El papel de la academia mexicana en la implementación de la Agenda 2030

22 mayo, 2019 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 5614

Miriam Ordoñez Balanzario

Mayo 2019

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible fue aprobada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 25 de septiembre de 2015. Los 193 miembros de la Organización se comprometieron a cumplir con los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) pactados a nivel mundial. La agenda da continuidad a las acciones emprendidas por la Declaración del Milenio (de 2000 a 2015) pone en el centro no solo a los seres humanos, sino a la vida en general. Los objetivos se duplicaron en número y su proceso de definición se democratizó: se reconoce que los problemas de desarrollo son complejos y solo pueden abordarse por medio de la cooperación internacional entre múltiples actores del sistema internacional.

Los Estados tienen un papel preponderante en la implementación de los ODS mediante la coordinación de múltiples actores, ya que se requiere de la participación proactiva, creativa e innovadora de sus ciudadanos, organizaciones e instituciones. En México esto se tradujo desde 2017 en la construcción de la Estrategia Nacional para la Puesta en Marcha de la Agenda 2030 y la instauración del Consejo Nacional de la Agenda 2030 en la Oficina de la Presidencia de la República. El Consejo es integrado por el grueso de las dependencias federales, el sector privado, organizaciones de la sociedad civil y la academia, que tiene un papel muy relevante y puede contribuir desde varios frentes a la implementación de los ODS.

La academia mexicana frente a la Agenda 2030

Las instituciones académicas del país, primordialmente de educación superior y centros públicos de investigación, tienen como principales objetivos la docencia, la investigación y la vinculación, lo que implica la generación de cambios en la vida de millones de estudiantes, la expectativa de llegar a la sociedad por medio del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Existe una gran coincidencia entre el ímpetu de la academia y la misión transformadora de la Agenda 2030, así como en su visión a largo plazo y con miras al trabajo en las generaciones presentes y futuras. La academia posee una fuerte responsabilidad con la sociedad por medio del poder de influencia que tiene en las percepciones y conductas de los estudiantes de hoy y del mañana, así como por medio del juicio experto de sus investigadores sobre diferentes asuntos de interés público.

La labor académica conlleva una oportunidad ética de crear conciencia, sin importar la disciplina. El impacto esperado de los procesos de educación y generación de conocimiento debería contribuir al desarrollo económico, político y social. La meta es que los programas de estudio y la labor docente deriven en la formación integral de las personas con la intención de contribuir al desarrollo sostenible, al respeto a los derechos humanos y al cuidado del medio ambiente.

La necesidad de la acción orientada a resultados

Encausar las acciones que ya realiza la academia hacia la implementación de la Agenda 2030 requiere un esfuerzo de planeación estratégica, vinculación y coordinación institucional tanto con el sector público como con el privado y social. Es necesario que las instituciones académicas, sean públicas o privadas, se reconozcan como parte de un sistema de gobernanza más amplio que tiene por objeto la resolución de problemas públicos.

Es así que la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior promovió en 2018 la propuesta «Visión y acción 2030». El documento sugiere la clara intención de sumarse a la implementación de los ODS y articula un plan de trabajo colaborativo entre las 191 instituciones de educación superior de todo el país que conforman a la Asociación.

Existe una gran coincidencia entre el ímpetu de la academia y la misión transformadora de la Agenda 2030.

Desde un enfoque de transformación, se organiza en cinco ejes y pone especial énfasis en la mejora de la calidad de la educación, la cobertura y equidad educativa, la responsabilidad social de las instituciones académicas del país, así como en la mejora de su gestión financiera y administrativa. Este último aspecto generalmente se considera secundario, pero es central para que la operación de estas instituciones sea transparente, orientada a resultados y fomente la rendición de cuentas sobre sus presupuestos y acciones.

Lo anterior es más evidente en las instituciones académicas públicas. En el caso de las instituciones privadas también se cuenta con las llamadas evaluaciones de cumplimiento que buscan supervisar que las escuelas brinden servicios educativos que cumplan con los requisitos establecidos. No obstante, la calidad de la educación no reside únicamente en una cuestión de programas de estudio, servicios e instalaciones. Es importante transitar hacia un sentido de calidad que integre el respeto a los derechos humanos y que se traduzca en promover la equidad entre las personas, la equidad de género, la revaloración de una cultura de paz y no violencia, la probidad y honestidad, el respeto a otras formas de vida y al medio ambiente, así como procurar una mayor responsabilidad ciudadana.

Cuando las instituciones académicas atienden estos ámbitos desde sus labores de docencia e investigación se está contribuyendo a la implementación de la Agenda 2030. Por ejemplo, el ODS 4 -Educación de calidad- contempla entre sus metas que para 2030 se asegure el acceso igualitario a la educación, se eliminen las disparidades de género, se cuente con instalaciones adecuadas para satisfacer las necesidades educativas y con docentes calificados para cumplir con el propósito de la enseñanza.

La educación, como los ODS, son detonadores de otras mejoras en el desarrollo de las personas y el medio ambiente. La Agenda 2030 se edificó con base en un enfoque sistémico, por lo que sus objetivos están interconectados y cualquier avance en su implementación tiene implicaciones en la de otros objetivos. Un buen ejemplo de esto es que al procurarse la calidad de la educación, en el sentido amplio que se señaló anteriormente, es posible generar cambios en el bienestar de las personas por medio de proveerles capacidades y habilidades que las ayuden a erradicar su situación de pobreza (ODS 1), que favorezca la reducción de sus desigualdades (ODS 5 y 10) y facilite el que cuenten con un empleo justo (ODS 8).

La planeación institucional de las instancias académicas públicas y privadas juega un papel fundamental para identificar en primera instancia los ámbitos en los cuales es factible contribuir a la implementación de la Agenda 2030, desde lo que ya se hace o se puede innovar, sin que esto signifique una carga administrativa, financiera o el desviar la atención de la misión, visión y metas de cada institución. A su vez. la planeación permite delinear objetivos de corto o largo plazo, destinar recursos y definir metas que posteriormente ayuden a monitorear, evaluar y dar cuenta sobre los avances logrados.

Gobernanza y colaboración en educación, ciencia y tecnología

Las acciones de vinculación y extensión escolar tienen un papel central en la consecución de los objetivos institucionales y los de la Agenda 2030. Son el brazo derecho de las labores de docencia e investigación de las instituciones académicas. Permiten mantener lazos de colaboración con el sector público, privado y social, alimentando un sistema de gobernanza en el que se toman decisiones de manera más democrática, se comparten recursos y se coopera mediante programas y proyectos compartidos.

En marzo de 2019 se presentó en la Ciudad de México la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (Red SDSN) que es una iniciativa mundial de la ONU liderada por el renombrado economista Jeffrey Sachs quien está adscrito a la Universidad de Columbia en Estados Unidos. La Red en América Latina se estableció por primera vez en Chile y actualmente se busca consolidar el capítulo mexicano por medio de la coordinación compartida de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Los trabajos de la Red serán auspiciados por la Oficina de la Presidencia de la República y la Agencia de Cooperación Alemana GIZ. El sector de la sociedad civil y las fundaciones privadas también son partícipe de la iniciativa pues la idea es crear sinergia entre las instituciones académicas del país, el gobierno y el sector social para generar iniciativas y proyectos, financiados por la Red, que tengan impacto en los ODS.

Las acciones de vinculación y extensión escolar tienen un papel central en la consecución de los objetivos institucionales y los de la Agenda 2030.

Otro esfuerzo previo a la de la Red SDSN es la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas que desde 2010 ha conglomerado a más de 1300 instituciones en 130 países. Esta iniciativa ha realizado una tarea de análisis e identificación de proyectos y acciones de capacitación e investigación en instituciones académicas y centros de investigación que tengan una contribución específica a alguno de los diecisiete ODS.

Un tema que subyace al éxito de este tipo de iniciativas es en gran medida el nivel de eficacia de la política en educación, ciencia y tecnología de cada país. En este contexto la academia tiene una gran responsabilidad en lograr que las ciencias y humanidades tengan una salida aplicativa a la generación de conocimientos y desarrollos tecnológicos en pro del desarrollo sostenible.

En conclusión, el papel de las instituciones académicas mexicanas frente a la Agenda 2030 no se encuentra solamente en identificar espacios de participación, sino en, primero, el desarrollo de un diagnóstico y planeación sólida que integre acciones de docencia, investigación y vinculación orientadas al cumplimiento efectivo de los objetivos institucionales alineados a la Agenda 2030. En segundo lugar, el autorreconocimiento como actor proactivo en un sistema de gobernanza más amplio donde la colaboración con los demás sectores es fundamental y, finalmente, la responsabilidad social que implica la educación desde una perspectiva integral que debe inculcar valores que refuercen, una ciudadanía respetuosa de los derechos humanos y el medio ambiente, y la aplicación ética de la ciencia en favor del desarrollo de todas las formas de vida sobre el planeta.

MIRIAM ORDOÑEZ BALANZARIO es maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo y doctoranda en Estudios de Desarrollo por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, en donde laboró 3 años en la Dirección de Vinculación. Posteriormente se desempeñó como funcionaria pública en el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático. Es profesora de la Universidad Anáhuac México. Síguela en Twitter en @mcocorika.

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3 Responses to El papel de la academia mexicana en la implementación de la Agenda 2030

  1. Edmundo Ordoñez dice:

    Me siento orgulloso de tener una hija bien preparada y que le gusta la investigación, así como la política.
    Sigue luchando por tus ideales no te detengas. Felicidades hija un fuerte abrazo.

  2. Erik Xavier dice:

    muchas gracias por el aporte, este articulo me ayudó mucho para mi investigación

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