La política de cooperación internacional para el desarrollo de México

14 noviembre, 2019 • Artículos, Latinoamérica, Portada, Sin categoría, SRE • Vistas: 7361

Retos y oportunidades

SRE

Laura Elena Carrillo

Noviembre 2019

Una colaboración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México

Los diversos actores en la escena internacional recurrimos a la cooperación para hacer frente a nuestros problemas comunes de manera más eficaz, adoptando acciones conjuntas y concertando reglas. Durante las últimas décadas, el ejercicio de la cooperación internacional se ha visto acompañado de una creciente institucionalización y la cooperación internacional para el desarrollo no ha sido una excepción.

A nivel nacional, esta institucionalización se ha visto materializada, en 2011, con la creación del Sistema Mexicano de Cooperación Internacional para el Desarrollo, cuya arquitectura institucional descansa sobre cinco pilares: jurídico, por medio de la Ley de Cooperación Internacional para el Desarrollo; financiero, con el Fondo Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo; programático, mediante el Programa de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Procid); estadístico, con el Registro Nacional de la Cooperación Internacional para el Desarrollo, y finalmente, el pilar orgánico-administrativo con la creación de la propia Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid), órgano desconcentrado del gobierno de México que está actualmente a mi cargo.

Estos cinco pilares representan la base para la construcción de una política de cooperación internacional para el desarrollo que es continua y transexenal. Su constancia en el tiempo implica un seguimiento puntual a las acciones emprendidas, a través de diferentes gobiernos que tienen, como es natural, prioridades políticas cambiantes y condiciones económicas variables. Así, es posible navegar las aguas caudalosas que representan las condiciones financieras adversas, pues la Amexcid, en su relativamente corta historia, no se ha enfrentado aún a las crisis económicas mundiales que son de carácter cíclico. Además, los pilares antes mencionados permiten ampliar gradualmente la cooperación de México con el exterior de acuerdo con la creciente importancia y responsabilidad del país como actor en la escena internacional.

Prueba del funcionamiento de este sistema es que la Amexcid ha entrado de lleno en su tercer sexenio, de forma revitalizada y con más ímpetu que antes. Esto se ve expresado no solo en la continuidad de los programas existentes, sino en la expedita introducción de nuevos y ambiciosos programas de oferta de cooperación internacional para el desarrollo por parte del gobierno de México, como lo son Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro con El Salvador, Guatemala y Honduras.

Carácter dual de México

México es un actor de carácter dual: es al mismo tiempo oferente y receptor de cooperación internacional para el desarrollo en sus diferentes modalidades: económica; financiera; técnica y científica; educativa y cultural, y humanitaria. En cuanto a su papel como oferente, es claro que Centroamérica y el Caribe se han mantenido como la región prioritaria de destino de la cooperación mexicana. Los primeros esfuerzos de México hacia esa región de los que se tiene registro se remontan hasta finales del siglo XIX. Los lazos que unen a México con los países de esta región son históricos, culturales y, en la mayoría de los casos, también lingüísticos. Resulta entonces natural y lógico que, ante los retos de desarrollo que enfrenta esta región, el gobierno mexicano decida extender una mano amiga.

México es un actor de carácter dual: es al mismo tiempo oferente y receptor de cooperación internacional para el desarrollo en sus diferentes modalidades.

La estrategia de organizarse en caravanas por parte de personas en búsqueda de refugio que provienen de esta región ha puesto el foco mediático sobre un fenómeno que no es nuevo. Es tentador pensar que los nuevos programas de cooperación internacional para el desarrollo son una respuesta ante la actual crisis de migración. Sin embargo, es importante aclarar que la actual política de cooperación internacional para el desarrollo hacia Centroamérica no tiene como finalidad frenar a la migración, negando el ius migrandi de los flujos de los refugiados en búsqueda de asilo en México y otros países, así como nuestra histórica tradición de asilo que hoy por hoy se ha puesto de manifiesto ante el mundo. Por el contrario, busca hacer frente a la falta de desarrollo en la región. Como ha expresado el presidente Andrés Manuel López Obrador, siempre en defensa de los migrantes, el objetivo de la cooperación es crear las condiciones para que quien decida salir de su país lo haga porque así lo desea y no por necesidad.

Para ello, México se encuentra comprometido con la eficacia de la cooperación internacional para el desarrollo, por lo cual suscribe sus nuevos esfuerzos a sus cuatro principios reconocidos internacionalmente: apropiación; transparencia y rendición de cuentas; enfoque en resultados, y alianzas incluyentes.

El principio de apropiación en cooperación internacional se refiere a la importancia de que los países que reciben programas o recursos de cooperación se apropien de dichas acciones. México en ningún momento le impondrá a cada país cómo manejar los recursos ofrecidos, por el contrario, gobiernos nacionales de los países receptores han expresado su total disposición para que los programas sean implementados, con lo cual se garantiza el respeto a su soberanía. Además, esto da certeza de que los beneficios económicos sean destinados de forma directa y pone en el centro a las personas. Este enfoque novedoso implica llevar a la apropiación a un nuevo nivel en el que la o el mismo beneficiario es libre de decidir cómo usar el dinero recibido. De esta forma, se apela a la autonomía de las personas, dejando detrás antiguos enfoques asistencialistas que dictaban las necesidades en vez de atenderlas. De esta manera, se dignifica a la persona al permitirle determinar ella misma cuáles son sus necesidades, que son tan diferentes y diversas como las personas mismas.

La Amexcid entiende que ni el Estado, ni el mercado, ni la loable labor altruista de terceros pueden, por sí solos, hacer frente de manera eficaz a los retos del desarrollo que plantea la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Respecto a la transparencia, el registro de los beneficiarios resulta igualmente novedoso. En cuanto a la rendición de cuentas, se ha suscrito un convenio con la Auditoría Superior de la Federación (ASF) sin precedentes, el cual dará paso a mecanismos que permitan que se auditen los procesos mediante los cuales se llevan a cabo estos programas.

En relación con el enfoque en resultados, este registro permitirá también el monitoreo y el seguimiento de los programas, así como llevar a cabo una evaluación del impacto que estos tienen en el desarrollo. Para ello, el convenio con la ASF permitirá corroborar, en su momento, que efectivamente estén funcionando.

Por último, en cuanto a las alianzas incluyentes, la Amexcid entiende que ni el Estado, ni el mercado, ni la loable labor altruista de terceros pueden, por sí solos, hacer frente de manera eficaz a los retos del desarrollo que plantea la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Como expresó el presidente de El Salvador, Nayib Armando Bukele Ortez, en su visita a Chiapas para la firma de la Carta de intención entre México y El Salvador para ejecutar iniciativas de cooperación internacional para el desarrollo, más allá de sumar acciones individuales, se trata de ir de la mano y multiplicar el impacto. Este trabajo en conjunto implicará retos inéditos de coordinación, abriendo la famosa “caja negra” que suponía a los gobiernos nacionales como entes monolíticos y únicos actores en la escena internacional. De esta forma, se supera en la práctica el viejo enfoque que veía a las relaciones internacionales exclusivamente como relaciones intergubernamentales, en favor de la participación de múltiples actores con incidencia en el desarrollo, entre otros, la sociedad civil, el sector privado, las fundaciones filantrópicas, la academia, los sindicatos y los gobiernos locales.

Esta voluntad de México de construir sobre los pilares de su arquitectura institucional (e.g. inscribiendo el Plan de Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México, en el Procid) y de cumplir con los principios para la eficacia de la cooperación, ilustran su compromiso como un actor dual responsable. Esto, junto al ejercicio de acciones de cooperación triangular (en las que México participa tanto como oferente así como receptor de cooperación internacional para el desarrollo) pone a la Amexcid a la vanguardia y como ejemplo a nivel mundial de cómo construir una agencia de carácter dual que entiende e incorpora las mejores prácticas de dos mundos: el de los países desarrollados y el de los países en desarrollo.

LAURA ELENA CARRILLO es Directora Ejecutiva de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid). Sígala en Twitter en @LauraElenaCC.

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