Afganistán: los talibanes y la geopolítica de Asia Central

27 septiembre, 2021 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Portada • Vistas: 3744

El Periódico

César J. Mejías

Septiembre 2021

Afganistán ha vuelto a aparecer en los titulares de los noticieros a nivel mundial. Esto tras la vuelta de los talibanes al poder político y la retirada militar de Estados Unidos, después de casi 20 años de ocupación. Esta situación ha generado diversas reacciones a nivel internacional por sus posibles implicaciones en la seguridad y la estabilidad de la región.

Ubicado en la intrincada geografía montañosa de Asia Central, Afganistán cuenta con un mosaico étnico-cultural bastante diverso (pastún, tayikos, hazaras, uzbekos y turkmenos), pero consta de una población mayoritariamente musulmana. Aunado a esto, colinda al norte con Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán (antiguas repúblicas soviéticas), Irán (al oeste), Pakistán (al este) y China, con quien comparte una pequeña porción de frontera. Con aproximadamente 38.4 millones de habitantes, tiene una de las poblaciones desplazadas más grandes del mundo hacia sus vecinos: Irán y Pakistán.

Desde su independencia del Imperio británico, en 1919, Afganistán ha sido escenario de una profunda fragilidad política interna, producto de su heterogeneidad étnico-religiosa, así como de enfrentamientos geopolíticos regionales e internacionales en sus territorios. Entre ellos destaca el ruso-británico, desde finales del siglo XIX, pasando por la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, intensificada desde 1979 hasta 1989. Asimismo, fue testigo de la ocupación internacional tras los acontecimientos del 11-S. Finalmente, a esto se suma el retiro de la presencia militar estadounidense y la (OTAN) de suelo afgano.

Origen de los talibanes en la década de 1990

Los talibanes (cuya raíz deriva de talib, estudiantes del Corán) habitaban en los campos de refugiados paquistanís y se originaron en las madrasas (escuelas coránicas) de Pakistán, al fragor de la resistencia islámica frente a la ocupación soviética, de 1979 a 1989. Desde su toma de poder en 1996, los talibanes declararon a Afganistán como un Emirato Islámico, instauraron la Sharia (ley islámica), bajo un prisma rigorista y puritano del Islam, inspirado en enseñanzas wahabita, como fuente de legislación en el país. Esto se tradujo en un significativo retroceso en los derechos de la mujer y las minorías en el país.

Paradójicamente, los talibanes fueron consolidando progresivamente, desde 1994, posiciones de poder en el país, frente al silencio de la comunidad internacional. Esto fue así hasta 2001, momento en que los ojos del mundo se volvieron a Afganistán tras los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y las acusaciones contra la organización Al Qaeda. Dicho grupo contaba, en ese entonces, con el respaldo de las autoridades de Kabul y su base de operaciones en suelo afgano.

Una vez derrocado el gobierno talibán, por una coalición internacional liderada por Estados Unidos, entre 2001 y 2021, Afganistán tuvo dos presidentes que ejercieron funciones limitadas. Tal escenario se dio, por un contexto complejo, por la presencia de tropas internacionales de la OTAN, en suelo afgano.

Retiro de las tropas y salida del presidente Ashraf Ghani

Tras un acuerdo suscrito en Catar con las facciones de los talibanes, en febrero de 2020, el gobierno de Donald Trump anunció el retiro de sus tropas de Afganistán. La retirada inició, ya con el gobierno de Joseph R. Biden, en mayo de 2021. El 14 de agosto, se registró la sorpresiva salida del presidente Ashraf Ghani de Afganistán, lo que provocó preocupaciones por la situación y la estabilidad política interna del país centroasiático, sobre todo ante el avance de las fuerzas de los talibanes, el deterioro de la situación de los derechos humanos, particularmente de las mujeres y grupos religiosos minoritarios, al igual que por las eventuales repercusiones regionales e internacionales. Desde Washington a Moscú, pasando por Beijing, Bruselas, Islamabad, Nueva Delhi y Teherán, las reacciones ante el regreso de los talibanes al poder no se han hecho esperar.

En su rueda de prensa del 17 de agosto en Kabul, el vocero de los talibanes, Zabihullah Mujahid, manifestaba en clara alusión a la salida de las tropas estadounidenses: “La independencia es un derecho legítimo de las naciones”. Asimismo, hacía un llamado a la conformación de un gobierno de unidad. Además, anunció “la declaración de amnistía general, la promesa del respeto a los derechos de las mujeres, y la promesa de un gobierno inclusivo”.

Reacomodo de fuerzas

Para los talibanes, la salida de las tropas de Afganistán constituye una clara victoria tras décadas de presencia en sus territorios. Cabe recordar que los muyahidines (combatientes), que incluye a algunos miembros del talibán, previamente se atribuyeron la derrota y la salida de las tropas soviéticas en 1989, esto después de sus trabajos desde la resistencia. En ese entonces contaban con el apoyo de países como Arabia Saudita y Estados Unidos, utilizando como base de operaciones Pakistán.

Para otras organizaciones islamistas en la región, como Al Qaeda y el Estado Islámico, o los partidos y los movimientos de inspiración islamista en Asia Central y el Medio Oriente, el retorno de los talibanes al poder puede generar una suerte de fuente de inspiración para su accionar en los escenarios nacionales y regionales. Ya que los incentivos para replicar la toma del poder se reactivan.

Para Estados Unidos, la salida de sus tropas de Afganistán y el retorno al poder de los talibanes, constituye una clara derrota con grandes costes económicos para Washington, tras 20 años de ocupación militar, además de un debilitamiento en su presencia estratégica en Asia Central (pese a que aún mantiene presencia militar en Irak y Siria). Hasta el momento, el gobierno estadounidense no ha dejado en claro si reconocerán a los talibanes como legítimos representantes de ese país. En su declaración del 30 de agosto de 2021, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, manifestó: “El talibán busca legitimidad internacional y apoyo. Nuestro mensaje es que cualquier legitimidad y apoyo debe ser ganado”. Por lo pronto, Estados Unidos ha decidido trasladar a sus funcionarios diplomáticos de Kabul a Doha, desde donde atenderán asuntos consulares. Paradójicamente, Estados Unidos, que financió y apoyó a los muyahidines (en buena parte antecesores de los talibanes), en la década de 1980 en un intento por contener a su enemigo soviético en Asia Central, ahora se ve obligado también a abandonar el territorio afgano.

Para Moscú, el antiguo rival y ocupante de Afganistán entre 1979 y 1989, la situación de dicho país constituye un elemento prioritario de su vecindario sur por razones de seguridad, así como por la posible vinculación de los talibanes con movimientos y organizaciones islamistas que operen en Asia Central y en el interior de Rusia. Es de destacar que, si bien Rusia no comparte fronteras con Afganistán, la situación de los países vecinos, en una eventual regionalización de conflicto, sí son una prioridad para la seguridad de Moscú, al igual que por razones energéticas. Además, las autoridades rusas han sostenido, recientemente, reuniones de alto nivel en materia de seguridad y defensa con Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, bajo el paraguas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Ante esto, han realizado ejercicios militares conjuntos con algunos de ellos en los últimos tiempos, en una demostración de músculo frente a una regionalización de conflicto.

Para Beijing, por su parte, la situación de Afganistán constituye una oportunidad estratégica para el incremento de su presencia regional, así como de mayores vínculos económicos ⸺ante sus planes de establecer la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda⸺ con un eventual gobierno de transición afgano, y, por supuesto, por razones de seguridad. Cabe recordar que, en julio de 2021, una delegación de los talibanes visitó China para reunirse con el Ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, en Tianjing. Aunque Beijing solo comparte una pequeña porción de fronteras con Afganistán, mantiene una preocupación por los posibles vínculos entre grupos religiosos transnacionales sunitas con las minorías musulmanas en China.

Para los talibanes, la salida de las tropas de Afganistán constituye una clara victoria tras décadas de presencia en sus territorios.

Para Teherán, por su parte, históricamente la situación de Afganistán ha sido una prioridad de su política exterior y de seguridad, considerando el flujo migratorio afgano a través de las fronteras comunes y la presencia de unos 2.5 millones de refugiados, aunado a la seguridad en su frontera este. Cabe recordar que tanto la ocupación soviética de 1979, como la ocupación estadounidense después del 11-S, y la presencia de tropas internacionales en suelo afgano; han sido una fuente de preocupación para su propia seguridad nacional, sumado a la presencia de Estados Unidos en su vecino oeste, Irak, desde 2001. Asimismo, para Teherán, el tema del respeto de las minorías hazaras en Afganistán, conforma una fuente de preocupación. Pese a la rivalidad entre Teherán y las facciones talibanes en el pasado, por la confrontación entre facciones musulmanas chiitas y sunitas, recientemente han mantenido contactos pragmáticos y se desconoce un eventual reconocimiento de los talibanes por parte del nuevo gobierno iraní de Ebrahim Raisi.

Para Islamabad, la situación de Afganistán representa una prioridad de política exterior y de seguridad nacional, considerando que ambos países comparten una larga frontera de unos 2430 kilómetros, y por el flujo comercial entre ambos países. Además, hay unos 1.5 millones de refugiados afganos en suelo pakistaní. En el pasado, las autoridades de Islamabad dieron albergue a líderes talibanes y no se desestima un eventual reconocimiento de un nuevo gobierno. Ya algunas delegaciones de los talibanes han comenzado a establecer sus contactos con Islamabad, como la visita de una delegación.

Para las antiguas repúblicas soviéticas, Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán, la situación de Afganistán constituye una prioridad para la política exterior, seguridad y defensa. Considerando que comparten una frontera de unos 2387 kilómetros, es probable un incremento del flujo de migrantes, aunque se dificulta por la geografía montañosa de la zona, así como por los posibles vínculos de organizaciones islamistas que operan en sus territorios. No se desestima el reconocimiento de los talibanes en concomitancia con el incremento de su seguridad fronteriza y ejercicios militares conjuntos, como los realizados recientemente en Tayikistán.

Por su parte, para Catar, que en el pasado ha albergado reuniones entre facciones afganas para la conformación de un gobierno de unidad nacional, así como conversaciones entre Estados Unidos y los talibanes, es probable que reconozcan a las nuevas autoridades de Afganistán. Lo cual significaría la posibilidad de establecer nuevos vínculos comerciales e inversiones en materia de infraestructura.

Conclusiones

La situación de Afganistán, tras el retiro de las tropas estadounidenses y el arribo de los talibanes al poder nuevamente, sumergen al país en la incertidumbre. Las perspectivas de estabilidad interior y en la región parecen poco claras hasta el momento. Las autoridades talibanas se mueven en un doble juego para obtener legitimidad interna, mediante alianzas con liderazgos étnicos tribales, locales, en un contexto de alta fragmentación étnico- religiosa, además buscan legitimarse ante la comunidad internacional. En declaraciones del vocero Mujahid, el 30 de agosto de 2021, señalaba: “Deseamos tener buenas relaciones con todo el mundo”.

Todo parece indicar que deben realizarse negociaciones internas para establecer una suerte de gobierno de transición liderado por los talibanes en coalición con otros liderazgos menores del país. Asimismo, algunos han alertado sobre la conformación de una resistencia antitalibán en algunas regiones del país. Desde el punto de vista económico, las nuevas autoridades de Kabul deben asumir las riendas de un país con una economía e infraestructura deteriorada por décadas de conflicto. Además, se enfrentarán a los recortes de ayuda de organismos internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, anunciados recientemente. Así como de la colaboración de los principales países donantes, hasta que no haya claridad en su orientación y políticas.

Frente a este nuevo escenario, Irán tiene el reto de mantener relaciones pragmáticas con las nuevas autoridades de Kabul, pese a las diferencias religiosas entre ambos países. Esto para lograr asegurar la situación en sus fronteras y contener el flujo migratorio de afganos hacia su país, que ya se encuentra bastante afectado por las sanciones de Estados Unidos. Por su parte, Pakistán tiene el reto de mantener relaciones con las nuevas autoridades de Kabul, mejorar las relaciones económicas bilaterales, y tratar de controlar el impacto del éxito talibán en las organizaciones de inspiración islamistas de oposición a las autoridades de Islamabad.

Los países fronterizos Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán tienen el reto de mantener contactos y coordinaciones con las nuevas autoridades de Kabul, asegurar la situación en sus fronteras y contener el posible impacto de estos acontecimientos en los partidos y organizaciones islamistas que operan en estos países. Para Beijing, la nueva situación de Afganistán se presenta como una oportunidad para ejercer un papel de liderazgo regional, además de una posibilidad para incrementar vínculos comerciales con las nuevas autoridades de Kabul. Asimismo, debe evitar que la ideología y el paradigma islamista logren permear las fronteras de la nación asiática, particularmente en su frontera oeste.

Para Moscú y Washington, la situación de Afganistán con el retorno de los talibanes, significa un gran reto hacia sus posiciones de liderazgo a nivel regional e internacional. Ambos países ocuparon Afganistán, no obstante, ahora tienen ante sí el reto de trabajar con las nuevas autoridades de Kabul. En caso de reconocerlas, deben construir nuevas alianzas o nuevamente sucumbir y apoyar políticas sectarias que traigan mayor inestabilidad a la ya convulsa región de Asia Central.

CÉSAR J. MEJÍAS es sociólogo, con distinción Summa Cum Laude, y maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad Central de Venezuela. Es experto en temas del Medio Oriente y Asia Central. Ha sido profesor e investigador de la Escuela de Sociología, dictando seminarios de los movimientos islámicos en el mundo contemporáneo, entre otros.

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One Response to Afganistán: los talibanes y la geopolítica de Asia Central

  1. Jhony Balza dice:

    Cuánto podamos analizar se hace hoy fundamental. Que bueno Cesar leerte. Reflexionar es una virtud y hay que sembrarla

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