De las protestas en Jerusalén al asedio militar en Gaza

12 mayo, 2021 • Artículos, Medio Oriente • Vistas: 3476

Diez reflexiones preliminares

Noticias de Israel

Moisés Garduño García

Mayo 2021

Desde el 6 de mayo de 2021 diversos enfrentamientos entre palestinos e israelíes han sacudido al barrio de Sheij Jarrah, en Jerusalén Oriental, en una situación que ha ido escalando con el paso de los días hasta ver una intervención militar en Gaza. A manera de reflexión, a continuación se comparten diez aspectos puntuales sobre el episodio más reciente de este conflicto, mediante el análisis de varios aspectos políticos locales, regionales e internacionales, con el objetivo de contribuir a una interpretación de uno de los asuntos más complejos de la agenda internacional.

Lo que hay que resaltar primero es que las manifestaciones de Sheij Jarrah fueron lideradas por los palestinos de 1948 por medio de teléfonos inteligentes y redes sociales, con los cuales pudieron unificar su posicionamiento, lemas y cánticos, demostrando a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) cómo se supera la división política cuando hay dignidad de por medio. Esto es importante porque esta población, que fue marginada del proceso de Oslo al subestimar su importancia demográfica, hoy está mostrando en las calles de todo el país su subjetividad política a pesar de que en el pasado se les acusó de colaboracionistas. De acuerdo con el periodista Daoud Kuttab, una de las características más interesantes de estas protestas fue la decisión de los jóvenes palestinos de sonreír cuando eran arrestados por las poderosas fuerzas de seguridad israelíes, lo que refleja un nuevo paradigma de jóvenes palestinos intrépidos que consideran su dignidad y libertad más importantes que el supuesto bienestar social que los israelíes otorgan a los residentes de Jerusalén. Sin duda, se trata de una nueva fuerza política que ha llegado para quedarse y liderar cualquier intento de emancipación de sus condiciones de vida.

Por otra parte, en segundo lugar, los palestinos de 1948 son los que permanecieron en Israel. Representan menos del 20% de la población total palestina, es decir, cerca de dos millones de personas a 2021. La mayoría viven en pueblos y aldeas palestinas ubicadas en tres áreas principales: en Galilea en el norte, en el “pequeño triángulo” en el centro, y en el Naqab en el sur. Concretamente, en Jerusalén Oriental, estos palestinos forman actualmente el 39% de la población, cuando en 1948 (después de la Nakba) apenas constituían el 2.5% de la población de la ciudad. Hoy, ellos están impulsado un proceso de unidad nacional emancipatorio con tintes de intifada popular ante la erosión de la nula legitimidad de actores locales, el desprestigio más bajo que tiene Israel (que fue acusado de prácticas de apartheid por Human Rights Watch en abril de 2021), el ostracismo de organizaciones internacionales, como la Liga Árabe, y el oportunismo regional detectado en políticos en Arabia Saudita, Irán y Turquía.

Como tercer punto, resulta notable que, cuando se trata de Jerusalén, Palestina logra unificar una defensa de su identidad utilizando todos sus componentes. La “intifada de Jerusalén” como se le ha denominado, está siendo acompañada no de piedras, como en el pasado, sino de cohetería mejorada capaz de penetrar la Cúpula de Hierro. Al tiempo de escribir estas líneas, en términos estratégicos, algunos cohetes de Hamás han alcanzado sitios cercanos al aeropuerto de Tel Aviv y Ashkelon, con cerca de 230 artefactos en las primeras 24 horas. Incluso, por primera vez, Hamás lanzó cohetería a zonas despobladas de Jerusalén Occidental, ganando simpatía por parte de algunos manifestantes de Jerusalén que exclamaron la ayuda de Hamás en sus protestas después de haber sido duramente reprimidos por las fuerzas de seguridad israelíes. Esta capacidad balística es una muestra de poder disuasivo con la que todavía cuenta Hamás, lo que desafía la organización estratégica israelí en caso de alargar las operaciones militares en algo que odia profundamente la táctica de Tel Aviv, dado el fantasma de la guerra de 2006 con Hezbolá.

Las protestas en Jerusalén han mostrado que Al Quds sigue siendo un epicentro importantísimo de la vida política palestina.

En cuarto lugar, es importante destacar que Mahmud Abbas, al posponer las elecciones de 2021 (en la que a los habitantes de Jerusalén Oriental no se les permitió participar), puso en duda su miedo de que Marwan Bargouthi, el “Mandela palestino”, líder de la primera y la segunda intifada, se hiciera con la presidencia si lograba participar en el proceso y cumplir con el diagnóstico de las encuestas que diferentes centros palestinos publicaron cuando le auguraban hasta un 48% del voto popular. Siguiendo al periodista iraquí Abdel Bari Atwan, lo que más preocupa a los israelíes y a la ANP es que la intifada de Jerusalén se extienda a Cisjordania, donde el control de la ANP se está debilitando y se enfrentaría a una creciente ira pública que critica enormemente la colaboración de los últimos años de Abbas con Israel. Al tiempo de escribir estas líneas, las protestas se han extendido a veinte ciudades palestinas, incluyendo Jaffa, Haifa y Ramala, donde el descontento político se presenta como combustible para encender nuevos repertorios de protesta que no dan la impresión de favorecer una resistencia puramente pacífica.

Como quinto punto, hay que decir que, aunque Israel golpeó zonas residenciales, como la torre Hanadi y el edificio Jawhara, como respuesta a los misiles de Hamás, cada ataque contra zonas civiles está siendo documentado por la población civil de Gaza y ha sido acompañado por múltiples protestas de solidaridad con Sheij Jarrah, desde Marruecos hasta Indonesia. Es en esta situación cuando se aprecia la unidad palestina, la cual cuenta con la posibilidad de ser abrazada por otras causas, como el movimiento mundial de mujeres y el movimiento de conciencia ecológica internacional, los cuales están compuestos por personas de la misma generación que los palestinos.

Por supuesto que, como sexto punto, la causa palestina no está obsoleta, como se repitió en múltiples medios de comunicación en Occidente. Al contrario, la cuestión palestina sigue viva y apoyada por una amplia base de solidaridad en más del 79% de la opinión pública en el mundo árabe, de acuerdo con el reporte Arab Opinion Index 2019-2020. Además, las protestas en Jerusalén han mostrado que Al Quds sigue siendo un epicentro importantísimo de la vida política palestina y que, a pesar de las esperanzas israelíes de que los palestinos se olvidaran de su causa, la nueva generación de Jerusalén se expresa con más confianza para enfrentarse a los israelíes, grabando su resistencia para consumo de la opinión pública transnacional mediante la transmisión en línea y el uso masivo de redes sociales.

En séptimo lugar, los gobiernos de los países árabes que comenzaron su proceso de “normalización” con Israel (Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Sudán) han quedado mal frente a la opinión pública transnacional al preferir acuerdos comerciales en lugar de un proceso genuino y digno de paz. El acuerdo de normalización no logró más que ampliar la brecha entre los gobernantes y sus sociedades, y agregó legitimidad a la resistencia palestina ante las fuerzas progresistas a nivel internacional. A su vez, hay otros regímenes, como el turco, cuyo Presidente no tardó en aprovechar la coyuntura actual para anunciar su apoyo a los palestinos, mientras su gobierno ha negociado la posibilidad de acuerdos de gas con Israel, dados los intereses de ambos regímenes en el mar Mediterráneo.

Una vez más, el Medio Oriente proyecta una notable agitación política, donde la cuestión palestina ha vuelto a estar en el centro del debate.

Como octavo punto, aunque la estrategia de unificar a Israel y dividir a los palestinos fue una constante en el escenario estratégico israelí, la realidad actual nos presenta que las facciones israelíes también están divididas entre los partidos extremistas que piden el arbitraje de la ley judía, por un lado, y los seculares que aspiran a construir lo que ellos llaman un “nuevo Israel”, por el otro. Hoy, Israel está en su peor momento político ya que no hay consenso partidista ni éxito en formar un gobierno después de cuatro procesos electorales y, además, aún persiste el fantasma de Benjamin Netanyahu, que conserva una ansiedad tal de poder con la cual estará buscando utilizar lo ocurrido en Jerusalén y Gaza para prevenir que la oposición política pueda formar un gobierno que él no pudo fraguar con la colaboración de los partidos de izquierda. Si en algún momento, como lo argumentan algunos comentócratas árabes, Netanyahu pensó en provocar a la calle palestina para sacar provecho político, es probable que el resultado pueda revertirse si las protestas aumentan con el paso del tiempo y se extienden a zonas más allá del control israelí, lo que puede acelerar sus probabilidades de despedirse de la escena política israelí.

En noveno lugar, el gobierno de Donald Trump redujo sustancialmente cualquier tipo de credibilidad que pudiera existir sobre el papel de mediador de Estados Unidos. Ante los hechos que están en desarrollo, la única forma en la que el gobierno de Joseph R. Biden puede redimir el penoso papel de su predecesor es la realización de un llamado para el fin de la ocupación militar como primer paso sustancial para cualquier tipo de negociación que tenga en mente, ya sea en forma de razón o de imaginación. Recordemos que si bien Biden condenó el envío de la cohetería de Hamás, no dijo nada sobre el asalto de los soldados israelíes a la mezquita de Al Aqsa y su sala de oración sur y norte, cuando golpearon a los fieles congregados y les lanzaron bombas de gas, dejando un saldo de decenas de heridos. Este tipo de conducta por parte del gobierno de Biden no hace otra cosa que ignorar la realidad en el terreno palestino, donde el regreso de fondos para la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo no es suficiente para ganar la confianza de la base social palestina de las nuevas generaciones. Para distanciarse del gobierno anterior, Biden tiene que mostrar liderazgo y una iniciativa clara que respalde lo que algunos políticos judíos, como Bernie Sanders, han estado exigiendo a propósito del rechazo rotundo a la política de asentamientos de Israel.

Finalmente, en décimo lugar, es necesario subrayar que, dadas las lecciones del pasado, no habrá lugar para una paz genuina en Palestina ni para una ciudad unificada y tan cosmopolita como lo es Jerusalén a la que aspiran los israelíes, excepto por medio de la construcción de un Estado libre, democrático y secular que garantice derechos y deberes para todos sus habitantes. Una nueva cultura política puede estarse construyendo en estos momentos si se sabe leer el descontento político prevaleciente en las sociedades, a pesar de la violencia que en estos momentos se experimenta en Gaza. Una vez más, el Medio Oriente proyecta una notable agitación política, donde la cuestión palestina ha vuelto a estar en el centro del debate.

MOISES GARDUÑO GARCÍA es doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde dirige el Taller de Estudios sobre el Medio Oriente. Sígalo en Twitter en @Moises_Garduno.

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