Gaza: la dificultad de informar y de pensar

8 noviembre, 2023 • Artículos, Asuntos globales, Medio Oriente, Portada • Vistas: 3722

Primera Hora

logo fal N eneStéphan Sberro

Noviembre 2023

Se ha vuelto un cliché declarar que la primera víctima de la guerra es la verdad. Los beligerantes utilizan la información y deforman los hechos como un arma más en su guerra. En el siglo XXI, esta arma es aún más temible por la convergencia de dos factores: la internacionalización y las nuevas tecnologías (en particular las redes sociales y la inteligencia artificial, IA), que hacen casi imposible para los periodistas, los analistas y los políticos adoptar opiniones y acciones pensadas, más allá de la emoción y de las ideas prefabricadas.

La guerra desencadenada por Hamás contra Israel demuestra aún más claramente que la invasión de Ucrania, como los intereses internacionales, están siempre más entremezclados. Y todos estamos conminados a tomar una posición con base en la información que recibimos masivamente. Pero la información ha sido falsificada y distorsionada como nunca antes en la historia, así que nuestras reacciones nacen de la ignorancia y de la manipulación.

Como en muchos otros debates (geopolítica, terrorismo, choques de culturas, papel de las religiones, antisemitismo y racismo, instituciones y Derecho Internacional, etc.), el conflicto palestino-israelí viste un significado particular. Es un verdadero laboratorio de las relaciones internacionales. Hay razones objetivas: su ubicación estratégica entre África, Asia y Europa, sus recursos naturales, así como su importancia histórica, cultural y religiosa. Sin embargo, es difícil entender por qué desencadena tantas pasiones, ofreciendo un terruño favorable a la manipulación. Cualquiera en Bolivia o en Japón parece tener una opinión sobre el conflicto palestino-israelí a pesar de su complejidad. En cualquier otro tema de relaciones internacionales, como el de Sudán, Tigré o Yemen, para citar algunos de los más recientes y mortíferos, sí, se vale demostrar total indiferencia, confesar ignorancia y manifestar más prudencia.

La neblina de la guerra

En este conflicto se demuestra cómo los medios masivos y modernos de comunicación no disipan, sino que hacen aún más espesa la “neblina de la guerra”. Carl von Clausewitz se refería a la incertidumbre sobre las posiciones y las capacidades del enemigo. Pero hoy puede ser ampliado este concepto al interés de los beligerantes en cultivar la confusión para imponer sus ideas en la opinión pública e influir así en los dirigentes.

El uso de las redes sociales es hoy una verdadera arma, porque es masivo y directo. Pero también porque se puede manipular muy fácilmente, transformando o incluso inventando hechos, cifras, fotos, etc. Países como China, Irán o Rusia poseen verdaderas fábricas de robots que atacan masivamente las redes sociales de diversas maneras, con virus o envíos masivos de mensajes que distorsionan los algoritmos, cambiando los contenidos y las prioridades de las informaciones que nos llegan. Así es más complicado encontrar información sobre la limpieza étnica de los armenios, los bombardeos turcos contra los kurdos, la represión que continúa contra las mujeres en Irán o las masacres en Sudán y en África central.

Los beneficiados de la desinformación

Pero peor que bombardear con información y cambiar el orden de las prioridades, nunca el número de noticias totalmente falsas había sido tan elevado. Gracias a la IA, casi cualquiera puede crear noticias falsas. El conocido periódico Libération de París publicó en primera plana la foto de un bebé palestino muerto totalmente fabricada. Según el Presidente de CBS, solo 10% de los más de mil videos enviados eran verdaderos. Según Time Magazine, catorce de estas imágenes falsas fueron vistas 22 millones de veces en TikTok, X (antes Twitter) o Instagram.

Estos fenómenos benefician a Hamás, su patrocinador iraní y su aliado ruso. Después de haber cometido masacres incalificables en aldeas y kibutz israelíes, convierten a sus víctimas en verdugos, por los bombardeos que afectan indirectamente a los dos millones de civiles palestinos en Gaza que se encuentran literalmente entre la espada israelí y la pared de sus gobernantes islamistas. Estos les impiden huir y nos les ofrecen la menor protección. Construyeron ochocientos kilómetros de túneles, donde se esconden, pero sus accesos están prohibidos para la población civil que no dispone tampoco de refugios. Mientras tanto siguen bombardeando indiscriminadamente a la población israelí en todas las ciudades y pueblos del país.

Pero peor que bombardear con información y cambiar el orden de las prioridades, nunca el número de noticias totalmente falsas había sido tan elevado.

Las imágenes de la población civil palestina martirizada, difundidas por la televisión catarí Al Jazeera, que goza de un casi monopolio de la información en la Franja de Gaza, causan una ola legítima e imparable de compasión mundial. Crean así una presión fuerte sobre los gobiernos occidentales y árabes aliados de Israel.

El caso del falso bombardeo del hospital Al Ahli, el 17 de octubre de 2023 en Gaza, cuando el presidente estadounidense Joseph R. Biden visitaba el Medio Oriente, permanecerá como un caso estelar para los manuales sobre la desinformación. Apenas 10 minutos después de la explosión, Hamás afirmó que se trataba de un misil israelí que había causado hasta quinientas muertes. A pesar de las denegaciones casi inmediatas de los israelíes, respaldadas por Estados Unidos, el mundo arabo-musulmán se puso a arder con manifestaciones callejeras violentas, provocando la cancelación de una reunión de Biden con el Presidente de Egipto y el Rey de Jordania. Ya está comprobado que se trataba de un cohete del mismo Hamás que cayó en un estacionamiento aledaño al hospital, causando diez veces menos muertos de lo anunciado por el grupo terrorista. Los principales medios de comunicación del mundo se disculparon por su error, pero, a la vez, comprobaron lo fácil que era manipularlos y lo poco que verificaban su información. La falsificación representó un éxito tal para la organización terrorista que algunos especialistas serios, como Gilles Kepel, sospechan que el lanzamiento del cohete pudo haber sido deliberado.

La Hasbara israelí

Frente a esto, los israelíes han sido impotentes, aun cuando son conscientes de la importancia de esta guerra de la información desde los albores de la concretización de su proyecto nacional. Los primeros sionistas supieron desde el principio que esta batalla la tenían perdida en razón de su debilidad en los juegos de poder internacionales y de la hostilidad o, en el mejor de los casos, de la indiferencia hacia su causa. Acuñaron un término intraducible, Hasbara, que es la explicación hacia el exterior de las acciones, exitosas o fracasadas, del país. Esta política de explicación se revela poco eficaz en comparación de la política de información de los palestinos que apuntan más a provocar emociones.

Con la guerra actual, los israelíes se alejaron de su renuencia tradicional a compartir imágenes gráficas y empezaron a mostrar, aunque a un público selecto de reporteros y políticos, las imágenes filmadas por los perpetradores de Hamás, de las torturas y de los asesinatos de centenares de civiles israelíes y extranjeros.

La estrategia de Hamás

Hamás prepara desde al menos 1993 y los Acuerdos de Oslo su estrategia de comunicación con lineamientos precisos. Logró muchos éxitos, como el respaldo público de Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico hasta su estrepitoso fracaso electoral en 2019, en parte por su antisemitismo, o la organización de conferencias de solidaridad con Palestina. El mero hecho de que medios de comunicación, organizaciones internacionales y políticos se refieran a sus discursos y cifras sobre la guerra y sus víctimas en Gaza constituye en sí un éxito.

Esperemos que en un futuro, podamos utilizar las nuevas tecnologías para contrarrestar la falsa información. Mientras esto ocurra, los políticos deberán ser muy cautelosos ante una opinión pública que no está informada, sino hundida en una vorágine de noticias sensacionalistas, distorsionadas y a menudo simplemente falsas, utilizadas después de forma selectiva por seudointelectuales vociferantes.

STÉPHAN SBERRO es doctor en Ciencias Políticas por la Université Sorbonne-Nouvelle. Fue Jefe del Departamento Académico de Estudios Internacionales del ITAM.

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