El T-MEC en el nuevo orden económico: ¿cooperación o integración?

26 agosto, 2021 • Artículos, Portada • Vistas: 7300

EY

José Luis Ayala Cordero

Agosto 2021

El libre comercio y la reinvención del espacio capitalista

El 9 de marzo de 2018, Donald Trump impuso aranceles a las importaciones de acero y de aluminio argumentando razones de seguridad nacional. En ese sentido, expresó que Canadá y México “podrían” quedar exentos de ese arancel siempre y cuando mostraran voluntad para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y que fuera realmente benéfico para Estados Unidos. El juego político y comercial entre ambos países confirma que, en una era de interdependencia económica, esta puede ser asimétrica o de un trato de iguales. De ahí que la necesidad de cuestionar si la nueva versión del acuerdo comercial, el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) obedece a una integración o a una cooperación.

La diferencia radica en que la integración es un modelo económico, comercial y financiero, cuyo objeto es buscar ganancia en el intercambio, el cual se consolida cuando el paradigma del libre comercio, implementado a partir de la década de 1990, se convierte en la panacea del neoliberalismo. Así, la integración implica la formalización de dependencia económica, cuyo problema es que no siempre es justa para las partes, y la mayoría de las veces es desigual en las ganancias. Ello conlleva también a una fuerte dependencia política. Así, el monopolio del primer tratado de libre comercio, modifico el proyecto político histórico de Canadá, de consolidar una integración de este a oeste entre sus provincias, por un nuevo modelo norte sur con Estados Unidos. De esta forma se modificaron leyes y proyectos de áreas estratégicas condicionadas por el mercado estadounidense. Ello confirma que la participación dentro de un tratado resta, en mayor o menor grado, soberanía política a sus participantes. Por otro lado, la cooperación implica estrategias que generan acciones consensadas entre actores, que buscan resolver problemas comunes, con el objetivo de no crear desventajas, dependencia injusta o interdependencia asimétrica, cuando es una verdadera cooperación. Lo cierto es que más allá de las opiniones a favor o en contra del T-MEC, esto no deja de ser el ejercicio del poder duro por parte de Estados Unidos, sin visos reales de operar una cooperación que defina espacios de igualdad para los actores involucrados.

 La crisis financiera de 2008 en Estados Unidos, tuvo su origen en paquetes armados de deudas hipotecarias, que no tenían una seguridad en el mercado de valores y eran deficientes en su operación por parte de los inversionistas. En ello, los banqueros desempeñaron un papel determinante en la administración de bonos de deuda y el sobrendeudamiento. La consecuencia de un Wall Street sin regulación, crédito excesivo y especulación de mercado, fue un colapso de la bolsa que se propagó de forma negativa a muchos países, como Canadá y México, y frenó el financiamiento para el crecimiento económico mundial.

Más allá de las opiniones a favor o en contra del T-MEC, no deja de ser el ejercicio del poder duro por parte de Estados Unidos, sin visos reales de operar una cooperación que defina espacios de igualdad para los actores involucrados.

Para los países de Norteamérica, esta crisis afectó no solo los intercambios de mercancías y servicios, sino que también impactó a su producción y propició un aumento importante de la inflación, y, de manera más fundamental, ocasionó una caída en los precios del petróleo. A pesar de que Canadá tiene una fuerte dependencia con Estados Unidos, México resultó más afectado, principalmente por su desarrollo histórico desigual, su fuerte dependencia y por su mala planeación de políticas económicas para contrarrestaran el efecto negativo. A partir de entonces, Estados Unidos requirió de una recapitalización, un elemento natural y necesario del comportamiento del capitalismo: épocas de crisis y de bonanzas.

Bajo la premisa principal ya mencionada, que el capitalismo tiene variaciones naturales de crisis y épocas de bonanza. El año 1973 es determinante para Estados Unidos, debido a que el presidente Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar estadounidense en oro. A partir de entonces, las fluctuaciones económicas del mercado, las inversiones y, sobre todo, la competencia comercial con otros actores se hizo más fuerte, aunado a la imagen de ese país por la derrota en la guerra de Vietnam. Sin embargo, el ambiente internacional dio respuesta a esta necesidad de recapitalización de Estados Unidos, previo al fin de la Guerra Fría: la formalización del neoliberalismo. Así, por ejemplo, en México muchas empresas públicas pasaron a manos de capital extranjero, en su mayoría estadounidenses, como fue el caso de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), que fue absorbida por Walmart.

Nuevos y viejos competidores comerciales de Estados Unidos

En esta primera fase neoliberal, Estados Unidos articuló a Canadá dentro de la panacea del libre comercio con una fuerte propaganda de que la integración económica, como núcleo del nuevo orden económico, revolucionaria el desarrollo regional de Norteamérica. Por su parte, con el Tratado de Maastricht de 1993, Europa blindó su mercado y definió estrategias ante la fuerte competitividad que se avecina por el nuevo orden.

De igual manera, la Organización Mundial del Comercio (OMC), formalizada en 1994 (producto del consenso neoliberal de la Ronda de Uruguay de 1986), permitió a Estados Unidos contar con una nueva versión para el control y la imposición de las reglas, los lineamientos y las normas de operación del mercado, los servicios, las inversiones y los intercambios. Así se bloqueó durante mucho tiempo, con argumentos válidos o no, la adhesión de China a la OMC (su ingreso fue hasta diciembre de 2001), un actor que después de la Guerra Fría se perfilaba como un fuerte competidor. Asimismo, la inversión en innovación tecnológica y el monopolio estadounidense en sectores estratégicos cruciales se vio enfrentada por los europeos. Un ejemplo de ello fue la competencia entre las empresas Airbus y Boeing; después de 2011, los europeos superaban en ventas a Boeing.

Por ello, el T-MEC presenta variables, procesos y actores involucrados que reproducen, al igual que en la etapa de transición que va de la década de 1970 a la crisis de 2008, la necesidad imperiosa de Estados Unidos de recapitalización por medio de estrategias neoliberales para apropiarse de los mercados, generar activos financieros, y competir ferozmente contra sus nuevos adversarios políticos (Irán) y económicos (China). Se puede seguir especulando sobre la perdida de hegemonía estadounidense, pero se tiene que aceptar que sigue siendo un jugador clave en el sistema internacional por su capacidad de reinvención, de encontrar nuevos mecanismos que lo posicionan como competidor militar y económico. Una de estas fue, precisamente, la renegociación del TLCAN y la firma del T-MEC, que articula en el espacio de Norteamérica a sus dos socios como “filiales” de sus intereses para seguir operando en el nuevo orden económico versión 2.0, durante y una vez que termine la pandemia.

Los atentados del 11-S son un elemento histórico que se puede sumar a las razones políticas de esta recomposición de Estados Unidos, previas a la crisis de 2008. Así, posterior a los ataques terroristas, el objetivo era mantener sus centros de poder militar y económico para enfrentar la disminución de su imagen de poder (una situación similar a la derrota que tuvo con la guerra de Vietnam). De esta forma, el monopolio regional y mundial del comercio, la relocalización de sus empresas, el control de mercados (sumando a México, a Canadá y a Latinoamérica) y una nueva arma económica: los aranceles. Son estrategias impuestas por Washington para enfrentar este nuevo reto económico y militar, similar al de la década de 1970.

Así, la pandemia se ha convertido en un espacio y tiempo para la reflexión estratégica de Estados Unidos. Por ejemplo, a diferencia de muchas leyes y acciones que realizó Trump y que han sido canceladas o retractadas por el presidente Joseph R. Biden, el T-MEC no correrá la misma suerte. El nuevo gobierno demócrata desea mejorarlo y pedir más a sus socios, pues busca consolidar y reformular su plataforma logística, la reconfiguración de su mercado regional y mundial, así como retomar su batalla comercial contra China, que también estudia bien sus posibilidades, como lo demuestra con la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda para consolidar su poder central en Asia-Pacífico y su expansión mundial.

México en la integración de Norteamérica: búsqueda de un enfoque social de la cooperación

De ahí que el T-MEC, bajo el marco del neoliberalismo como creador de interdependencia asimétrica y dependencia entre los actores, es una muestra de la capacidad de poder duro de Estados Unidos, sobre el cual se cuestiona si fue forzado o consensado, si es bueno o malo y para quién. La premisa principal es qué tanto se puede rescatar de la soberanía de México para encausar el T-MEC hacia un modelo real de cooperación y si hay condiciones para negociar o continuar renegociando la operatividad del acuerdo, puesto que, con el TLCAN, se confirmó que tampoco fue un proceso de cooperación económica, sino la búsqueda de una integración bajo la modalidad de zona de libre comercio, cuyo objetivo era recapitalizar a Estados Unidos, que venía arrastrando una crisis desde la época de Nixon.

Lo cierto es que por más que el gobierno mexicano insista en que la culpa de la pobreza del país y la corrupción es producto del neoliberalismo, la renegociación del T-MEC confirma que México es un país que se comporta bajo los lineamientos históricos neoliberales en Norteamérica. (El comercio es una clara expresión del nuevo orden neoliberal internacional). Así, la búsqueda de encausar este neoliberalismo hacia objetivos más sociales y de cooperación es el principal reto de México. Los “apoyos contra la pobreza” solo son una forma de seguir consolidando mano de obra y fuerza de trabajo para los dueños de los medios de producción (cadenas de valor internacional). Se requiere de la innovación tecnológica, la creación de empresas nacionales, impulsar la educación pública en todos los niveles, consolidar espacios libres de violencia para que la inversión extranjera no tenga riesgos, de ser competitivos, pero sobre todo de planear e implementar estrategias de cooperación. Solo sin coerción y bajo un trato de iguales se puede lograr la integración económica en Norteamérica.

Un tratado comercial debe ser así: la expresión jurídica de la cooperación consensada por sus actores involucrados, como una herramienta del comercio internacional que define reglas, normas y leyes.

La cooperación debe ser el marco de diseño de estas estrategias, que sean lo más justas e idóneas a las necesidades de los actores, como México. No se puede eludir que el T-MEC tiene un comportamiento basado también en la integración, pero se requiere de un consenso tripartita, lo que implica enfrentar verdaderamente al modelo ortodoxo neoliberal y hacerlo más social, sin descuidar a la clase media en México, que genera realmente riqueza tecnológica, cultural y del desarrollo para el país.

Un tratado comercial debe ser así: la expresión jurídica de la cooperación consensada por sus actores involucrados, como una herramienta del comercio internacional que define reglas, normas y leyes. Los tratados tienen un papel importante como guía de comportamiento, que debe considerar necesidades internas y externas de los socios (ya que un tratado es un contrato), y no se puede utilizar la coerción para obligar a las partes a tomar ciertas conductas u obedecer reglas sin consenso. Pero, por otro lado, los tratados de libre comercio permitieron fortalecer y fomentar las políticas neoliberales de los países hegemónicos y de la integración económica.

En esto radica la cooperación ya que, tarde o temprano, el T-MEC tendrá fallas técnicas estructurales que aumentan las desigualdades y promueven la mano de obra excedente que espera solo los apoyos monetarios del gobierno en México. En este sentido, el capital está dirigido a paliar la pobreza, no a salir de ella. El capital, bajo un modelo neoliberal, crea riqueza para los dueños de los medios de producción, y bajo una cooperación efectiva, crea certeza de desarrollo, disminuye la dependencia económica y crea igualdad social.

Dar dadivas a la población pobre en México no soluciona el problema de la integración desigual y se fortalece el neoliberalismo. Por ello, se requiere de crear infraestructura y empresas, fuentes de empleo, mejorar las condiciones de paz social, fortalecer la educación, un verdadero Estado de derecho, y todo esto tiene una repercusión en una cooperación eficaz para ser competitivos en Norteamérica. No se puede esperar un trato de iguales en un estado de desigualdad regional.

JOSÉ LUIS AYALA CORDERO es doctor en Ciencias Políticas y Sociales, con orientación en Relaciones Internacionales, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Este artículo es producto del Seminario de Comercio Exterior de México 2021-2022, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Sígalo en Twitter en @kylorein66.

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