Bolivia recupera el rumbo

30 noviembre, 2020 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 2445

¿Qué se puede sustraer de la victoria de Luis Arce Catacora?

CNN

Álvaro Díaz Navarro       

Noviembre 2020

No ha sido un año sencillo para los bolivianos. Lo que comenzó en 2019 con un golpe de Estado a Evo Morales prosiguió en 2020 con una presidencia interina controvertida y una pandemia de coronavirus atroz. Las elecciones presidenciales, fijadas en un principio para abril de 2020, se pospusieron finalmente hasta octubre. El resultado no pudo ser más atronador: victoria en primera vuelta del Movimiento al Socialismo (MAS), un reconocimiento explícito por parte de la oposición y el regreso pacífico y democrático a la institucionalidad perdida un año atrás.

Empecemos por lo básico. Las elecciones presidenciales del 18 de octubre de 2020 arrojaron los siguientes resultados: el MAS, con Luis Arce Catacora a la cabeza, obtuvo la victoria con el 55.10% de los votos; el segundo puesto lo ostentó la Comunidad Ciudadana, de Carlos Mesa, con el 28.83 %; Fernando Camacho, de Creemos, se quedó en el 14%. A diferencia de 2019, ni siquiera hubo posibilidad de celebrar un balotaje. El electorado fue claro y rotundo. Pero, ¿qué hay detrás de estos números? ¿Qué factores han facilitado el retorno del MAS a la presidencia y, sobre todo, qué podemos esperar de Arce Catacora de cara al futuro?

Candidato diferente

En primera lugar, no podemos comprender el éxito del MAS sin el cambio de cara en el partido. El candidato no podía ser Morales. Si bien durante sus legislaturas siempre ha contado con un apoyo inmenso por parte de la ciudadanía, el paso de los años y la insistencia de perpetuarse en el poder terminaron por pasarle factura. Artimañas como el referendo de 2016, en el que los bolivianos rechazaron una cuarta legislatura, y la posterior impugnación del resultado por parte del Tribunal Constitucional –con un fundamento jurídico muy discutible– consiguieron tensionar la sociedad hasta límites extremos. Pero también ayudaron a construir la figura de líder incontestado dentro de su propio partido, lo que a la larga laminaba su techo electoral y sus posibilidades de alcanzar el poder.

La alternativa en las listas fue Arce Catacora. El ahora Presidente se labró un nombre durante el mandato de Morales, primero como Ministro de Hacienda y después como Ministro de Economía y Finanzas Públicas. Con una maestría en Ciencias Económicas por la Universidad de Warwick, se le señala como el artífice del “milagro económico boliviano”, impulsando de manera sostenida el crecimiento del PIB durante varios años y consolidando el equilibrio macroeconómico. Todos estos logros contribuyeron a renovar el liderazgo del partido y, a la larga, consiguieron movilizar al electorado abstencionista que no fue a votar en 2019 por la presencia de Morales en la boleta.

El papel del ejército

La segunda razón la encontramos en las elecciones de 2019. Aunque es innegable que la candidatura de Morales contaba con un respaldo jurídico controvertido y que su legitimidad estaba seriamente en entredicho, el proceder de distintos actores estatales no encajaba en los cauces democráticos. Así las cosas, la sugerencia por parte de las fuerzas armadas para que el Presidente abandonara el país encaja con la definición que tenemos de golpe de Estado. Cabe recordar que este hecho supuso la vulneración e interrupción por parte de un actor estatal ajeno al ejecutivo de la entonces legislatura del MAS, legitimada en las elecciones de 2015 y con vistas a finalizar su periodo en enero de 2020. Es decir, las fuerzas armadas privaron a la ciudadanía boliviana de los 3 meses de gobierno que le quedaban antes de finalizar un mandato legítimo.

No podemos comprender el éxito del MAS sin el cambio de cara en el partido. El candidato no podía ser Morales.

La acción del ejército dio paso a una crisis política que profundizó la polarización que ya vivía el país. Morales y su Vicepresidente, Álvaro García Linera, abandonaron el territorio boliviano para buscar asilo primero en el México de Andrés Manuel López Obrador y después en la Argentina de Alberto Fernández. Ante la avalancha de dimisiones, incluida la Presidenta del Senado y siguiente en la línea de sucesión, el mandato fue a parar a la Vicepresidenta de la misma cámara: Jeanine Áñez. Su elección, dicho de paso, también fue polémica en tanto que solo contó con un tercio de la cámara, mientras que los senadores del MAS alegaron que no había cuórum suficiente para formalizar su nombramiento. Con todo, el Tribunal Constitucional avaló su posesión.

La imagen que quedó aquí expuesta fue la siguiente: un Presidente depuesto y abandonando el país tras haber ganado unas elecciones a las que no era recomendable presentarse; una Presidenta interina con escasos apoyos, tanto populares como legislativos; unas fuerzas armadas dictaminando quién se queda o quién sale del ejecutivo, y una serie de protestas y enfrentamientos en una sociedad donde el clivaje étnico-cultural y religioso se encontraba muy enquistado. No es sorprendente que los abstencionistas que rechazaban la candidatura de Morales, pero que no se veían seducidos por las propuestas opositoras, se movilizaran en las recientes elecciones.

La presidencia interina

Para engarzar con lo anterior, la presidencia interina de Áñez no fue sencilla. A la retórica inicial que llamaba a retomar el poder ocupado por los pueblos indígenas y la firma del Decreto 4078, que eximía de responsabilidad penal a las fuerzas armadas en su labor por atajar las revueltas, lo que le valió duras críticas por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se sumó la pandemia de covid-19. Con 142 000 positivos y 8741 muertos, Bolivia está lejos de las cifras de Brasil, México y Perú, pero no por ello ha quedado indemne. La velocidad de transmisión del patógeno, sumado a la falta de medios en países como Bolivia, ha resultado ser una trituradora para la imagen de los gobernantes. Y la Presidenta interina vio caer su ya de por sí escasa popularidad hasta el punto de autopercibirse como una carga para el bloque conservador en las elecciones, lo que condujo a la renuncia de su candidatura.

Nunca sabremos qué hubiera podido pasar con Morales al frente de la gestión de la pandemia, más con los antecedentes antes comentados. Lo que está claro es que Arce Catacora no se ha visto expuesto a semejante desgaste político, algo que le ha permitido llegar a las urnas como un límpido mesías dispuesto a arreglar los desaguisados del gobierno anterior. A ello se le sumó un buen olfato para leer la situación del resto de los candidatos, en especial de Mesa. El MAS maniobró de forma acertada para ligar, a ojos de los electores, un hipotético gobierno de la Comunidad Ciudadana con la pésima gestión de Áñez, acrecentando las posibilidades de victoria de Arce Catacora.

El conteo electoral

Hay un último factor que no deberíamos olvidar y que, si bien no contribuyó directamente a la victoria del MAS, fue decisivo para no repetir los errores de 2019. Hablamos del sistema de conteo rápido o sistema de Transmisión de Resultados Preliminares. Su uso desató la polémica en 2019 en tanto que permaneció aproximadamente 24 horas sin emitir datos para, a continuación, reanudar el conteo y arrojar un resultado favorable para Morales, alejándolo de la temida segunda vuelta.

Para estas elecciones se pensaba utilizar un mecanismo parecido: el sistema de Difusión de Resultados Preliminares. Pero, a última hora, el Tribunal Supremo Electoral decidió, con buen juicio y con la lección aprendida, no hacer uso del mismo para no crear incertidumbres y sospechas entre la población. Ello condujo a un recuento más lento pero más seguro, esperando a tener una buena base de papeletas contadas antes de emitir un ganador. La prudencia –este año sí– de los observadores de la Organización de los Estados Americanos, así como el reconocimiento incontestable de Áñez y Mesa, dieron fin a unas elecciones marcadas por la tensión y cerraron un año electoral nefasto para el país.

¿Y ahora qué?

Lo lógico es que Arce Catacora repita las fórmulas macroeconómicas que tan buen rendimiento le dieron en los gobiernos de Morales. Sus declaraciones apuntan a reactivar la economía, atajar la crisis sanitaria y afianzar la austeridad del país.

La creciente influencia de China en el continente podría ser fundamental para la recuperación de la economía y la salud, profundizando la cooperación entre dos Estados con lazos comerciales muy fuertes. Sin ir más lejos, China es el segundo socio comercial, la mayor fuente de importaciones, el mayor país proveedor de financiamiento y el mayor contratista de obras de Bolivia. Ahora bien, no todo se puede basar en el comercio con el gigante asiático. La caída de las cotizaciones internacionales en torno a sectores productivos, como la minería o los hidrocarburos, plantea un escenario distinto al de antaño. Algunos analistas señalan que la situación podría obligar a Arce Catacora a tomar medidas impopulares como la depreciación del boliviano.

Lo lógico es que Arce Catacora repita las fórmulas macroeconómicas que tan buen rendimiento le dieron en los gobiernos de Morales.

El coronavirus será otro de los retos del nuevo gobierno, incluso, podría ser el más acuciante y complejo. De nuevo, la cooperación con Xi Jinping será necesaria, tanto a nivel técnico como financiero. Hasta hoy, China ha donado 236 500 cubrebocas médicas, 20 000 paquetes de pruebas, 13 680 trajes protectores, 2600 pares de gafas, 2000 guantes, 563 termómetros de rayo rojo, 5 máquinas respiradoras, entre otros materiales. También se han celebrado videoconferencias con representantes del Ministerio de Salud para aconsejar al país sudamericano sobre la mejor manera de frenar la propagación del virus.

¿Y Evo? El nuevo Presidente ha dejado claro que Morales no tendrá ningún papel en el gobierno. Sin embargo, cuesta creer que una figura tan emblemática como la suya no tenga, aunque sea, una mínima influencia sobre su antiguo socio de gabinete. Es el caso de algunos de sus homólogos en la región, sea desde dentro del ejecutivo (Cristina Fernández de Kirchner), desde la mera militancia (Luiz Inácio Lula da Silva) o desde el exilio (Rafael Correa), todos siguen ejerciendo una influencia capital en sus respectivos círculos.

Por lo pronto, el 9 de noviembre de 2020 regresó a Bolivia tras la anulación de la orden de detención en su contra por los delitos de sedición y terrorismo una vez que se produjo el cambio de gobierno. Es probable que las investigaciones por estos dos delitos, que siguen en pie dentro de sus fronteras, no lleguen a prosperar con el MAS en el Palacio Quemado. Pero, sea como sea, no está de más congratularse por la recuperación de la institucionalidad, la vuelta al diálogo y el destierro de la violencia. A partir de ahí, todo está en manos de Arce Catacora.

ÁLVARO DÍAZ NAVARRO es maestro en Relaciones Internacionales, Seguridad y Desarrollo por la EAE Business School y la Universidad Autónoma de Barcelona. Con un especial interés en Latinoamérica, ha publicado en diversas revistas especializadas y ha cooperado en organizaciones no gubernamentales de ayuda al desarrollo. Sígalo en Twitter en @alvarodn94.

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