Crisis alimentaria mundial

5 diciembre, 2022 • Artículos, Asuntos globales, Europa, Latinoamérica, Portada • Vistas: 1619

Nuevo número de Foreign Affairs Latinoamérica

logo fal N eneJordi Bacaria Colom

Diciembre 2022

FAL

El ataque de Rusia a Ucrania parece estar llegando a un punto de inflexión. La “operación militar especial” rusa no ha alcanzado los resultados que esperaban sus estrategas. Todavía con total incertidumbre sobre el desenlace y las consecuencias en el corto, mediano y largo plazo, por el momento el mundo las sufre en mayor o menor medida y, en particular, las poblaciones más vulnerables. Entre los efectos inmediatos se encuentran una crisis alimentaria, aumentos de los precios de la energía, desconexiones en las cadenas de suministro, inflación y retroceso de la globalización.

En la primera parte de este número, tratamos las consecuencias de la crisis alimentaria en Latinoamérica, y en Mundo, los efectos en el comercio y en el poder político, económico y militar. También hacemos una especial mención a los 100 años de la revista Foreign Affairs del Council on Foreign Relations, de la cual Foreign Affairs Latinoamérica es su versión en español. Y en Diálogo Ñ nos ocupamos del bicentenario de la relación bilateral de México con Estados Unidos.

Sobre la crisis alimentaria mundial, sus efectos y proyecciones en Latinoamérica, Pamela Aróstica Fernández, editora invitada, explica que una serie de crisis han conducido a esta situación. La invasión rusa de Ucrania las intensifica, dado que ha interrumpido la producción, el comercio y las exportaciones del granero de Europa. La guerra en Ucrania repercute en Latinoamérica porque involucra a dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes, lo que trastorna las cadenas mundiales de suministro y provoca aumentos de precios de los cereales, los fertilizantes y la energía, así como de los alimentos destinados al alivio de la malnutrición infantil. La inflación se ha convertido en el principal obstáculo de los consumidores latinoamericanos para acceder a los alimentos básicos. Para hacerle frente a la crisis alimentaria, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe propone que se emprendan medidas inmediatas y de mediano plazo en tres niveles: macroeconómico, seguridad y bienestar de las personas más pobres, y seguridad energética.

En este bloque, Fabricio Rodríguez, María del Pilar Ostos Cetina, Ana María Milani, Sergio M. Cesarín, Pablo I. Ampuero Ruiz, Ignacio Bartesaghi, Iván Roberto Sierra Medel e Iván Armendáriz Sánchez analizan exhaustivamente las consecuencias de la guerra en Ucrania en el drama de la crisis alimentaria. Abordan, respectivamente, la utilización de los alimentos como arma de guerra en el mundo; las secuelas en China y Latinoamérica de la guerra agraria de Rusia y Ucrania; las estrategias de los países latinoamericanos productores de grano ante el incentivo del aumento de precios y las disrupciones en los mercados; las interdependencias sino-latinoamericanas en relación con la sostenibilidad alimentaria y el desafío ecológico; las oportunidades y los desafíos de esta crisis para Latinoamérica por su abundancia de ciertas materias primas que puede exportar competitivamente, y la difícil situación de los países caribeños por la inseguridad alimentaria.

FAL-Darío Castillejos

En Diálogo Ñ, nos ocupamos del bicentenario de la relación bilateral entre Estados Unidos y México desde la perspectiva de las estrategias actuales debidas a los cambios en el sistema internacional. Olga Pellicer examina los 200 años de cercanía y distanciamiento en esta relación, que es la más importante de la política exterior mexicana y la que más incide en prácticamente todos los frentes de la vida nacional. Y como la relación comercial es muy importante desde la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), trasladar a México cadenas de suministro que hoy se encuentran en China constituye uno de los objetivos que debería perseguirse con mayor rigor y visión de largo plazo. Además de la economía, los aspectos laborales relacionados con los trabajadores mexicanos en Estados Unidos y el envío de remesas también están muy vinculados. La violencia de los grupos delictivos que satisfacen la demanda de drogas en Estados Unidos requiere la cooperación con Washington, pero hasta ahora no ha dado grandes resultados. No se han reducido ni el tráfico de drogas ni la violencia que causa, ni tampoco se ha creado un ambiente de confianza entre las agencias de seguridad de los dos países. Contrario a lo que se esperaría, esa relación tan compleja no incluye mecanismos bilaterales importantes para fijar estrategias, precisar objetivos y colaborar para solucionar problemas. Con excepción del acuerdo comercial, originalmente el TLCAN y actualmente el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), las relaciones bilaterales se conducen de manera casuística, sin un entramado sólido, sin fuerza institucional ni metas de corto y largo plazo. Durante el último quinquenio, con los cambios en las presidencias de Estados Unidos y de México, se ha hecho evidente la brecha entre unos vínculos cada vez más estrechos y la dificultad de manejarlos sin que surjan conflictos. Entre los muchos otros problemas, dos merecen una consideración más detallada: la migración y las acusaciones de violación a los términos del T-MEC en materia de energía. Las medidas adoptadas a favor de las empresas estatales mexicanas, las cuales perjudican a las empresas extranjeras que trabajan en la generación de energía en México, tienen mecanismos de arreglo en el marco del T-MEC. Aunque esto implica la admisión tácita de que hay espacio para las empresas privadas extranjeras, también toca un punto muy sensible para el pensamiento de Andrés Manuel López Obrador que, en su larga carrera política, ha asociado la soberanía con el dominio absoluto de las empresas estatales sobre el sector energético.

Fausto Carbajal Glass señala la importancia de la relación bilateral como una amalgama de lazos, contradicciones y asimetrías, en la que ha habido un sinnúmero de motivos, lo mismo para la cooperación que para el conflicto. No obstante, gracias a las negociaciones diplomáticas, a la voluntad política y a la visión de futuro compartido, estas disputas se han institucionalizado, a tal grado que en la actualidad forman parte de la continuidad en la relación. Sin embargo, visto desde una óptica neorrealista, resulta comprensible que los cambios en la estructura del sistema internacional signifiquen una ruptura en la relación bilateral entre Estados Unidos y México, toda vez que lo que suceda en el mundo influirá en ambos Estados. China podría alterar el equilibrio interamericano pues se ha convertido en un competidor estratégico de Estados Unidos en Latinoamérica. Esto hará más difícil que Washington consolide un frente político-diplomático en la región y supondrá inevitablemente diferencias de apreciación y tensiones en su relación con México, como se pudo entrever en la IX Cumbre de las Américas. México tendrá que encontrar un fino equilibrio que le permita, por una parte, honrar la relación que lo une a Estados Unidos, y, por la otra, impulsar la relación bilateral con China no solo para incrementar el peso específico de México en la arena internacional, sino también para reducir su vulnerabilidad ante los vaivenes de la política interna estadounidense.

En Mundo, presentamos artículos de distinta temática, con tres dedicados a Latinoamérica. Juan Ramón de la Fuente y Pablo Arrocha explican el papel que ha desempeñado México en el debate sobre el ejercicio del veto por parte de China y Rusia respecto de un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad. Aunque el veto no aparece en la Carta de las Naciones Unidas, se ejerce cuando un proyecto de decisión del Consejo de Seguridad cuenta con la mayoría requerida para adoptarlo (por lo menos nueve votos afirmativos), pero no con los cinco votos de los miembros permanentes. Uno o más votos en contra de cualquiera de ellos significan un veto. Los autores explican el papel de México, que siempre se opuso a la inclusión del veto en la Carta de las Naciones Unidas, en una iniciativa y apoyo a la Resolución 72/262. Con esto, se crea un mandato para que la presidencia de la Asamblea General convoque a una sesión oficial en los 10 días hábiles siguientes a la emisión de un veto de uno o más de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, con el objeto de “celebrar un debate en relación con la situación sobre la que se haya emitido el veto”. Con esta Resolución, un tema vetado en el Consejo de Seguridad deja de ser discutido solo por quince delegaciones y se abre al escrutinio de la comunidad internacional en una reunión pública.

Rubén M. Perina nos presenta una valoración de los resultados de la IX Cumbre de las Américas, celebrada en junio de 2022 en Los Ángeles, que para algunos fue un fracaso y para otros, no tanto. A pesar de la petición del Presidente de México de que se invitara a Cuba, Nicaragua y Venezuela, no hubo quejas de la mayoría los países latinoamericanos ni pidieron la presencia de las dictaduras. Luis Almagro, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, reflejó este sentimiento con agudeza: “No me hubiera gustado que Pinochet, Videla y Gregorio Álvarez estuviesen en esta sala”. El presidente Gabriel Boric, de Chile, sí solicitó la presencia de los dictadores, pero para pedirles que liberen a los presos políticos. La Cumbre cumplió su función de ser una ocasión inigualable e indispensable para que los líderes democráticos del continente trataran juntos los desafíos comunes que amenazan a sus sociedades y esbozaran maneras de asociarse y cooperar para hacerles frente. Las propuestas de Joseph R. Biden reflejan su optimismo y convicción de que es posible “alcanzar la prosperidad económica mediante un nuevo compromiso hemisférico con la democracia, los derechos humanos y el comercio”. Entre tanto, Latinoamérica no debe alinearse automática o ciegamente al liderazgo de Estados Unidos, sino que debe recuperar los principios hemisféricos fundamentales y las aspiraciones históricas de soberanía, democracia, libertad y paz que unen a los países del continente.

La investidura de Gustavo Petro como Presidente de Colombia en agosto de 2022 ha sido un acontecimiento histórico, pues se trata del primer presidente de izquierda en la historia colombiana. En su artículo, Diego Cardona Cardona interpreta el que puede ser el cambio de rumbo en algunos grandes temas de la política interna y exterior, del control del territorio y de algunos aspectos del modelo económico. El presidente Petro ha afirmado que quiere que el capitalismo productivo y con rostro social sea el rumbo del país. La labor de Petro como diplomático en Bruselas ha marcado su interés en los temas internacionales y en la búsqueda de consensos, habitual en el continente europeo. La prioridad de la política exterior es la reactivación del proceso de paz, tanto en lo interno como en lo internacional, y una primera consecuencia es la regularización de las relaciones con Venezuela. La segunda prioridad es el imperativo de la integración y la concertación con los países del continente, en especial los latinoamericanos. Las relaciones con Washington constituyen un tema especial por los intercambios de bienes y servicios en los que Estados Unidos ocupa el primer lugar, por ser el mayor destino de la migración y por ser “socio estratégico no OTAN”.

El artículo de Brian Winter nos remite a las elecciones presidenciales en Brasil celebradas el 2 de octubre de 2022. Aunque el artículo es anterior a esta fecha, mantiene su actualidad al afirmar que Luiz Inácio Lula da Silva quizá posee el talento y la experiencia para volver a encarrilar a Brasil, pero también es posible que los brasileños estén cayendo en una trampa clásica y recurrente de la política latinoamericana: anhelar que un presidente de cierta edad, que ya gobernó en una época de auge de materias primas, pueda de algún modo volver el tiempo atrás. Otros presidentes latinoamericanos han regresado al poder o contribuido a la elección de sus protegidos, pero casi todos esos retornos terminaron en decepción o desastre, en parte porque el mundo cambió y también porque el precio de las exportaciones cruciales, como el crudo, el hierro y la soya, se desplomó. En su mandato, Lula tuvo el viento económico a favor y se benefició de la oleada de reformas de libre de mercado que emprendió su antecesor inmediato, Fernando Henrique Cardoso. En un repaso de otras presidencias de países de Latinoamérica, Winter muestra que nunca segundas partes fueron buenas, al no darse las mismas condiciones económicas de las primeras presidencias. Lo que desean muchos brasileños es un presidente “normal”, un dirigente que los proteja mejor que Jair Bolsonaro de las pandemias, que preserve la democracia de Brasil y que baje la inflación.

FAL-Ángel Boligán

En la última parte de Mundo, presentamos un conjunto de artículos con un denominador común: la preocupación por las tensiones geopolíticas, energéticas y comerciales. En resumen, las tensiones en el poder político, el económico y el militar. Shannon K. O’Neil prefiere hablar de regionalización y no de globalización. Tanto el comercio como las inversiones extranjeras, las cadenas de suministro y los flujos de capitales son más regionales que globales en cuanto a la distancia entre los países. Las redes tienden hacia lo regional, sencillamente porque la geografía importa. La realidad ignorada de la regionalización tiene implicaciones para las políticas públicas estadounidenses y, a pesar del T-MEC, Norteamérica no está tan integrada comercialmente como Europa y el este de Asia. Además, la globalización se ha frenado con la pandemia y con el cambio climático. En este contexto, Estados Unidos necesita un enfoque más regional y estratégico del comercio, y más integración en Norteamérica con menos barreras a la libre circulación de personas.

Barry Eichengreen se centra más en el poder económico y su utilización punitiva a raíz del ataque ruso a Ucrania. Estados Unidos y sus aliados poseen poder económico en términos de su capacidad de aplicar ciertos instrumentos para castigar a otro. En cambio, no queda tan claro que sean capaces de ejercerlo como un medio para alterar el comportamiento del adversario. Eichengreen ve poco probable que las sanciones occidentales vayan a producir un daño económico generalizado por el cual los ciudadanos rusos culpen a su líder, y que eso acabe con su caída. Tampoco tienen un efecto disuasorio cuando va dirigido contra regímenes autocráticos. Y algo importante sobre el poder militar y el económico es que el primero es concentrado y el segundo, disperso. El futuro del poder económico de Estados Unidos va a depender, en gran medida, de si coopera con el mercado emergente más grande: China. La desvinculación de las cadenas mundiales de suministro pondría en riesgo la economía de Estados Unidos. Si China liquidara sus reservas de dólares, posiblemente anticipando la imposición de sanciones estadounidenses, precipitaría una crisis financiera mundial sin precedentes.

Para Jason Bordoff y Meghan L. O’Sullivan, tras la invasión rusa a Ucrania, el mundo parece estar en un punto de inflexión. Los líderes empresariales han declarado que la desglobalización se acelera y han advertido sobre un nuevo periodo de estanflación. Estos giros drásticos han eclipsado otra transformación profunda en el sistema energético mundial como resultado de la guerra, por la cual la seguridad energética ha vuelto a estar en el centro de la atención, junto con el cambio climático, como la máxima preocupación de los formuladores de políticas públicas. La intervención gubernamental en el sector energético alcanza una escala que no se había visto en la historia reciente. Y lo que se puede decir de las lecciones aprendidas de los fracasos del pasado es que un control gubernamental excesivamente rígido de la economía energética puede ser contraproducente. No obstante, la crisis actual exhibe algunas fallas del mercado que solo se resuelven con una mayor intervención estatal para lograr la doble meta de incrementar la seguridad energética y transitar oportunamente hacia las cero emisiones de carbono.

Para Robert B. Zoellick, la diplomacia económica estadounidense necesita guiar a las principales instituciones económicas multilaterales para que se adapten a diversos actores, Estados y desafíos internacionales. Anticipa las consecuencias de los últimos acontecimientos teniendo en cuenta que, en la historia, las crisis han sido más bien la norma y no la excepción. Si se repasan los hechos disruptivos de finales del siglo XX y los del siglo XXI, se ve cómo Estados Unidos puede conformar una economía internacional más adaptable. Instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial se esfuerzan para adaptarse a los cambios. La diplomacia económica de la década de 2020 debe lograr la resiliencia y fomentar la adaptación. Estos conceptos divergen del ideal geopolítico de estabilidad y equilibrio, así como de la visión esperanzadora de modelar el mundo según una imagen ideal. Washington necesita redescubrir su capacidad para adaptarse pragmáticamente a unas condiciones dinámicas.

En estos últimos meses, Latinoamérica también está sometida a procesos electorales de vértigo que, por el momento, producen cambios de gobierno de signo ideológico distinto. Ha sido el caso de Chile, donde, a pesar de la victoria de Boric en marzo de 2022, los votantes rechazaron la reforma constitucional que defendía. En Colombia, la victoria de Petro significa que, por primera vez, hay un gobierno de izquierda en el país y necesariamente una política de nuevo signo. En Brasil, en la contienda presidencial de octubre de 2022, se enfrentaron Lula da Silva, que representa una vuelta al pasado de izquierda, con Bolsonaro, que es el presente ultraconservador. Las alternancias no son negativas de suyo en una democracia, pero la polarización social supone un gran riesgo, incluso para las democracias consolidadas. Los gobiernos deben luchar contra la polarización social y política, evitar las proclamas nacionalistas e impulsar las instituciones multilaterales. Este es el camino; lo contrario es confusión, populismo y un peligroso salto al vacío.

JORDI BACARIA COLOM es Director de Foreign Affairs Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @bacaria_jordi.

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One Response to Crisis alimentaria mundial

  1. Rafael Arriola Barrera dice:

    Hola, ¿me podrían enviar la información y el procedimiento para inscribirme?
    Gracias.

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