Las proyecciones estadounidenses y chinas en Latinoamérica

11 noviembre, 2021 • Artículos, Asia/Pacífico, Latinoamérica, Portada • Vistas: 2689

Un tablero dinámico

Central America Link

José Alberto Umaña Salguero

Noviembre 2021

Durante su historia y por su condición geográfica, Latinoamérica ha sido la zona de confort geopolítica de Estados Unidos. Desde el ascenso de Estados Unidos como potencia mundial a inicios del siglo XIX, Latinoamérica fue considerada una extensión del cinturón de seguridad de los estadounidenses, llegando a posicionarse mediante la Doctrina Monroe como la defensa del continente americano ante la amenaza latente de los europeos después de los procesos independentistas en 1821. Asimismo, a finales del siglo XIX, Estados Unidos comprendió que para mantener la hegemonía sobre la región no solo era primordial el uso de sus fuerzas navales, sino también proteger a los países débiles en el aspecto comercial y financiero de caer bajo la influencia europea. De esta forma nacía la “diplomacia del dólar”, una herramienta financiera que sigue siendo pujante en el escenario económico internacional.

El siglo XX trajo consigo la consolidación de Latinoamérica como espacio geoestratégico para Estados Unidos. La influencia económica, diplomática y militar en la primera mitad del siglo XX se vio reflejada en la ocupación de algunos países, como Cuba, Guatemala, Nicaragua y Panamá. En las décadas de 1920 y 1930, empresas como la United Fruit Company pusieron en entredicho la soberanía de algunos países, que veían como los enclaves bananeros no rendían el ansiado progreso económico.

Asimismo, se intentó ocupar por la fuerza ciertas zonas estratégicas para consolidar las rutas comerciales más importantes del continente. Nicaragua, con la iniciativa de la construcción del canal interoceánico y el control de la “zona del canal’’ en Panamá, fueron el reflejo de nuevas formas de neocolonialismo. En esa línea, la revolución cubana y el ascenso de la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría propició que las clases más desfavorecidas se agruparan bajo el movimiento guerrillero. La guerra de guerrillas fue un síntoma que el descontento popular era generalizado y eran necesarias las reformas estructurales que debían acompañar los procesos de pacificación.

El 11-S y el desinterés estratégico en la región

El fin de la Guerra Fría y la desintegración de la Unión Soviética allanaron el camino a la unipolaridad. Estados Unidos marcaba el inicio de un nuevo paradigma en la economía internacional: el modelo neoliberal. La región fue absorbida por la crisis de la deuda externa y el gigante estadounidense no dudó en aplicar una serie de medidas en el campo financiero, económico y comercial usando como base el consenso de Washington. La democracia liberal se instaló como ideología política y económica para ayudar a salir de las crisis a los países de la región. Asimismo, se benefició mediante la firma de tratados económicos desiguales y el libre flujo de capitales, con la fiebre de la inversión extranjera directa como parte de la fórmula para el crecimiento económico. Sin embargo, desde la década de 1990 se empezó a estudiar el crecimiento económico sostenido de algunos países del continente asiático. El principal emergente era el gigante asiático: China.

Los atentados del 11-S inauguraron una nueva fase en las relaciones internacionales: la securitización del sistema. Estados Unidos, con la doctrina del miedo, dirigió sus esfuerzos geopolíticos hacia oriente próximo y el mantenimiento de unas relaciones tensas con la Unión Europea en torno al apoyo de la guerra contra el terrorismo. Estados Unidos se posiciono como el garante de la seguridad internacional, pero en la práctica su doctrina del terror fue promotora de más inestabilidad.

Las estrategias de seguridad nacional en los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama indicaron que los estadounidenses no iban a tolerar la participación y la influencia global de un competidor que pudiera estar a su altura. De acuerdo con Juan Gabriel Tokatlian y Bernabé Malacalza, las guerras perpetuas iniciadas luego del 11-S, el resurgimiento de una política orientada a promover cambios de régimen, el socavamiento paulatino del multilateralismo, el debilitamiento de los derechos en la delicada ecuación libertad-seguridad, entre otros, reforzaron la menor estabilidad que ya recorría el mundo de principios del nuevo milenio.

La presencia económica y comercial del gigante asiático en la región también responde a uno de sus importantes objetivos geopolíticos posteriores a la Guerra Fría: el reconocimiento como Estado para consolidar la política de “Una China”.

Luego, la crisis financiera de 2008 puso en entredicho el modelo de democracia liberal y, por otra parte, el liderazgo de China busco mantener el ritmo de crecimiento económico mediante una gigantesca expansión de la actividad crediticia; Latinoamérica no sería la excepción. Es así como en noviembre de 2008, China publicó su Documento de Política para América Latina y el Caribe, tratándose del primer documento de política exterior publicado por el gobierno chino para la región.

En esa línea, China se ha mostrado como un polo de poder altermundista que no condiciona sus relaciones económicas a la situación democrática o de los derechos humanos en los países del Sur global. En detrimento de la banca multilateral occidental, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, los bancos chinos han financiado a países como Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela, que no tienen un acceso fácil al sistema financiero mundial y que, a su vez, son los principales receptores de los préstamos chinos en la región. Sin embargo, este financiamiento tiene claros objetivos geopolíticos de fondo, que pasan luego de que el gigante asiático se asegura de suministro de recursos y materias primas y expandir su comercio exterior para sus propias mercancías.

En cambio, Estados Unidos tuvo un retroceso considerable en Latinoamérica desde la crisis financiera de 2008. Durante el gobierno de Obama no se pudo evitar la pérdida de liderazgo mundial con los eventos desencadenantes de la Primavera Árabe, en 2011, y Latinoamérica pasó a ser ese “vecino invisible”, como le denominó Charles Powell. Hubo dos iniciativas diplomáticas de parte de Obama para diferenciarse de la herencia de Bush. La primera fue la reanudación de las relaciones diplomáticas con el régimen cubano en la VII Cumbre de las Américas, y la segunda fue la decisión de considerar a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional’’ ante la grave situación humanitaria que se desencadeno en el país desde 2015. Estas iniciativas estaban en sintonía con el desplazamiento de Estados Unidos en favor de China como el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y con el inicio un periodo de auges populistas, tanto de la derecha como de la izquierda latinoamericana.

La llegada de Trump supuso un descuido considerable en la región, sobre todo en el debilitamiento de los espacios multilaterales y la clara decisión unilateral de no apoyar las políticas destinadas atacar las causas de las débiles democracias y, por ende, la migración desde el sur. En ese sentido, se considera que Trump dejo una especie de herencia maldita en el que algunos mandatarios no se sintieron incomodos con el unilateralismo agresivo del nuevo gobierno y aprovecharon el vacío de poder regional para encausar una política interna autoritaria sin preocupaciones ante una eventual represalia desde Washington. Sin embargo, el régimen cubano fue duramente atacado por Trump mediante sanciones en diferentes áreas, como el turismo, las inversiones y las remesas. Y, en el caso de Venezuela, las sanciones económicas se endurecieron, e incluso se puso sobre la mesa la posibilidad de una intervención militar.

La pandemia y la nueva Guerra Fría

La presencia económica y comercial del gigante asiático en la región también responde a uno de sus importantes objetivos geopolíticos posteriores a la Guerra Fría: el reconocimiento como Estado para consolidar la política de “Una China”. De esa manera, países como El Salvador y Panamá han orientado sus relaciones diplomáticas hacia China, en detrimento de Taiwán, un Estado de facto protegido pragmáticamente por diferentes gobiernos estadounidenses. Asimismo, otro aspecto fundamental para comprender el ascenso de China a nivel mundial y en la región es la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda, en la que los asiáticos pretenden construir una red de rutas marítimas y terrestres para abastecer energéticamente al país y, a su vez, lograr mantener una dependencia principalmente de países subdesarrollados. Sin embargo, esta iniciativa ha mutado durante la pandemia en el campo sanitario, al transformarse en la Ruta de la Seda de la Salud, y en el campo digital, identificada como la Ruta de la Seda Digital.

La pandemia de covid-19, sumado a las tensiones generadas por el populismo de Trump en contraposición de Xi Jinping, sin duda ha generado el debate de si nos encontramos ante una transición del poder. El proceso degenerativo que tuvo la política exterior estadounidense en los recientes años tuvo sus efectos visibles en la ayuda destinada a los países de la región en la parte más dura de la pandemia. Por ejemplo, en el primer semestre de 2020, de los 900 millones de dólares donados a nivel mundial en concepto de ayuda humanitaria por parte de Washington, apenas el 9% fue orientado hacia Latinoamérica; en cambio, China desembolsó 665 millones de dólares en la región. En ese contexto, el gobierno de Trump, en aras de limitar la influencia de China en la región, realizó una arremetida contra la presidencia del BID al conseguir los votos necesarios para que, por primera vez, no se eligiera un presidente de origen latinoamericano, uno de los grandes logros consuetudinarios que había alcanzado la gobernanza interamericana desde la era posterior a las guerras.

La llegada de Biden con el “Estados Unidos está de regreso” ha supuesto para Latinoamérica una política exterior preocupada por revertir los retrocesos de la era trumpista, incluido recobrar la confianza sobre la ciencia para combatir la pandemia. En este campo, Biden se enfrentó en sus primeros meses de gestión a la campaña de vacunación en territorio nacional. En Latinoamérica se inició una carrera por “la compra y la donación” de vacunas y así ganar mentes en los países de la región. China no se queda atrás y ha utilizado la diplomacia de las vacunas como punta de lanza en su poder blando sobre la región. Con la creación de sus tres vacunas ⸺Sinopharm, Sinovac y Cansino⸺ ocupo un radio de acción amplio en países como Brasil, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay, entre otros. El caso, de Paraguay fue de relevancia ya que ha sido objetivo de la “diplomacia oportunista” de China, al exigirle el rompimiento de relaciones diplomáticas con Taiwán.

Estados Unidos ha recobrado terreno en los últimos meses, por ejemplo, se calcula que, hasta agosto de 2021, el 80% de las vacunas en el Triángulo Norte de Centroamérica, provinieron de Estados Unidos, un 14% del mecanismo COVAX y un 6% de México, Israel, la India y China, esto en detrimento de una clara influencia que tuvo China, al haber sido el principal exportador de vacunas en El Salvador cuando anunció el inicio de campaña de vacunación en marzo de 2021.

En el campo tecnológico, China se ha posicionado con la multinacional Huawei y su tecnología 5G, llegando incluso la primera a cooperar en países como Argentina y Ecuador en la detección y la prevención del covid-19, haciendo uso de la inteligencia artificial. También, países como Brasil, Ecuador, México y Panamá se han mostrado receptivos en la adopción de tecnología 5G. No obstante, el gigante asiático restringió una de sus políticas económicas más importantes en la región: los préstamos. Tanto el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China no proporcionaron ninguna financiación a los gobiernos de la región en 2020. Esto se dio principalmente por dos razones, la primera es que los prestamos soberanos son un riesgo para los bancos chinos, tomando en cuenta la crisis por la pandemia, y la segunda es que China ha logrado posicionar sus empresas en la región y ahora le interesa las inversiones por medio de asocio público-privado en áreas como infraestructura y energías renovables.

Por último, Biden se enfrenta a uno de los mayores retos en su gestión: proteger la institucionalidad democrática en algunos países de Latinoamérica. El caso más preocupante es Centroamérica por su inestabilidad democrática, corrupción, desigualdad y su repercusión en las caravanas de migrantes. A su vez, el proceso de integración político ha sido obstaculizado por las diferencias entre los mandatarios centroamericanos, y la confianza en los gobiernos atraviesa su peor momento, con una polarización fragmentada en el Triángulo Norte de Centroamérica y una Nicaragua al borde de una nueva dinastía. La Alianza para la Prosperidad no tendrá éxito sin garantías de estabilidad política en el Triángulo Norte, y el gobierno de Biden ha medido el pulso de mandatarios con intereses de cambiar de esfera política, como el caso de El Salvador y su nueva amistad con China. En los primeros 3 meses se suspendió el financiamiento militar a los tres países del Triángulo Norte y recientemente se publicaron dos versiones de la Lista Engel, que revoca el visado de figuras corruptas en la región.

Consideraciones finales

Sin duda, el tablero de ajedrez está servido. Por una parte, Estados Unidos todavía tiene confianza en la Organización de los Estados Americanos y en el BID, en cambio China ejerce una cuestionada pero débil influencia multilateral mediante el Foro China-CELAC. Y también falta ver relanzamientos de la plataforma de la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda y America Crece para afianzar proyectos publicó privados en la región. En conclusión, nuestra región enfrenta un auge de populismos con fragmentación ideológica que aparentan cambiar de referencia de Washington hacia Beijing. Latinoamérica se encuentra en la encrucijada geopolítica, y es la parte bilateral en la que se evidencia a ciertos gobernantes medir el polo de poder que legitime sus políticas internas. En ese sentido, es importante analizar y comprender cuales son las proyecciones geoestratégicas de China en la región ⸺herramientas geoeconómicas para afianzar su influencia⸺ y cuál es el rumbo que toma el “Estados Unidos está de regreso” para mantener una hegemonía histórica en los países latinoamericanos.

JOSÉ ALBERTO UMAÑA SALGUERO es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de El Salvador (UES) y maestro en Resolución de Conflictos, Paz y Desarrollo por la Universidad para la Paz. Ha tenido experiencia como practicante en la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (MAPP -OEA) y actualmente es docente de la Escuela de Relaciones Internacionales de la UES.

Tags:, , ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…