Polarización, desigualdad e inestabilidad política

19 enero, 2023 • Artículos, Asuntos globales, Europa, Latinoamérica, Portada • Vistas: 3152

Nuevo número de Foreign Affairs Latinoamérica

logo fal N eneJordi Bacaria Colom

Enero 2023

FAL

La polarización política en los sistemas democráticos es un fenómeno creciente y preocupante. En Estados Unidos, los problemas causados por el asalto al Capitolio, del que se cumplen 2 años en enero de 2023, parece que de momento se han conjurado con las elecciones intermedias de noviembre de 2022, gracias a la resistencia del Partido Demócrata. Sin embargo, los resultados muestran que persiste la polarización y hay riesgos latentes. Europa no se queda atrás en la nueva polarización electoral, que ya no es la tradicional entre izquierda y derecha.

Latinoamérica no es ajena al fenómeno. Se observó en Brasil, en la última y ajustada victoria de Luiz Inácio Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro, o en elecciones de otros países, que aun cuando en los resultados no ha habido una polarización tan extrema, sí se ha propiciado antes o después en movimientos sociales o bien ha sido alentada desde los ámbitos gubernamentales. En Perú, el intento de disolver el Congreso y decretar un gobierno de excepción por parte de Pedro Castillo, más su posterior detención, son ejemplo de un candidato marginal que se convierte en un presidente débil. Lo que en determinados medios se aplaude como la victoria de fuerzas políticas de izquierda o de orientación progresista, se percibe en otros como avance del populismo electoral y tendencias autócratas. Así ocurrió con la condena por corrupción de la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, que divide a la sociedad argentina. Sus partidarios son respaldados por mandatarios populistas y autócratas latinoamericanos, que en un acto de clara injerencia, rechazan el fallo y acusan a la impartición de justicia de estar politizada. Hay un riesgo de reversión de la democracia si se confunden los objetivos de avance social con las reformas que debilitan la competencia política y se desacredita el arbitraje de la justicia. La desigualdad y el empobrecimiento de las clases medias generan tensiones sociales y reducen el centro político, lo que acentúa la polarización. Los flujos migratorios, lejos de ser una válvula de escape de estas tensiones como en el pasado, se convierten en una diáspora que nutre al populismo nacionalista.

En este número dedicamos el primer bloque a la polarización social y la inestabilidad política. En su artículo, Amitav Acharya define perfectamente lo que sucede en el mundo y en Latinoamérica. En muchos países, las divisiones sociales y políticas por clase, raza, género y religión se han vuelto cada vez más pronunciadas. Son las jerarquías sociales nacionales (el “poder intrínseco”) las que determinan quién tiene el poder y por qué. Afectan la prosperidad nacional y la estabilidad social y también pueden aumentar o reducir la influencia de un país en el mundo. Las fracturas sociales producidas por las diferencias raciales, disparidades de género y persecución religiosa pueden repercutir en las relaciones internacionales. Mientras las divisiones de clase, raza, género y religión aumentan en muchas partes del mundo, hay pruebas de que cuando aminoran, los países refuerzan su poder internacional. Por ejemplo, dotar a las mujeres de derechos legales y mejorar su acceso a la educación, la salud, los servicios financieros y la tecnología no solo beneficia los derechos humanos o la justicia social, sino que también incrementa la productividad.

Si nos centramos en Latinoamérica, Daniel Zovatto nos ofrece una detallada información y análisis del “superciclo electoral latinoamericano 2021-2024”. El superciclo electoral es un periodo de 4 años durante el cual diecisiete países de Latinoamérica celebran elecciones presidenciales, legislativas y locales en las que se renuevan las autoridades políticas y se configura un nuevo mapa político regional. En un momento muy complejo, este superciclo electoral se desarrolla en tres contextos: el económico, con crecimiento anémico, inflación al alza y persistente, y nuevas tensiones sociales; el institucional, con erosión democrática y debilitamiento del Estado de derecho, y el de la cultura política, con desconfianza generalizada en las instituciones democráticas. Se observa un grave proceso de declive y estancamiento de la democracia en el mundo, y en Latinoamérica la tendencia es similar, con una preocupante y gradual erosión democrática desde hace poco más de una década, además del aumento de la corrupción. En todos los informes sobre la calidad de la democracia se muestra una peligrosa tendencia a la hiperpolarización. En el último lustro se observa un debilitamiento del centro político como campo ideológico y el paso a segunda vuelta de candidatos que representan a los extremos ideológicos. Este fenómeno suele ir acompañado de una hiperfragmentación que permite que candidatos marginales llamen la atención con sus propuestas radicales y pasen a competir en la segunda vuelta, como ocurrió en Perú en 2021. Así, la política se interpreta en clave conflictiva permanente, y quienes apelan al populismo corroen las bases institucionales y organizacionales de la representación. Líderes de tintes mesiánicos, personalistas y tendencias autoritarias privilegian las relaciones directas con los seguidores.

Juan Ignacio Brito y Francisco Javier Tagle explican que un fenómeno común en Latinoamérica es que a los presidentes les cuesta cada vez más mantener su popularidad, lo que a menudo presenta obstáculos a su capacidad para gobernar y poner en práctica programas transformadores. Los autores sustentan su análisis en numerosos ejemplos. La combinación de narrativas mesiánicas y refundacionales que infundieron en los votantes la esperanza de ver soluciones sencillas para problemas antiguos, la capacidad para encarnar novedades y certezas de un cambio esperado, y el desprestigio absoluto de élites políticas consumidas por problemas de ineficiencia, corrupción y desgaste político y moral, fortalecieron la posición electoral de políticos marginales. Estos candidatos externos, una vez presidentes, han formado parte de esa institucionalidad que criticaron y prometieron cambiar, contradicción que hizo caer su aceptación y popularidad. De este modo, candidatos atractivos se convierten en presidentes débiles que renuevan la frustración política del electorado y amenazan con reforzar un círculo vicioso que pone en riesgo la gobernabilidad de los países de Latinoamérica.

FAL-Ángel Boligán

Denise Dresser enfoca su análisis en la presidencia de México, cuya agenda consiste en eliminar los pesos y contrapesos, debilitar las instituciones autónomas y aumentar el control discrecional del presupuesto. Se ha remplazado a las fuerzas policiales con fuerzas militares, a las que se ha otorgado un poder político y económico sin precedentes. El Presidente ha mantenido su popularidad, pero los críticos sostienen que polariza al pueblo y pone en riesgo la incipiente democracia del país con sus habituales ataques a organizaciones de la sociedad civil, su deseo explícito de desmontar instituciones clave y el uso abusivo de su púlpito para arremeter contra los medios de comunicación y la oposición. La democracia en México no está muerta, pero sí gravemente herida. Sus acciones afectan las relaciones con Estados Unidos y podrían revertir 3 décadas de integración económica, revivir la añeja desconfianza entre los dos países y detener la colaboración en temas de interés binacional, como seguridad, migración y cambio climático.

Las migraciones por razones económicas tienen siempre un lado político. Alfonso Garza Núñez apunta que México no intenta fortalecer la relación del país con su diáspora, que por estar muy concentrada en Estados Unidos, le permitiría mediar en las relaciones políticas con ese país. Con cabildeos y bloques electorales, podría ser un poderoso aliado del gobierno mexicano que influya en las políticas públicas estadounidenses. México tiene los índices de votación desde el extranjero más bajos de los países latinoamericanos, lo que, entre otras causas, se debe a los escasos recursos que le destina el gobierno mexicano.

Rafael Hernández trata las características de la migración cubana a Estados Unidos, su composición social, demográfica, económica y política, así como las culturas políticas que caracterizan a los migrantes de cada momento y los acontecimientos políticos que han enmarcado cada etapa. Si bien el gobierno estadounidense declaró su compromiso con la salida ordenada de los cubanos desde 1961, todos los acuerdos migratorios que se han firmado y aplicado han respondido a acciones del gobierno cubano. Aunque las oleadas migratorias se atribuyen al efecto de “válvula de escape”, con la que el gobierno de Cuba “administra” las salidas del país, la crisis actual se debe al cierre migratorio estadounidense. A partir de 2021, el efecto combinado del cierre por la virtual interrupción en 2017 del acuerdo migratorio y la reapertura del paso por la frontera mexicana ha provocado, por cuarta vez desde 1962, un tsunami migratorio desde la isla. Desde septiembre de 2021 han salido más de 224 000 cubanos.

La otra gran crisis migratoria latinoamericana —como explica Carmen Geraldine Arteaga Mora— es la venezolana. Venezuela expulsa a tantos de sus nacionales que ha causado una de las peores crisis de desplazamiento, solo superada en 2021 por Siria. La salida de los venezolanos comenzó a un ritmo gradual a comienzos del siglo XXI, se hizo notoria en 2007 y se aceleró a partir de 2015. Si bien al inicio fue de baja intensidad, con emigrantes muy calificados, provenientes de las capas medias y altas de la sociedad, en 2017 pasó a ser masiva e indiscriminada. De los más de seis millones de migrantes venezolanos, 82% se concentran en diez países (Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Brasil, Argentina, Panamá, República Dominicana, México y Costa Rica), lo que les ha ocasionado tensiones internas. El reto para Nicolás Maduro sería, entonces, que la comunidad internacional mantenga su atención en las consecuencias y no en las causas reales de la emigración. Al mismo tiempo, deberá apuntalar una narrativa que atribuya a la acción de terceros, especialmente Estados Unidos y Europa, la responsabilidad de la crisis.

La polarización también provocó el brexit en el Reino Unido y se han tenido que recomponer los acuerdos comerciales amparados antes por la Unión Europea y que afectan a países de Latinoamérica. Además, el fallecimiento de la reina Isabel II también tiene sus consecuencias en la relación de la Corona con los países caribeños pertenecientes a la Mancomunidad de Naciones. Alicia Gutiérrez González relaciona ambos acontecimientos y concluye que es muy probable que las monarquías caribeñas se conviertan en repúblicas, como lo hicieron otros países de la Comunidad del Caribe, y que ya no reconozcan al rey Carlos III como Jefe de Estado. Lo que no se contempla a corto ni mediano plazo es que se separen de la Mancomunidad de Naciones.

FAL-Darío Castillejos

En Diálogo Ñ se tratan problemas actuales de Europa relacionados con la integración económica y la polarización política. Para Matthias Matthijs y Craig Parsons, es incorrecta la percepción de que Estados Unidos tiene reglas más abiertas que la Unión Europea para los intercambios interestatales. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha formulado principios más estrictos para el libre comercio, interpretando que las medidas nacionales no pueden “obstaculizar o volver menos atractivo” el acceso transfronterizo a los mercados. La comparación de los dos sistemas en cuanto a libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales permite ver tanto avances como fallas. La opinión popular de que la Unión Europea imita a un Estados Unidos homogéneo oculta lecciones importantes sobre la gobernanza económica en ambos lados del Atlántico. Si cada parte reconociera cuánto puede aprender de las estructuras de gobernanza de la otra, Estados Unidos sería más próspero con ciertas reglas adoptadas de Europa y la Unión Europea colocaría cimientos políticos más estables con herramientas institucionales inspiradas en las estadounidenses.

Gabriel Goodliffe aborda la europeización del espacio político nacional a partir de la experiencia de Emmanuel Macron en Francia, cuyas campañas presidenciales dan muestra de una mayor europeización del debate político. Al defender la integración europea sobre bases económicas y culturales liberales, Macron la protegió de la oposición retórica y programática que presentaban los partidos euroescépticos desde mediados de la primera década del siglo XXI. Las últimas elecciones presidenciales y legislativas de 2022 confirman la nueva división sociológica del voto, que ya no concuerda con las preferencias tradicionales de izquierda y derecha de los votantes, sino que ha sido sustituida por nuevas filiaciones alineadas entre la integración o la separación de Europa. La invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero de 2022 representó un impacto exógeno que puso a Europa en el centro del debate político nacional. Los candidatos se vieron obligados a aclarar su posición respecto de la guerra y, en particular, el régimen de Vladimir Putin. Al poner de relieve temas fundamentales de cómo debía lidiar la Unión Europea con Rusia, la dependencia europea de los energéticos rusos y el lugar de Europa en el orden internacional, la invasión le dio una prominencia sin precedentes a la nueva alternativa entre separación o integración en la campaña de 2022. El resultado es que más de tres cuartas partes votaron por candidatos contestatarios o se abstuvieron, y aunque Macron derrotó a Marine Le Pen en el desempate de la segunda ronda con 58.5% de los votos contra 41.5%, los resultados de la primera ronda subrayan no solo el profundo descontento del electorado francés con el camino globalizador y proeuropeo seguido por su gobierno, sino también la amplitud del malestar general con la democracia.

Dedicamos la sección Mundo a cuatro artículos seleccionados de la revista Foreign Affairs en su centenario, que ya celebramos en el número de Foreign Affairs Latinoamérica del último trimestre de 2022. Los artículos presentan un enfoque prospectivo del mundo. Comenzamos con el artículo de Richard Haass, que examina los riesgos geopolíticos que confluyen con nuevos desafíos que resultan complejos y fundamentales para la era contemporánea, como el cambio climático, las pandemias y la proliferación nuclear. Haass no únicamente suena alertas, sino que también hace recomendaciones para la política exterior de Estados Unidos.

Jessica Chen Weiss, desde otra perspectiva, afirma que los formuladores de políticas públicas estadounidenses se concentran tanto en oponerse a China, que corren el riesgo de perder de vista los intereses y los valores auténticos que deberían sostener. La política exterior estadounidense se ha vuelto reactiva y gira en círculos en vez de apuntar a un destino deseado. En esta nueva guerra fría, Estados Unidos quiere perpetuar su preminencia y un sistema internacional que privilegie sus intereses y valores; por su parte, China considera que el liderazgo estadounidense se ha debilitado por hipocresía e incumplimiento, lo que representa una oportunidad de imponer a otros su propia influencia y legitimidad.

Fiona Hill y Angela Stent apuntan que el Presidente de Rusia invadió a Ucrania no porque se sienta amenazado por la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte o por las “provocaciones” occidentales. Más bien, ordenó su “operación militar especial” porque cree que Rusia posee el derecho divino de gobernar Ucrania, aniquilar la identidad nacional de ese país e integrar a su población en una Gran Rusia. Ucrania ha sido un Estado independiente desde 1991, y a Putin le ofende que los ucranianos insistan en que son un Estado con identidad civil propia.

Dani Rodrik y Stephen M. Walt aportan una visión constructiva y optimista de hacia dónde podría ir el orden internacional. Para estos autores es posible vislumbrar un orden más benigno en el que China, Estados Unidos y otras potencias mundiales compitan en algunos ámbitos, cooperen en otros y se apeguen a reglas nuevas y más flexibles encaminadas a mantener los elementos principales de una economía mundial abierta y a prevenir conflictos armados, sin coartar un mayor margen de maniobra para que los países atiendan sus propias prioridades económicas y sociales urgentes. Se trata de que haya más negociación y menos reglas.

Cerramos este editorial con la triste noticia del fallecimiento del embajador Jorge Montaño, que fue miembro de la Junta Directiva de Foreign Affairs Latinoamérica y que se destacó por el apoyo a la revista desde su fundación. Montaño fue titular de la Representación Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas, embajador de México en Estados Unidos y profesor del ITAM. Nos unimos a la pena que embarga a familiares y amigos.

JORDI BACARIA COLOM es Director de Foreign Affairs Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @bacaria_jordi.

NOTA DEL EDITOR: Adquiera la nueva edición de Foreign Affairs Latinoamérica en el (55) 5628-4000 Ext. 3945 o suscríbase aquí.

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