El expansionismo ruso después de la invasión de Ucrania

2 marzo, 2022 • Artículos, Asuntos globales, Europa, Guerra Rusia-Ucrania, Portada • Vistas: 3730

Negociación, absorción y subordinación

El Español

Vicente Torrijos

Marzo 2022

Las raíces profundas del problema

Desde 2007, Rusia dejó en claro que tenía el propósito de reconstruir el Imperio soviético perdido tras la Guerra Fría. En la práctica, eso significó una carrera expansionista sobre diferentes zonas de la masa euroasiática y una presencia mundial sostenida, que ha llegado hasta Latinoamérica.

Por su parte, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se amplió gradualmente y fortaleció sus posiciones en Europa del Este, pero dejó vacíos muy sensibles, como Georgia, Moldavia y Ucrania. Con desdén histórico (desconociendo las lecciones que dieron origen a la Segunda Guerra Mundial), las potencias occidentales no crearon un sistema disuasivo integral en esta zona y no supieron contener el expansionismo ruso sobre Abjasia, Crimea, Donetsk, Lugansk, Osetia y Transnistria. De hecho, Rusia fue consolidando su aparato militar industrial y, simultáneamente, llenó esos vacíos de poder hasta invadir Ucrania y llegar a Kiev con el pretexto del “mantenimiento de paz” y el eufemismo de una “operación militar especial como último recurso”.

En 1994, mediante el Acta de Budapest, Estados Unidos se comprometió a defender a Ucrania a cambio de que se deshiciera del armamento nuclear en el que basaba su capacidad disuasiva ante Moscú. Pero Ucrania nunca fue aceptada en la OTAN y Washington no hizo nada más que advertir al Kremlin que recibiría sanciones económicas si la invadía. Esta actitud elástica y permisiva generó una especie de “invitación a invadir” por cuanto los beneficios de hacerlo resultaban, a juicio del agresor, muy superiores a los costos calculados.

Finalmente, Ucrania, el “escudo de Europa” contra las ambiciones rusas (como el presidente ucraniano Volodimir Zelenski se refiere a su propio país), se encontró abandonada: “Nos hemos quedado solos. No veo quién quisiera luchar con nosotros”. Es cierto que, pocas horas antes de la debacle, Zelenski había expresado en Alemania su intención de recobrar el poderío nuclear perdido y que esto pudo ser interpretado por el Kremlin como inadmisible, como una amenaza a su existencia. También lo es que si Ucrania hubiera sido aceptada en la OTAN, podría haber caído en la tentación de recuperar Crimea y habría arrastrado a la Alianza Atlántica a una guerra contra Vladimir Putin, dado el artículo 5 del Tratado que estipula la acción colectiva en caso de que uno de los miembros sea atacado. Asimismo, es posible que la oferta de convertir a Ucrania en un país neutral (algo parecido a la finlandización) se haya hecho un poco tarde, además de que, por lo pronto, a Putin no parece entusiasmarle la idea.

Por todo lo anterior, el sistema internacional de alianzas de Estados Unidos, la superpotencia hegemónica, se halla en entredicho: ¿puede confiar Taiwán, por ejemplo, en que Washington acudirá en su ayuda si China decidiera ocuparla? ¿Puede confiar Brasil en que si la presencia rusa en Venezuela fuera utilizada para desestabilizarlo, la Casa Blanca será un escudo protector? ¿No le convendría más al presidente Jair Bolsonaro iniciar desde ahora contactos de aproximación y diálogo con el Kremlin para buscar mecanismos de cooperación y entendimiento, en una especie de “diplomacia pendular” rentable?

Para decirlo de otro modo, ¿los aliados periféricos de las grandes potencias occidentales pueden sentirse suficientemente amparados y secundados por los líderes que toman las decisiones en el centro? En comparación con jefes de Estado paradigmáticos como Franklin D. Roosevelt, Charles de Gaulle, Winston Churchill, Harry S. Truman, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, ¿qué tan inspiradores y confiables pueden ser el juvenil Emmanuel Macron, el senil Joseph R. Biden, el sombrío Olaf Scholz o el frívolo Boris Johnson?

En la toma de decisiones y en la interpretación de la amenaza, Occidente acertó al robustecer la Alianza Atlántica entre 1990 y 2005, cuando absorbió lo que fue el Pacto de Varsovia y creó un espacio seguro conformado por treinta países. Pero, lógicamente, esa actitud defensiva produjo lo que en la teoría estratégica se conoce como un dilema de seguridad, pues causó en Rusia la impresión de que quedaba enfrentada a una amenaza existencial.

Entonces, en aras de garantizar cierto equilibrio de poder (aunque no necesariamente favoreciera la confianza ni la contención), los aliados occidentales permitieron las conquistas rusas. Olvidaron que con una política de apaciguamiento no se refrena a un régimen totalitario y abrasivo como el de Moscú sino que, más bien, se estimula su voraz apetito de dominación.

El porvenir del problema

En su política expansiva, que definiremos como de “gradualidad destructiva”, el Kremlin ha conseguido cristalizar su proyecto de irredentismo sostenible y ahora mismo dio dos pasos fundamentales: reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk ⸺sin ninguna necesidad de anexarlos porque funcionan como protectorados⸺ y ocupar Ucrania, a la que, seguramente, controlará mediante la instalación de un régimen despótico parecido al de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, al estilo de la Doctrina Breznev, de la que Putin se siente privilegiado legatario.

Estos dos pasos fundamentales se traducirán en una nueva plataforma de poder fáctico ruso y prorruso, estatal y no estatal, orientada a seguir interviniendo en los asuntos internos de muchos Estados. Pero no es solo intervencionismo. Además, Putin lanzará nuevos ciberataques a infraestructuras críticas, afectará procesos electorales y acelerará las operaciones de desinformación e hibridez estratégica en todos los campos y en múltiples escenarios. Por ende, Moscú diseñará las siguientes maniobras que ejecutará teniendo en cuenta el hecho de que Georgia y Moldavia aún no han sido aceptadas en la OTAN, es decir, que tal como sucedió con Ucrania, también padecen una orfandad estratégica y se encuentran completamente abandonadas a su suerte.

En esa mezcla tóxica de anschluss (anexión) y blitzkrieg (guerra relámpago) con que Putin ataca a sus víctimas, ¿Georgia y Moldavia podrían correr la misma suerte que Ucrania? Al fin y al cabo, Putin goza de cierta holgura político-militar. En Europa lo admiran tanto el gobierno austriaco como el húngaro; sus buenas relaciones con Turquía lo dejan suponer que Recep Tayyip Erdogan no le cerraría el paso por el estrecho de los Dardanelos; su presencia en Siria le permite actuar en todo el Medio Oriente, pero también en el Mediterráneo, y, como si fuera poco, lidera a sus anchas la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, tal como lo demostró en su reciente intervención quirúrgica sobre Kazajistán.

Con todo, la historia no es estática y el conflicto se transformará también en clave diplomática. Eso significa que Putin tendrá que elegir el modelo de dominación que ejercerá sobre la Ucrania invadida.

A juzgar por la conducta que ha exhibido en los escenarios en que ha usado la coerción y la coacción, el Presidente ruso no se inclina por un solo esquema de sometimiento. Ecléctico y pragmático en grado sumo, Putin ha oscilado entre la anexión (Crimea), la adhesión (Donbás) y la integración (Abjasia).

En el caso ucraniano, la situación exige un libreto distinto que legitime la absorción y estabilice la convivencia condicionada. Los 600 000 kilómetros cuadrados de extensión, los 40 millones de habitantes, el volumen de producción de alimentos y el poder simbólico eslavo como esencia cultural y espiritual apuntan a lo que pudiera ser un formato de “subordinación activa”. En otras palabras, una mezcla de pax romana y Doctrina Breznev, es decir, autonomía relativa y prosternación estratégica para diluir cualquier percepción de amenaza proveniente de la región controlada.

Putin tratará de quebrar la médula del sistema democrático liberal occidental, su verdadero propósito.

Ese formato exigiría un paquete inicial de pautas de conducta, así: 1) rendición de Ucrania, es decir, aceptación de la victoria de Moscú según la premisa de que el Kremlin logró desintoxicarla (desnazificarla y desmilitarizarla); 2) por ende, y ya que haya logrado anular las capacidades ofensivas del país, el compromiso de Kiev de que, en lo sucesivo, no contará con fuerzas militares, sino con una guardia de seguridad ciudadana; 3) instalación de un gobierno prorruso autoritario de duración indefinida y con participación activa o directiva de militares rusófilos; 4) neutralidad explícita (¿tipo finlandización?), pero de acuerdo con la noción abarcadora de negar cualquier hipótesis de asociación militar de Kiev con Occidente (OTAN o Unión Europea), es decir, subordinación estructural a Moscú e interdependencia controlada por el sistema de seguridad colectiva liderada por el Kremlin, y 5) convalidación específica del nuevo ordenamiento territorial en la zona, valga decir, el reconocimiento por parte de Kiev de la anexión de Crimea a Rusia y de la independencia de Donetsk y Lugansk.

En cualquier caso, como refundador del Imperio mediante una mezcla identitaria de la Santa Alianza zarista y el imperialismo soviético estalinista, Putin actuará en una dimensión planetaria, y no solo en consonancia con los estrechos parámetros en que lo encasillaba la geopolítica clásica. Fortalecerá su red internacional de alianzas irruptoras y, mediante prácticas disruptivas, incrementará notablemente los esfuerzos por controlar los destinos de algunas democracias; sobre todo, tratará de quebrar la médula del sistema democrático liberal occidental, que es su verdadero propósito.

Además, Rusia someterá a permanente tensión emocional a los países bálticos, incrementará notablemente el gasto en defensa de la Alianza Atlántica y manipulará el suministro de energía para encarecerlo a los europeos, mientras asegura la venta de gas a Beijing. De hecho, al sancionar a Moscú por haber invadido a Ucrania, los aliados occidentales se retractaron y no tocaron el sistema de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT). Tras haber exclamado insistentemente que aplicarían sanciones “masivas”, “severas” e “históricas”, los aliados entendieron que el daño iba a ser más grave para ellos que para Rusia (que no dejó su agresividad), lo que indica que no calcularon bien el efecto bumerán, ese impacto paradójico que suelen causar las sanciones económicas, normalmente ineficaces.

Entre tanto, mediante la fortalecida alianza con China formalizada en la declaración conjunta del 4 de febrero de 2022 (no importa si perdura o no), Putin logrará paralizar al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y tendrá en alerta permanente a varias alianzas regionales, como la de Australia, el Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS), o el Diálogo Cuadrilateral (Australia, Estados Unidos, la India y Japón) y el propio sistema interamericano. En otras palabras, erigirá un complejo de seguridad autocrática al que, desde la óptica atlantista, podríamos denominar Sistema Global de Amenaza Polifuncional (SGAP). Se trata de todo un proyecto renacentista basado en la unidad entre Beijing y Moscú: “el nuevo Eje”.

Los alcances del proyecto imperial

Al revivir el sistema imperialista ruso, Putin acelerará sus esfuerzos por penetrar la estructura latinoamericana de seguridad a partir del triángulo estratégico Caracas-La Habana-Managua. Lo hará mediante los métodos ya descritos, de modo selectivo y en todos los dominios de la guerra. Pero a diferencia del modelo actual, en que la troika expandía la llamada Revolución bolivariana, ahora Moscú tendrá el control directo de ese SGAP en su versión latinoamericana.

En un entorno de hibridez y simbiosis estratégica expansiva, el Kremlin perfeccionará la sinergia con potencias extrahemisféricas desestabilizadoras (como China e Irán-Hezbolá) a fin de consolidar la red latinoamericana de gobiernos y organizaciones no gubernamentales afines al proyecto alternativo de poder, prestando particular atención a los próximos procesos electorales en Brasil y Colombia. En tal sentido, más allá de la dinámica del petróleo o de las inversiones, el SGAP querrá asegurarse el dominio de estos sistemas políticos ya no con prácticas invasoras, sino mediante ejercicios de influencia, visible o solapada, que van desde el ciberactivismo desestabilizador hasta los más refinados métodos de movilización social violenta y compromisos de largo plazo con sectores políticos selectos. En otras palabras, cuando, por ejemplo, el presidente colombiano obtiene la promesa del embajador ruso en Bogotá de que el armamento que Rusia despacha a Venezuela no caerá en manos de grupos armados organizados, logra un compromiso formal que es valioso en sí mismo pero que no oculta la cuestión de fondo, esto es, que la influencia, la interferencia y la injerencia rusa no reposa exactamente en el flujo de armamentos.

Indivisibilidad de la seguridad y seguridad comprehensiva

En conclusión, está claro que el frágil equilibrio de poder internacional conseguido luego de la Guerra Fría está sometido a prueba. El sistema adolece de un verdadero régimen de seguridad, operativo y funcional, complementario del Consejo de Seguridad de la ONU, que no conseguirá esquivar el derecho de veto que gozan los miembros permanentes. Es insoslayable reinventar el sistema de seguridad internacional, tomando como punto de partida los conceptos de “seguridad comprehensiva” e “indivisibilidad de la seguridad”.

Independientemente de que cada potencia defina a su modo lo que significa la “indivisibilidad de la seguridad”, tal principio sería el fundamento de un sistema transnacional que, al menos en Europa, tiene como referentes la Declaración de Camp David de 1992, el Acta Fundacional de las Relaciones OTAN-Rusia de 1997, la Carta de Estambul de 1999 y el documento de la Cumbre de Astaná en 2010. Con todo, siempre será necesario reforzar el equilibrio de poder con iniciativas concretas que lo perfeccionen.

Dadas las circunstancias por las que transita la sociedad internacional, parece necesario explorar la utilidad de iniciativas como las siguientes, ya no basadas en sanciones económicas, sino en una especie de “persuasión coercitiva”. Estas iniciativas están pensadas para disuadir a Moscú (y por analogía a otros transgresores) de proseguir con sus operaciones militares especiales: 1) incrementar las capacidades militares combinadas entre los países de la OTAN limítrofes con Rusia hasta alcanzar objetivamente la disuasión mínima suficiente en el vecindario crítico; 2) respaldar decisivamente a la resistencia ucraniana para restablecer la integridad territorial y la independencia; 3) integrar prontamente en la OTAN a Finlandia, Georgia, Moldavia y Suecia; 4) entre tanto, desplegar una misión de observación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa en Georgia y Moldavia, para contener la inercia expansionista de Moscú; 5) emprender un despliegue preventivo multinacional que refrene la tentación expansionista del Kremlin; 6) activar la Fuerza de Despliegue Rápido de la OTAN en los puntos neurálgicos (aquellos por los que el Kremlin podría continuar su expansión), y 7) potenciar la ciberdefensa para repeler los ataques provenientes del entorno ruso y debilitar su tejido operacional.

VICENTE TORRIJOS es profesor titular de la Escuela Superior de Guerra de Colombia y profesor adjunto del W.J. Perry Center-National Defense University, Washington, D.C. Sígalo en sitio de internet vicentetorrijos.com.

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One Response to El expansionismo ruso después de la invasión de Ucrania

  1. Jorge E Macías Jaramillo dice:

    Estados Unidos se acerca a Caracas para tratar seguridad energética AFP 08 03 2022,El Economista / Comentario Jorge E. Macías Jaramillo (*)
    La Casa Blanca confirmó que una delegación se reunió con el presidente Nicolás Maduro con quien abordaron temas de energía y la situación de ciudadanos detenidos, entre otros temas.
    Estados Unidos se acerca a Caracas para tratar seguridad energética
    Washington/Caracas. La Casa Blanca informó el lunes que una delegación de alto nivel de Estados Unidos sostuvo conversaciones el fin de semana en Venezuela con el gobierno de Nicolás Maduro, y que el suministro de energía estuvo sobre la mesa, mientras Washington busca formas de reducir sus importaciones de petróleo ruso.
    «El propósito del viaje que realizaron los funcionarios de la administración fue discutir una variedad de temas que incluyen ciertamente energía, seguridad energética», declaró a periodistas la portavoz del gobierno de Joe Biden, Jen Psaki.
    Agregó que la delegación también habló sobre la situación de ciudadanos y residentes estadounidenses detenidos por el gobierno de Nicolás Maduro, entre los cuales hay seis ejecutivos de Citgo arrestados en Venezuela desde el 2017. Pero enfatizó que las conversaciones sobre energía y el destino de los detenidos son «conversaciones separadas».
    «Hubo una discusión que tuvieron los miembros de la administración en el transcurso de los últimos días», señaló la vocera. «Y parte de nuestro enfoque también está en la salud y el bienestar de los ciudadanos estadounidenses detenidos».
    Por su parte, la oposición también sostuvo un encuentro con la delegación estadounidense aunque no se saben detalles.
    El despacho del dirigente opositor Juan Guaidó, reconocido por Washington presidente encargado de Venezuela, informó de una «reunión sostenida con dicha delegación», de la que asegura ofrecerá más información «tras culminar labores de coordinación con el gobierno de los Estados Unidos, atendiendo razones de intereses y seguridad nacional de nuestro aliado».
    EU contra Maduro
    Estados Unidos y Venezuela rompieron relaciones diplomáticas a principios de 2019, luego de que Maduro asumió un segundo mandato en elecciones ampliamente cuestionadas. Washington reconoció entonces al líder opositor Juan Guaidó, presidente del Legislativo, como única autoridad legítima, e impuso una batería de sanciones a Caracas en pos de forzar la salida de Maduro.
    Las medidas incluyen un embargo vigente desde abril de 2019 que impide a Venezuela negociar su crudo -que representaba 96% de los ingresos del país- en el mercado estadounidense.
    Desde entonces, Maduro recibió un fuerte apoyo de Rusia para poder seguir exportando petróleo a pesar de las sanciones de Estados Unidos.
    Según el diario The New York Times, la visita a Caracas de la delegación estadounidense responde al supuesto interés de Washington de poder reemplazar parte del petróleo que le compra actualmente a Rusia con el que dejó de comprarle a Venezuela.
    La Casa Blanca puntualizó el viernes pasado que examina cómo reducir las importaciones de petróleo de Rusia tras la invasión a Ucrania sin perjudicar a los consumidores estadounidenses y manteniendo al mismo tiempo el suministro global, en momentos en que el barril de crudo supera los 115 dólares por el conflicto.
    Comentario Jorge Macías Jaramillo 8 03 2022
    Estados Unidos con su Intervencionismo le ha hecho la guerra económica a Cuba durante más de 60 años. Durante 29 años consecutivos los países en la ONU votan para que suspenda el inhumano bloqueo económico a Cuba, pero no hay poder humano sobre la tierra que les haga desistir
    Estados Unidos en los últimos años ha desatado una guerra de desinforman y guerra económica contra Venezuela por no admitir el Injerencismo e intervencionismo de EE.UU. Esta guerra ha ocasionado enormes calamidades a los Venezolanos muchos han tenido que migrar a otros países
    Sin dudas el bloque que le impone EE.UU. Les ha dificultado y precarizado la calidad de vida de los ciudadanos Venezolanos. Y por más que los ciudadanos latinoamericanos nos hemos solidarizado con Cuba y Venezuela y hemos solicitado la suspensión de estas guerras económicas contra estos países el gobierno de Washington ha mostrado ojos ciegos y oídos sordos y que para nada le importemos nuestros países a los que despectivamente nos ha etiquetado como “su patio trasero”
    EE.UU. le ha hecho la guerra comercial a China (pero China no es Cuba, Venezuela, Panamá et,) con lo que demuestran su doble moral. Para llevar las fábricas a China y aprovechar la mano de obra barata de los ciudadanos Chinos no argumentaban que China era comunista. Cuando la floreciente actividad laboral contribuyó al crecimiento económico de China esto ocasionó “envidia” al Presidente Trump, arremetió contra China y obligó a las grandes empresas de EE.UU. salir de China.
    Ahora que el Presidente Biden “Tiene grandes intereses y controla manipula a UCRANIA” le quiere hacer la guerra comercial a Rusia, quiere que los pises de Europa dejen de comprarle petróleo y gas a Rusia (con la promesa de vender a la UE estos energéticos se metió en este gran problema porque entre EE.UU. y Europa se encuentra el gran Atlántico) por lo que el apoyo de Venezuela que tiene grandes reservas de petróleo, oro Coltán et. Es importantísimo. AHORA SI LE CONVIENE TENER BUENAS RELACIONES COMERCIALES CON VENEZUELA.
    PERO A ESTADOS UNIDOS NO LE HA IMPORTADO EL EMBARGO DE TONELADAS DE ORO casi secuestro que INGATERRA LE HA HECHO AL ORO DE VENEZUELA.
    A pesar de su política frente a Europa de: “América para los Americanos” No ha movido un dedo para evitar las dos invasiones de Inglaterra a las Islas Malvinas la primera en el siglo XIX la segunda en 1982
    Presidente Biden ya se lo hemos dicho (buscar: CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE DE EEUU. JOSEPH BIDEN, CON COPIA A LA VICE PRESIDENTA KAMALA HARRIS por Jorge E. Macías Jaramillo)
    para mejorar las relaciones con América Latina usted debe dar un giro de 180 a la política Exterior de EE.UU. y acabar con el añejo caduco Intervencionismo e Injerencistas de Estados Unidos sobre América Latina. POR FAVOR RESPETE NUESTRA AUTODETERMINACIÓN.
    Sin que mi opinión sea intervencionismo sobre la hermana República libre y soberana de Venezuela. Le sugerimos a Venezuela que negocie, exija al gobierno de EE.UU. Cese el intervencionismo sobre Cuba, Venezuela y evite esta acción sobre alguno de nuestros países de América Latina para después se sienten a negociar sobre los recursos naturales de Venezuela.
    La Política Exterior de EE.UU. siempre ha sido impositiva, imperialista, a su conveniencia, Intervencionista y leonina. No cumple con acuerdos ni Tratados. Impone enmiendas y últimamente memorándum de entendimiento a los Tratados et. Estas políticas deben suprimirlas y dar un giro de 180 grados a su Intervencionismo.
    ¡ Cuidado presidente Maduro El Gobierno de EE.UU. es leonino, es un tiburón!
    (*)Ciudadano Panameño Ecologista Apoyamos el cierre de la megaminería en Panamá.
    Alto a La corrupción e Impunidad. Por la Integración y autodeterminación de América Latina.
    Defendemos La Neutralidad del Canal. Pacifista. Profesión Médico Pediatra.

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