La sombra de la guerra en la lucha contra el cambio climático

14 abril, 2022 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 1758

DW

Nicolás Muñoz Godoy

Abril 2022

Hoy el cambio climático constituye una amenaza de gran relevancia para el mundo. Por tal motivo, Chile ha enfatizado sus esfuerzos institucionales para superar los problemas ligados al cambio climático y mejorar la recepción de los conflictos socioambientales en el país. Recientemente, la Convención Constitucional chilena deliberó sobre el reconocimiento de la crisis climática y ecológica, y el gobierno inauguró su instalación en La Moneda con la adhesión del tan esperado Acuerdo de Escazú. En el concierto internacional, los países reunidos en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente acordaron avanzar hacia la adopción de un instrumento en materia de gestión y reducción de plásticos. Este evento será catalogado como un hito de la política ambiental internacional, debido a que será la primera iniciativa de carácter vinculante en la materia. Esto supone dotar a la gobernanza global de herramientas jurídicas para el abordaje de la contaminación por plásticos en los océanos y el mundo.

Si bien, los acuerdos internacionales en materia climática van avanzando, es importante mencionar que, en simultáneo, Rusia está llevando a cabo una invasión a Ucrania, que supone ser el evento que cambiará las relaciones internacionales del siglo XXI, referentes a la estructura de alianzas y el poder mundial. Esta situación pone en riesgo dos de los principales recursos para alcanzar los acuerdos mundiales en materia climática: la confianza y la paz internacional.

En un sistema en el que el poder tiende a imponerse sobre las normas, confiar en el otro, sea más o menos poderoso que uno, resulta difícil. Por lo tanto, en un evento de esta magnitud, donde cada vez crece más la amenaza de un conflicto nuclear, los Estados buscan refugio en sus intereses para sobrevivir a la sombra de la guerra, tanto por los coletazos que dejarán las sanciones económicas impuestas a Rusia, uno de los principales productores de combustibles fósiles, como por las presiones de las potencias involucradas en el conflicto. Debido a ello, es lógico pensar que esta guerra inevitablemente va a colisionar con el mecanismo de consenso utilizado por los Estados para la adopción de políticas climáticas, el cual se caracteriza por aceptar las indicaciones cuando ningún país se opone oficialmente.

El frente de las negociaciones climáticas

La guerra entre Rusia y Ucrania ha impactado al mundo por diversos frentes, y uno de los que se verá más afectado será el de las negociaciones climáticas. En este sentido, las negociaciones y los acuerdos previstos entre delegaciones nacionales, sociedad civil y empresas del sector privado, enfocados en evitar una catástrofe climática y ecológica, comenzarán a tambalear y sufrir alteraciones gatilladas por los nuevos intereses de los Estados para sobrevivir a la reestructuración del sistema internacional. Esta situación podría erosionar la confianza entre las partes y llevar a los países a ignorar deliberadamente el carácter global y transfronterizo del cambio climático, lo que imposibilitaría la toma de decisiones conjuntas para hacer frente a esta problemática.

La guerra entre Rusia y Ucrania ha impactado al mundo por diversos frentes, y uno de los que se verá más afectado será el de las negociaciones climáticas.

Como ya indicaba el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático en su segundo informe y ahora, en el tercero, publicado recientemente, la crisis climática y sus efectos ya han alcanzado todos los rincones del planeta y, por ello, los esfuerzos para avanzar hacia la adaptación y la mitigación deben ser cada vez más ambiciosos. No obstante, para que esto suceda se requiere de la participación de todos los actores del sistema internacional y, en particular, de los Estados, ya sea por su posición central en la definición de la agenda y la toma de decisiones de la política internacional, como por su legitimidad para la implementación interna de políticas y normas adoptadas en el marco de la gobernanza global del cambio climático.

A medida que los Estados puedan construir confianza mutua y consensuar sus intereses mediante la diplomacia y el multilateralismo, los acuerdos internacionales llegarán a buen puerto. Sin embargo, con la sombra de la guerra asolando cada instancia del concierto internacional, las expectativas de alcanzar una posición común respecto de la lucha contra el cambio climático se vuelven más complejas, lo que aproxima a la humanidad hacia una colisión inminente por los efectos de este fenómeno.

El frente de la transición energética

Las sanciones impuestas por Occidente están impactando a grupos productivos altamente contaminantes, como el energético, basado en combustibles fósiles. Debido a la interdependencia existente entre los países en conflicto, se prevén dos escenarios posibles en esta área. En el primero, los países europeos se centrarán en acelerar los acuerdos de transición energética y su implementación para depender cada vez menos de la industria petrolífera rusa. De tal modo, las sanciones podrían tener un efecto significativo en la economía de ese país y, a su vez, les permitiría avanzar hacia energías renovables, o bajas en carbono (eólica, solar, geotérmica, etc.), con el objetivo de disminuir las cantidades de dióxido de carbono en la atmósfera.

En el segundo escenario, que es mucho menos favorable para enfrentar la crisis climática, los países europeos recurrirán a otros Estados productores de combustibles fósiles, como Arabia Saudita o Irán, para suplir la cuota aportada por Rusia al mercado energético europeo. Este escenario en particular es menos favorable debido a que, históricamente, estos países han puesto trabas en las negociaciones climáticas de transición energética. Esta predisposición se basa en que sus estructuras económicas se sostienen principalmente sobre la exportación de combustibles fósiles, por lo que, los esfuerzos encaminados a lograr una transición energética mundial no son atractivos para ellos dado que sus economías se verían gravemente afectadas.

En el corto plazo, el segundo escenario parece ser la opción más viable debido a que tanto Europa como Estados Unidos requieren transformar o readecuar su estructura de producción y distribución energética antes de situarse en una transición hacia energías renovables o bajas en carbono. Esta transición podría llegar a lograrse en el mediano o largo plazo, pero resulta impensable para evitar una crisis energética en el futuro próximo. De tal modo que, en la actualidad, es probable que seamos testigos de cómo los Estados, incluyendo las potencias petrolíferas, se centrarán en políticas que son individualistas y únicamente favorables para su propia sobrevivencia, dejando de lado la agenda climática, profundizando la fragmentación de la gobernanza global ambiental, y retrasando la lucha contra el cambio climático.

NICOLÁS MUÑOZ GODOY es licenciado en Administración Pública por la Universidad de Chile y maestrando en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es asistente de investigación del proyecto 1190070 del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt) de Chile e investigador en el Observatorio de Juventudes y Derechos Humanos. Sígalo en Twitter en @nicolasanmg.

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