Siria: la geopolítica y la política exterior de Estados Unidos

20 febrero, 2019 • Artículos, Asuntos globales, FEG Anáhuac, Medio Oriente, Portada • Vistas: 12546

Telemundo

Jessica De Alba Ulloa y Carolina E. Fajardo Yllescas

Febrero 2019

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

Los juegos de la geopolítica nunca son simples ni tienen soluciones únicas. Este es el caso de Siria que ha estado sumida en un sangriento conflicto desde hace más de un lustro. Entre la presencia del Estado Islámico, la represión del gobierno del presidente Bashar al Assad a la población, apoyado por Hezbolá, Irán y Rusia, la poca acción de las potencias occidentales y con el anuncio del próximo retiro de tropas de Estados Unidos, no se ve una salida. Mientras tanto, la más afectada es la población.

La política exterior «jeffersoniana» del presidente Donald Trump ha sido consistente con su política «jacksoniana» al interior y sus promesas de campaña: realismo y libertarianismo (a excepción del gasto militar), al impactar en lo internacional solo lo necesario, conjugado con ocupar el lugar que le corresponde en el mundo como gran potencia, pero poniendo como prioridad el remedio a los problemas internos. Esta visión contrasta con la de su antecesor Barack Obama, quien fue activo a nivel multilateral. Sin embargo, Obama también se retractó de intervenciones externas, tanto en Siria como en Irak, donde dejó un vacío que el Estado Islámico ocupó, desestimando las vidas y el tesoro gastado en estabilizar la región.

El retiro de Estados Unidos de la zona puede tener serias repercusiones sobre la población. Trump puede cometer el mismo error que cometió Obama al sacar las tropas de Afganistán, si no hay condiciones que de alguna forma aseguren evitar retroceder a 2001. Pero de nuevo, ninguna solución es definitiva ni ofrece soluciones mágicas. Al parecer, ahora se dice que dejará una fuerza limitada para vigilar las acciones de Irán, lo que no es compatible con los primeros objetivos planteados.

Algunos antecedentes

Siria, cuna de las civilizaciones más antiguas del mundo, tiene una posición geoestratégica de suma importancia, condición que le ha valido diversas ocupaciones y estar sujeto a los intereses de las grandes potencias, desde el Imperio otomano que finalizaría tras la Primera Guerra Mundial, hasta los diferentes tratados internacionales, como el Tratado de Sèvres o el Acuerdo de Sykes-Picot, con los que quedó bajo el control francés. Tras casi 4 siglos de dominación, Siria obtuvo su independencia en 1946. El periodo posterior estuvo caracterizado por múltiples golpes de Estado. Hafez al Assad tomó posesión de la presidencia de Siria en 1970 y tras su muerte, su hijo Bashar accedió al poder. Aun cuando esta transferencia de gobierno parecía más la de una monarquía, hubo un entusiasmo porque el hijo se percibía como alguien más «occidentalizado» y habría indicado que haría reformas para una mayor apertura del sistema político.

Siria durante la Primavera Árabe

A finales de 2010, el mundo presenció una oleada de movimientos sociales mal denominados «Primavera Árabe». Las poblaciones del Norte de África y el Medio Oriente estallaron en protestas populares exigiendo reformas. Cada uno con una problemática diferente, tuvieron como consecuencia que los líderes en Egipto, Libia y Túnez fueran derrocados.

El caso de Siria no fue tan exitoso. De acuerdo con Gilberto Conde, la falta de soberanía popular, las injusticias sociales, la corrupción, así como la falta de oportunidades económicas, coadyuvaron a las movilizaciones en el país. Según datos del Banco Mundial, el PIB de Siria aumentó en un promedio anual de 4.3% de 2000 a 2010, pero no se tradujo en inclusión económica y política. Incluso, el Índice de Desarrollo Humano de Siria en 2010 fue de 0.644, cifra por debajo del promedio de los países árabes, colocándose en la posición 155 de 189. En 2011, las manifestaciones masivas tomaron fuerza y de forma paralela, la represión.

El retiro de Estados Unidos de la zona puede tener serias repercusiones sobre la población.

El Presidente sirio movilizó al ejército, lo que traería consigo un repunte en los niveles de violencia. En 2012, los movimientos pacíficos se convirtieron en enfrentamientos armados, dando como resultado una sangrienta guerra civil que continúa hasta hoy. Ese mismo año, el ejército sirio masacró a la población de la ciudad de Homs, donde según datos de la Organización de Naciones Unidas, hubo alrededor de 100 víctimas, incluidos 41 niños.

En agosto de 2012, el entonces presidente Obama declaró que si el gobierno del mandatario Al Assad cruzaba la «línea roja» usando armas químicas contra su población, Estados Unidos intervendría. Un año después, eso sucedió en la ciudad de Ghouta. De acuerdo con The New York Times murieron más de 1400 personas. Obama demostró su falta de liderazgo al declarar que fue elegido para terminar guerras no para empezarlas y dejó el tema en manos de su Secretario de Estado, John Kerry, quien ideó un plan con Rusia en el que este país se comprometía a trabajar con Siria para eliminar su arsenal químico.

Como era de esperarse, cuando una amenaza directa no se cumple, hay pérdida de credibilidad y ese fue el caso de Estados Unidos. Los ataques químicos se repetirían tiempo después. Lo que sí hizo Obama, muy a su pesar, fue lanzar ataques aéreos en 2014 contra el Estado Islámico, al igual que lo harían Francia y el Reino Unido, aunque no atacando las fuerzas del gobierno. El gobierno estadounidense también entrenó y financió a 15 000 rebeldes en Jordania, programa que resultó en un fracaso colosal, pues el Departamento de Defensa posteriormente informó que solo cuatro o cinco rebeldes habían regresado a Siria para participar en el conflicto.

Rusia, por su parte, sí modificó la balanza en el conflicto apoyando abiertamente a su aliado Al Assad. En septiembre de 2015 lanzó una campaña aérea en la que afirmó que tenía como meta brindar apoyo aéreo a las fuerzas armadas sirias en la lucha contra el Estado Islámico, lo que contradijo la información de funcionarios estadounidenses de que dichos lanzamientos estuvieron dirigidos en contra de los grupos de oposición del gobierno sirio. Desde entonces las fuerzas rusas han jugado un papel decisivo en la consolidación del Presidente sirio y la continuación de la guerra que, de acuerdo con James F. Jeffrey, el enviado especial de Estados Unidos para Siria, suma medio millón de muertos.

La congruencia de las acciones de Trump

Durante la campaña electoral, Trump había dejado claro que la salida de Al Assad no sería prioridad, sino que lo sería el combate en contra del Estados Islámico. Este mismo argumento fue utilizado por Obama: ninguno consideraba que el Presidente sirio y el conflicto tuvieran un impacto en su seguridad nacional, al contrario de lo que el Estado Islámico representaba.

Durante la campaña electoral, Trump había dejado claro que la salida de Al Assad no sería prioridad, sino que lo sería el combate en contra del Estados Islámico.

Con el paso de los años, las tropas que había enviado Obama aumentaron, situándose en 2000 según cifras oficiales, junto con el establecimiento de una red de bases y pistas de aterrizaje en el noroeste de Siria. La situación se mantuvo en un punto muerto hasta el bombardeo químico en la localidad de Jan Sheijun, provincia de Idlib, en abril de 2017. El ejército sirio, apoyado por Rusia, negó haber tenido la responsabilidad del ataque. Por su parte, Trump culpó al gobierno de Al Assad y condenó el ataque calificándolo de acto censurable que no podía ser ignorado por el mundo civilizado. Ordenó un ataque con misiles contra una base del gobierno sirio en represalia. Se filtró que Trump quería un ataque directo a blancos militares y había quien apoyaba un ataque al puerto que tiene Rusia, motivo real de su apoyo a Al Assad pues es su único puerto en el Mediterráneo. Finalmente, el ataque fue muy limitado a urgencia del entonces Secretario de Estado, James Mattis, que temía una escalada innecesaria. Un año después, el uso de armas químicas se repitió en Duma. Tanto Estados Unidos como Francia y el Reino Unido, bombardearon instalaciones de armamento químico pertenecientes al régimen sirio.

La salida… ¿y los sirios?

Con la captura del pueblo de Hajin, último bastión del Estado Islámico en Siria, en diciembre de 2018, el presidente Trump afirmó prematuramente que habían derrotado al grupo extremista, por lo que traería de regreso a las 2000 tropas estadounidenses que permanecían en el país. Uno de los principales actores que se felicitó por esta decisión fue el presidente ruso Vladimir Putin, pues le facilita el control de la zona. Por su parte, Irán también apoya al dictador sirio, pues lo necesita para transportar sus armas a milicias proxy en el Medio Oriente, lo mismo que Hezbolá, lo que involucra a Israel, que por intereses de seguridad propios bombardea bases militares sirias.

Como a Israel, al cuasi dictador de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tampoco le hace gracia que Hezbolá e Irán se entrometan, por lo que también apoya a los rebeldes contra Al Assad, extremistas incluidos. Pero de salir las fuerzas estadounidenses y de tener la oportunidad, aprovechará para acabar con los kurdos, a los que considera terroristas y que han sido aliados de Estados Unidos y actores clave para el combate del Estado Islámico en la región. Trump trabaja en un acuerdo con Erdogan para proteger a los kurdos aunque, de acuerdo con Steven A. Cook del Council on Foreign Relations, mientras que Turquía es formalmente un aliado en la Organización del Tratado Atlántico Norte, ya no es un aliado de Estados Unidos. Así, hasta que no exista una garantía de la seguridad de la milicia kurda y la eliminación total del Estados Islámico en territorio sirio, la retirada de tropas estadounidenses va a ser lenta. El Pentágono anunció un programa de retirada aunque la decisión final estará entre Trump y Mike Pompeo, su Secretario de Estado.

Estados Unidos intervino para contrarrestar el avance del Estado Islámico y colaboró con los aliados europeos con ese objetivo. Turquía ayuda a los rebeldes, pero en realidad le interesa masacrar kurdos. Israel bombardea objetivos del gobierno sirio. Irán y Rusia, sostienen ante todo a Al Assad en el poder. Al parecer, el lema «Never again!» sigue siendo «again and again» después de Ruanda, Bosnia, Kosovo y… Siria. ¿Quién defiende a los sirios?

JESSICA DE ALBA ULLOA es investigadora de la Facultad de Estudios Globales (FEG) de la Universidad Anáhuac México y O’Gorman Fellow & Fulbright allumna. Es Directora de Vinculación de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI). Es coordinadora de Libia: el final de la primavera. El conflicto libio analizado por las teorías de Relaciones Internacionales. Sígala en Twitter en @JessicaDeAlbaU. CAROLINA E. FAJARDO YLLESCAS es estudiante de la licenciatura en Relaciones Internacionales en la FEG de la Universidad Anáhuac México. Publicó el ensayo «Un día en nuestro mundo» en el libro La comunidad educativa y la complejidad de sus vínculos de la DGIRE de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es Subdirectora de la revista Anáhuac Global Review de la FEG. Sígala en Twitter en @CaroFajardoY.

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One Response to Siria: la geopolítica y la política exterior de Estados Unidos

  1. Gregorio Rodriguez dice:

    Cree la autora que la primavera arabe fue espontánea, o parte de un plan heredado por Obama, tendente a reducir fuerzas en el mediterráneo y el Golfo Persico, para destinar mas fuerzas a contener a China. Recuerdo la gira de Obama por Oriente Medio anunciando que democratizaría la zona. Sabe la autora que la democratización consistía en instaurar en el gobierno a la Hermandad Musulmana, como lo hicieron en Turquia, Egipto, Argelia y Tunez, como no pudieron en Libia y Siria guerra para estos. Sabe la autora que la creación de los cascos blancos, en Siria fue por que sabían que la Cruz Roja no se prestaría a los Shows de occidente como los de los ataques químicos. Sabe la autora que el Isis, Das, etc. son mercenarios reclutados, entrenados y pagados por los paises miembros de la Otan, que tanto no sabe la autora al escribir su articulo

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