunos elementos del Acuerdo de París seguían en negociación, la COP28 se centra particularmente en la implementación de la acción climática que, si bien está en curso, su avance está lejos de ser suficiente.

La presidencia emiratí propuso cuatro ejes temáticos: 1) acelerar la transición energética y reducir las emisiones antes de 2030; 2) cumplir con promesas y establecer un marco para un nuevo acuerdo financiero internacional; 3) situar a la naturaleza, las personas, las vidas y los medios de subsistencia al centro de la acción climática, y 4) una mayor inclusión para obtener mejores resultados colectivos. Todos estos temas por demás relevantes dada la necesidad de redoblar (o triplicar) esfuerzos para mantener el aumento de temperatura por debajo de 1.5 grados Celsius y así evitar impactos climáticos aún mayores.

Tan solo en 2023 hemos sido testigos del mes más caluroso registrado desde 1880, experimentando en algunos lugares del planeta temperaturas de 4 grados Celsius por encima del promedio. Acelerar la descarbonización, cumplir con los compromisos climáticos y ambientales y asegurar que la transición sea justa para todos, jamás había cobrado tanta relevancia. No aprovechar la ventana de oportunidad que aún queda para corregir el curso de acción podría tener consecuencias irreversibles. Lo cierto es que vamos en la dirección correcta, pero no a la velocidad necesaria.

¿Qué dicen la ciencia y los datos?

Estamos en una década crítica para la acción climática, y 2030 es la fecha límite para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a casi a la mitad. Sin embargo, a 7 años de la meta, desafortunadamente las emisiones siguen aumentando y las políticas actuales apuntan a un aumento de la temperatura cercano a los 3 grados Celsius para finales del siglo XXI. El reciente Informe sobre la Brecha de Emisiones 2023 reporta que las emisiones mundiales de GEI han aumentado y alcanzando un récord incluso por arriba de los niveles prepandemia.

A inicios de 2023, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó su Sexto Informe de Evaluación, en el que destaca que la temperatura ha aumentado 1.1 grados Celsius entre 2011 y 2020, con respecto a las temperaturas registradas entre 1850 y 1900. Esto ha ocasionado cambios rápidos y observables en la atmósfera, los océanos, la criosfera y la biosfera. Los sectores de energía, de uso de suelo y los patrones de consumo y de producción de los individuos, sectores económicos, países y regiones son las principales razones de este aumento.

Concentrándonos en el sector de energía (el sector con más información), a pesar del incremento de la capacidad de generación a partir de energías renovables y de las crecientes inversiones en energías verdes en el mundo, estos avances solo se concentran en algunos países, lo que resalta la desigualdad de las capacidades de los países en desarrollo. Asimismo, las inversiones en la extracción de combustibles fósiles no paran. Según la Agencia Internacional de Energía, 2022 fue un año extraordinariamente rentable para muchas empresas de energías fósiles, las cuales invierten menos de 5% en soluciones bajas en carbono de lo que normalmente invierten en la extracción y la producción de petróleo y de gas.

El primer inventario internacional

Además, 2023 es de suma importancia dado que se concluye el proceso del primer balance mundial (o global stocktake), el cual mide el progreso colectivo hacia el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París. Como he mencionado en artículos anteriores, el proceso del Acuerdo ha sido diseñado en ciclos con la finalidad de aumentar progresivamente (normalmente cada 5 años) la ambición y la implementación climáticas. Esto es, mediante compromisos anunciados por los países en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), un marco de transparencia para medir y dar seguimiento a los avances logrados y, finalmente, un “inventario” o balance mundial que resalte los aciertos y las brechas por cerrar, para así volver a empezar con la formulación y la implementación de una nueva NDC.

Lo que sabemos hasta ahora del primer balance mundial es que la implementación del Acuerdo de París es deficiente en todos los sentidos en cuanto a medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.

Lo que sabemos hasta ahora del primer balance mundial es que la implementación del Acuerdo de París es deficiente en todos los sentidos en cuanto a medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, también en cuanto a medios de aplicación y de apoyo, así como de flujos financieros. En otras palabras, se exhorta a los países a definir metas y a realizar acciones todavía más ambiciosas que resulten en cambios de paradigma o transformaciones sistémicas en todos los sectores productivos. A pesar del resultado poco alentador que nos recuerda lo mal que vamos y la urgencia que se necesita, por el simple hecho de contar con los resultados de esta evaluación es que podemos decir que el Acuerdo de París funciona.

Cabe señalar que el balance mundial no es el fin, sino el principio del siguiente ciclo de ambición climática. Los países deberán aún reaccionar y considerar los hallazgos del balance mundial. En este sentido, el balance no es el destino, sino el medio por el cual se informa a los países para que tomen, idealmente, mejores decisiones, y así corrijan la trayectoria hacia nuevos y mejores compromisos climáticos en 2025.

Un nuevo acuerdo financiero y la operacionalización de las metas de adaptación

Desde 2009, los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100 000 millones de dólares por año hacia 2020 para la acción climática en los países en desarrollo. A 3 años de la meta original, esta promesa no se ha cumplido y, por el contrario, su tiempo de implementación se ha extendido hasta 2025.

Los más recientes hallazgos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos señalan que, en 2021, el total del financiamiento climático proveído y movilizado (por países desarrollados para aquellos en desarrollo) ascendió a 89 600 millones de dólares. Esto es 7.6% mayor al año anterior, pero aún lejos de la meta anual que debió haberse alcanzado en 2020 (en total, faltaron 10 400 millones de dólares). Por este motivo, la COP28 será un momento crucial para discutir una nueva meta colectiva y cuantificable para el financiamiento climático, la cual deberá acordarse en 2024 e implementarse a partir de 2025. Lo más probable es que en 2023 no alcancemos a ver un número específico, sino más bien una serie de opciones y plazos aún por negociar.

Por otro lado, falta decidir el marco por el cual se pondrá en operación la Meta Global para Adaptación, la cual busca mejorar la capacidad de resiliencia y reducir la vulnerabilidad de los países. Asimismo, recordemos que en la COP27 se creó un fondo específico para pérdidas y daños, destinado especialmente a los países más vulnerables que no pueden adaptarse al cambio climático. A este respecto, en la COP28 se deberá definir la manera en la que este fondo y meta serán operacionalizados, así como los criterios para contribuir y ser receptor de financiamiento.

¿Otra COP controversial?

Como es de esperarse, la COP28 tiene muchos retos y controversias que enfrentar. En primer lugar, las reuniones anuales se sienten ya un formato desgastado, altamente diplomático y exageradamente técnico, lejano del ciudadano promedio, por lo que requiere renovarse para obtener mejores y más rápidos resultados. Cada año, por ejemplo, se critica la necesidad de que decenas de miles de personas (si no es que cientos de miles) se desplacen a alguna parte del mundo para reunirse, como se ha hecho en los últimos casi 30 años, para discutir al cabo de dos intensas semanas cuestiones tan críticas (como el futuro del régimen climático, de la humanidad y del planeta), sin llegar a resultados que se encuentren a la altura de las expectativas y de la urgencia. Cabe realizar una simple búsqueda en internet para recordar las frustraciones y los inconvenientes de la COP anterior en Egipto en cuanto a la transparencia de las negociaciones, el fondo, las formas y, sobre todo, la excesiva participación e influencia de cabilderos de combustibles fósiles.

En segundo lugar, siguiendo el orden rotativo de los grupos regionales de la Organización de las Naciones Unidas, otro motivo de polémica es que la COP28 se llevará a cabo en Emiratos Árabes Unidos, uno de los diez países que producen mayor petróleo, que es la principal fuente de ingresos y componente esencial de la economía emiratí. Este dato, sin duda, es motivo de alarma y da signos de incongruencia con la causa climática. Sin embargo, no debería ser razón suficiente para denegar la participación de ese país en la gobernanza climática y descartar su eventual y esperado liderazgo climático. Si uno revisa los datos, los Emiratos Árabes Unidos es el séptimo productor de petróleo a nivel mundial, por debajo de países como Estados Unidos, Canadá y China, y por arriba de países latinoamericanos como Brasil y México. No obstante, se encuentra entre los diez países que más invierten en energías limpias y ha tomado pasos relevantes (aunque insuficientes) en los últimos años para descarbonizarse. Por ejemplo, fue el primer país del Medio Oriente y del norte de África en prometer cero emisiones netas hacia 2050 o al iniciar un programa de energía nuclear para satisfacer la creciente demanda energética del país.

Más allá de las críticas y de los posibles esfuerzos del sector de los combustibles fósiles para evitar su eliminación gradual, adueñarse del discurso y vendernos “gato por liebre” con respecto a sus inversiones verdes, desde luego que hospedar una COP pone los ojos del mundo sobre el país anfitrión y permite el escrutinio público de su capacidad para establecer acuerdos al más alto nivel para aumentar el esfuerzo climático colectivo, el cual incluye también a los actores que más emiten.

El momento de la verdad del esfuerzo colectivo

Con la consideración de resultados del balance mundial nos encontramos en la intersección entre la rendición de cuentas y la antesala de la acción inevitable. En ese marco, la COP28 deberá ser el escenario para que los líderes mundiales, de todos los sectores, tomen las duras decisiones que se tienen que tomar para corregir la dirección de la insuficiencia.

Ahora hay un entendimiento colectivo de lo que está en juego y se conocen las implicaciones de la inacción. Está de más decir que en muchos lugares ya se viven en carne propia las crecientes consecuencias del cambio climático. Pese a ello, el enemigo sigue siendo el escepticismo climático en un contexto geopolítico complicado, en donde las necesidades inmediatas sobrepasan a aquellas de las futuras generaciones. Entonces, es momento de exigir a los líderes mundiales cumplir con sus promesas, implementarlas y medirlas para así mejorarlas. Se puede ver el vaso de la ambición climática medio lleno o medio vacío, pero al fin de cuentas la ambición ahí está.

RODRIGO JIMÉNEZ SILVA es asesor de política climática. Es maestro en Políticas Públicas por la Hertie School of Governance de Alemania y licenciado en Relaciones Internacionales. Desde el sector público, trabaja en cooperación internacional en temas de energía y cambio climático. Es miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Sígalo en X (antes Twitter) en @jimenezroy.

Tags:, ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…