El viraje político de la Alianza del Pacífico

13 julio, 2022 • AMEI, Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 2160

Juan Pablo Prado Lallande y Thomas Legler

Julio 2022

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

¿Crisis existencial en la Alianza del Pacífico?

En 2011, Chile, Colombia, México y Perú, en ese entonces los países en Latinoamérica con mayor fervor neoliberal, crearon la Alianza del Pacífico, un espacio para fomentar la integración profunda entre sus participantes desde la perspectiva liberal. Un propósito no escrito de la Alianza fue, de alguna manera, hacer frente a distintos experimentos poshegemónicos en la región, respaldados por Argentina, Brasil y Venezuela, entre otros, en aquella época protagonistas del amplio espectro de la izquierda latinoamericana. A diferencia de aquellos momentos, la Alianza del Pacífico vive actualmente un abrupto cambio en sus cuatro liderazgos presidenciales, quienes ostentan visiones opuestas o revisionistas ante el neoliberalismo. No obstante, esto no necesariamente significará una crisis existencial para la Alianza, sino la posibilidad de transformaciones en este espacio integrador, aunque ello acarrea nuevos desafíos para el mecanismo latinoamericano.

Altibajos y retos en el camino hacia la integración profunda

Desde 2011 hasta ahora, la Alianza del Pacífico ha logrado mantenerse a flote, sortear vicisitudes y contar con amplia aceptación internacional. Evidencia de ello es que Ecuador será el próximo integrante del club, mientras que a inicios de 2022 Singapur fue admitido como el primer Estado asociado, estatus al que en su momento se sumarán Australia, Canadá, Corea del Sur y Nueva Zelanda. A ello hay que añadir 61 países observadores de los cinco continentes. Estos sucesos posicionan a la Alianza como un mecanismo latinoamericano con alta proyección internacional.

La Alianza del Pacífico es una entidad pragmática y flexible que evita poner sobre la mesa asuntos ríspidos que alteren la cohesión entre sus miembros. Como consecuencia, la Alianza se limita a realizar esporádicas declaraciones en temas internacionales de fácil convergencia y obligada referencia, como la lucha en contra del cambio climático. Ello se explica por el perfil de la Alianza del Pacífico como un ejercicio de integración abierta que evade inmiscuirse en el perfeccionamiento de la gobernanza regional e internacional.

A pesar de que la esfera económica, mediante el libre comercio, es el eje prioritario de este esquema, la Alianza del Pacífico arroja algunos resultados poco alentadores. Basta señalar que las transacciones de mercado entre sus integrantes no logran superar el 4% del comercio exterior total, lo que evidencia el persistente alejamiento de los cuatro aliados en este rubro. A este respecto, el déficit respecto a la construcción de las cadenas de valor a cuatro bandas evidencia que los parámetros normativos dispuestos para estimular al sector económico (como el Protocolo Adicional, que libera más del 90% del comercio) no superan las distancias económicas entre los países Alianza. Otro ejemplo de ello es que, tras la pandemia, el comercio intrabloque se recupera mucho más lento que en el Mercado Común del Sur (cuatro veces más lento) y que, incluso, América Latina y el Caribe en su conjunto (tres menos), tal y como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe lo señala en un reciente informe. Estos datos comparativos también ponen de manifiesto la vulnerabilidad de la Alianza del Pacífico frente a los impactos externos, como el covid-19.

En el ámbito de la cooperación se cuenta con tendencias más alentadores, en virtud de que, tras la pandemia, la Plataforma de Movilidad Estudiantil y Académica de la Alianza del Pacífico volverá a funcionar en breve. A lo anterior, se añade la aprobación reciente de 720 000 dólares para financiar el Plan de Trabajo del Fondo de Cooperación.

En cuanto a la libre movilidad de personas, la Alianza del Pacífico muestra claroscuros. En la Declaración de Lima (2011), los gobiernos de los países Alianza acordaron configurar un espacio de libre circulación de personas para incentivar la integración. Ante tal compromiso, a finales de 2012, México eliminó las visas que hasta entonces imponía a nacionales de Colombia y Perú. Gracias a ello, los viajes entre chilenos, colombianos, mexicanos y peruanos, por distintos motivos, aumentaron de manera significativa entre 2011 y 2019. Empero, durante el bienio 2020-2021, este dinamismo cayó debido a la pandemia, aunque las cifras vuelven a crecer. Esto es relevante, dado que los encuentros intersocietales al amparo de la Alianza generan frutos en cuanto al impulso de integración profunda, con miras a lograr relacionamientos de mayor calado en el largo plazo.

La Alianza del Pacífico experimenta un parteaguas en su trayectoria.

Sin embargo, estos desplazamientos generan retos, en particular en el terreno de la seguridad. Frente a ello, el 1 de abril de 2022, las autoridades mexicanas establecieron un prerregistro electrónico para aquellos colombianos que deseen viajar a México. El procedimiento ⸺que altera al espíritu de la Alianza del Pacífico en cuanto a libre movimiento de personas⸺ consiste en que, quien tenga pasaporte colombiano, debe llenar el referido documento y, tras recibir el aval del Instituto Nacional de Migración, se le permite viajar a tierras mexicanas.

Este procedimiento deviene por cuestiones de seguridad y para evitar que se utilice a México como puente para llegar a Estados Unidos sin visa. Por estas y más razones, cerca de 12 000 ciudadanos del país sudamericano son devueltos por la autoridad migratoria mexicana cada año, sin olvidar que en varios de estos casos el proceso es arbitrario. Para afrontar este desafío, Colombia logró que México, a diferencia de lo planteado originalmente, no impusiera de nueva cuenta visa a los nacionales de ese país, a cambio del referido prerrequisito. Se espera que con esta nueva medida se generará mayor certeza a los viajeros antes de realizar el trayecto correspondiente, aunque hay que decir que la disposición se hizo fuera del paraguas de la Alianza del Pacífico.

El giro a la izquierda y las implicaciones en la Alianza del Pacífico

La Alianza del Pacífico experimenta un parteaguas en su trayectoria. Hoy, la Alianza enfrenta un inédito panorama, con implicaciones trascendentales: la llegada a la presidencia en los países miembros de líderes con adscripción político-ideológica diferente respecto a la de los padres del mecanismo. Si en 2011, cuando se creó la Alianza del Pacífico, Chile, Colombia, México y Perú eran gobernados por representantes de la derecha (Sebastián Piñera, Juan Manuel Santos, Felipe Calderón Hinojosa y ⸺con sus transformaciones y matices⸺ Alan García), en 2022, el escenario es muy distinto. Estos países hoy son precedidos por exponentes de la izquierda, el progresismo y el nacionalismo, o como una pragmática mezcla de tales tendencias, según cada caso.

Así, con la llegada al poder por la vía democrática en México de Andrés Manuel López Obrador (1 de diciembre de 2018), en Perú de Pedro Castillo (28 de julio de 2021), en Chile de Gabriel Boric (11 de marzo de 2022) y en Colombia de Gustavo Petro (quien ganó las elecciones el 19 de junio de 2022), el mapa político e ideológico regional de la Alianza del Pacífico se transforma, lo cual generará potencialmente variaciones en su proceder.

Antes de ello, es menester señalar que, a pesar de estos abruptos cambios y la posición antineoliberal compartida por esta nueva constelación de líderes nacionales, es muy probable que la Alianza del Pacífico sobreviva como bloque por varias razones. Por ejemplo, en la mayoría de las veces, los procesos de integración en Latinoamérica tienden a prevalecer a través del tiempo, más por inercias político-diplomáticas que por eficacia. Aun así, hay otro factor a favor de la supervivencia de la Alianza. Los presidentes no son los únicos actores clave y protagónicos en la ecuación. Las redes transgubernamentales de funcionarios y técnicos de los cuatro miembros y del empresariado representado en el Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico, que viven en las entrañas de la Alianza, constituyen y construyen incentivos en pro de la continuidad de la misma.

Asimismo, en lugar de acabar con la Alianza del Pacífico, la mayor sintonía entre estos cuatro mandatarios podría facilitar un renovado respaldo presidencial a su favor desde Bogotá, Lima, México y Santiago. De ocurrir esto, con base en las experiencias previas en la Alianza, y gracias a la perspectiva de mayor afinidad y confianza entre las partes implicadas, es plausible dotar a este esquema de una nueva hoja de ruta. A la luz de este nuevo contexto, quizá la Alianza del Pacífico reconducirá su actuar para erigirse como un mecanismo regional más social y desarrollista, de carácter ciudadano, alineado a las prioridades de los gobiernos de los países miembros, quienes apuestan por la justicia social y la equidad.

Por lo tanto, en el seno de la Alianza del Pacífico se prevén, por lo menos retóricamente, más acciones en pro de las condiciones de vida de sus habitantes, lo que se estima no implicará dar marcha atrás al libre comercio, aunque tal propósito no será la directriz que guíe sus senderos. La pregunta que subyace es si este viraje de rumbo en la Alianza será acompañado de algún tipo de reforzamiento institucional (como una secretaría general o una entidad afín) y de políticas conjuntas “aliancistas” en temas sociales. Ciertamente, lo dicho implicaría una transformación cualitativa de la Alianza del Pacífico, aunque es verdad que este escenario chocaría con el fantasma nacionalista que podría hacerse presente.

Un reto adicional de la Alianza es la convergencia política entre los países socios, en donde no siempre existen afinidades. Derechos humanos, desmilitarización, cuidado ambiental, transición energética y activismo en política exterior, por ejemplo, son asuntos que el próximo gobierno de Colombia coloca como prioridades, mientras que en otros países de la Alianza del Pacífico no necesariamente ocurre lo mismo. Estos y otros asuntos avizorarán nuevos peldaños que debe afrontar el relacionamiento intra-Alianza.

Reflexiones finales

El mundo, Latinoamérica y los países de la Alianza del Pacífico son muy distintos respecto al momento en que esta experiencia fue creada. Ello implica que la Alianza, sustentada en nuevos liderazgos y aprovechando su acervo en materia de integración, continuará incentivando interacciones entre sus integrantes. Es probable que este escenario genere que la Alianza del Pacífico fomente acciones más contundentes en la arena social por encima de la económica, a la luz de las actuales banderas políticas e ideológicas que ondean en los Estados parte. De ser así, es plausible que la Alianza del Pacífico, de cara a su viraje político, avance como un renovado ejercicio de integración profunda en Latinoamérica, cuyos resultados deberán ser analizados con atención. Al final, la trayectoria  de la Alianza como proyecto de integración profunda debe trascender de la coyuntura ideológica del momento, y de esa forma arraigar a sus integrantes en el largo plazo.

JUAN PABLO PRADO LALLANDE es profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y Vicepresidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI). Sígalo en Twitter en @jp_jpprado. THOMAS LEGLER es profesor e investigador en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, en donde fue Director de Investigación de 2014 a 2019. Es doctor en Ciencia Política por la York University. Es miembro del SNI del Conacyt. Sígalo en Twitter en @tom-legler.

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One Response to El viraje político de la Alianza del Pacífico

  1. Javier Gamboa dice:

    Excelente enfoque. Tema inesperado y totalmente divergente a su propósito original. Es curioso como se viró del capitalismo inducido (que no «Neoliberalismo») al privilegio de temas sociales en los cuatro países.

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