Mali después de Ibrahim Boubacar Keïta

20 noviembre, 2020 • África, Artículos, Portada • Vistas: 3081

Una (frágil) transición política

VOA Afrique

Luz Paola García Godínez

Noviembre 2020

En julio de 2020, el Movimiento 5 de Junio-Agrupación de Fuerzas Patrióticas, que lleva manifestándose contra la falta de gobernanza y el fraude electoral en Mali desde el 5 de junio, pidió la dimisión del presidente Ibrahim Boubacar Keïta debido a la inconformidad con la situación del país y la violencia. En agosto, el Presidente anunció su renuncia y la disolución del Parlamento, después de ser detenido por militares. Sin embargo, estas irregularidades políticas y el derrocamiento de Keïta se suman a una situación de inestabilidad creciente en el país que también amenaza a la región del Sahel.

Mali, de dónde viene

Antes, Mali solía ser considerada una democracia prometedora en la región. En 1960, después de su independencia de Francia, Mali destacó por su buen historial de gobierno democrático. Incluso, a principios de la década de 1990, The New York Times reconoció a Mali como una de las democracias más vibrantes del continente africano. Sin embargo, desde 2012, la tensión política ha estado latente en el país desde que los militares de Mali derrocaron al gobierno del presidente Amadou Toumani Touré. Un año después, Keïta, quien prometió llevar a cabo un plan de tolerancia cero a la corrupción y arremeter contrala rebelión en el norte del país, ganó las elecciones con el 78% de los votos y fue reelegido en 2018. Eventualmente, su popularidad desvaneció y los malienses terminaron por desconfiar de su gobierno.

Será necesario atravesar algo más que un golpe de Estado y contar con la alegría popular para conquistar cambios sustanciales y asegurar el retorno del orden.

Ahora, que Mali viva el derrocamiento de otro líder en menos de una década, no solo denota la fragilidad del Estado, sino también socava su desarrollo político y económico y la estabilidad regional. Es imperativo considerar que Mali cuenta con una economía de bajos ingresos, poco diversificada, vulnerable a las fluctuaciones de los precios de los productos básicos y que el 50% de su población vive con menos de 1.25 dólares al día. Actualmente, la seguridad, un componente crítico para la reducción de la pobreza y la recuperación económica, flaquea por la presencia de grupos rebeldes en el norte del país. Lo anterior, también ha dificultado significativamente la situación de la región del Sahel y, debido a la coyuntura que atraviesa el país, es posible que el conflicto entre los yihadistas del norte de Mali y los grupos terroristas con vínculos con Al Qaeda y el Estado Islámico se extienda a países vecinos, sumiendo a la región en una honda crisis migratoria y de inseguridad.

Mali, a dónde va

Un país que enfrenta estos retos y que ocupa el puesto 184 de 189 en el Índice de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, contiende contra un futuro incierto. Será necesario atravesar algo más que un golpe de Estado y contar con la alegría popular para conquistar cambios sustanciales y asegurar el retorno del orden. Sin duda, el golpe contra Keïta fue una respuesta a la escandalosa disfunción institucional y una ruptura fundamental del contrato social, pero el golpe de Estado deja cierta inquietud sobre la evolución y desenlace de la transición maliense. Prevalece la inquietud sobre si se puede confiar en las intenciones de la fuerza militar en su búsqueda de estabilizar al país o si Mali será otro caso más de abuso de poder que llevará al país a una espiral de conflicto y debilitará su economía.

Originalmente, la Junta, que se denomina a sí misma Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, había propuesto una transición de 3 años bajo un gobierno militar para revisar los fundamentos del Estado. Sin embargo, después de arduas negociaciones entre diversos actores nacionales e internacionales, se acordó nombrar al coronel retirado y exministro de defensa Bah Ndaw como presidente interino y al líder de los golpistas, Assimi Goïta, como vicepresidente por un periodo de 18 meses. Ahora bien, el gobierno de transición debería comprometerse con un proceso democrático formal y ser consciente de que las crisis sociopolíticas no se resuelven únicamente con la destitución de funcionarios de gobierno, sino también con soluciones basadas en objetivos a largo plazo y la prevención de la escalada de violencia. Para Mali, garantizar la seguridad y estabilidad nacional será fundamental para la recuperación económica, el mantenimiento de paz y su desarrollo. Asimismo, la transición debería fundarse en las expectativas de los malienses para que el cambio pueda traducirse en reformas serias en los ámbitos político y económico que busquen reparar el daño infligido a la población.

LUZ PAOLA GARCÍA GODÍNEZ es licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Es consultora de Asuntos Públicos en Burson Cohn & Wolfe, profesora de Ciencias Sociales en la PrepaTec y escritora independiente. Sígala en Twitter @LuzPaoG.

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