Israel-Hamas: Otro ciclo de violencia

1 julio, 2014 • Artículos, Medio Oriente, Portada • Vistas: 3766

avatarDefault Luis Mesa Delmonte                                        

Julio 2014

La actual crisis en Gaza que enfrenta violentamente a Israel con Hamas no es un acontecimiento totalmente nuevo, sino otra fase cíclica del histórico conflicto palestino-israelí. Basta solamente recordar los enfrentamientos militares entre estos mismos dos actores entre 2008 y 2009, así como en 2012, y percibiremos juicios, comportamientos, y retos, muy semejantes a los que hoy se muestran.

Tanto entonces como hoy, el sector más golpeado resulta ser la población civil palestina que habita la Franja de Gaza: 1.8 millones de habitantes que sufren notables penurias en materia económica y social derivadas en gran parte del bloqueo al que se les ha sometido; que aparecen atrapados y en medio de las contradicciones entre agrupaciones políticas palestinas; que sienten gran frustración en un conflicto con Israel dilatado en el tiempo; y que están condenados a mayores pérdidas materiales y especialmente humanas, en cada ocasión en que se desata la violencia militar.

AP

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Aunque la enorme mayoría de los observadores y medios de prensa explican la presente crisis, como derivada del asesinato de tres jóvenes israelíes el 12 de junio de 2014 (a lo que siguió también el de un joven palestino en aparente venganza), es mucho más adecuado tomar en cuenta como punto de arranque, el impacto que tuvieron las negociaciones entre Al Fatah y Hamas, para conformar un gobierno de unidad nacional palestino el pasado 2 de junio.

Durante muchos años de agudos enfrentamientos entre estas, las dos organizaciones de mayor importancia, Israel argumentó que no podía avanzar en el proceso de diálogo con los palestinos, pues «no existía una única contraparte con la cual negociar»: Al Fatah predominaba en los territorios ocupados en Cisjordania, mientras que Hamas dominaba el poder político en la Franja de Gaza. Ahora, con la conformación de un nuevo gobierno de unidad, el argumento israelí desaparecía, y habría que retomar el camino del diálogo y de las concesiones bilaterales, considerando especialmente los esfuerzos diplomáticos de la administración Barack Obama en tal sentido. No obstante, el gobierno de Benjamin Netanyahu rechazó inmediatamente conversar con un gobierno palestino que incluyera a la organización de inspiración islamista que califica de terrorista, por lo que es factible preguntarse si existe una real voluntad política negociadora de parte de Israel, si el propósito es ganar tiempo para no negociar, si es posible negociar con los palestinos pero excluyendo a Hamas o si se puede aspirar a contar con un Hamas desarmado en una futura mesa negociadora.

Archivo

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Lo cierto es que sin procederse a una investigación más detallada del terrible crimen de los tres jóvenes -como hubiera sido lo más indicado-, Israel responsabilizó inmediatamente a Hamas de haberlo ejecutado. Cualquier indagación debería haber analizado múltiples variantes: si era responsabilidad y obedeció a una orden central de la organización; si había sido ejecutada por alguna célula de esta agrupación con independencia operativa, por otra organización palestina,por algún otro grupo de inspiración extremista islamista, o simplemente era un crimen no ligado a la política, entre otras posibilidades. La línea acusadora se mantuvo a pesar de que Hamas lo negara tajantemente y de que no se presentaran pruebas concretas. La acusación se respaldó en los indicios detectados por parte del Shin Bet.

La respuesta del gobierno de Netanyahu para «hacer pagar a Hamas», incluyó el arresto de cientos de militantes y ex presos palestinos, el cateo de hogares, el cierre de instituciones e, incluso, el derribo de algunas edificaciones en Cisjordania. De igual forma, en la Franja de Gaza, la aviación israelí comenzó a atacar algunos puntos clave de la dirección política de Hamas, y otros ligados a la planificación estratégica y militar de la organización, previendo, muy probablemente, que Hamas respondería a ello con mucha más violencia.

Y así surge uno de los puntos más interesantes a tener en cuenta al analizar este conflicto. Al mismo tiempo en que Israel tuvo como propósito una vez más, deteriorar al máximo la imagen de Hamas, es muy factible que haya contemplado en un inicio la «provocación», para que el ala militar de la organización se proyectara con más fuerza y «exhibiera» parte de sus capacidades más avanzadas, y así poder proceder a su identificación y aniquilamiento. Esto es especialmente central en materia de cohetería y morteros, los que se han lanzado contra territorio de Israel durante los últimos años de conflicto, tanto por Hamas, como por la Jihad Islámica y otros grupos.

AP / Ariel Schalit

AP / Ariel Schalit

Habría que especular si la inteligencia militar israelí ya contaba o no con informaciones respecto al fortalecimiento de estas capacidades, especialmente desde 2012, cuando ambas partes ya se habían enfrentado, y si ello fue favorecido o no, por las mayores libertades de movimiento en la frontera de Gaza con Egipto durante el gobierno de los Hermanos Musulmanes encabezado por Mohammed Morsi entre 2012 y 2013. Cualquiera que haya sido el cálculo estratégico previo, en realidad Hamas optó una vez más por el lanzamiento de cohetería muy diversa y morteros contra territorio israelí, empleando desde distintas versiones de cohetes tipo Qassam de elaboración artesanal, hasta algunos ejemplares de cohetería fabricada industrialmente (posiblemente ensamblada en Gaza), y que poseen un alcance mayor para llegar hasta ciudades más distantes como Beersheba, Tel Aviv y Jerusalén.

El lanzamiento indiscriminado de este tipo de cohetería sin órganos de puntería y precisión, atenta contra la población civil israelí, por lo que es una estrategia altamente condenable y contradictoria con la legítima aspiración del pueblo palestino de crear su Estado independiente por vías negociadas. Con este empleo táctico, Hamas pretende erguirse como el más decidido defensor de la independencia palestina y contrincante de Israel, pero su impacto es limitado en términos militares. Logra cierta efectividad en atemorizar y golpear sicológicamente a la población civil de Israel, cuestionar la idea de la «inmunidad estratégica» o incluso afectar el tráfico aéreo en el aeropuerto de Tel Aviv, pero no mucho más. La efectividad de la cohetería es menor hoy, si tomamos en cuenta el aparentemente alto grado de eficiencia de intersección de cohetes y misiles lograda con el sistema «Iron Dome» (o Domo de Hierro), dedicado a evitar ataques a centros urbanos, y que ha sido desarrollado por los israelíes con apoyo tecnológico y financiero de Estados Unidos.

AP / Hatem Moussa

AP / Hatem Moussa

Hamas responde, pero provoca a Israel, sabiendo también que la réplica israelí va a ser totalmente desproporcionada, y que el ataque con cohetería será una excelente justificación para atacar en Gaza, pues «Israel tiene el derecho a defenderse». En el mejor de los casos, la táctica de Hamas para volver a demostrar a un Israel agresivo y despiadado, causante de una nueva crisis humanitaria y sobre ello buscar alguna nueva tregua que logre nuevos compromisos para levantar el bloqueo y controles sobre Gaza, mejorar la movilidad de sus habitantes enclaustrados, y propiciar un mejor estatus económico y social para la Franja, es cuestionable, por el altísimo costo en vidas y destrucción infraestructural al que se somete a la población palestina en esta coyuntura.

Una crítica semejante puede hacerse a Israel. ¿No existen otras alternativas para continuar limitando políticamente a Hamas, tomando en cuenta sus diferencias notables con otros sectores palestinos, y su alejamiento de Egipto, Irán y Siria? ¿No puede dársele prioridad absoluta a una estructura defensiva y eficiente como es el Domo de Hierro sin tener que intentar realizar «operaciones quirúrgicas» (y otras más burdas) dentro de Gaza, que obligatoriamente generarán dolorosas pérdidas humanas y materiales debido a las características demográficas y urbanísticas de Gaza? ¿Sigue percibiendo Israel que tiene un gran margen de acción a partir de su estrecha relación estratégica con Estados Unidos, y fuertes nexos con importantes actores internacionales, y que ello le permite enfrentar los rechazos y condenas por cometer «masacres» y «crímenes de guerra», expresados por amplios sectores de la sociedad civil global, así como dentro de algunos órganos de la Organización de las Naciones Unidas? ¿Es adecuado insistir en la llamada «Doctrina Dahiya» como forma de continuar fortaleciendo su capacidad disuasiva, afectada durante la guerra contra Hezbolá en 2006?

AP / Adel Hana

AP / Adel Hana

El teatro de operaciones es altamente complejo, especialmente porque el factor civil está presente y es afectado. No son dos actores simétricos comprometidos en un conflicto militar. Existe una asimetría por definición en el choque que se da entre un ejército con enorme poderío tecnológico y alto desempeño, y un grupo armado irregular que basa su estrategia en la optimización de sus capacidades combativas asimétricas. De hecho, la penetración de fuerzas israelíes dentro de algunas zonas en Gaza para la destrucción de túneles, arsenales e instalaciones, complica más el panorama, pues el «combate cuerpo a cuerpo» no solo provoca nuevas bajas palestinas, sino también un incremento notable de las bajas militares israelíes al exponerse al golpe de los misiles antitanques, minas y francotiradores de Hamas, factor que impacta decisivamente en la opinión pública israelí.

¿Cómo enfrentar los retos de la asimetría?¿Cómo evitar un ataque a todas luces desproporcionado como el que se ha estado escenificando en estos días, muy lejano a las exhortaciones a actuar con moderación y control? ¿Cómo desarrollar tácticas y estrategias más adecuadas para el combate en un medio de alta densidad demográfica evitando las «bajas colaterales», y el asesinato de civiles incluyendo decenas de niños? Esas son tareas pendientes para los estrategas militares y la ética política. Los avisos previos a los bombardeos, la posposición de ataques ante la presencia evidente de civiles, y otras medidas tomadas por los militares israelíes para evitar equivocaciones fatales, no son suficientes.

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Por otra parte, la vía violenta escogida por sectores de Hamas y otros grupos palestinos para defender su causa nacional y enfrentar a Israel, no es la única. Ahí está la larga trayectoria de una organización como Al Fatah, que a pesar de su extenso historial militar, ha optado desde hace años por la vía de la negociación y del diálogo, aunque esta sea compleja, dilatada y frustrante.

Para la comunidad internacional, también quedan temas pendientes: desarrollar acciones preventivas para evitar futuros estallidos armados del conflicto, mediar con intensidad y efectividad cuando se desatan las crisis, y hacer aún mayores esfuerzos para patrocinar un proceso negociador, que lleve definitivamente a la llamada «Solución de los dos Estados».

LUIS MESA DELMONTE es profesor investigador en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, institución en la cual hizo sus estudios de Doctorado y Maestría. Ha realizado estudios también en la Universidad de La Habana, en la Universidad Rey Saud de Riad, Arabia Saudita, y en el Department of Peace and ConflictResearch, de la Universidad de Uppsala, Suecia. Recientemente ha coordinado los libros: El pueblo quiere que caiga el régimen(COLMEX 2012), y Las Relaciones Exteriores de Siria (COLMEX 2013). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3.

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