Árboles Kieviyeme

22 abril, 2021 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Portada • Vistas: 2508

Los pueblos indígenas en defensa del territorio y de los recursos naturales

Astrolabio

Mariana González Araujo 

Abril 2021

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

A la lluvia se le llama por medio del canto. Dentro de los relatos de la cosmovisión wixárika, los espíritus del sol y el fuego eran quienes la llamaban. Cuentan que fue así como Tatei Wiitari (Madre Lluvia) apareció por primera vez cuando la estrella de la mañana la llamó por su nombre. Así, todo se cubre por nubes de lluvia que caen primero en los lugares húmedos, donde se encuentran los árboles Kieviyeme, cuyo nombre significa “que venga la lluvia”, y a los cuales debemos que nunca deje de llover, pues de sus ramas brota la lluvia.

Esta cosmovisión es compartida por más poblaciones indígenas, quienes por siglos han agradecido la lluvia, pues su presencia significa buenas cosechas, lo que se traduce en alimento y seguridad para su comunidad. Por ello, es que se puede entender que también sean ellos, los pueblos indígenas, quienes son considerados los guardianes de los bosques.

En Australia, un ejemplo de defensa de los bosques lo tenemos en los aborígenes de Gumbaynggirr quienes han levantado la voz para detener la tala en el bosque de Nambuca, pues dicen que el bosque es parte de su identidad e historia. Son ellos quienes, aún después de los incendios de 2019 y 2020, han tenido la necesidad de denunciar actividades de tala que no solo incrementan el peligro para las especies forestales sino las de la fauna nativa de la región.

Escuchamos hablar de sumas millonarias para la infraestructura gris, pero no escuchamos mucho de invertir en estructura verde ni en las verdaderas fuentes generadoras de agua, como los bosques.

En tierras canadienses, es el pueblo Wet’suwet’en el que se encuentra en defensa de su territorio ante la construcción de un gasoducto de aproximadamente 670 kilómetros, el cual busca conectar campos de fracking en la Columbia Británica (desde Dawson Creek hasta Kitimart). La petición de este pueblo es considerar no solo la ley canadiense sino también la ley del pueblo Wet’suwet’en. Este conflicto ha experimentado un escalamiento tanto en las protestas como en la respuesta del gobierno canadiense desde diciembre de 2020, y actualmente se habla no solo de defensa del territorio sino de derechos humanos.

Un poco más al sur, las comunidades diaguitas lograron detener el proyecto minero Pascua Lama en la cordillera de los Andes entre Argentina y Chile. Con ello, se logró frenar el derretimiento de los glaciares que habían sido afectados por este proyecto y, en octubre de 2020, dichas comunidades emitieron una declaración en la que manifestaron su felicidad por la revalorización de su patrimonio cultural y natural.

Nuestros cuerpos de agua

En México también se pueden encontrar varias expresiones de pueblos indígenas en defensa del territorio y de los recursos naturales. Uno a recordar es la defensa de las mujeres mazahuas por el agua. Esta expresión tuvo lugar en 2004, cuando las comunidades indígenas mazahuas comenzaron a cuestionar la distribución asimétrica de los recursos hídricos en función del sistema Cutzamala, pues si bien este había sido construido para abastecer el 30% de la demanda de la zona metropolitana de Ciudad de México, no contemplaba la falta de pago por expropiación de tierras o de alguna otra compensación. Además, la disminución en el volumen del agua afectó a los ecosistemas generando que varias ciénegas y ríos se secaran. A raíz de esto, la población indígena se organizó para demandar un plan de desarrollo sustentable para la región como medida de compensación por los daños ocasionados por el trasvase hacia Ciudad de México.

Y tal vez, esta expresión no sería tema hoy, pero la realidad es que la situación que vive actualmente el sistema Lerma-Cutzamala es uno de los peores escenarios en 25 años. Las presas que alimentan este sistema se encuentran en mínimos históricos y, recuperando observaciones propias de los técnicos encargados de su mantenimiento ⸺quienes tuvieron a bien participar en el primer seminario “El agua y tu ciudad: Todos somos parte de una cuenca” convocado, entre otros, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura⸺ compartieron los altísimos costos por mantenimiento de dicho sistema, que rebasan los 170 millones de dólares anualmente, y que se relacionan también con los altos gastos de energía generados por el bombeo para traer el agua hasta Ciudad de México.

Este sistema basado en extraer y transportar está colapsando. Extraemos el agua de nuestros territorios, y también de territorios vecinos, pero no estamos nutriendo los mantos acuíferos. Percibimos una preocupación ante el funcionamiento del sistema de extracción y transporte, pero no se percibe una estrategia para la recuperación y la regeneración de los cuerpos de agua. Escuchamos hablar de sumas millonarias para la infraestructura gris ⸺misma en la que se sigue presentando el desperdicio de agua por fugas y distribución desigual⸺, pero no escuchamos mucho de invertir en estructura verde ni en las verdaderas fuentes generadoras de agua, como los bosques.

Hacia Kunming y Glasgow

Por ello, debemos pensar cómo podemos nutrirlo y qué mejor momento para hacerlo que hoy, 22 de abril, en la conmemoración del Día de la Tierra y la entrada en vigor del Acuerdo de Escazú, primer acuerdo en Latinoamérica para proteger a los defensores ambientales. Ambos, coinciden en 2021, año en que comienza el nuevo decenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la restauración de los ecosistemas.

Todo parece alinearse para beneficio de la Tierra. Muestra de ello, es la histórica decisión de la ONU por adoptar un nuevo marco, en el que se incluyen las contribuciones de la naturaleza en los reportes sobre la prosperidad económica y el bienestar humano. Con este marco, se busca incluir la importancia económica de los bosques, humedales y demás ecosistemas en los reportes económicos, dando un paso importante a las mediciones que antes se enfocaban solo en el PIB. Con ello, se espera que al poder calcular el capital natural se cuente con una mejor herramienta para alcanzar un desarrollo sustentable en el que la importancia y el valor de nuestra naturaleza sean visibilizados.

Articular los esfuerzos de biodiversidad y cambio climático no solo es necesario sino urgente, y gracias a los pasos adoptados recientemente, como el de capital natural, será cada vez más fácil y orgánico conseguirlo.

Dicho marco, adoptado el 11 de marzo de 2021, se espera encuentre un eco aún mayor en las próximas reuniones sobre biodiversidad y cambio climático. La primera, la Conferencia de las Partes (COP-15) sobre Biodiversidad en Kunming, a realizarse el 17 de mayo de 2021 en la capital de la provincia de Yunnan, en China, que tiene como parte de sus objetivos la revisión de los logros y los entregables del Plan Estratégico para la Biodiversidad 2011-2020, así como contemplar un enfoque en el que se asegure el trabajo para preservar la biodiversidad, reconociendo su contribución en la nutrición, la seguridad alimentaria y el sustento de las personas, especialmente, en las que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad para un Marco Global para la Biodiversidad posterior a 2020.

Por su parte, en la COP-26 sobre Cambio Climático, que comenzará ⸺si no se pospone de nuevo⸺ en Glasgow, el 1 de noviembre de 2021, se espera poder dar seguimiento a las promesas del Acuerdo de París y contar con algunas actualizaciones por parte de los países sobre sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), mayor ambición por las metas climáticas en adaptación y mitigación, así como mayor compromiso en el financiamiento climático.

Acompañar y nutrir las NDC

Además, se espera poder sumar las exigencias y los impulsos de foros previos, como el Diálogo sobre el Clima de Petersberg y el Foro sobre la Ambición de Placencia, este último organizado por el gobierno de Belice en su papel como presidente de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares (AOSIS por sus siglas en inglés). En ambos, temas como la implementación, asegurar la acción climática de la comunidad internacional y presentar nuevas metas revisadas y estrategias de largo plazo, son algunas de las tareas a retomar. Por su parte, el Foro busca también acompañar al Acuerdo de París mediante una serie de reuniones virtuales, con el objetivo de que los miembros de la AOSIS alienten e impulsen la acción y la ambición climática en las NDC propuestas ⸺antes de la COP-26⸺ reforzando que esto apremia en un contexto de pandemia.

Articular los esfuerzos de biodiversidad y cambio climático no solo es necesario sino urgente, y gracias a los pasos adoptados recientemente, como el de capital natural, será cada vez más fácil y orgánico conseguirlo. La propuesta es considerar estas reuniones internacionales como las plataformas necesarias para la implementación nacional. Así, entendiendo la naturaleza sistémica de nuestro planeta, podremos vislumbrar políticas integrales en las que quede cada vez más clara la relación que guardan la regeneración de nuestra flora y fauna con nuestra salud.

Hay esperanza, solo debemos recordar que el aire y el agua que necesitamos para vivir se generan en los bosques, mismos que cada día se encuentran más amenazados por condiciones de cambios de uso de suelo, sequía, tala e incendios forestales. Sí se puede, y hoy es un excelente día para sumarnos a los esfuerzos que desde hace años lideran nuestros pueblos indígenas defendiendo nuestros bosques y llamando a la lluvia. ¡Hagamos que llueva! Primero, en los árboles Kieviyeme y, después, en toda la Tierra.

MARIANA GONZÁLEZ ARAUJO es licenciada en Relaciones Internacionales y maestra en Economía y Negocios por la Universidad Anáhuac México. Es profesora de Medio Ambiente en la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac y coautora de Home-office: La nueva revolución industrial (BOSCH México, 2020). Sígala en Twitter en @youthxpower.

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