Soldados robot: ¿la respuesta para acabar con la violencia sexual en la guerra?

13 enero, 2020 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 4959

El Confidencial

Enriqueta Serrano Caballero y Ramón Fernando Stevens

Noviembre 2019

La violencia sexual es una de las tácticas más utilizadas en la guerra y, aunque durante años fue aceptada como subproducto inevitable del conflicto armado, ha ganado una presencia significativa en conferencias internacionales y planes de ayuda humanitaria. Se han realizado algunos esfuerzos importantes por parte de las organizaciones internacionales, la sociedad civil y los Estados para abordar este problema. El Derecho Internacional refleja estos avances; sin embargo, esto no ha sido suficiente para proteger a la población vulnerable y otorgar justicia a las víctimas, ya que en la mayoría de los casos es extremadamente difícil hacer cumplir la ley en situaciones de guerra.

Las formas de guerra contemporáneas están incorporando cada vez más nuevas tecnologías y se están automatizando progresivamente para limitar la exposición del personal militar y hacer que las operaciones sean más precisas, eficientes y, en algunos casos, baratas. Uno de los desarrollos más recientes es el uso cada vez más extendido de robots militares, los cuales eventualmente podrían remplazar totalmente a los humanos en combate. Por ese motivo, es apropiado reflexionar sobre las consecuencias que un campo de batalla o zona de conflicto liderado por robots tendrá en los humanos, particularmente en grupos tradicionalmente vulnerables. Es imperativo que los nuevos avances tecnológicos se incorporen en la lucha para poner fin a la violencia sexual.

Violencia sexual en conflictos armados

La violencia sexual es un término amplio que se refiere a varios delitos, entre los que se incluyen la violación, la agresión sexual, la mutilación y la tortura genital, así como el matrimonio, las citas, el embarazo y los abortos forzados, entre otros. En términos generales, se refiere a cuando alguien obliga a otra persona a una actividad sexual no deseada. Este problema no es exclusivo de las mujeres y de las niñas, aunque con certeza son una población especialmente vulnerable. Los hombres y los niños de todas las edades también pueden ser víctimas de violencia sexual. Este tipo de violencia está presente en tiempos de paz, pero requiere una atención especial en situaciones de conflicto armado, ya que hay datos que muestran cómo este tipo de crímenes experimenta un marcado incremento.

Para comprender mejor la devastación causada por la violencia sexual y las razones por las cuales combatirla es un desafío enorme, es necesario percibirla en el cuadro completo de la desigualdad sistemática que sufren las mujeres y las niñas a escala global. Los modelos culturales patriarcales y heteronormativos, predominantes en muchas sociedades de todo el mundo, no solo amplifican el dolor de los delitos sexuales en contextos de guerra sino que, en la mayoría de los casos, también los justifican y perpetúan el ciclo de violencia. Por ejemplo, en muchas culturas la violación conlleva un estigma muy profundo que está directamente relacionado con la sexualidad de una mujer y su posición en la comunidad, por lo que las víctimas de violación también pueden verse obligadas a casarse con su agresor para así evitar ser aisladas del grupo.

Es imperativo que los nuevos avances tecnológicos se incorporen en la lucha para poner fin a la violencia sexual.

La violencia sexual debe entenderse como una táctica de guerra cuando esos delitos individuales son parte de un esfuerzo sistemático para socavar a una comunidad, con el objetivo de mantener el poder y el control sobre las personas. Al capturar, violar o matar a las mujeres, el grupo enemigo desea destruir el tejido social de la comunidad, desmoralizando e intimidando al grupo de la víctima. En este escenario, la violación tiene poco que ver con una función en la sexualidad humana, ya que es más una afirmación de poder que está lubricada por dinámicas de género y estereotipos sexuales. La visión tradicional sobre la masculinidad también juega un papel fundamental, ya que muchos hombres sufren una gran presión social para ser agresivos y realizar comportamientos de riesgo, a menudo a expensas de mujeres o en general, personas más vulnerables.

Los actos de violencia sexual como arma están prohibidos en los tratados que regulan el comportamiento de la guerra (el cuarto Convenio de Ginebra, así como el Protocolo adicional I y el Protocolo adicional II), que son aplicables tanto en el conflicto armado internacional como en los enfrentamientos armados internos. La Resolución 1325 del 31 de octubre de 2000 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la mujer, la paz y la seguridad es uno de los instrumentos que más impacto ha tenido, ya que es la primera vez que el Consejo de Seguridad sesiona en torno al impacto desproporcionado que tienen los conflictos armados en las mujeres y en las niñas. Si bien este marco normativo constituye una herramienta invaluable que ofrece orientación a los actores internacionales, es evidente que no es suficiente.

La automatización de la guerra

Uno de los rasgos más importantes de las relaciones internacionales actuales es la creciente interdependencia de la dinámica política y las nuevas tecnologías, especialmente las provocadas por la llamada “cuarta revolución industrial”. Los gobiernos son conscientes de los cambios en los mecanismos de batalla y están ansiosos por aprovechar la nueva tecnología, lo que ha permitido a diversos países cambiar la forma en que hacen la guerra. La utilización de la inteligencia artificial con fines militares es quizá la tendencia más grande en los ejércitos más avanzados. Muchos ejércitos en todo el mundo están trabajando en el desarrollo de tropas de robots autónomos, y los líderes de hoy están tomando decisiones dirigidas a lograr este objetivo.

China, Corea del Sur, Estados Unidos y Rusia, son solo ejemplos de países que actualmente planean remplazar a los soldados humanos con armas que pueden pensar y luchar por sí mismas. La utilización de robots en la guerra proporcionará una ventaja táctica fundamental a los ejércitos que pueden emplear dicha tecnología, lo que ha provocado que múltiples analistas del escenario internacional consideren la competencia mundial para dominar la inteligencia artificial y aplicarla a usos militares como la “tercera carrera armamentista” de la historia. El proceso de remplazar humanos con robots en el ejército ya ha comenzado, pero las nociones de estos desarrollos han provocado una seria controversia entre académicos, líderes civiles y observadores de derechos humanos.

Cuando la violencia sexual se usa como una estrategia de batalla premeditada, los robots también podrían usarse para infligirla.

Según especialistas en materia de ética de guerra, básicamente existen dos objeciones principales al uso de robots asesinos en la guerra. Por un lado, hay la preocupación de que el uso de robots haga que los conflictos armados sean muy baratos, lo que eliminará la presión social por terminar la guerra que generalmente viene con un número creciente de bajas humanas, haciendo que las guerras sean más probables y mucho más largas como consecuencia. Por otro lado, algunos expertos argumentan que no usar robots en la guerra puede ser la opción menos ética. Remplazar a los humanos con máquinas en escenarios de alto riesgo ayudaría a preservar vidas y evitar sufrimientos innecesarios.

Hay que tomar en cuenta que las máquinas no están sujetas a las mismas presiones emocionales que los humanos, también carecen de los prejuicios culturales y las restricciones que tienen las personas, por lo que podrían ser inmunes a cometer brutales crueldades en combate, más allá de lo que están programadas para hacer. En cierto modo, las máquinas son más adecuadas para respetar el Derecho Internacional que delimita cómo se debe luchar la guerra.

Una espada de doble filo

Para reflexionar sobre cómo el uso de soldados robot podría contribuir a abordar el problema de la violencia sexual en los conflictos armados, es necesario comprender las causas subyacentes de este fenómeno. Cuando se trata de violencia sexual en la guerra, varios científicos sociales han presentado algunas hipótesis sobre las causas subyacentes que impulsan este comportamiento, en sus hallazgos resaltan la importancia de hablar sobre el uso de la violación como parte de una construcción destructiva de la identidad masculina de los combatientes en la guerra.

A diferencia de los humanos, los robots claramente no operan bajo prejuicios culturales de género o necesitan adoptar una idea sobre la masculinidad para llevar a cabo sus misiones. El aprendizaje automatizado en sí mismo, al final, no es más que un proceso informático que se autocorrige. Si se puede programar a los robots para que realicen actividades militares bajo ciertas pautas que tengan en cuenta la legislación internacional sobre la guerra, se podría confiar en que respetarán esas instrucciones. Los robots no se verán afectados por las emociones, la adrenalina y el estrés que causa que los soldados exageraren o sobrepasen deliberadamente las reglas de participación y cometan atrocidades, es decir, crímenes de guerra.

A primera vista, esto parece ser una solución lógica al problema de la violencia sexual, sin embargo, los soldados robot aún podrían ser programados para atacar sexualmente a las personas. Aquellos a cargo de los robots pueden ordenarles que lo hagan o programarlos para que inflijan violencia sexual. La respuesta a este problema puede estar en la regulación de la producción, la programación y la utilización de esta tecnología a escala internacional. No obstante, algunos países, incluidos Estados Unidos y Rusia, han bloqueado los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas para regular el uso de robots asesinos, argumentando que es demasiado pronto para tratar de controlar ese aspecto de este desarrollo tecnológico.

Conclusión

Gracias a los avances en la tecnología de la inteligencia artificial, los robots militares algún día podrán tomar sus decisiones sin la presencia de un humano, lo harán gobernados por el algoritmo con el que están programados. Los robots soldados podrían ayudar a eliminar la práctica de violación en los conflictos, si hubiera una manera de hacer cumplir internacionalmente una resolución que les impida incorporar cualquier cosa que tenga que ver con la violencia sexual en sus programas, lo que haría que esos robots sean incapaces de participar en algo así, incluso si se les ordena hacerlo. Tener un ejército de soldados robot, en lugar de humanos, puede ayudar a reducir o incluso erradicar los abusos sexuales en los que incurren los miembros de las fuerzas armadas.

Las causas subyacentes de la violencia sexual en la guerra tienen que ver con los sesgos de género y una idea tóxica de la masculinidad. Los soldados robot no presentan esos problemas de forma inherente, por lo que podrían utilizarse como una herramienta para ayudar a erradicar los delitos sexuales. Sin embargo, cuando la violencia sexual se usa como una estrategia de batalla premeditada, los robots también podrían usarse para infligirla. Se necesita una fuerte regulación internacional para evitar que esto suceda.

ENRIQUETA SERRANO CABALLERO es profesora investigadora del Programa de Estudios Políticos e Internacionales de El Colegio de San Luis, San Luis Potosí, y doctora en Ciencias Políticas y Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. RAMÓN FERNANDO STEVENS MARTÍNEZ es licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de San Luis, San Luis Potosí.

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