Estados Unidos y Latinoamérica: de Trump a Biden

3 enero, 2021 • Artículos, Latinoamérica, Norteamérica, Portada • Vistas: 5452

The Brazilian Report

Abraham F. Lowenthal

Enero 2021

Foreign Affairs LatinoaméricaVolumen 21, Número 1

Más que cualquier otro presidente de Estados Unidos desde Franklin D. Roosevelt, Joseph R. Biden enfrentará desafíos, incertidumbres y restricciones abrumadoras. Estados Unidos está inmerso en las consecuencias de una pandemia mortal, una recesión con alto desempleo y dislocación, y una profunda escisión social y política. La prioridad de Biden debería ser reducir el sufrimiento y la polarización del país, y ampliar la base de apoyo de su gobierno. Esto requerirá trazar y ejecutar una estrategia nacional integral para terminar con la pandemia, reabrir la economía y proporcionar ayuda y empleo a millones de trabajadores desplazados. Para conseguirlo, Estados Unidos debe apuntalar a las pequeñas y grandes empresas, así como a los gobiernos estatales y municipales, restaurar la capacidad del gobierno federal e invertir grandes cantidades en infraestructura, educación y salud. Biden prometió “reconstruir mejor” y hacer la economía más inclusiva y sostenible, pero será difícil lograrlo con rapidez.

También deberá enfrentar los grandes  retos  internacionales: recuperar la confianza de sus socios, restablecer los vínculos con las instituciones multilaterales valiosas y ayudar a fortalecerlas, frenar la proliferación de armas nucleares, extender el comercio justo y el acceso al financiamiento internacional, combatir el cambio climático y responder a los desastres naturales que ocasiona. También debe concitar y obtener respaldo internacional para responder a las ambiciones internacionales y de expansión de China.

La influencia mundial de Estados Unidos, en especial su poder blando para convencer y establecer coaliciones que atiendan los problemas mundiales, se redujo durante los últimos 4 años, en gran parte debido a las miopes medidas nacionalistas, mercantilistas y populistas de Donald Trump. Las acciones de su gobierno para debilitar y, en algunos casos, abandonar las instituciones multilaterales, acosar a aliados y adversarios por igual, menoscabar la cooperación internacional y atizar los resentimientos y el desprecio de muchos países han causado grandes estragos. Lo mismo ocurrió con su desmantelamiento deliberado del Departamento de Estado y las agencias de inteligencia y de seguridad nacional.

El gobierno de Biden enfrentará limitaciones al lidiar con todos esos problemas. Aunque Biden obtuvo la victoria por unos siete millones de votos, Trump también consiguió más votos que cualquier otro candidato presidencial anterior. Los demócratas perdieron casi toda su mayoría en la Cámara de Representantes y, dependiendo de la segunda vuelta de los comicios en Georgia a principios de enero de 2021, es probable que Biden sea el primer Presidente demócrata en un siglo que llegue al cargo sin tener la mayoría en el Senado. Necesitará lograr acuerdos con los republicanos para garantizar la aprobación de leyes en el Congreso, con el riesgo de deserciones en el ala progresista de su propio partido.

Mirar otra vez a Latinoamérica

Las posibilidades de que el nuevo gobierno mejore la cooperación interamericana también serán limitadas, dados los graves problemas de la región: la pandemia, que ha golpeado a Latinoamérica más que a ninguna otra parte del mundo; una caída del 9% del PIB regional y una radical disminución de la confianza en los gobiernos, los políticos y sus partidos, los expertos y las élites, que está conduciendo a una crisis regional de gobernanza, marcada por manifestaciones violentas y una profunda inestabilidad institucional. Las fuerzas centrífugas fragmentaron Sudamérica, debilitaron a las organizaciones regionales y disminuyeron la influencia internacional latinoamericana.

El gobierno de Biden no puede prometer convincentemente que rescatará a la región ni puede proponer un nuevo curso para las relaciones de Estados Unidos con los países latinoamericanos. Lo que puede hacer pronto es revertir algunas actitudes y políticas contraproducentes que impuso Trump, compartir con los países de la región puntos de vista sobre cómo responder a un mundo de cambios profundos y considerar a Latinoamérica en sus enfoques sobre los temas prioritarios.

Un expedito llamado del presidente Biden a la cooperación hemisférica contra el covid-19 para garantizar que las vacunas se apliquen por toda la región amplia, oportuna y eficazmente demostraría que Estados Unidos retoma sus mejores tradiciones humanitarias. No solamente salvaría vidas y reduciría las tribulaciones, sino que reforzaría presiones internas en Brasil y México para que ambos se ajusten a las normas internacionales de salud pública. Invitar a Cuba y Venezuela a formar parte de esta campaña aumentaría sus probabilidades de éxito y ayudaría a abrir canales de comunicación en otros temas.

La colaboración para luchar contra el calentamiento de la atmósfera, sus causas y consecuencias, debería ser pieza fundamental del enfoque de Biden para Latinoamérica. John Kerry, el representante de Estados Unidos para el cambio climático, debería reunirse con sus homólogos de la región para analizar cómo enfrentar el problema ambiental con pleno respeto tanto de las soberanías nacionales como con el imperativo de proteger la Amazonia y otras regiones vulnerables. En esas consultas, también debería considerarse cómo facilitar la transición hacia una economía mundial más limpia mediante sinergias y economías de escala que aceleren las adaptaciones necesarias. La preparación y la respuesta a los desastres naturales es un tercer campo de la cooperación regional, en especial en la zona del Caribe.

El gobierno de Biden no puede prometer convincentemente que rescatará a la región ni proponer un nuevo curso para las relaciones de Estados Unidos con los países latinoamericanos.

La reforma de la política migratoria constituye otra prioridad de Biden que requerirá la cooperación interamericana. El nuevo gobierno revertirá mucho de la retórica y algo de la sustancia de las políticas de inmigración de Trump, en especial si cambia los métodos que se aplican en la frontera, como la separación de los niños de sus familias, el tratamiento a menores no acompañados y los procedimientos para evaluar las solicitudes de estatus de refugiado. Mediante decretos, Biden puede ofrecer la categoría de residente y abrir un camino a la ciudadanía para los dreamers, los que llegaron a Estados Unidos siendo niños. Si el gobierno consigue respaldo en el Congreso, también propondrá medios para otorgar la ciudadanía a los residentes de largo tiempo y acordará procedimientos para legalizar a los trabajadores temporales autorizados. Esas reformas a la inmigración, que necesitan procedimientos jurídicos, solo se conseguirían atemperando el discurso nacional sobre el tema. Y lograrlo requiere dar trato humano y respetuoso a los inmigrantes y reconocer sus logros y contribuciones, pero también garantizar firmemente que Estados Unidos controle sus fronteras mediante una cooperación fortalecida y sostenida con México, los países de Centroamérica y el Caribe, y los del norte de Sudamérica.

El gobierno de Biden debería aprovechar la IX Cumbre de las Américas, que en 2021 se llevará a cabo en Estados Unidos, para solicitar y tener en cuenta las ideas latinoamericanas para enfrentar los retos compartidos de salud pública, el calentamiento de la atmósfera, la protección del entorno natural, la migración, el tráfico de armas, personas y drogas, el cumplimiento de la ley, y la protección y el fomento de la gobernanza democrática. Si antes de la Cumbre los países latinoamericanos acordaran entre ellos intereses y políticas estratégicas de la región para establecer mecanismos de cooperación con el gobierno de Biden, harían una gran contribución en la medida en que Washington, concentrada en otros asuntos, se abre a propuestas factibles para trabajar con sus vecinos y mejorar las relaciones con ellos. Una comisión no gubernamental de alto nivel, diversa y plural, integrada por exlíderes gubernamentales, ejecutivos de empresas y miembros de la sociedad civil, clérigos e intelectuales, podría ser la mejor manera de elaborar una agenda regional para discutir con los representantes de Estados Unidos en la Cumbre.

Las relaciones bilaterales y subregionales

Cinco relaciones bilaterales o subregionales requieren atención especial. Brasil, el país más grande y poderoso de Latinoamérica, es uno de los aliados estratégicos de Estados Unidos, pero la posibilidad inmediata de una cooperación estrecha casi se esfumó con la visión hipernacionalista, anticientífica y anticosmopolita del presidente Jair Bolsonaro, cuya cercanía servil a Trump no le granjeará puntos con Biden. El rechazo tajante del electorado brasileño a los candidatos de Bolsonaro en las elecciones municipales de noviembre de 2020 podría presagiar el fin de su gobierno en 2022 u orillarlo a cambiar algunas de las políticas tan criticadas dentro y fuera del país. Hasta entonces, el gobierno de Biden debería mantenerse dispuesto a cooperar con Brasil en asuntos específicos, como salud pública, educación, cumplimiento de la ley y comercio. Sería bueno explorar un posible tratado comercial que incorporara puntos incluidos en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que negoció el gobierno de Trump.

Estados Unidos, que ha tenido que proteger la democracia propia de amenazas graves, no puede ignorar las flagrantes interferencias de Cuba, Nicaragua y Venezuela con la democracia y los derechos humanos, y la posibilidad de que se produzcan también en otros países. El gobierno de Biden debe articular con claridad y coherencia sus compromisos con los derechos humanos fundamentales, como elecciones libres y justas y libertad de expresión y de asociación, pero también debe dejar en claro que Estados Unidos no recurrirá a la intervención militar para remplazar un gobierno nacional con la imposición externa.  Si concatena todas estas posiciones, y así aclara el enfoque del nuevo gobierno, Biden puede sentar las bases para iniciar negociaciones internacionales entre el gobierno venezolano, la oposición democrática y las organizaciones de la sociedad civil, con el objetivo de organizar elecciones libres y justas, y proteger la integridad física y los derechos humanos de quienes integran el gobierno actual y también de la oposición, conforme al Estado de derecho. Tal acuerdo requeriría concesiones por ambas partes. Sin duda, dependería también de la participación y los compromisos de China, Cuba y Rusia, así como de Canadá, los países latinoamericanos del Grupo de Lima y los miembros de la Unión Europea. Conforme avancen esas negociaciones, el gobierno de Biden debería levantar las sanciones económicas contra Venezuela.

Con respecto a Cuba, el gobierno de Biden debería retomar con cautela el enfoque estratégico que adoptó Barack Obama: estimular la transición, tras 6 décadas de gélida hostilidad recíproca entre los dos países, hacia una relación basada en el respeto a los derechos humanos y la gobernanza democrática, la complementariedad económica, la soberanía nacional y la paz regional, así como visiones compartidas respecto de otros retos y oportunidades internacionales. No se logrará este objetivo de inmediato, pero alcanzarlo requiere abandonar los enfoques estériles que han colocado a ambos países en un marasmo permanente.

México es la más importante relación de Estados Unidos en Latinoamérica. Son países profundamente interdependientes, con muchos vínculos demográficos, comerciales, financieros, culturales, educativos y de la sociedad civil a los dos lados de una frontera de más de 3000 kilómetros. En los últimos 30 años, se fortaleció la cooperación en el comercio, las inversiones, los derechos ambientales y laborales, el trato justo de los inmigrantes que se trasladan al norte y de los jubilados que se mudan al sur, la salud pública, la educación, el cumplimiento de la ley, la inteligencia y la gestión fronteriza. Durante los últimos 2 años, la coincidencia de dos dirigentes populistas concentró las relaciones bilaterales mayormente en la cooperación en inmigración (en los términos de Trump), a costa de una colaboración más amplia en otros temas importantes.

Un reto crucial para el gobierno de Biden ⸺difícil de conseguir sin grandes cambios en las políticas de Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México⸺ será abogar, discreta y respetuosamente, pero también de forma clara, congruente y constructiva, por la voluntad de cooperar en todos los demás temas pendientes. Una de las peores cosas que podría ocurrir durante el gobierno de Biden sería que México, un país de 125 millones de habitantes que colinda con Estados Unidos, sucumba al aumento de los problemas de violencia, represión, corrupción, impunidad, pobreza, desigualdad y resentimiento. Ayudar a que el vecino del sur evite ese destino debería constituir un imperativo del nuevo gobierno en Estados Unidos.

Finalmente, los esfuerzos para fortalecer la cooperación entre Estados Unidos y México deberían, cuando sea posible, aumentar la perspectiva para que Canadá, Estados Unidos y México consideren con cuidado las iniciativas para abordar las condiciones económicas, sociales y políticas de sus vecinos en Centroamérica y el Caribe. Estos países y territorios están profundamente interconectados con Norteamérica, y su futuro está estrechamente entrelazado con el de los países del T-MEC. La cooperación estratégica para enfrentar los desafíos de la Cuenca del Caribe subrayaría la estrecha relación entre la política interna y externa en el gobierno de Biden.

ABRAHAM F. LOWENTHAL es profesor emérito en la University of Southern California. Fue Director fundador del Programa Latinoamericano del Wilson Center y del Inter-American Dialogue.

NOTA DEL EDITOR: Este es un avance del contenido de nuestro número de enero de 2021.  Suscríbase aquí para recibir la próxima edición de Foreign Affairs Latinoamérica.

Tags:, , , ,

One Response to Estados Unidos y Latinoamérica: de Trump a Biden

  1. Daniel Morales dice:

    para actualizar y ampliar el análisis sobre el tema: «La política exterior de Joseph Biden hacia América Latina: un análisis prospectivo al inicio del nuevo gobierno», en revista Izquierdas, no. 50: http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2021/n50/art29.pdf.

Responder a Daniel Morales Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.