China y la Iniciativa Global de Seguridad en el marco de la guerra en Ucrania

1 agosto, 2022 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Europa, Guerra Rusia-Ucrania, Portada • Vistas: 2100

logo fal N eneDiego Jiménez Álvarez

Julio 2022

La guerra en Ucrania se ha convertido en un punto de inflexión dentro de las relaciones internacionales. En un inicio se pensó que consistiría en un conflicto fugaz, local y hasta controlado, pero, a 6 meses de iniciado el conflicto, sus repercusiones han adquirido no solo connotaciones geoestratégicas ―que involucran a países de Eurasia, del Atlántico Norte y de Asia-Pacífico―, sino sistémicas, al poner en debate la base sobre la que descansa la arquitectura de la seguridad internacional.

El conflicto tiene como prolegómeno el resabio de las negociaciones de inicios de la década de 1990 que, a pesar de que culminaron y construyeron un nuevo esquema de seguridad euroasiático posterior a la Guerra Fría, quedaron inconclusas porque no satisficieron las condiciones de certidumbre de todos sus signatarios. Por lo tanto, Rusia, más allá de poseer un sentimiento revanchista, intenta equilibrar la correlación de fuerzas europeas a su favor. Aunque la respuesta de Occidente ha sido contundente, al punto de revitalizar su esquema de seguridad y marginalizar a Rusia, la ha obligado a apoyarse, primordialmente, de China, país con quien comparte la misma perspectiva sobre el actual sistema defensivo occidental.

Occidente, por su parte, no ha visto con buenos ojos el acercamiento estratégico entre China y Rusia; lo ha intentado desbaratar con la insistencia de que Beijing se alineé a su posición, es decir, que condene las acciones rusas, catalogue la “operación especial militar” como invasión e imponga sanciones a Moscú. Sin embargo, la posición china ha sido cautelosa y demuestra un equilibrio entre su pragmatismo y sus principios. Lo relevante para China es que la guerra en Ucrania, al igual que para Rusia, se trata de un rechazo a la operancia de los actuales esquemas defensivos occidentales, los cuales generan un “dilema de seguridad”, en donde la seguridad de un Estado está condicionada a la seguridad de otro, como por ejemplo en Asia-Pacífico.

Contexto histórico ruso

En el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, el presidente ruso Vladimir Putin hizo un llamado a la comunidad internacional sobre el hecho de que la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia Europa del Este había traído consigo el acantonamiento de infraestructura militar defensiva en las fronteras rusas, lo que significaba una acción “amenazadora” y “provocadora” para Rusia.

Con el final de la Guerra Fría, los esquemas de seguridad de Europa ―constituidos por la OTAN y el Pacto de Varsovia― habían perdido sentido. Era necesaria la construcción de una nueva arquitectura en materia de seguridad que respondiera a los desafíos y a las condiciones geopolíticas de la nueva era. En noviembre de 1990, los jefes de Estado de la Unión Soviética, de varios países europeos, Estados Unidos y Canadá firmaron, con gran optimismo, la Carta de París para la Nueva Europa y el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa.

Con el primero se aceptaron los valores occidentales y se estableció la máxima de que la seguridad europea sería “indivisible”, es decir, la seguridad de un país estaría vinculada con la de los demás países de la región, un principio que la delegación rusa consideró importante y que, más tarde, retomaría con China. Mientras que con el segundo acuerdo se pretendía establecer un límite para generar un equilibrio en el número de armamento convencional dentro del territorio europeo; se evitaría caer, como en el pasado, en una carrera armamentista.

En un inicio, la “nueva” arquitectura hizo creer que se había avanzado en una integración en materia de seguridad entre Estados Unidos, Europa y Rusia. A pesar de que no se delimitó el papel que la OTAN tendría en la seguridad europea, Rusia se involucró activamente, al punto de que el presidente Putin manifestó al entonces Secretario General de la OTAN, George Robertson, la intención de que Rusia ingresara a la Organización. Además, firmó el Acta Fundacional OTAN-Rusia y se unió al Consejo de Asociación Euroatlántico. Sin embargo, tales intenciones menguarían conforme la Organización continuaría con acciones que, según los rusos, fueron provocadoras a su seguridad nacional, por ejemplo, el tercer despliegue del mísil balístico estadounidense en Polonia y República Checa, a lo que Rusia respondió con el despliegue de un misil Iskander en Kaliningrado como elemento disuasorio; la persistente exclusión de la visión rusa en la toma de decisiones dentro del sistema de seguridad europeo, y el continuo ingreso de los países de la antigua órbita soviética como miembros de la OTAN antes que Rusia.

Rafael Poch-de-Feliu, en Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento (Ediciones Akal, 2018), considera que, para lograr una paz duradera en Europa, Rusia debe ser partícipe en el sistema de seguridad europeo, así como ocurrió con Francia en el Congreso de Viena de 1815 que, a pesar de ser el país vencido, fue invitada y no como la Alemania de Weimar que fue excluida en la Conferencia de Paz de París y que daría paso a un sentimiento revanchista en el futuro con resultados catastróficos.

Paralelamente, la OTAN comenzó a llenar el vacío dejado por la disolución de la Unión Soviética, algo que el liderazgo ruso ha utilizado, en reiteradas ocasiones, como narrativa para disuadir a Occidente de continuar con la expansión hacia Europa del Este. Los rusos argumentan que, en el marco de las negociaciones que tuvieron lugar en febrero de 1990 sobre la unificación alemana, el Secretario de Estado estadounidense, James Baker, aseguró al Presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, que, a cambio de la incorporación de la República Democrática Alemana a Occidente, la OTAN no se expandiría a Europa del Este. Sin embargo, varios analistas en medios europeos y estadounidenses consideran que dichas garantías nunca existieron, pero, de acuerdo con la historiadora Mary E. Sarotte en Not One Inch: America, Russia and the Making of the Cold War Stalemate (Yale University Press, 2021), Baker sí dio la seguridad de que no habría tal expansión, pero no fue por escrito, sino fue una promesa verbal.

¿Qué está pasando en Europa?

Ante la realidad de que Ucrania se convirtiera en un nuevo miembro de la OTAN, el liderazgo ruso lanzó una “guerra preventiva” a lo que denominaría como “operación especial militar” que, junto con el “reconocimiento” de las repúblicas del Donbás y la anexión de Crimea, son esfuerzos por equilibrar las fuerzas geopolíticas europeas a favor de Rusia. Henry Kissinger, Exconsejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en la última reunión del Foro Económico Mundial, expresó que las próximas negociaciones que definan el equilibrio euroasiático tendrán que demarcar una línea divisoria que regrese al “statu quo anterior”, es decir, garantizar que Rusia se sienta segura y así evitar una guerra directa entre Rusia y Europa.

No obstante, la lógica de la geopolítica occidental, en parte, recae en los postulados de Halford Mackinder y Zbigniew Brzezinski. El primero, con su bien conocida teoría del heartland sintetizada en quien domine dicha región ―Rusia más parte de Asia Central― puede controlar al mundo, mientras que el segundo, en The Grand Chessboard: American Primacy and its Geostrategic Imperatives (Basic Books, 1998) recomendaba a Estados Unidos, en su calidad de hegemonía, incorporar a Ucrania al mundo occidental para debilitar a Rusia porque es una bisagra para su desarrollo como potencia euroasiática; sin ella tan solo podría aspirar a ser una potencia asiática.

A raíz de la invasión rusa a Ucrania, la Unión Europea se siente amenazada. Como respuesta, renovó su debilitada alianza con Estados Unidos; dejará de depender de los recursos energéticos rusos, y está más decidida que nunca en reestructurar su seguridad colectiva. Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, declaró el “nacimiento geopolítico de Europa”. A pesar de que se desconoce si avanzarán en el antiguo proyecto de la creación de un ejército europeo, con los compromisos adquiridos en la Cumbre de Madrid, por ahora, la OTAN será el principal sistema defensivo europeo contra amenazas exteriores, y fortalecerán, entre otras cosas, las capacidades defensivas de los países que conforman el “perímetro defensivo” contra Rusia.

Implicaciones para China

Como represalia por la invasión, Rusia ha quedado prácticamente aislada del mundo occidental, haciéndose más dependiente de Asia y más cercana de China. A pesar de que la alianza sino-rusa data desde 1994 con la firma de una “asociación constructiva”, días antes del anuncio de la “operación especial militar”, los presidentes Xi Jinping y Putin firmaron una “asociación sin límites”. Entre otras cosas, establecieron una nueva propuesta sobre la seguridad internacional, a lo que más tarde, en el Foro de Boao 2022, el Presidente chino presentaría como la Iniciativa Global de Seguridad (IGS).

Desde antes de que existiera el actual marco normativo y principista que guía “moralmente” el comportamiento de los Estados en el escenario internacional, los países actuaban ―y lo siguen haciendo― conforme a lo que en la Francia de Richelieu se denominó raison d´état o interés de la seguridad nacional. En ese sentido, los Estados buscaban maximizar su poder, por ejemplo, aumentando su armamento, pero esto trae consigo un sentimiento de inseguridad para los demás Estados que, ante la sospecha de ser un blanco de un posible ataque, buscan defender su supervivencia. Así, los Estados débiles también entraron en esa dinámica de armarse o establecer alianzas para protegerse. Como resultado se obtenía un escenario más inseguro que, ante cualquier hostilidad, podría detonar un conflicto bélico, como lo que pasó con el período de la “paz armada”. Los teóricos realistas lo denominaron “dilema de seguridad”.

Como represalia por la invasión, Rusia ha quedado prácticamente aislada del mundo occidental, haciéndose más dependiente de Asia y más cercana de China.

En ese sentido, la IGS rechaza la actual lógica de la seguridad internacional en donde la seguridad de un Estado está supeditada a expensas de la seguridad de otro. En cambio, propone que la seguridad sea “indivisible” y para ello sugiere que las preocupaciones legítimas en materia de seguridad de cualquier Estado sean tomadas en consideración. Al mismo tiempo, el liderazgo chino demandó que se termine la “mentalidad de la Guerra Fría”, es decir, que se dejen de crear bloques defensivos regionales porque no propician condiciones de certidumbre ni de paz, como lo que pasa, por ejemplo, en Asia-Pacífico con los mecanismos AUKUS (Australia, el Reino Unido y Estados Unidos) y el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral Quad.

Kevin Cai, en China’s Foreign Policy Since 1949. Continuity and Change (Routledge, 2022), señala que, para el gobierno del presidente Xi, la alianza con Rusia es estratégica porque le permite contrapesar los mecanismos de contención que Estados Unidos ha establecido en Asia-Pacífico y que han limitado el desarrollo de China, como por ejemplo el giro a Asia de Barack Obama y la estrategia hacia el Indo-Pacífico de Donald Trump. De tal forma, el caso ruso en la guerra en Ucrania se trata de un espejo de lo que podría suceder en un escenario futuro en Asia-Pacífico, por lo tanto, China acepta las preocupaciones de seguridad rusas porque representan un esfuerzo por salvaguardar su seguridad nacional ante la amenaza que significa la expansión de la OTAN.

Lo anterior no significa que China apoye a Rusia en la guerra contra Ucrania. Por el contrario, antes de que iniciara el conflicto, China se declaró neutral y ha instado a las partes a sostener un diálogo para encontrar un consenso que permita implementar los acuerdos de Minsk. Más tarde, China declaró que podría mediar entre ambos para facilitar las pláticas de paz y ofreció asistencia humanitaria a Ucrania por más de 1.5 millones de dólares. Aunque China no ha condenado las acciones rusas como Occidente, sí lo ha hecho con los actos militares que van en contra del Derecho Internacional Humanitario.

A pesar de que la IGS surgió, en parte, por el conflicto en Ucrania, para China, tras la publicación del Concepto Estratégico 2022, en el que la OTAN la definió como un “desafío geoestratégico y sistémico” para la seguridad euroatlántica, hoy más que nunca cobra relevancia como un ejercicio de su política exterior para generar confianza y disipar rivalidades con países como Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda que fueron invitados a la Cumbre de Madrid, pero principalmente con Estados Unidos en el tema, por ejemplo, de Taiwán. Para China, una de sus prioridades nacionales, según los libros blancos de su ejército, es lograr la reunificación de su territorio de forma pacífica, pero si las negociaciones se agotan o Taiwán declara su independencia, China activará el artículo 8 de la Ley Antisecesión de 2005 para llevar una unificación por medios coercitivos.

Al respecto, Estados Unidos implementa una política hacia el estrecho de Taiwán que varios analistas han calificado como “política de ambigüedad estratégica”. Consiste en que Estados Unidos reconoce la “política de una China”, esto es, que se reconoce que Taiwán es un territorio perteneciente a China, al tiempo que sostiene relaciones comerciales con ambos, pero se desconoce si enviará tropas militares a favor de Taiwán si China utiliza el artículo 8, tampoco se sabe si apoyará a Taiwán si este, unilateralmente, declara su independencia.

No obstante, en la pasada reunión del Diálogo de Shangri-La, el Ministro de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, reafirmó que Estados Unidos continuará suministrando “armamento con características defensivas” a Taiwán, así como el que ha estado enviando a Ucrania para su defensa contra Rusia. Probablemente, una ventaja estratégica para China del conflicto en Ucrania sea reconocer el funcionamiento de dicho armamento que ha sido asaz efectivo contra el armamento ruso.

Es importante resaltar que el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la Cumbre de Madrid, consideró que China no es un adversario; permite colegir que aún no existe un consenso, por parte de los países miembros de la organización, de cómo aproximarse hacia el país del “reino del medio”, a raíz de la interdependencia económica que tienen con él. Y a pesar de que la posición en torno a China es ambigua, la presencia de estos cuatro países de Asia-Pacífico podría involucrar a la Organización en la región o quizá sea al revés, las acciones que implemente la organización serán respaldadas por estos países.

Asimismo, la declaración de la OTAN converge con la nueva estrategia del presidente Joseph R. Biden para contener a China, primero, con la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica anunciada en la IX Cumbre de las Américas y, segundo, con la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global que propusieron los miembros del G-7 para que, con un fondo de 600 000 millones de dólares, se contrarreste la influencia china en países de ingresos medios y bajos.

Consideraciones finales

Desde mediados de la década de 1990, China y Rusia han promovido la creación de un orden multipolar como contrapeso al unipolarismo estadounidense. La estrategia consistió, primero, en que las declaraciones de la alianza sino-rusa, conforme se actualizaban, refrendaban su visión multipolar, como fue la de 1997, la de 2001 y la más reciente de 2022. Paralelamente, ambos países tuvieron un papel activo en las instituciones multilaterales, primero, ingresando a las ya existentes, como la Organización Mundial del Comercio, y después creando otras que respondieran a nuevos desafíos, como la Organización para la Cooperación de Shanghái, los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), la Asociación Económica Integral Regional o la Unión Económica Euroasiática, por citar algunas.

Esta visión multipolar se inserta en el contexto del debilitamiento de la hegemonía estadounidense que, tras la crisis financiera de 2008, China comenzaría a ejercer un papel más activo en el escenario internacional por la política del “sueño chino” (zhongguo meng) del presidente Xi que busca, en parte, concluir con el doloroso período del “siglo de la humillación”, narrativa nacionalista que coincide con la “traición de Occidente” que el presidente Putin ha utilizado. De tal forma, la visión multipolar, según ambos países, tiene como intención mantener el entramado principista e institucional de la Organización de las Naciones Unidas, pero con la diferencia de que sea un mundo policéntrico. Esto quiere decir, que rechazan la hegemonía de un país y buscan que sus intereses, en materia de seguridad, sean considerados y no solamente los de Occidente y sus aliados. La importancia linda en que China y Rusia desean evitar que se genere un precedente en las relaciones internacionales en el que su seguridad nacional sea vulnerada, lo cual mandaría un mensaje de debilidad, algo que no ha pasado con las potencias occidentales.

DIEGO JIMÉNEZ ÁLVAREZ es miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad del Valle de México (UVM) y maestrante en Estudios de Asia y África con especialidad en China por El Colegio de México. Sígalo en Twitter en @decnja.

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One Response to China y la Iniciativa Global de Seguridad en el marco de la guerra en Ucrania

  1. Pável Pantoja dice:

    Muy bien explicado.

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