El trabajo y el hombre superfluo

30 octubre, 2023 • Asuntos globales, Opinión, Portada • Vistas: 2642

Periódico Correo

logo fal N eneJorge Armando Talavera Gutiérrez

Octubre 2023

Desde tiempos inmemorables, el trabajo ha constituido parte fundamental del ser humano. Su origen es aún desconocido, pero su etimología tiene que ver con un término que hoy pudiera resultar ofensivo: “castigo”. Pero esta actividad ha sufrido variaciones en la historia, desde la función primitiva de la caza-recolección, la esclavitud y la visión más moderna del trabajador como eje fundamental del sistema productivo capitalista y del trabajo como medio para cumplir los anhelos del hombre. Sin embargo, en el siglo XXI debemos cuestionarnos si el trabajo es un valor humano que dignifica al hombre o una carga social que lo condena; si seguirá siendo el eje fundamental del capitalismo o si las tecnologías serán las que releguen al hombre a un papel intrascendente.

Además, el trabajo es una de las actividades que más ha sufrido cambios en los últimos 100 años. Durante siglos, el trabajo siguió la misma dinámica: una actividad sin derechos sociales que solamente buscaba satisfacer las necesidades de un grupo determinado de la nobleza. Hoy está visión resultaría ofensiva, pero en su momento fue la fórmula de crecimiento de reinos e imperios que veían en los súbditos mano de obra para sus campos y soldados para sus guerras. Ya en el siglo XX, el avance de las teorías sindicalistas y la nueva visión laboral modificaron el trabajo encaminando al hombre a perseguir un sueldo fijo que le permitiera acceder a un sistema de salud y retiro. En el siglo XXI, el trabajador busca más que eso: busca cumplir anhelos y actividades que lo realicen como ser humano. Pero, ¿será posible cambiar la dinámica actual para mejorar las condiciones de vida de millones de trabajadores o será acaso que la tecnología generará una crisis laboral de la que todos podemos ser víctimas?

Trabajo y tecnología

La pandemia de covid-19 mostró al mundo que muchas de las actividades del ser humano pueden realizarse a distancia desde la comodidad de su hogar. En ese sentido, la tecnología demostró una vez más que puede facilitar la vida del ser humano y servir de apoyo en los momentos más apocalípticos. Pero también, demostró que aquellos trabajos que representan mayor riesgo físico y que se encuentran en la escala más baja de la cadena productiva no pueden realizarse a distancia. Para variar, estos mismos trabajos son los que se encuentran en mayor riesgo de desaparecer con el avance de la automatización tecnológica. Nuevamente, los de abajo, los desafortunados, quedan expuestos a una batalla que solamente pueden alargar, pero que no pueden ganar.

¿Qué harán los gobiernos mundiales para evitar una revolución laboral futura? ¿Cuál es el lugar del obrero en el siglo XXI? ¿Qué haremos con todos aquellos que serán desplazados por la tecnología y la automatización?

Comencemos entonces por analizar dos grandes avances tecnológicos que pueden generar la desaparición de millones de empleos en los próximos años: la automatización y la inteligencia artificial. Desde la Revolución Industrial del siglo XIX hasta nuestros días, el sistema productivo capitalista ha buscado la manera de aumentar la producción ahorrando recursos, entre ellos el recurso humano. Cada año se organizan diversas presentaciones de las nuevas maquinarias tecnológicas que tienen como fin suplir la mano de obra. Aunado a lo anterior, el aumento en derechos sociales ha empujado a las empresas a buscar opciones robóticas que les permitan generar una mayor productividad y utilidad sobre sus competidores. Por otro lado, la inteligencia artificial ha surgido como un avance que permite resolver problemas con una mayor capacidad y rapidez que la que podrían resolver un conjunto de seres humanos. Esta tecnología incluso puede aprender de errores y de aciertos por sí sola, constituyendo así uno de los avances más significativos del hombre en los últimos años, pero también, uno de los más complejos. Incluso sus propios defensores aún no tienen una posición contundente de qué tan peligroso podría ser una tecnología que pueda pensar por sí sola y con el conocimiento acumulado de toda la vida humana.

En cuanto a la automatización, podemos analizar con preocupación cómo en la última década la utilización de robots en la industria manufacturera ha crecido a niveles nunca antes vistos. Esto significa que el aumento gradual de maquinaria podría convertirse en el desafío del obrero de este siglo, poniendo en riesgo millones de empleos, sobre todo en países en desarrollo, donde no habrá incentivo alguno para instalar grandes fábricas con necesidades materiales y tecnológicas que estos países no podrán cumplir. Y si conjugamos inteligencia artificial y automatización tenemos la fórmula perfecta para que el ser humano actual sea intrascendente, obligándonos a replantear cual será nuestro papel en este siglo.

El hombre superfluo

En un ejercicio mental, imaginemos qué importancia tiene en un ecosistema un organismo vivo que por sus características propias únicamente actúa como depredador. Esta primera reflexión nos hace pensar el papel que desempeña el ser humano en este planeta, pero también su destino, el cual depende del empleo que desempeña. ¿Cuál sería la trascendencia de millones de obreros que pueden ser fácilmente sustituidos por una máquina? Incluso los más preparados, aquellos empleos que requieren una carrera universitaria también se encuentran en riesgo: abogados, doctores, financieros, entre otros, tendrán que buscar la forma de competir ante una inteligencia artificial que rebasará por mucho las capacidades humanas.

Y es que el trabajo no solamente es cumplir una jornada y cobrar un salario por ello, sino que es una forma de dignificar al hombre y de darle un sentido a su vida. Incluso en estos momentos, el trabajo es el medio por el cual cumplimos nuestras necesidades más básicas y la actividad preponderante que permite la generación de recursos para incentivar el consumo, el elemento más importante del sistema capitalista. Entonces, ¿qué hacer ante la tecnología que puede hacer obsoleto al hombre?

Si conjugamos inteligencia artificial y automatización tenemos la fórmula perfecta para que el ser humano actual sea intrascendente, obligándonos a replantear cual será nuestro papel en este siglo.

Muchos positivistas de la tecnología mencionan que traerá nuevas fuentes de empleo que estarán ligadas a la robótica, análisis de datos, electrónica, ciberseguridad, etc., y es aquí en donde tenemos que reflexionar qué personas podrán acceder a una educación de calidad en estos temas. ¿Podrá la educación de los países en desarrollo cumplir las expectativas de un mundo en donde la competencia no solamente será entre humanos sino también entre máquinas? En ese sentido, los organismos internacionales tendrán que hacer esfuerzos enormes para poder compartir con los más pobres una educación tecnológica de calidad que permita su inclusión en esta nueva dinámica social; una educación que, en gran medida, tendrá que ser autodidacta, a distancia y gratuita, todo ello con el fin de adentrarlos en los avances tecnológicos que revolucionarán el trabajo y el ser humano.

Por otro lado, algunos futuristas han advertido sobre la aparición del “superhombre”, aquel que surgirá de la manipulación genética y la integración tecnológica. Este concepto aún puede sonar lejano, pero se encuentra más cerca de lo que pensamos. Por ello, el escritor Yuval Noah Harari ha manifestado su preocupación por el surgimiento de lo que podría ser una nueva división social, aquella que se dé entre los humanos genéticamente modificados y aquellos que no cuentan con los recursos económicos suficientes para hacerlo. Y si el superhombre domina la escena social y económica del siglo XXI, ¿cuál sería el caso de una raza que no se encuentra adaptada a las necesidades modernas? Quizá la justicia genética haga lo suyo, cómo lo ha hecho siempre, y así como nosotros extinguimos a nuestros antepasados biológicos, vendrá un nuevo ser humano a extinguirnos a nosotros.

Entonces, ¿seguirá siendo el trabajo una necesidad humana o evolucionaremos a una nueva era sin trabajo, apoyada en las tecnologías? El sistema productivo capitalista que mueve la economía mundial actual se sostiene gracias al consumo como elemento esencial de intercambio de bienes y servicios. Este consumo es potencializado por el crédito, que a su vez se otorga en gran medida a aquellos que cuentan con un ingreso fijo. A nivel mundial, la clase trabajadora conforma el sector mayoritario que cuenta con créditos y, por lo tanto, con ingresos fijos. Entonces, es el consumo del sector obrero lo que permite la subsistencia del sistema capitalista. Por ende, en un escenario cercano la automatización industrial a gran escala causaría un efecto negativo en el consumo, ya que de nada serviría una mayor productividad, cuando los bienes que esta produzca sean ofertados en un mercado de consumo menor.

En cambio, en este momento, la inteligencia artificial no puede considerarse una herramienta que se encuentre a disposición y beneficio del hombre. Para que esto suceda tendrá que surgir una nueva raza humana capaz de controlar y explotar toda la capacidad de esta tecnología. Y será en ese momento cuando quizá hablemos del fin del trabajo como lo conocemos ahora para dar paso a una nueva era que replantee una nueva economía y nuestro objetivo en este planeta.

JORGE ARMANDO TALAVERA GUTIÉRREZ es licenciado en Derecho por la Universidad Quetzalcóatl, México, y maestrante en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Es colaborador en distintas revistas a nivel nacional y se desempeña como abogado postulante en materia laboral. Sígalo en X (antes Twitter) en @JorgeTalavera_g.

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