Latinoamérica y el anacrónico debate ideológico

25 noviembre, 2019 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 5766

National Vanguard

Andrés Caristi

Noviembre 2019

Durante la década de 2000, Latinoamérica vio florecer una izquierda que, en todos sus matices, supo aprovechar el increíble aumento del precio de las materias primas para transformar la delicada situación en que se encontraban (según estimaciones del Banco Mundial, de 2003 a 2008, el precio de los bienes primarios aumentó 131%). Una década marcada por la desocupación, el ajuste y el estancamiento parecía quedar atrás. El cambio de rumbo se debió, principalmente, a la denominación de China como una economía de mercado en 2001 y al crecimiento de los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Entre estos se destacan Malasia y Singapur, que duplicaron su PBI de 2002 a 2007. En términos generales, se incorporaron en un corto periodo cientos de millones de personas al mercado internacional, para las cuales había que comenzar a generar bienes de consumo. Fue entonces que dichos acontecimientos condujeron a un considerable aumento de la demanda de materia prima, como los alimentos, el gas natural, el petróleo, etc. Sin embargo, este acontecimiento cuasiprovidencial no ha sido acompañado de prudencia y pragmatismo a la hora de implementar un conjunto de políticas transformadoras, sino que ha servido para sostener posiciones ideológicas más orientadas a la tradicional disputa entre la heterodoxia y la ortodoxia económica.

Por el contrario, la crítica situación económica de finales de la década de 2000 a 2010 fue cimentada por el auge del neoliberalismo y la privatización en países que venían trayendo aparejadas deudas externas exuberantes, y los términos del Consenso de Washington (austeridad, achicamiento del Estado, entre otras). Todo esto sumado a la crisis financiera del Sudeste Asiático, considerada la primera gran crisis de la globalización, y a las consecuentes debacles en los países emergentes (efecto vodka en Rusia, la crisis del tequila en México, la crisis del real en Brasil, etc.) constituyeron el súmmum del negro panorama que atravesaba la región.

¿Oportunidad perdida?

En algunos países latinoamericanos, como Argentina y Brasil, este mejoramiento de los ingresos sirvió para aliviar la carga de la deuda externa, aumentar el gasto público (incrementos salariales, mayores presupuestos, obras de infraestructura, entre otras) y disminuir la desigualdad, pero no hubo dinero destinado a proyectos para modernizar la matriz productiva. En otros países, como es el caso de Ecuador y Venezuela, predominó un revanchismo de los sectores escépticos al neoliberalismo y los preceptos del libre mercado, de la mano de políticas

destinadas a empoderar a las clases más vulnerables; aunque sin el compromiso a largo plazo, sino con favores y diatribas de corto alcance que no solucionaban los problemas de fondo. Otros, entre ellos Colombia y Perú, fueron por lo general a contracorriente, siguiendo políticas de prudencia y austeridad, pero sin aportar una considerable mejora relativa en la competitividad de su sector externo ni en la producción interna. Al respecto, sirve como ilustración el ensayo “Políticas Sociales en América Latina en los inicios del siglo XXI” en el cual se asevera que las deslegitimadas instituciones estatales pasaron a convertirse en agentes estratégicos con capacidades, entre otras, de establecer control al capital financiero, asegurar dosis de inversión pública y privada, y, simultáneamente, corregir los negativos saldos sociales provenientes del legado histórico regional, agudizados por las reformas económicas de la década de 1990.

En algunos países latinoamericanos, este mejoramiento de los ingresos sirvió para aliviar la carga de la deuda externa, aumentar el gasto público y disminuir la desigualdad, pero no hubo dinero destinado a proyectos para modernizar la matriz productiva.

Con todo, actualmente se destacan los más afectados por el fracaso de sus políticas. En primer lugar, se encuentra Venezuela, con un indudable desempeño negativo en materia económica, que aún sorprende a los economistas por la capacidad de supervivencia del régimen (hiperinflación acumulada desde 2016 de más de 50 000 000%, 4 millones de refugiados, índices de pobreza por encima del 90% de la población, etc.). En segundo lugar, está Argentina que, sin declararlo oficialmente, se encuentra de hecho en suspensión de pagos. Pero eso no es todo, la inflación y la devaluación de su moneda, si bien minúsculas en comparación con Venezuela, es la segunda más alta del continente y ronda cerca de los primeros puestos a nivel mundial. ¿Es la crisis un resultado de políticas de izquierda o de derecha? ¿Acaso de alineación con el bloque sino-ruso o su contraparte occidental? Aunque para muchos es tentador esbozar semejanzas entre ambos casos, existe una larga lista de diferencias históricas y del orden institucional que hace irrelevante tratar de encontrar un común denominador en los parecidos ideológicos.

La corriente de izquierda ha tenido una notable victoria en Bolivia, país con un sesgo ideológico, pero que ha sabido manejarse con prudencia y pragmatismo en la esfera de asuntos estratégicos del Estado. Si bien ha confrontado por años con el llamado “imperialismo yanqui”, siempre ha reconocido a Estados Unidos como un socio clave. Más aún, con el viraje de la región en los últimos años hacia la derecha, La Paz ha sabido estrechar lazos con sus vecinos, priorizando el bienestar socioeconómico por sobre la retórica de clase. Según datos del Fondo Monetario Internacional, Bolivia se ubica como el segundo país con mayor crecimiento del PBI per cápita en la región, solo por debajo de Panamá. Su economía, a grandes rasgos, ha mejorado de manera destacada, a pesar de tener importantes problemáticas de carácter interno, evidenciado con el deseo de mantenerse en el poder, por parte de Evo Morales, y la calidad de vida que, aun cuando ha aumentado, sigue en niveles muy bajos.

Recientemente, un torbellino ha sacudido a Bolivia. El Presidente ganó las elecciones en la primera vuelta por un ajustado margen. Para un grueso de la población no fue casualidad, sino obra de fraude, ya que todos los partidos de la oposición respaldarían al contrincante de mayor peso, Carlos Mesa, en un eventual balotaje. A la luz del creciente descontento popular, Morales no vio otra salida que convocar a nuevas elecciones. Cuando parecía haberse encontrado un acuerdo, los ojos del mundo voltearon a La Paz: las fuerzas armadas sugirieron la renuncia del Presidente, en un guiño, para varios analistas, evidente de que los uniformados no tolerarían otro gobierno de Morales, conllevando a su renuncia.

Lo estructural, más allá de lo económico

La derecha, por su parte, se ha refugiado en el exitoso modelo chileno, que ha sostenido un sector externo pujante, innovación productiva y ha pasado de ser un país promedio a un Estado clave para la economía regional. En los últimos años, Chile ha superado, en la tabla de clasificación del PBI per cápita, a las economías fuertes de la región, tales como Argentina, México y hasta Brasil, perteneciendo al listado de países con ingresos altos según estimaciones del Banco Mundial. Mediante un camino de recetas económicas ortodoxas ha sabido encontrar en países como Colombia, México y Perú, socios claves con afinidades político-económicas para instaurar la Alianza del Pacífico. Y, por sobre todo, Santiago mantuvo sus directrices mediante la irrupción del mandato de Michelle Bachelet, quien a pesar de ser de izquierda, no desconoce las ventajas del libre comercio ni los trágicos hechos del régimen bolivariano de Nicolás Maduro.

Encontrar la forma de converger los intereses de cada país con el funcionamiento del sistema internacional es, cuando menos, un horizonte para cualquier estadista serio.

Ahora bien, a la luz de los nuevos acontecimientos, se ha puesto en tela de juicio a todo el esquema: marchas multitudinarias han colmado todo Santiago en reclamo de mejores condiciones para las clases más vulnerables. La gota que derramó el vaso fue un incremento en la tarifa del metro, que fue acompañada de la evasión en el pago de la misma y la consecuente represión de los uniformados ante cientos de miles de ciudadanos que no pueden tolerar otro aumento. Ya sea porque su ingreso no se los permite o porque son conscientes de que los frutos de la robusta economía nacional van en su mayor parte a las clases altas, la ciudadanía hizo notar al gobierno de Sebastián Piñera que quieren un cambio estructural. Aun considerando los últimos sucesos, Chile es uno de los países mejor posicionados en la región, lo cual da fe del triste presente de Latinoamérica.

Conclusión

Todo esto nos lleva a reflexionar sobre cómo debemos encarar la problemática económica de la región y su inserción internacional. O bien, seguir hurgando en una infructuosa disputa izquierda-derecha, que solo fomenta la demagogia, impide el avance institucional, económico y social, o bien, comenzar a entender los escollos como la incapacidad de realizar políticas multipartidistas, de largo plazo, lo que en la jerga se conoce como políticas de Estado.

Es entendible la dificultad que esto implica, y más aún en un mundo como el actual que se caracteriza por estar interconectado, sensible a cambios otrora insignificantes y con un flujo de información inusitado. Encontrar la forma de converger los intereses de cada país con el funcionamiento del sistema internacional es, cuando menos, un horizonte para cualquier estadista serio. Entender que los bienes y servicios deben fluctuar libremente y, al mismo tiempo, proteger a la población más vulnerable (tal como podría ser compensando a los sectores perdedores de la apertura comercial) no es un camino contradictorio, sino un plan de acción necesario si se desea cambiar la realidad de la región.

ANDRÉS CARISTI es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Lanús, Argentina. Sígalo en Twitter en @AndresCaristi.

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4 Responses to Latinoamérica y el anacrónico debate ideológico

  1. Alejandra dice:

    Muy buen análisis de la posición latinoamericana!!!!!

  2. Gricelda Armando dice:

    Excelente y muy claro analisis de la situacon de los paises latinoamericanos. Felicitaciones

  3. Luis Perinotto dice:

    Un claro análisis que supera los tradicionales esquemas conceptuales que nos encasillan en juicios y estigmatizaciónes previas que solo consiguen impedir el pensamiento crítico. Felicitaciones.

  4. César Augusto Castro Pérez. dice:

    Felicitaciones al autor. Desafortunadamente en América Latina seguimos sin saber qué queremos ser de grandes. El problema es que nuestra edad promedio como naciones rebasa los 200 años.

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