El Tratado de Tlatelolco en la Memoria del Mundo

14 febrero, 2024 • Artículos, Asuntos globales, Latinoamérica, Portada • Vistas: 821

Gobierno de México

logo fal N eneJorge Alberto López Lechuga

Febrero 2024

La etimología de la palabra “conmemorar” implica volver a traer un acontecimiento a la memoria del público. Habrá quien lo haga para recordar el nacimiento de un personaje o para no olvidar un acontecimiento traumático de la historia; lo relevante de conmemorar, sin embargo, es resaltar por qué es digno de recordar el hecho en cuestión.

El 14 de febrero de 2024 celebramos el 57° aniversario de la apertura a la firma del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (mejor conocido como Tratado de Tlatelolco). Cada año se conmemora el Tratado como un faro que alumbra el camino hacia el objetivo universal del desarme nuclear, es decir, la eliminación total de las armas nucleares, pero también como una fuente del prestigio de la política exterior de México. El liderazgo de nuestro país en los foros multilaterales se explica, en gran medida, por su contribución a la negociación y universalización del Tratado de Tlatelolco. Conmemorar el Tratado de Tlatelolco, por lo tanto, implica recordar por qué sigue siendo vigente y cada vez más relevante.

Un ejemplo más allá de la región

El Tratado de Tlatelolco es un instrumento internacional del cual son partes los 33 Estados de América Latina y el Caribe. Al ratificarlo, los Estados regionales se comprometieron a utilizar la energía nuclear exclusivamente con fines pacíficos y a proscribir las armas nucleares en sus respectivos territorios.

Proscribir implica prohibir y desterrar. Por un lado, para prohibir las armas nucleares, los Estados parte en el Tratado se obligan a no desarrollar, no adquirir, no emplazar y a no utilizar o ensayar armas nucleares, sin menoscabo de su derecho a desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos.

Por otro lado, desterrar implica evitar que los Estados que sí poseen armas nucleares las emplacen o utilicen en el territorio de los Estados parte en el Tratado y en zonas marítimas adyacentes. Para ello, Tlatelolco incluye dos protocolos adicionales, los cuales son instrumentos jurídicos anexos al Tratado, mediante los cuales los Estados extraterritoriales que tienen responsabilidad sobre territorios situados en la zona de aplicación delimitada por el instrumento (Estados Unidos, Francia, Países Bajos y el Reino Unido) se comprometen a observar las obligaciones principales del instrumento y, asimismo, los Estados poseedores de armas nucleares (China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia) asumen la obligación jurídicamente vinculante de no utilizar o amenazar con utilizar sus armas nucleares contra los Estados de América Latina y el Caribe. Mediante el Protocolo Adicional II al Tratado de Tlatelolco, la prohibición del uso y la amenaza del uso de armas nucleares se volvieron una realidad en el Derecho Internacional.

La búsqueda del desarme nuclear en esfuerzos vigentes, como el Tratado de Tlatelolco y el TPAN, es una fuente de capital político para México.

Al diseñar y negociar este Tratado en plena Guerra Fría (1964-1967), los Estados de la región, con el particular liderazgo de México en la persona del embajador Alfonso García Robles, galardonado posteriormente con el premio Nobel de la Paz, se concretó un verdadero acto de independencia política para América Latina y el Caribe. En el ejercicio pleno de su soberanía, los Estados prohibieron las armas nucleares desde dentro de sus territorios y pusieron un ejemplo concreto hacia afuera de su contexto regional. Afirmo esto como un acto de independencia política porque mediante el Tratado de Tlatelolco los Estados de la región rechazaron participar en la dinámica de confrontación político-militar de las llamadas superpotencias nucleares. Se negaron a existir bajo el “paraguas” nuclear tanto de Estados Unidos como de la entonces Unión Soviética. En otras palabras, la región renunció al recurso de las armas nucleares como instrumento de seguridad en las relaciones internacionales.

Como el primer tratado internacional que prohibió las armas nucleares en un amplio territorio poblado del planeta este modelo fue replicado en otras regiones con éxito, estableciendo así el instituto de Derecho Internacional conocido como zona libre de armas nucleares (ZLAN). Además de la establecida por Tlatelolco, existen las ZLAN en el Pacífico Sur, el Sudeste Asiático, África, Asia Central y Mongolia en su calidad de Estado libre de armas nucleares; de tal manera, 115 países son libres de armas nucleares.

La prohibición de las armas nucleares vigente en los tratados que establecen ZLAN es relevante por muchas razones. La principal es que, al proliferar, las ZLAN limitan el espacio geográfico del mundo en el que dichas armas de destrucción en masa pueden existir, reduciendo así la probabilidad del uso de estos arsenales.

El peligro latente y el papel del OPANAL

Las armas nucleares están lejos de ser un fantasma del pasado. Continúan siendo la principal amenaza para la supervivencia de la humanidad. Las más de 12 500 armas (SIPRI, 2023) que se estima existen en pleno siglo XXI son una potencial causa de nuestra extinción. Muchas de ellas están emplazadas en estado de alerta operacional, a 5 minutos de ser lanzadas y detonadas, ya sea de forma intencional, por un error de cálculo o por fallas en los sistemas de radares.

Ante dicha amenaza, los 33 Estados de América Latina y el Caribe no limitan su actuación a la vigencia del Tratado de Tlatelolco. Al negociar este instrumento crearon un organismo internacional, con sede en la Ciudad de México, llamado Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL). Esta organización intergubernamental, además de velar por el cumplimiento de las obligaciones del Tratado, actúa como un espacio de articulación de las posiciones políticas de la región en foros internacionales donde se debaten las medidas para lograr el desarme nuclear general y completo, como la Organización de las Naciones Unidas.

Fue bajo este mismo tenor que los Estados miembros del OPANAL, incluyendo a México, impulsaron desde 2011, mediante una declaración conjunta, la necesidad de negociar y adoptar un tratado internacional de prohibición de las armas nucleares a nivel mundial, bajo el ejemplo de Tlatelolco. De tal manera, en 2017, los Estados de la región, incluyendo el notable liderazgo de México, participaron exitosamente en la negociación del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN).

La búsqueda del desarme nuclear en esfuerzos vigentes, como el Tratado de Tlatelolco y el TPAN, es una fuente de capital político para México. Cuando nuestro país toma la palabra en foros internacionales de desarme, su voz no pasa desapercibida. Al contrario, es una referencia en el intercambio de ideas, en el logro de consensos, pero también es una voz crítica ante los desafíos y retrocesos en el camino hacia el logro de un mundo libre de armas nucleares.

Por eso, y muchas cosas más, es importante conmemorar cada año ese faro de luz llamado Tratado de Tlatelolco, incorporado en 2017 al Programa Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (Unesco).

JORGE ALBERTO LÓPEZ LECHUGA es miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 2023. Entre 2011 y 2019 fue Oficial de Investigación y Comunicación en la Secretaría del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL), periodo durante el cual participó en la negociación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. De 2019 a 2022 fue Asesor Legal y de Proyectos en la Oficina regional de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme (UNODA-UNLIREC). El contenido del artículo es estrictamente personal y no representa necesariamente la opinión de ningún gobierno u organización.

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