Afganistán: un nuevo Vietnam

9 septiembre, 2021 • AMEI, Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 2108

teleSUR

Zidane Zeraoui

Septiembre 2021

Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales

La historia siempre se repite. Hace casi 50 años, los estadounidenses abandonaban caóticamente Saigón, hoy Ho Chi Minh, dejando en manos del Vietcong las fuerzas de liberación de Vietnam y el futuro del país. Hoy lo están haciendo de nuevo con Kabul, dando al talibán el control de Afganistán. Sin embargo, no se trata solamente de una salida de un país que no pudieron controlar, es la pérdida total de prestigio y la desacreditación de la seguridad estadounidense que se encuentra fuertemente cuestionada.

La caída de Afganistán no se realizó en un solo día. En realidad, desde hace más de una década, el control del país por las fuerzas gubernamentales y de Estados Unidos era ficticio. El talibán y las fuerzas aliadas, como los tadzhikos, los uzbecos y los turkmenos, ya controlaban el 80% del territorio, quedando solamente las grandes ciudades y los ejes carreteros en manos de los aliados. En estas condiciones, la presencia de las fuerzas internacionales era ficticio y no garantizaba ninguna seguridad al país, fuera de las importantes urbes.

Frente a esta situación, a la imposibilidad de formar unas fuerzas de defensa gubernamentales autónomas y capaces, y a la corrupción de todo el sistema político afgano, los dos billones de dólares invertidos en el país en los 20 años de ocupación eran inútiles. Es la conclusión del expresidente Donald Trump y, por ende, la necesidad de dejar el país en manos autóctonas.

Pero, por otra parte, el gobierno estadounidense inició en febrero de 2020 unas negociaciones secretas con el talibán, sin consultar a sus aliados dentro de las fuerzas de intervención ni al gobierno afgano, que conllevaron al inicio del retiro de los soldados de Estados Unidos a partir del 1 de mayo de 2021. A partir de esta fecha, muy rápidamente los talibanes empezaron la conquista sistemática y paulatina del país, dejando a las grandes ciudades al final del proceso. Empezaron a caer todas las grandes ciudades y, finalmente, el 15 de agosto de 2021, también cayó Kabul, sin necesidad de un solo disparo. Las fuerzas gubernamentales ya estaban derrotadas antes de empezar la batalla.

Un aliado incómodo

La entrega de la base aérea más importante del país, Bagram, unos días antes, dejaba solamente a Kabul como único punto de salida para las decenas de miles de personas que huían del país, tantos miembros de las embajadas, personal extranjero de las instituciones internacionales y, sobre todo, los afganos que habían colaborado con las fuerzas de intervención extranjeras. En 2020, el entonces inquilino de la Casa Blanca tomó la iniciativa de retirarse de Afganistán sin consultar al gobierno afgano ni a los países miembros de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), en particular al Reino Unido. Este último envió a más de 150 000 efectivos al país desde 2001, de los cuales murieron 457, pero la decisión del retiro de las tropas, a partir del 1 de mayo de 2021, no le fue anunciada, sino hasta que el presidente Trump firmó el acuerdo con los talibanes.

De igual forma, sin consultas, Joseph R. Biden anunció que adelantaría el retiro de las fuerzas estadounidenses previstas para el 31 de agosto de 2021. Estas decisiones precipitadas y no coordinadas han conllevado al desorden y el caos en Afganistán, por la falta de medios adecuados para la evacuación total de las fuerzas occidentales y, sobre todo, de los afganos que colaboraron con las tropas de ocupación de la ISAF. Ahora, el temor de estas fuerzas es la posible venganza de los talibanes y la persecución política.

Frente al dominio aplastante de los talibanes y su control territorial, las posibilidades de formar una frente de resistencia son poco viables.

Esta preocupación es la que llevó al líder británico a convocar, el martes 24 de agosto de 2021, a sus pares del G-7 para insistir a Estados Unidos de no retirar sus fuerzas hasta lograr poner a salvo a todos, incluyendo a los afganos leales al mundo occidental. Lejos de atender a la súplica de los países europeos, el 23 de agosto de 2021, Washington envió a Kabul al Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Joseph Burns, para una entrevista secreta con Abdul Ghani Baradar, el líder político de los talibanes. Aunque no se ha filtrado ninguna información sobre esta reunión, para los exaliados de la ISAF es preocupante que la CIA esté negociando con el nuevo poder de Kabul, sin la presencia de los miembros de la coalición internacional.

Todas estas maniobras de Washington a espaldas de sus aliados han generado serias preocupaciones, en particular con su socio estratégico: el Reino Unido. Cuando el Primer Ministro británico rompió con la Unión Europea, se anunció la inminente firma del “acuerdo más grande jamás negociado” con la primera superpotencia. Sin embargo, ahora Boris Johnson se encuentra decepcionado y escéptico en cuanto al cumplimiento de los compromisos de Estados Unidos con sus aliados, incluyendo a los más cercanos.

Una nueva amenaza

Frente al dominio aplastante de los talibanes y su control territorial, las posibilidades de formar una frente de resistencia son poco viables. En el primer periodo de los talibanes, nunca lograron tener el control del norte del país poblado por tadzhikos, turkmenos y uzbecos, tradicionalmente hostiles al poder central. De hecho, el rápido triunfo de Estados Unidos en 2001 se debió gracias a la Alianza del Norte, formada por los tres grupos étnicos. Hoy, los talibanes cambiaron su estrategia e iniciaron una alianza previa con todos los grupos étnicos del país, en particular los más fuertes, frente a un sistema altamente corrupto que no lograba sino aglutinar a los señores de la guerra que vivían del tráfico del opio. De la misma manera, la pequeña resistencia creada en el valle del Panshir por el hijo del legendario Ahmad Shá Masud, el León del Panshir, y Amrullah Saleh, vicepresidente de Ashraf Ghani y autoproclamado Presidente interino por la huida del Jefe del Estado afgano, aunque sigue fuera del control de los talibanes, no parece representar un peligro importante.

Los temores del mundo occidental sobre el hecho de que la consolidación de los talibanes iba a significar volver el país en un santuario a los movimientos yihadistas, ya se está cumpliendo, pero con grupos incluso hostiles a los propios talibanes, como el Estado Islámico. Desde 2015, varios grupos ultraradicales condenaban a los talibanes por su “moderación” y se alinearon al Estado Islámico que, durante varios años, combatía tanto a los soldados de la ISAF como a los miembros del talibán.

El reciente atentado en el aeropuerto de Kabul por el Estado Islámico, que causó la muerte de casi un centenar de personas, muestra el nuevo rasgo de Afganistán: una lucha entre dos corrientes radicales del Islam para imponer su liderazgo del yihadismo. De esta forma, el nuevo Vietnam de Estados Unidos puede convertirse en un pantano para los propios talibanes.

ZIDANE ZERAOUI es profesor e investigador en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) desde 1993. Es doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), nivel 2. Es autor de varios libros sobre política internacional, entre ellos Islam y política: los procesos políticos árabes contemporáneos (Trillas, 2013) y La guerra contra el terror: Estados Unidos, Afganistán y la lucha contra el terrorismo (Ariete, 2006). Sígalo en Twitter en @zidanezeraoui.

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