Hay insatisfacción, pero no con la democracia

30 mayo, 2016 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 15827

 Un análisis interpretativo

INE via Facebook

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avatarDefault  Luis Gabriel Rojas

Mayo 2016

 Actualmente existe una especie de consenso sobre la insatisfacción o decepción de los mexicanos con la democracia. Este es un lugar común en charlas de café, sesudos análisis de columnistas, encuentros académicos, actos de gobierno y en las tribunas del Congreso. La supuesta insatisfacción con la democracia ha hecho sonar las alarmas sobre una cierta afección de los mexicanos por la queja, el autoritarismo y el populismo. Sin embargo, esta interpretación es equivocada y tiene importantes implicaciones políticas que no se deben ignorar.

El tema de la insatisfacción con la democracia en México puede analizarse a partir de los más recientes informes del Latinobarómetro. Los datos son bien conocidos pero vale la pena retomarlos para tener claro el contexto que aquí se analiza. Según el «Informe  sobre la confianza en América Latina 1995-2015», en México el 48% de la población prefiere la democracia sobre otra forma de gobierno, mientras que en la región 56% de la población tiene la misma opinión. Asimismo, solo el 19% de la población mexicana dice estar satisfecha con la democracia, el cual es el nivel de satisfacción más bajo de la región (37%). Además, mientras que en México tan solo el 17% de la población se siente representado por el Congreso y el 32% se siente cercano a los partidos, en la región el promedio es 23% y 40%, respectivamente. Por último, el Informe señala que en países como Bolivia, Ecuador y Uruguay cerca del 56% de las personas considera que se gobierna para el bien de todo el pueblo, mientras que en México solo el 21% de la población comparte esta opinión.

Para algunos académicos y analistas, el bajo apoyo a la democracia se explica por cierta incapacidad de los mexicanos para apreciar y comprometerse con las profundas transformaciones que se han hecho al sistema político en las últimas 2 décadas. Se nos recuerda que gracias a la aprobación de significativas reformas electorales en 1996, 2007, 2008 y 2014, en 20 años ha desaparecido el régimen de partido único que controlaba ambas cámaras del Congreso y mantenía la presidencia.

Sin embargo, si se lee con atención el Informe de Latinobarómetro, se puede observar que este propone una interpretación significativamente diferente a la que predomina en México. Para entender esta diferencia  hay que detenerse un momento en los indicadores de «apoyo» e «insatisfacción» con la democracia que elabora el Informe. Estos son indicadores de desempeño de las acciones de gobiernos y de los servidores públicos, mismos que se construyen a partir de preguntas a los ciudadanos sobre el estado de la seguridad, la corrupción, la salud, la alimentación, la economía, el desempleo, la inequidad y para quién se gobierna, entre otras. Con base en estos indicadores, el Informe concluye que la insatisfacción y el bajo porcentaje de personas que no se sienten representadas por el gobierno son muestra de que «[l]as democracias latinoamericanas en suma, tienen un déficit de estructura para recibir las demandas de más democracia, no necesariamente un déficit de demanda de más democracia».

Así pues, estamos frente a dos interpretaciones y dos formas diferentes de abordar el bajo apoyo a la democracia. Por un lado, en México los analistas se preguntan si hacen falta más reformas electorales, introducir la segunda vuelta para tener un presidente fuerte, acabar con los partidos y sustituirlos por candidatos independientes, desaparecer a los diputados de representación proporcional, una campaña de cultura de respeto a la ley o algún otro atajo milagroso. Por el otro, el Latinobarómetro propone lo siguiente:

Apure el tranco compadre, sea más eficiente, tráiganos igualdad ante la ley y movilidad social, garantícenos protección contra las amenazas, y no pida aplausos. Deme evidencia de vida de que las cosas cambian, y ahí veré si vale un aplauso. El único instrumento que les queda a los gobernantes para revertir los negativos, es la evidencia de vida, proof of life. Cuando la población experimente cambios, habrá cambio de actitud.

El Informe reconoce que esta es una conclusión inusual para la teoría que predomina en la región y que señala que el apoyo a la democracia debe ser independiente del desempeño. Esta es la teoría que sustenta la noción de la democracia procedimental, la cual considera que la democracia es, de acuerdo a Norberto Bobbio, «un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado a tomar las decisiones colectivas y con arreglo a qué procedimiento».

Comstock Images via Getty Images

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En este marco teórico, lo central de la democracia no radica en el desempeño de los gobiernos, sino en la legitimación del origen del poder por medio del sufragio universal, el principio de las mayorías y el Estado de derecho, así como en la lealtad de los ciudadanos hacia las instituciones procedimentales. Sin embargo, diversos analistas han señalado que con la noción procedimental de la democracia se corre el riesgo de legitimar como democráticos a gobiernos que producen pobreza, desigualdad y exclusión social. Además, con la buena intención de proteger a la democracia, se tiende a acusar de deslealtad a quienes se inconforman con el mal desempeño de las instituciones y de los gobiernos electos en votaciones libres.

El Informe del Latinobarómetro es un documento valioso porque representa un avance para transitar de una noción de democracia procedimental a una democracia sustantiva, el cual es necesario para profundizar el proceso de democratización en la región. Sin embargo, el Informe se queda a medio camino cuando para difundir sus resultados, mantiene el uso de frases como «insatisfacción con la democracia» y «bajo apoyo a la democracia».

Para tener una idea más clara, es pertinente recurrir al Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2010 «La Democracia en América Latina». En este Informe se argumenta ampliamente la importancia de transitar de una concepción minimalista hacia una democracia sustantiva. Según el Informe, este paso hacia delante significa, como ya se señaló, que la democracia no solo se caracteriza por el acto electoral -que es, en cualquier caso fundamental-, sino también por la forma como se ejercita el poder y se logran mínimos efectivos de ciudadanía. Se concluye que insistir en una concepción minimalista de democracia es un error porque vacía a la sociedad y a la democracia de fines, de manera que la democracia podría terminar funcionando como un sistema de legitimación de un orden social injusto.

En suma, desde una noción de democracia sustantiva se puede hacer visible el déficit democrático. Según el Informe del PNUD, aunque se hayan producido elecciones libres y limpias, aunque todas las condiciones del proceso electoral hayan sido respetadas, existe un déficit democrático si: 1) el bienestar de los miembros de una sociedad es profundamente desigual; 2) la pobreza y la extrema pobreza cubren enormes sectores de la sociedad; 3) el derecho a la vida y a la integridad física no es respetado; 4) uno de los poderes del Estado avanza sobre los otros y sobre la sociedad, concentrando las decisiones y eliminando el control democrático; 5) los derechos de los individuos no se realizan y quedan sólo en la letra de la Constitución y las leyes, y 6) los poderes fácticos son superiores al poder del Estado.

Getty Images

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A pesar de las diferencias entre los Informes del Latinobarómetro y del PNUD, ambos coinciden en que la forma de enfrentar la insatisfacción y desaprobación ciudadana es que los gobiernos trabajen para cumplir con las promesas de la democracia. Pero es importante aclarar que esto no significa que  «la democracia en sí misma ha sido incapaz de cumplir sus promesas», lo que nos llevaría a culpar y a poner en duda la promesa democrática. La democracia no es un mecanismo, un método o un aparato burocrático perfecto que tiene el objetivo de proveer justicia, sino el instrumento que tienen los ciudadanos para demandar justicia y aspirar a mejores condiciones de vida. Es decir, como propone el Informe del PNUD y otros teóricos, la democracia es un conjunto de ideales y aspiraciones que sirven como faro de guía y que se constituyen como el objetivo permanentemente renovado del devenir social.

Por lo tanto, no se puede llamar a rendición de cuentas a la democracia, como sugieren algunos analistas. ¿Cómo llamar a cuentas a un ideal, aspiración u horizonte? No puede existir desengaño con la democracia porque no existe el desencanto por una aspiración. La democracia no tiene fecha de caducidad porque, como ideal, es un porvenir por el que se trabaja sin cesar; sobre todo en un país, como México, con tantos problemas de pobreza, desigualdad, desaparición de personas y violencia. Pero no se puede negar el desencanto respecto a teorías o personas que prometen soluciones únicas e infalibles para alcanzar la plenitud inmediata y permanentemente, y se niegan a aceptar sus fallas y la necesidad de explorar otras alternativas.

Esta característica de la democracia pone nerviosos a los gobernantes y representantes políticos, porque presenta a la democracia como un deseo insaciable de libertad, igualdad y justicia, el cual no se satisface con pequeños avances. De este deseo de democracia viene la «ingratitud» que los analistas mexicanos detectan en la insatisfacción ciudadana. Para contener este anhelo democrático, los gobernantes y analistas piden que en aras de la justicia, la ciudadanía no se queje y reconozca los avances alcanzados, pero el ideal democrático no es conformista y quiere más. Por ello, no se aplaude que 100 000 personas salieron de la pobreza extrema, al contrario, se exige que se hagan mayores esfuerzos para mejorar las oportunidades de los otros 53 millones en pobreza y de los 12 millones en pobreza extrema restantes.

Insistir en que los mexicanos nos sentimos decepcionados de la democracia pone la culpa sobre los ciudadanos y nos invita a ver con cinismo al ideal democrático. Aunque moleste a los gobernantes, la inconformidad, la protesta, la insatisfacción no son expresiones de deslealtad con la democracia, sino instrumentos para mantener una democracia viva y dinámica. La deslealtad comienza con la indiferencia de los representantes políticos electos y los discursos que intentan sofocar el anhelo democrático.

LUIS GABRIEL ROJAS es doctor por el Departamento de Gobierno de la University of Essex, Inglaterra, economista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con amplia experiencia en análisis de políticas públicas, y asesor parlamentario. Sígalo en Twitter en @Gabel_castro.

 

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2 Responses to Hay insatisfacción, pero no con la democracia

  1. Diego Pertuz dice:

    Excelente artículo, sobretodo para revelar puntos focales de la problemática como es la falta de consciencia de los gobernantes en lo que es el espíritu de la democracia.

  2. […] L.G. Rojas “Hay insatisfacción, pero no con la democracia” Foreign Affairs Latinoamérica. Mayo 2016. https://revistafal.com/hay-insatisfaccion-pero-no-con-la-democracia/ […]

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