La diplomacia del jazz

7 febrero, 2022 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 2153

Clarín

Daniel Zorrilla Velázquez

Febrero 2022

“Si Estados Unidos tiene futuro, el jazz tiene futuro. Los dos son inseparables.” George Russell, músico y teórico del jazz

 

“El jazz representa la libertad.” Dave Brubeck, leyenda del jazz

En la historia de la humanidad, la interacción entre los pueblos, así como los intercambios lingüísticos, religiosos, artísticos y culturales, han enriquecido de manera notoria las relaciones entre países con intereses divergentes. Desde el establecimiento del sistema moderno de Estado, estas expresiones han representado el inicio o el mejoramiento de los lazos diplomáticos entre las partes, por lo que este tipo de acercamientos ha sido designado como diplomacia cultural. En la época contemporánea, este término ha cobrado una mayor relevancia y se utiliza para hacer referencia a un campo de la política pública en el que el Estado despliega sus recursos culturales para alcanzar objetivos estratégicos de política exterior, una práctica que también ha sido denominada como poder blando, pues busca evitar el uso de la fuerza.

Durante la Guerra Fría, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrascaron en una rivalidad derivada de las diferencias ideológicas, políticas y económicas de ambas potencias, que buscaban implantar su influencia sobre el resto del mundo. Este continuo periodo de tensiones, que duró 45 años, desencadenó una competencia por el desarrollo de armas y tecnología militar, así como una serie de guerras proxy entre los aliados de ambas partes y un recio enfrentamiento propagandístico y cultural. Simultáneamente, surgía un movimiento de descolonización en el que distintos países africanos y asiáticos estaban luchando por liberarse del yugo de sus opresores coloniales, entre ellos Egipto, Ghana, la India e Indonesia.

Ante esto, las potencias estadounidense y soviética comenzaron agresivas campañas de persuasión por medio de recursos diplomáticos, para atraer la simpatía y el apoyo de estas naciones recientemente independizadas. Estados Unidos, mediante su Departamento de Estado, desplegó durante las décadas de 1950 y 1960 una variedad de importantes figuras culturales en aquellos países, con la finalidad de establecer su influencia política en las regiones disputadas. Entre las misiones enviadas estuvieron diversos grupos de cantantes a capella, conjuntos de bailarines folclóricos e incluso la Sinfonía de Boston. Sin embargo, uno de los recursos que tuvieron más impacto ideológico, cultural y social entre la audiencia de los países en disputa, fueron los llamados Embajadores del Jazz.

Contexto cultural

El jazz es una forma musical, comúnmente interpretada de manera improvisada, que se originó cerca del final del siglo XIX, como una unión de los ritmos africanos y la armonía estructural de la música europea. Este género surgió entre los esclavos provenientes de África que fueron forzados a asentarse en el sur de Estados Unidos para trabajar en las plantaciones de algodón y arroz, así como en la construcción de vías férreas y diques en la ribera de los ríos. Las primeras manifestaciones del jazz se dieron durante las jornadas laborales forzadas de los esclavos, que improvisaban canciones para hacer su esfuerzo relativamente más ameno, además de que les servía como un recurso terapéutico para aliviar su dolor y nostalgia por la vida anterior a la esclavitud.

El origen del término “jazz” proviene de una jerga utilizada para referirse al acto sexual por los asiduos clientes de los centros de entretenimiento de Nueva Orleans, en donde los músicos de este nuevo género eran contratados de manera recurrente.  Fue precisamente en esta ciudad del estado de Luisiana, a partir de la primera década de 1900, en donde el jazz obtuvo su mayor desarrollo —derivado de otras formas musicales como el blues y el ragtime— y se diseminó a través de varias latitudes del país estadounidense.

No obstante, al tiempo que se desarrollaba esta forma superior del arte musical, principalmente por los intérpretes afroestadounidenses, Estados Unidos estaba inmerso en un ambiente sistemático de racismo, discriminación y segregación, proveniente de las infames leyes de Jim Crow. Estas disposiciones estatales y locales legalizaron la segregación racial de los afroestadounidenses, negándoles el acceso al voto, al empleo, a la educación y a otros servicios sociales a los cuales tenían legítimo derecho. Las leyes de Jim Crow fueron implementadas justo después de la Guerra Civil y mantuvieron su vigencia hasta 1968, cuando fueron desechadas gracias a los esfuerzos del movimiento por los derechos civiles, cuyos principales exponentes fueron Rosa Parks, Martin Luther King Jr. y Malcolm X.

Los músicos enviados a la misión utilizaron la plataforma que les dio el Departamento de Estado en su propio beneficio, y establecieron su propia agenda para difundir sus mensajes de desacuerdo y protesta en contra de las políticas discriminatorias en su país, pero también para compartir los sentimientos que representan lo mejor de la humanidad.

Este movimiento, que luchaba por la igualdad de derechos y justicia social entre los ciudadanos de raza negra, nació precisamente a principios de la década de 1950, cuando las primeras misiones diplomáticas del jazz fueron enviadas por el Departamento de Estado. Por lo tanto, estos músicos —en su mayoría afroestadounidenses—, a quienes se solicitó actuar como embajadores culturales de Estados Unidos, se enfrentaron a un profundo dilema moral. Por un lado, les era requerido que promovieran una imagen de libertad y democracia en su país cuando, al mismo tiempo, las minorías afroestadounidenses soportaban los devastadores efectos del racismo y la segregación. Al final, estos intérpretes vislumbraron una oportunidad para dar voz a sus protestas políticas en el exterior, además de que tenían sentimientos patrióticos y una sincera intención de apoyar a su país, por lo que aceptaron ser parte de la misión diplomática cultural.

Los Embajadores del Jazz

Como se mencionó, el gobierno estadounidense nombró a un conjunto de intérpretes de jazz para llevar a cabo una comisión de política exterior. Uno de los principales impulsores de este proyecto fue el congresista afroestadounidense Adam Clayton Powell, que estaba casado con Hazel Scott, una famosa pianista de jazz. La visión compartida del matrimonio sobre el poder de influencia que tenía este género musical sobre los esfuerzos de política exterior logró que pudieran convencer a los líderes del Departamento de Estado de enviar a un grupo de artistas para aventurarse en esta peculiar empresa. El grupo estaba formado por músicos de clase mundial como Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Dave Brubeck, Duke Ellington y Joe Morello, pero también incluía integrantes de género femenino, así como de diferentes orígenes raciales, culturales y religiosos. La finalidad de este ensamble era tratar de unir a la gente en los lugares visitados y así ejercer una influencia positiva en cuanto a la imagen de Estados Unidos como un país democrático e inclusivo, y entonces contrarrestar la propaganda soviética en contra del racismo estadounidense.

A pesar de las intenciones originales del Departamento de Estado, algunos de los miembros del grupo se negaban a representar una imagen falsa de lo que realmente estaba pasando en su país. Por ejemplo, Dizzy Gillespie, además de ser un brillante trompetista, también era un audaz activista por los derechos civiles y los derechos humanos de los afroestadounidenses, que constantemente estaba envuelto en campañas de protesta pacífica. El jazzista estaba convencido de que no iría a una gira diplomática para disculparse por las políticas racistas de Estados Unidos que causaban un grave sufrimiento a sus compatriotas. A pesar de ello, la honestidad y la pasión con la que estos intérpretes se desenvolvieron durante sus presentaciones, fueron los factores necesarios para lograr una profunda y auténtica empatía entre los espectadores, lo que significó el éxito real de la misión.

Notas finales

Los Embajadores del Jazz se presentaron en diferentes países del Medio Oriente, así como en el sur de Asia, África e incluso en la península Balcánica. Algunos de los integrantes del grupo ya contaban con cierta fama internacional previa, pero, en general, interpretaron su música frente a personas que no estaban familiarizadas con este género. A pesar de esto, todas las presentaciones fueron recibidas con gran aclamación, comprensión y afinidad, pues muchos de los asistentes también pertenecían a minorías que habían sido apartadas e ignoradas por su gobierno y su sociedad.

Los músicos enviados a la misión utilizaron la plataforma que les dio el Departamento de Estado en su propio beneficio, y establecieron su propia agenda para difundir sus mensajes de desacuerdo y protesta en contra de las políticas discriminatorias en su país, pero también para compartir los sentimientos que representan lo mejor de la humanidad. El jazz era el medio perfecto para lograr este fin, pues es una representación fiel de la lucha incansable por la libertad. Libertad que anhelaban los esclavos al tiempo de la gestación de esta expresión musical, libertad de decidir el propio destino, pero también libertad de perseguir la felicidad sin prejuicios ni obstáculos. Eventualmente, estos geniales artistas terminaron siendo no solo embajadores de Estados Unidos, sino que también fueron embajadores de su propia lucha por la igualdad en contra de un sistema racista, así como embajadores del jazz como un lenguaje universal.

DANIEL ZORRILLA VELÁZQUEZ es maestro en Administración Pública por la University of Texas, San Antonio. Fue becario en el Congreso de Estados Unidos e investigador en el Instituto de Desarrollo Económico de Texas. Actualmente, es profesor e investigador en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

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