Arabia Saudita e Irán: los grandes perdedores ante el ataque contra Aramco

18 septiembre, 2019 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 6179

CNN

Moisés Garduño García

Septiembre 2019

El ataque a las instalaciones petroleras de Saudi Aramco en Abqaiq y Khurais redujo la producción energética saudita en 5.7 millones de barriles por día y puso en tela de juicio la capacidad del reino para mantener la seguridad de la denominada “empresa más rentanble del mundo”. Aramco es la joya de la corona saudita. Sus reservas rondan los 266 000 millones de barriles y su valor total se estima en unos 1.78 billones de euros, casi cuatro veces mayor que Apple. No obstante, después de los ataques del 14 de septiembre de 2019, es altamente probable que el precio de Aramco se reduzca dada la volatilidad geopolítica de la región y que esto lastime los planes de venta del 5% de sus acciones que había anunciado el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, esto como parte de la estrategia de desarrollo Vision 2030 que tiene por objetivo la diversificación de la economía saudita.

La noticia significa un duro golpe para el gobierno de Bin Salmán pues se produce en el contexto donde se había asignado un nuevo presidente para la empresa, Yasir al Rumayyan, un íntimo del principe heredero, quien se supone pilotearía la salida de Aramco a la bolsa. Además, la empresa ya había hecho su debut en el mercado de bonos en abril de 2019 y contaba con la intención pública de grandes bancos de inversión estadounidenses para participar en la compra de acciones, esto a pesar de la mala reputación que mantenía el reino saudita tras el polémico caso del periodista Jamal Khashoggi. En la lista de bancos figuraban JPMorgan, Goldman Sachs Group, Bank of America Merrill Lynch, Citigroup y HSBC Holdings, entre otros.

Aunque los hutíes se atribuyeron el ataque, el presidente estadounidense Donald Trump no tardó en señalar a Irán como el “aparente responsable”.

Aunque los hutíes se atribuyeron el ataque, el presidente estadounidense Donald Trump no tardó en señalar a Irán como el “aparente responsable”. Pero a decir verdad, el momento político no era muy conveniente para que Irán lanzara un ataque de este tipo si se considera que, apenas el 10 de septiembre de 2019, John Bolton, principal actor político interesado en una guerra con Irán, habría sido despedido como Asesor de Seguridad Nacional invocando “una serie de desacuerdos significativos con el Presidente”, lo que produjo una ligera oportunidad para volver a la diplomacia en la esfera pública global. Por otro lado, si los iraníes fueran los responsables de estos ataques, eso mostraría tan solo un poco de la capacidad militar con la que cuenta Teherán en un conflicto que, sin llegar a ser una guerra convencional, ya ha tenido un serio impacto en la economía internacional. Hay que señalar que, mientras Irán ha derribado drones altamente sofisticados de fabricación estadounidense, Arabia Saudita ha experimentado más de una decena de ataques en sus instalaciones energéticas, portuarias y aeroportuarias entre 2018 y 2019 con estos artefactos. En cualquiera de los casos, Arabia Saudita, antes de pensar en un ataque militar contra Irán como lo han sugerido algunos, debe garantizar la seguridad de sus instalaciones petroleras para devolver la confianza a sus clientes energéticos y evitar perderse en lo que se conoce como “el balance disuasivo”. Esa será una decisión dificil que se tomará en estas semanas, aunque todo parece indicar que quien pagará este desafío estratégico, tal como ha sido desde 2015, será la sociedad civil yemení.

Pero existe un tercer ángulo de la situación. El afamado sitio de información Middle East Eye expuso un análisis interesante que contextualiza el ataque contra Aramco en el marco de una guerra de baja intensidad donde participan grupos no estatales asociados a las potencias regionales. Los ataques que paralizaron la industria petrolera saudita, de acuerdo con el sitio, “habrían sido realizados por drones iraníes lanzados desde las bases de las milicias Hashd al Shaabi en el sur de Irak, en represalia por los ataques de drones israelíes recibidos contra sus bases militares en agosto de 2019, ataques que fueron coordinados y financiados por los sauditas en ese entonces”.

El petróleo en el centro

Si se considera lo anterior, el ataque a Aramco también puede leerse en una lógica militar asimétrica donde el mensaje más claro es que, “mientras haya asedio petrolero contra Irak e Irán, nadie tendrá estabilidad en la región”. Vale la pena señalar que, de ser cierta esta información, los drones procedentes de Irak habrían tenido que cruzar el espacio aéreo de Kuwait para llegar a la provincia petrolera saudita localizada en el este del país, cumpliendo con una ruta de hasta un 50% menor en comparación con un drone proveniente de Yemen. El periódico kuwaití Al Marsad publicó el día del ataque un avistamiento de un drone en el espacio aéreo kuwaití, en la zona de Dar Salwa, describiéndolo como “un artefacto de tres metros de largo muy parecido al tamaño de un auto pequeño”, aunque no confirmó si estaba relacionado con el ataque.

El ataque a Aramco también puede leerse en una lógica militar asimétrica donde el mensaje más claro es que, “mientras haya asedio petrolero contra Irak e Irán, nadie tendrá estabilidad en la región”.

Si bien los precios del petróleo aumentaron casi 16% después del ataque, los compradores asiáticos que adquieren petróleo del golfo Pérsico aún pueden echar mano de sus reservas estratégicas para evitar una crisis de pánico, a no ser que Arabia Saudita no cuente con la capacidad de reanudar sus exportaciones en un plazo mayor a 2 semanas. Lo que es verdad, es que actualmente se tienen dos zonas estrategicas y de alta importancia para la economía mundial en máxima tensión: El estrecho de Hormuz, y el Golfo de Aden; y que parece que Arabia Sauditae Irán están usando los territorios de Irak y Yemen como campos de batalla para defender su influencia en ambos corredores, porque saben que una guerra abiertamente declarada entre ambos países no es conveniente para la mayoría de sus respectivas élites, empresarios y militares, y tampoco lo es para sus pares en países como China, la India y Japón. Con respecto a Estados Unidos, es sabido que una guerra abierta sería catastrófica para la reelección de Trump, pues un conflicto de alta intensidad inmediatamente dispararía el precio del petróleo aún más lo que ya aumentó, lo cual indiscutiblemente estaría afectando el bolsillo del contribuyente estadounidense, particularmente ante las sombras de la recesión económica mundial. En el caso de México, es un error pensar que el ataque a Aramco beneficia a la producción petrolera nacional, pues aunque es verdad que los precios altos benefician nuestra exportación de crudo, también lastiman nuestra importación de gasolina. Es necesario recordar que México es uno de los importadores de gasolina más grandes del mundo pues solo cubrimos un 23% de nuestras necesidades con producción nacional.

Finalmente, es necesario decir que mientras Arabia Saudita está trabajando duro para resolver la crisis de confianza en sus clientes e inversionistas potenciales, los líderes de Irán, Rusia y Turquía se encuentran negociando fórmulas para continuar con la normalización política en Siria (otro campo de batalla de los intereses de las potencias regionales y extra regionales), pero con la máxima alerta en sus respectivas fuerzas armadas. Lo que los hechos en el terreno nos están mostrando es que ni Arabia Saudita ni Irán están ganando en este enfrentamiento, y que mientras miles de personas han muerto en Irak, Siria y Yemen, por esta disputa regional, es probable que más ataques encubiertos de este tipo sigan dictando el guion de esta rivalidad regional la cual, hay que decirlo, se agudizó desde la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán.

MOISÉS GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y maestro en Estudios de Asia y África con especialidad en el Medio Oriente por El Colegio de México. Es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. En 2018 fue acreedor al reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de docencia en Ciencias Sociales que otorga la UNAM, y actualmente es Coordinador del proyecto de investigación “Justicia social y sectarismo en el Medio Oriente del siglo XXI” en la UNAM, así como colaborador del proyecto “Representaciones del islam en el Mediterráneo local: cartografía e historia conceptuales” de la Agencia Estatal de Investigación de España. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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2 Responses to Arabia Saudita e Irán: los grandes perdedores ante el ataque contra Aramco

  1. Palmis Valle dice:

    Moisés, este artículo me deja claro las fuerzas que están disputándose la zona y su afectación mundial, pero me queda la duda del papel que juega Trump y sus declaraciones. Yo hasta llegue a pensar que era Estados Unidos el que había mandado los drones con el fin de acusar a Irán y provocar la aversión mundial contra Irán .

  2. […] sino que se apoderó del Estado iraquí. Hoy, las Fuerzas Populares Iraquíes, posiblemente implicadas en el ataque a Saudi Aramco de septiembre de 2019, son la institución de seguridad más importante de Irak, cuyos miembros expresaban en las paredes […]

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